Votos que abren crédito a la paz
Destacan el alto porcentaje de votantes en contraste con el ausentismo tradicional: el 60% llegó a las urnas: de los 33,8 millones habilitados para elegir alcaldes, lo hicieron 20 millones; y de los 28,3 millones habilitados para elegir gobernadores, lo hicieron 17,1 millones.Por Hugo Machín Fajardo
El resultado de las elecciones regionales y locales del domingo 25 en Colombia, debe leerse en dos claves diferentes: en cómo reaccionó la ciudadanía ante un sistema político-electoral altamente desprestigiado; y en la incidencia que el nuevo tablero de gobernanza regional pueda tener sobre la realidad que surgirá en marzo de 2016 cuando quede sellada la paz con las Farc y comience el tiempo del posconflicto.
El proceso de paz iniciado en 2011, al que falta sumar el segundo grupo guerrillero -Ejército de Liberación Nacional (ELN)- que, según datos oficiales, opera en Colombia con unos 1.500 integrantes armados, no tuvo significativa presencia en el discurso prelectoral de los 113.426 candidatos que se disputaban los 32 departamentos y 1.099 municipios del país. Salvo en el del ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe, quien ha mantenido una firme oposición al proceso iniciado por la administración que encabeza su ex ministro de Defensa, y presidente relecto en 2014, Juan Manuel Santos.
El ELN ultimó a 11 militares y un policía que cumplían protección electoral en sendos ataques efectuados el domingo y lunes. El jueves 22, nueve miembros de esa guerrilla habían sido abatidos por el ejército.
El dato evidente es que la opinión ciudadana sobre el proceso de paz no incidió en el resultado electoral del domingo 25 de octubre, o si lo hizo, no fue en el sentido que predecían las encuestas.
La paz encuestada. Esto puede verificarse en el último sondeo realizado por la empresa Datexco por encargo del proyecto Pulso País Colombia, entre el 9 y 13 de octubre, en una muestra de mil hogares de 23 ciudades colombianas.
El 54% de los encuestados desaprueba la gestión gubernamental, contra un 38% que la aprueba.
Si un 49% opina que el país va por “buen camino”; un 40% califica de “mal camino” el rumbo actual.
Sobre un posible acuerdo de paz, el 55% se mostró contrario al proceso en curso; frente a un 41%, que se manifestó de acuerdo con la forma en que Santos conduce el proceso de paz.
Ante la pregunta de si considera que las FARC efectivamente quieren la paz, el “No” obtuvo el 60% de los encuestados y un 34%, respondió afirmativamente.
Y ante la pregunta de si creía que los diálogos de paz llegaran a buen puerto el 51% respondió que “No” y un 41%, que “Sí”.
Sobre la participación de las FARC en política, el 73% de los encuestados se mostró negativo, mientras que un 23% estuvo de acuerdo con esa posibilidad que le otorgará a los comandantes guerrilleros la firma definitiva de la paz.
“Por la paz”. Al conocer Santos los resultados electorales, afirmó que Colombia había “votado en paz y por la paz” pues, a su juicio, la mayoría de los gobernantes regionales electos apoyan el proceso de paz que se desarrolla en La Habana con el respaldo de la comunidad internacional. ¿Quién tiene razón: las encuestas o Santos?
La apreciación presidencial puede darse por acertada en el caso de los gobernantes electos más importantes: el economista e historiador Enrique Peñalosa (61),que repite en Bogotá, pues ya fue alcalde de la capital del país entre 1998 y 2001; en Medellín el alcalde electo Federico Gutiérrez, un ingeniero de 41 años, sin vinculaciones con la maquinaria partidaria colombiana; el empresario Maurice Armitage (70), electo alcalde de Cali, ex secuestrado por las Farc, quien ha sido firme impulsor del proceso de paz,; el constructor Alejandro Char (49), otro que repite gobierno en Barranquilla; Rodolfo Hernández Suarez, (70), un ingeniero que ideó el movimiento Lógica, Ética y Estética ajeno a los partidos políticos, alcalde electo de Bucaramanga; o el periodista deportivo Manuel Duque (47), que lo será en Cartagena.
