30.09.15Mujica for export
(El Observador) Parecía que, durante el tercer gobierno del FA, Uruguay se encaminaba a tener «dos presidentes». No es así. Atraído por la demanda externa y con escasos incentivos para ayudar a Vázquez, dada su vieja rivalidad, el ex presidente Mujica ha dejado un vacío significativo en el tablero político doméstico.Por Adolfo Garcé		
		
		
(El Observador) A principios de año no había dos opiniones. Periodistas y analistas,  ciudadanos informados y políticos profesionales, con mayor o menor  énfasis, todos pensábamos que José Mujica, dada la excelente votación  obtenida por el Movimiento de Participación Popular en octubre de 2014,  estaba llamado a jugar un papel muy importante en el esquema de  gobernabilidad del tercer gobierno frenteamplista. La ratificación de  Danilo Astori como Ministro de Economía y Finanzas, por otro lado,  invitaba a pensar que habría de repetirse el “trípode” de líderes que  caracterizó el primer mandato del FA, y en el que se apoyó la  gobernabilidad durante esos años: Vázquez – Astori – Mujica.
Hoy  por hoy, existen buenas razones para cuestionar esa previsión inicial.  Vázquez y Astori juegan, por supuesto, un papel fundamental. Pero el ex  presidente Mujica no. En verdad, a lo largo de estos meses, ha tenido un  perfil realmente muy bajo en la política doméstica. No se involucró a  fondo en ninguno de los grandes debates que signaron la coyuntura (desde  el TISA al desalojo del Codicen) y que estremecieron la interna  frenteamplista. Sorprende muy especialmente que no esté haciendo valer  su peso en la opinión pública para concretar cambios relevantes en el  sistema educativo, luego de todo lo que hizo durante su presidencia por  instalar este tema en la agenda política del país. En verdad, todo  indica que Mujica ha venido privilegiando su papel como actor global a  su responsabilidad como caudillo de la principal fracción del partido de  gobierno. Observemos más de cerca causas y posibles consecuencias de  este movimiento fronteras afuera.
A nadie se le escapa que Mujica  viene experimentando, a lo largo de los últimos años, una fuerte  demanda desde fuera del país. En esta tendencia se combinaron rasgos  estrictamente personales como decisiones adoptadas durante su mandato.  Entre los primeros pueden mencionarse dos contrastes impactantes: entre  su pasado guerrillero y su discurso (generalmente) conciliador (que lo  perfiló como una suerte de Mandela latinoamericano), y entre su estilo  de vida y el habitual en las elites políticas (que le valió la fama de  ser el “presidente más pobre del mundo”). Entre los segundos, es decir,  entre las decisiones adoptadas durante su mandato, hay que recordar la  nueva política sobre cannabis (iniciativa personal de Mujica), la  legislación sobre interrupción voluntaria del embarazo y la aprobación  del matrimonio igualitario (iniciativas del FA). Como es sabido, fue tan  fulgurante su ascenso en la escena política global que su nombre  terminó siendo propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Y, fue tan  profunda la huella que dejó, que pese a haber finalizado su mandato,  sigue recibiendo invitaciones para encuentros, seminarios y  conferencias.
Sin perjuicio de lo anterior, cabe preguntarse si  no habrá algunas razones de otro tipo. Por ejemplo, es sabido que entre  ex presidentes, incluso cuando pertenecen a un mismo partido, suele  haber una competencia asordinada respecto a la calidad de las  respectivas gestiones. Esto es especialmente visible en el caso de los  dos presidentes frenteamplistas. Mujica insistió, desde el primer día,  en quitarle la “liturgia monárquica” al liderazgo presidencial, y  procuró diferenciarse todo lo posible del estilo reservado y distante de  ejercer la presidencia que signó el gobierno de Vázquez. Vázquez, a su  vez, a través de decisiones y declaraciones, ha venido intentando  mostrar que su gestión es más ordenada y ejecutiva que la de su  predecesor. En definitiva, cabe preguntarse hasta qué punto, el bajísimo  protagonismo de Mujica en el ámbito doméstico no puede ser leído en el  contexto de esa rivalidad con Vázquez. Dicho todavía más claramente:  ¿hasta qué punto Mujica tiene interés en ayudar a Vázquez a “apagar  incendios” y cumplir con sus promesas electorales?; ¿en qué medida está  dispuesto a involucrarse a fondo en esta tercera gestión frenteamplista?
No es fácil contestar las preguntas anteriores. En cambio, es un poco  más sencillo atisbar posibles consecuencias de la escasa presencia del  líder del MPP en la política interna. En primer lugar, Mujica juega un  papel muy importante, desde hace años, en la formación de la opinión  pública. Podría, si quisiera, ayudar al gobierno a manejar mejor  las  expectativas de los agentes económicos y las de los dirigentes  sindicales. En segundo lugar, Mujica juega un rol moderador en las  posiciones del MPP. Es más pragmático que sus propios compañeros (por  algo, siendo genéticamente mercosuriano, autorizó la integración de  Uruguay a la mesa del TISA). Es más escéptico respecto al papel del  Estado que el resto de la bancada emepepista (más de una vez ha dicho  que tiene menos diferencias de fondo con Astori de lo que parece).  Finalmente, tiene más facilidad para articular, dentro y fuera del FA,  que otros dirigentes de su propio sector.
