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08.12.15

Chavismo y Kirchnerismo, parecidos y diferentes, se van juntos

(TN) El kirchnerismo pretendió volverse hegemónico e imprescindible. Pero no logró triunfar en ninguna de las batallas que sí dirimieron en su favor ya años atrás sus hermanos chavistas, y que fueron esenciales para permitirles perdurar durante ya 17 años en el poder: fracasaron en estatizar y verticalizar a los gremios y sus propios apoyos partidarios, en disciplinar a los medios de comunicación y la Justicia, y en polarizar la sociedad en dos campos políticos irreconciliables. De allí que el dominio kirchnerista se esté desmontando finalmente en forma bastante más rápida e incruenta de lo esperado.
Por Marcos Novaro

(TN) Los populismos radicalizados están de capa caída en América Latina desde que se agotó el boom de las commodities. La explicación es sencilla: este tipo de gobiernos necesita sobreabundancia de recursos fiscales para disimular su constitutiva inestabilidad, fruto de su ineficiente manejo de la economía y la inconsistencia de sus reglas institucionales; cuando esos recursos escasean les quedan sólo dos opciones, o bien evolucionan hacia regímenes lisa y llanamente autoritarios, o bien lo que dejaron vivo de las reglas democráticas se vuelve en su contra y pierden el poder.

Hay de todos modos grandes diferencias entre los distintos casos nacionales, que saltan a la vista precisamente cuando enfrentan estas disyuntivas.

Desde el principio de estas experiencias los más ineficientes y desprolijos en sus manejos económicos fueron los venezolanos y los argentinos: chavistas y kirchenristas se esmeraron en hacer todo mal en la administración de las cuentas públicas, del comercio exterior y de los negocios financieros. Sus parientes bolivianos y ecuatorianos, en cambio, se mantuvieron mucho más atentos a prevenir el déficit fiscal y la inflación. Gracias a lo cual evitaron espantar inversiones y perder reservas. Y no tuvieron entonces que recurrir a medidas arbitrarias contra el comercio y los mercados cambiarios que a la larga empeoraran la situación.

De allí que Evo Morales y Rafael Correa hayan podido capear mucho mejor el temporal de caída de los precios de sus exportaciones de hidrocarburos que Nicolás Maduro. Y no hayan tenido que recurrir a un endurecimiento de la represión ni a una mayor manipulación de las reglas electorales para sobrevivir los últimos años.

Aunque eso es así solo por ahora. Porque en verdad si en Bolivia y Ecuador no se ha intensificado la tensión entre gobiernos y oposiciones, ha sido fundamentalmente porque por de pronto estas no pudieron oponer frenos efectivos al ejercicio cada vez más autoritario del poder que practican aquellos, tendencia que son incapaces de refrenar por sí mismos.

Es cuestión de tiempo que ese choque se produzca, como está ya insinuándose en el caso boliviano a raíz de la pretensión de habilitar la reelección indefinida de Morales. Que la inflación siga siendo allí bastante baja y que los inversores no estén en fuga tal vez no haga a la postre mayor diferencia: sigue vigente la regla de oro del populismo, su incapacidad para asimilar el pluralismo político, que lo vuelve incompatible con la alternancia pacífica.

A este último respecto, de todos modos, hay también diferencias importantes, que están saltando a la luz en las respectivas transiciones en marcha en Argentina y Venezuela.

El kirchnerismo pretendió volverse hegemónico e imprescindible. Pero no logró triunfar en ninguna de las batallas que sí dirimieron en su favor ya años atrás sus hermanos chavistas, y que fueron esenciales para permitirles perdurar durante ya 17 años en el poder: fracasaron en estatizar y verticalizar a los gremios y sus propios apoyos partidarios, en disciplinar a los medios de comunicación y la Justicia, y en polarizar la sociedad en dos campos políticos irreconciliables. De allí que el dominio kirchnerista se esté desmontando finalmente en forma bastante más rápida e incruenta de lo esperado.

Ellos dicen ahora que nunca quisieron ir tan lejos como los chavistas, y que prueba de ello es precisamente que se van del gobierno “por las buenas”. Es en parte cierto, pero sólo en parte: primero, porque no es tan claro que se estén yendo “por las buenas”, al contrario, han hecho y siguen haciendo hasta lo indecible para no irse o volver inviable la alternancia; y segundo y fundamental, en cada uno de esos terrenos en que el chavismo impuso su ley los kirchneristas lanzaron iniciativas para lograr ese mismo resultado, y si ellas se frustraron no fue por falta de entusiasmo o decisión, fue porque encontraron más resistencias que las esperadas, y bastante más que las que sus parientes caribeños tuvieron que vencer.

Se desprendede esta diferencia que para los venezolanos ni la alternancia ni la transición serán sencillas ni rápidas.Tras la muerte de Chávez sus herederos vienen radicalizándose sin encontrar mayores obstáculos. Nada les impidió, por caso, asesinar y encarcelar disidentes, ni la Justicia, ni los medios de comunicación ni la censura internacional los detuvieron. Y cuando la situación económica empeoró pudieron responsabilizar a los empresarios, repitiendo contra ellos las detenciones, las expropiaciones y los escraches, según la máxima leninista de “saquear a los saqueadores”.

Ni siquiera el triunfo opositor en las legislativas puede que alcance. Los chavistas probablemente imitarán a la Cristina de 2010 y gobernarán con facultades delegadas, mientras le echan la culpa al Congreso opositor por todas las dificultades que seguirá atravesando la economía, y esperarán a las elecciones ejecutivas para seguir dominando por las buenas o por las malas. O por la combinación de buenas y malas que sea más conveniente. En un país donde el estado monopoliza la renta, por más que ella se achique, el poder gubernamental puede seguir siendo imbatible. Si Venezuela no encuentra en su interior las fuerzas necesarias para volver a ser una democracia, ¿encontrará la ayuda externa necesaria para lograrlo? Esa es una pregunta que el sistema interamericano hasta ahora ha sido incapaz de responder.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)