El discurso de Uribe -signado por el rechazo a las conversaciones de La Habana- y de su partido, el Centro Democrático, que se presentaba a elecciones locales por primera vez, no caló en el electorado más preocupado por elegir a quienes ofrecieran una mejor perspectiva en materia de administración de su departamento o ciudad. Lo que no quiere decir que en las elecciones nacionales de 2018 el uribismo no tenga una buena votación.
¿Rechazo a la politiquería? Hay quienes resumen que la jornada electoral tuvo buenas y malas, y que hubo un escenario de votaciones por candidatos independientes en las grandes ciudades; y otro, más atado a los cacicazgos, las maquinarias partidarias, la compra de votos y la utilización de dineros públicos para asegurase cargos que luego son tributarios de los contratistas de la obra pública, verificable en regiones en que tradicionalmente así funciona.
La senadora e investigadora del sistema político colombiano, Claudia López, de Alianza Verde, el ex senador del Partido de la U, Juan Lozano, el uribista José Felix Lafaurie, Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral (MOE) -una plataforma de la sociedad civil independiente que promueve el derecho a la participación ciudadana- o diferentes editoriales periodísticos, son exponentes del balance electoral escéptico optimista.
Destacan el alto porcentaje de votantes en contraste con el ausentismo tradicional: el 60% llegó a las urnas: de los 33,8 millones habilitados para elegir alcaldes, lo hicieron 20 millones; y de los 28,3 millones habilitados para elegir gobernadores, lo hicieron 17,1 millones. Esos analistas reconocen la mejor legalidad cívica electoral respecto a elecciones anteriores y, sobre todo, la emergencia de gobernantes independientes de la desprestigiada maquinaria partidaria. No fue casual el eslogan de Peñalosa -“Yo no voy a hacer política”- candidato que no activó en las estructuras políticas, sino que su campaña fue en centros comerciales, barrios recorridos en bicicleta y contacto mano a mano con la ciudadanía.
Ahora, estos críticos cargan la mano cuando subrayan como ejemplo de la corrupción electoral existente en que la gobernación del importante departamento del Valle hay sido obtenida por la ex senadora Dilian F. Toro, detenida durante un año, quien tiene pendiente un proceso penal por lavado de activos, lo que no le impidió obtener 500 mil votos el domingo. También cuestionan como 24.515 votos le dieron la alcaldía de Yopal a John Jairo Torres, alias John Calzones, preso por “urbanizador pirata y posibles nexos con narcos”, según el matutino El Tiempo de Bogotá. También que el ex legislador Yahir Acuña, detenido por la policía el viernes preelectoral cuando transportaba 160 mil dólares en efectivo con presuntos fines de compra de votos. O los 600 mil dólares incautados por la fuerza pública en 25 regiones diferentes del país el viernes, sábado y domingo electoral.
Derrota de la izquierda. Después de 12 años de administrar Bogotá, la izquierda expresada en diferentes fuerzas políticas –Polo Democrático Independiente, Polo Democrático Alternativo, Progresistas, - perdió un caudal de 224.439 mil votos, si se comparan los 498.718 obtenidos por la candidata Clara López, con los 723.157 obtendios en 2011 por el alcalde saliente, Gustavo Petro y ni se diga respecto a los 920.013 que en 2007 obtuvo la izquierda cuando respaldó a Samuel Moreno (2008 - 2011), quien se encuentra procesado penalmente bajo acusaciones de corrupción. Pero su derrota no es solo cuantitativa sino cualitativa. Petro si bien desarrolló políticas sociales que el electo Peñalosa se comprometió a mantener y-prometió- mejorar, no resultó un articulador e impulsor eficiente y el resultado del domingo 25 de octubre puede considerarse un voto castigo a la herencia dejada a López.
