Artículos

18.02.16

La herencia recibida ¿jamas sera vencida?

(7 Miradas) La cuestión es: a medida que pasa el tiempo se borra la memoria y las cargas corren sobre la espalda de la nueva gestión. Si hiciese falta una política anti inflacionaria más ortodoxa, el gobierno debería comunicar que no le queda otra para evitar la tormenta mayor. Pero para eso hace falta predisponer a la sociedad para que reciba peores noticias.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Cuando un gobierno llega siempre tiene la tentación lógica de decir “miren el desastre que me dejaron … ahora me va a costar mucho tener que arreglarlo, tengan paciencia y denme poderes especiales”. Obviamente esto sucedió tras las crisis de 1989 y 2001. De la Rúa jugó más a remarcar la contrafigura con el marketing de la austeridad sacándose fotos en el supermercado, no viajando en el Tango 01 y viviendo en su propia casa (algunas de estas cosas se vieron en los últimos 60 días).

Pero en esta ocasión hubo una deliberada orden de no insistir en la herencia recibida, bajo la base de que la gente no quería recibir malas noticias, y que los inversores extranjeros no querrían saber nada con un país arruinado.

Como en toda decisión política, nunca es fácil contentar a todos, y no pagar ningún costo. Algo siempre se pierde:

1. delatar la herencia recibida puede contrariar a la opinión pública, pero le dejaría al gobierno manos más libres para tomar decisiones cruentas;

2. no delatarla puede sintonizar mejor con el grueso de la sociedad, pero reduce el margen de maniobra del gobierno, y le quita la posibilidad de excusarse de ciertos problemas.

3. Existe una tercer mirada posible y necesaria: ¿qué pasa si las herramientas para resolver los problemas no alcanzan? ¿Hay que pasar a un segundo tiempo en donde se diga “pensamos que los problemas no eran tan graves”?

En la columna “¿Alcanza con la heterodoxia?” dijimos que “desde el punto de vista estrictamente político, pareciera que la heterodoxia y la moderación son acertados para cuidar la buena onda, y desmontar los temores…. Al final, en vista de la experiencia de los últimos años, está claro que la sociedad puede tolerar un poco de inflación, pero definitivamente la desquicia el párate económico: sin trabajo y sin expectativas positivas se entra en un círculo vicioso de ajuste público y privado sin fin. Con reactivación económica, cualquier “corrección de variables” se la vive de otra forma. La pregunta del millón es si eso es sustentable económicamente.

Está claro que el gobierno está preocupado por controlar la inflación, y que eso genera impaciencias e incomodidades. Quizás el gobierno se vea obligado a ser más ortodoxo, no por gusto sino por necesidad, y ahí deberá relativizar el consenso ciudadano donde hasta aquí no lo creía necesario. En política siempre es mejor lograr algún objetivo, que navegar entre 2 aguas sin conformar a nadie.

Como nada es absoluto en sí mismo, tampoco se puede decir que el gobierno no haya dicho nada sobre lo que recibió. A saber: 1) las denuncias sobre los ñoquis, militantes o exceso de personal en las diversas áreas; 2) la situación del PAMI; 3) el senado nacional; 4) los medios públicos; 5) el ministerio de agricultura; 6) la situación financiera de la provincia de Buenos Aires; 7) el INDEC; y 8) el AFSCA, entre otros (sin contar el estado edilicio de la Casa Rosada y la Quinta de Olivos).

Parece razonable que entre todo y nada, el gobierno haya elegido un camino intermedio: un par de veces a la semana se difunde algún descalabro. ¿Alcanza?

La cuestión es: a medida que pasa el tiempo se borra la memoria y las cargas corren sobre la espalda de la nueva gestión. Si hiciese falta una política anti inflacionaria más ortodoxa, el gobierno debería comunicar que no le queda otra para evitar la tormenta mayor. Pero para eso hace falta predisponer a la sociedad para que reciba peores noticias.

Los expertos en reingenierías empresariales aconsejan “produzca la crisis”, de modo que el colectivo organizacional sepa a qué atenerse y el CEO quede legitimado para tomar las decisiones más duras.

Llega un momento en que no hay opción, y no hay espacio para sintonizar con la opinión pública. Todo no se puede.

O la herencia recibida será difícil de vencer.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)