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30.05.16

Massa planea repetir con Macri en 2017 lo que hizo con Cristina en 2013

(TN) De la mano de Stolbizer, espera dividir el voto no peronista bonaerense, como hizo tres años atrás. Quiere asegurarse así un triunfo decisivo en la nueva carrera presidencial, que buscará aprovechar mejor que la vez pasada.
Por Marcos Novaro

(TN) Sergio Massa pasó en pocas semanas de ser el peronista preferido de Macri, papel que cumplió bien colaborando en la salida del default, a encarnar sus mayores dolores de cabeza, legislativos y electorales.

La ley antidespidos tuvo su papel en ello. Pero no fue lo único. Sucede que Massa necesita diferenciarse más del gobierno desde que éste aceleró el ajuste de tarifas y quedó así más expuesto a las críticas. Pero también como consecuencia de una frustración y un éxito propios.

La frustración fue ver que el peronismo territorial y sindical se recomponía más rápido de lo previsto y se lanzaba a ocupar el rol de oposición con su arco de halcones y palomas. El éxito, el entendimiento que el líder del Frente Renovador (FR) logró con Margarita Stolbizer, Victoria Donda y demás referentes de la centroizquierda.

En ese panorama, que tiene su peor costado en el lanzamiento de Florencio Randazzo como candidato bonaerense para el año que viene, el mercado electoral que tiene más chances de captarel FR para mantener en pie su proyecto se superpone en gran medida con el que necesita retener Cambiemos. Por lo que el tigrense debe hacer esfuerzos extras para ser visto como el más cercano de los candidatos peronistas por los votantes que no lo son, en particular los de sectores medios independientes, levantando las banderas que Macri izó en 2015 pero que, en un arranque difícil de su gestión, le costará retener: desarrollo y modernización sin mayores costos para el empleo y el consumo, transparencia y lucha contra la corrupción, independencia frente a los aparatos políticos. En suma todo lo que Stolbizer, aunque se haya quedado casi sin votos el año pasado, puede ayudar ahora a Massa a representar.

El origen del choque entre Macri y Massa, en suma, está en que ambos deben lidiar con un peronismo menos dividido que en el ocaso del kirchnerismo. Claro que en ese PJ en recomposición las cosas no son sencillas. Pero sus capitostes vienen piloteando mejor de lo esperado una “renovación desde adentro” que evitaría nuevas fugas y hasta devolvería al redil a algunos massistas y antikirchneristas desencantados.

Entre Randazzo, Scioli, Bossio y Cristina es difícil que se entiendan. Pero con una conducción “neutral” como la que ejerce Gioja y la ayuda que proveen las PASO es probable que no hagan falta demasiados acuerdos: la fragmentación actual puede decantar sin grandes conflictos, por el común temor a que los contrarios saquen ventaja y la propensión a relativizar las diferencias programáticas cuando las conveniencias electorales mandan. Para casi todos ellos es fácil coincidir, además, en un punto medio entre la nostalgia por los buenos años pasados de la fiesta populista y la promesa de un futuro mejor con cierta dosis de desarrollismo pro empresario. Sin hacerse cargo en el medio de ninguna de las dificultades de la transición en curso.

Si lo logran, no habrá tres ofertas de corte peronista en la provincia si no dos, y la competencia será entre tercios, igual que en 2013, sólo que con candidatos y acentos algo distintos que entonces. En particular para el massismo, si logra colocar finalmente a Stolbizer al tope de las listas para el Senado o Diputados.

La jefa del GEN podrá entonces hablar en nombre de Massa contra la corrupción, contra la reelección indefinida de los intendentes tan o más convincentemente que Elisa Carrió,y también hacerlo contra los tarifazos que golpearon a la clase media. Si mientras tanto en el PJ, la paz sellada por Gioja y los gobernadores no salta por los aires, y los candidatos “renovadores” pejotistascomo Randazzo prosperan, todo el escenario de competencia se volcará al terreno del no peronismo, donde el voto es por tradición más móvil.

Para Cambiemos este escenario no fue del todo imprevisto. Lo cierto es que buscó evitarlo, aunque tal vez no con el suficiente empeño. Además de ofrecerle una opción más tentadora a Stolbizer que representar de vuelta a su provincia en el Congreso, como pudo ser un lugar en la Corte, había que ocuparse de sus seguidores, que han perdido casi todos sus cargos por la muy mala performance de 2015 (situación que diferenciaba el caso de la líder del GEN de la de Martín Lousteau, a quien le costaba muy poco desentenderse de sus apoyos para irse a Washington). Y además lo de la Corte debió plantearse antes de promover a las apuradas a Rosencrantz y Rosatti para los puestos disponibles, o junto a un compromiso para ampliar el número de jueces. ¿El retiro de Highton de Nolasco llegará a tiempo para hacer un lugar?

Por de pronto, Margarita y Massa avanzaron en su entendimiento, y ahora la matemática electoral es ya difícil de alterar: cada voto que Massa logre cosechar el año próximo le dolerá doble a Macri, porque será uno esencial para consolidar su coalición, así como lo fue el año pasado para catapultar a María Eugenia Vidal a la gobernación y a él a la presidencia.

Encima con un massismo más perfilado en el campo no peronista y una competencia a tres bandas que invierte los papeles que cada parte desempeñó en 2015 se complican todos los planes políticos del oficialismo, no sólo los electorales, y tal vez no sólo los bonaerenses. Ante el asedio que le plantea esta competencia, ¿cómo saber con qué sector peronista negociar, a cuál conviene fortalecer como interlocutor, si cualquiera de los bandos de ese arco puede terminar volviéndose el verdugo de Cambiemos en el corto plazo?

Las esperanzas del oficialismo dependen, primero, de que Massa pierda apoyos peronistas que conserva si promueve a la exradical como cabeza de lista en su provincia. Pero eso es difícil que suceda si el tigrense logra convencer a los intendentes que aun están en el FR de que con esa candidata tienen más chances de ganar. Y segundo, de que este cuadro de competencia entre tercios a costa del oficialismo no se nacionalice y la situación bonaerense vuelva a ser, como en 2013, una excepción.

Esto último es más probable porque el problema de Massa sigue siendo el mismo que tres años atrás: lo que funciona en su distrito no es fácil de replicar en el resto del país. En ese caso, aunque para Macri la provincia sea un grave dolor de cabeza, no le impedirá hacer avanzar a su coalición en el interior (para lo que necesitará más Plan Belgrano y menos Fondo del Conurbano). Ni el choque con Massa bloqueará acuerdos puntuales para las leyes que necesita, al menos mientras el peronismo oficial siga en alguna medida disperso y muy necesitado de recursos, dada la enorme cantidad de cargos ejecutivos deficitarios que ejerce.

En suma, todavía Cambiemos tiene muchas cartas que poner sobre la mesa. Sólo que el juego en que está inmerso, y esto no lo va a poder cambiar, sigue siendo en gran medida una interna abierta del peronismo; frente a la cual plantear entendimientos globales y de largo plazo carece de viabilidad.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)