Adenda. Para la elección de gobernadores el voto en blanco se constituyó en la tercera fuerza política al sumar 1,2 millones, en tanto el Partido de la U, obtuvo 1,6 millones y el Liberal, 1,3 millones.
El resultado de las elecciones regionales y locales del domingo 25 en Colombia, debe leerse en dos claves diferentes: en cómo reaccionó la ciudadanía ante un sistema político-electoral altamente desprestigiado; y en la incidencia que el nuevo tablero de gobernanza regional pueda tener sobre la realidad que surgirá en marzo de 2016 cuando quede sellada la paz con las Farc y comience el tiempo del posconflicto.
El proceso de paz iniciado en 2011, al que falta sumar el segundo grupo guerrillero -Ejército de Liberación Nacional (ELN)- que, según datos oficiales, opera en Colombia con unos 1.500 integrantes armados, no tuvo significativa presencia en el discurso prelectoral de los 113.426 candidatos que se disputaban los 32 departamentos y 1.099 municipios del país. Salvo en el del ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe, quien ha mantenido una firme oposición al proceso iniciado por la administración que encabeza su ex ministro de Defensa, y presidente relecto en 2014, Juan Manuel Santos.
El ELN ultimó a 11 militares y un policía que cumplían protección electoral en sendos ataques efectuados el domingo y lunes. El jueves 22, nueve miembros de esa guerrilla habían sido abatidos por el ejército.
El dato evidente es que la opinión ciudadana sobre el proceso de paz no incidió en el resultado electoral del domingo 25 de octubre, o si lo hizo, no fue en el sentido que predecían las encuestas.
La paz encuestada. Esto puede verificarse en el último sondeo realizado por la empresa Datexco por encargo del proyecto Pulso País Colombia, entre el 9 y 13 de octubre, en una muestra de mil hogares de 23 ciudades colombianas.
El 54% de los encuestados desaprueba la gestión gubernamental, contra un 38% que la aprueba.
Si un 49% opina que el país va por “buen camino”; un 40% califica de “mal camino” el rumbo actual.
Sobre un posible acuerdo de paz, el 55% se mostró contrario al proceso en curso; frente a un 41%, que se manifestó de acuerdo con la forma en que Santos conduce el proceso de paz.
Ante la pregunta de si considera que las FARC efectivamente quieren la paz, el “No” obtuvo el 60% de los encuestados y un 34%, respondió afirmativamente.
Y ante la pregunta de si creía que los diálogos de paz llegaran a buen puerto el 51% respondió que “No” y un 41%, que “Sí”.
Sobre la participación de las FARC en política, el 73% de los encuestados se mostró negativo, mientras que un 23% estuvo de acuerdo con esa posibilidad que le otorgará a los comandantes guerrilleros la firma definitiva de la paz.
“Por la paz”. Al conocer Santos los resultados electorales, afirmó que Colombia había “votado en paz y por la paz” pues, a su juicio, la mayoría de los gobernantes regionales electos apoyan el proceso de paz que se desarrolla en La Habana con el respaldo de la comunidad internacional. ¿Quién tiene razón: las encuestas o Santos?
La apreciación presidencial puede darse por acertada en el caso de los gobernantes electos más importantes: el economista e historiador Enrique Peñalosa (61),que repite en Bogotá, pues ya fue alcalde de la capital del país entre 1998 y 2001; en Medellín el alcalde electo Federico Gutiérrez, un ingeniero de 41 años, sin vinculaciones con la maquinaria partidaria colombiana; el empresario Maurice Armitage (70), electo alcalde de Cali, ex secuestrado por las Farc, quien ha sido firme impulsor del proceso de paz,; el constructor Alejandro Char (49), otro que repite gobierno en Barranquilla; Rodolfo Hernández Suarez, (70), un ingeniero que ideó el movimiento Lógica, Ética y Estética ajeno a los partidos políticos, alcalde electo de Bucaramanga; o el periodista deportivo Manuel Duque (47), que lo será en Cartagena.
El discurso de Uribe -signado por el rechazo a las conversaciones de La Habana- y de su partido, el Centro Democrático, que se presentaba a elecciones locales por primera vez, no caló en el electorado más preocupado por elegir a quienes ofrecieran una mejor perspectiva en materia de administración de su departamento o ciudad. Lo que no quiere decir que en las elecciones nacionales de 2018 el uribismo no tenga una buena votación.
¿Rechazo a la politiquería? Hay quienes resumen que la jornada electoral tuvo buenas y malas, y que hubo un escenario de votaciones por candidatos independientes en las grandes ciudades; y otro, más atado a los cacicazgos, las maquinarias partidarias, la compra de votos y la utilización de dineros públicos para asegurase cargos que luego son tributarios de los contratistas de la obra pública, verificable en regiones en que tradicionalmente así funciona.
La senadora e investigadora del sistema político colombiano, Claudia López, de Alianza Verde, el ex senador del Partido de la U, Juan Lozano, el uribista José Felix Lafaurie, Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral (MOE) -una plataforma de la sociedad civil independiente que promueve el derecho a la participación ciudadana- o diferentes editoriales periodísticos, son exponentes del balance electoral escéptico optimista.
Destacan el alto porcentaje de votantes en contraste con el ausentismo tradicional: el 60% llegó a las urnas: de los 33,8 millones habilitados para elegir alcaldes, lo hicieron 20 millones; y de los 28,3 millones habilitados para elegir gobernadores, lo hicieron 17,1 millones. Esos analistas reconocen la mejor legalidad cívica electoral respecto a elecciones anteriores y, sobre todo, la emergencia de gobernantes independientes de la desprestigiada maquinaria partidaria. No fue casual el eslogan de Peñalosa -“Yo no voy a hacer política”- candidato que no activó en las estructuras políticas, sino que su campaña fue en centros comerciales, barrios recorridos en bicicleta y contacto mano a mano con la ciudadanía.
Ahora, estos críticos cargan la mano cuando subrayan como ejemplo de la corrupción electoral existente en que la gobernación del importante departamento del Valle hay sido obtenida por la ex senadora Dilian F. Toro, detenida durante un año, quien tiene pendiente un proceso penal por lavado de activos, lo que no le impidió obtener 500 mil votos el domingo. También cuestionan como 24.515 votos le dieron la alcaldía de Yopal a John Jairo Torres, alias John Calzones, preso por “urbanizador pirata y posibles nexos con narcos”, según el matutino El Tiempo de Bogotá. También que el ex legislador Yahir Acuña, detenido por la policía el viernes preelectoral cuando transportaba 160 mil dólares en efectivo con presuntos fines de compra de votos. O los 600 mil dólares incautados por la fuerza pública en 25 regiones diferentes del país el viernes, sábado y domingo electoral.
Derrota de la izquierda. Después de 12 años de administrar Bogotá, la izquierda expresada en diferentes fuerzas políticas –Polo Democrático Independiente, Polo Democrático Alternativo, Progresistas, - perdió un caudal de 224.439 mil votos, si se comparan los 498.718 obtenidos por la candidata Clara López, con los 723.157 obtendios en 2011 por el alcalde saliente, Gustavo Petro y ni se diga respecto a los 920.013 que en 2007 obtuvo la izquierda cuando respaldó a Samuel Moreno (2008 - 2011), quien se encuentra procesado penalmente bajo acusaciones de corrupción. Pero su derrota no es solo cuantitativa sino cualitativa. Petro si bien desarrolló políticas sociales que el electo Peñalosa se comprometió a mantener y-prometió- mejorar, no resultó un articulador e impulsor eficiente y el resultado del domingo 25 de octubre puede considerarse un voto castigo a la herencia dejada a López.
Adenda. Para la elección de gobernadores el voto en blanco se constituyó en la tercera fuerza política al sumar 1,2 millones, en tanto el Partido de la U, obtuvo 1,6 millones y el Liberal, 1,3 millones.