En suma. Parecía que,  durante el tercer gobierno del FA, Uruguay se encaminaba a tener “dos  presidentes”. No es así. Atraído por la demanda externa y con escasos  incentivos para ayudar a Vázquez, dada su vieja rivalidad, el ex  presidente Mujica ha dejado un vacío significativo en el tablero  político doméstico.
 
(El Observador) A principios de año no había dos opiniones. Periodistas y analistas, ciudadanos informados y políticos profesionales, con mayor o menor énfasis, todos pensábamos que José Mujica, dada la excelente votación obtenida por el Movimiento de Participación Popular en octubre de 2014, estaba llamado a jugar un papel muy importante en el esquema de gobernabilidad del tercer gobierno frenteamplista. La ratificación de Danilo Astori como Ministro de Economía y Finanzas, por otro lado, invitaba a pensar que habría de repetirse el “trípode” de líderes que caracterizó el primer mandato del FA, y en el que se apoyó la gobernabilidad durante esos años: Vázquez – Astori – Mujica.
Hoy por hoy, existen buenas razones para cuestionar esa previsión inicial. Vázquez y Astori juegan, por supuesto, un papel fundamental. Pero el ex presidente Mujica no. En verdad, a lo largo de estos meses, ha tenido un perfil realmente muy bajo en la política doméstica. No se involucró a fondo en ninguno de los grandes debates que signaron la coyuntura (desde el TISA al desalojo del Codicen) y que estremecieron la interna frenteamplista. Sorprende muy especialmente que no esté haciendo valer su peso en la opinión pública para concretar cambios relevantes en el sistema educativo, luego de todo lo que hizo durante su presidencia por instalar este tema en la agenda política del país. En verdad, todo indica que Mujica ha venido privilegiando su papel como actor global a su responsabilidad como caudillo de la principal fracción del partido de gobierno. Observemos más de cerca causas y posibles consecuencias de este movimiento fronteras afuera.
A nadie se le escapa que Mujica viene experimentando, a lo largo de los últimos años, una fuerte demanda desde fuera del país. En esta tendencia se combinaron rasgos estrictamente personales como decisiones adoptadas durante su mandato. Entre los primeros pueden mencionarse dos contrastes impactantes: entre su pasado guerrillero y su discurso (generalmente) conciliador (que lo perfiló como una suerte de Mandela latinoamericano), y entre su estilo de vida y el habitual en las elites políticas (que le valió la fama de ser el “presidente más pobre del mundo”). Entre los segundos, es decir, entre las decisiones adoptadas durante su mandato, hay que recordar la nueva política sobre cannabis (iniciativa personal de Mujica), la legislación sobre interrupción voluntaria del embarazo y la aprobación del matrimonio igualitario (iniciativas del FA). Como es sabido, fue tan fulgurante su ascenso en la escena política global que su nombre terminó siendo propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Y, fue tan profunda la huella que dejó, que pese a haber finalizado su mandato, sigue recibiendo invitaciones para encuentros, seminarios y conferencias.
Sin perjuicio de lo anterior, cabe preguntarse si no habrá algunas razones de otro tipo. Por ejemplo, es sabido que entre ex presidentes, incluso cuando pertenecen a un mismo partido, suele haber una competencia asordinada respecto a la calidad de las respectivas gestiones. Esto es especialmente visible en el caso de los dos presidentes frenteamplistas. Mujica insistió, desde el primer día, en quitarle la “liturgia monárquica” al liderazgo presidencial, y procuró diferenciarse todo lo posible del estilo reservado y distante de ejercer la presidencia que signó el gobierno de Vázquez. Vázquez, a su vez, a través de decisiones y declaraciones, ha venido intentando mostrar que su gestión es más ordenada y ejecutiva que la de su predecesor. En definitiva, cabe preguntarse hasta qué punto, el bajísimo protagonismo de Mujica en el ámbito doméstico no puede ser leído en el contexto de esa rivalidad con Vázquez. Dicho todavía más claramente: ¿hasta qué punto Mujica tiene interés en ayudar a Vázquez a “apagar incendios” y cumplir con sus promesas electorales?; ¿en qué medida está dispuesto a involucrarse a fondo en esta tercera gestión frenteamplista?
No es fácil contestar las preguntas anteriores. En cambio, es un poco más sencillo atisbar posibles consecuencias de la escasa presencia del líder del MPP en la política interna. En primer lugar, Mujica juega un papel muy importante, desde hace años, en la formación de la opinión pública. Podría, si quisiera, ayudar al gobierno a manejar mejor las expectativas de los agentes económicos y las de los dirigentes sindicales. En segundo lugar, Mujica juega un rol moderador en las posiciones del MPP. Es más pragmático que sus propios compañeros (por algo, siendo genéticamente mercosuriano, autorizó la integración de Uruguay a la mesa del TISA). Es más escéptico respecto al papel del Estado que el resto de la bancada emepepista (más de una vez ha dicho que tiene menos diferencias de fondo con Astori de lo que parece). Finalmente, tiene más facilidad para articular, dentro y fuera del FA, que otros dirigentes de su propio sector.
En suma. Parecía que, durante el tercer gobierno del FA, Uruguay se encaminaba a tener “dos presidentes”. No es así. Atraído por la demanda externa y con escasos incentivos para ayudar a Vázquez, dada su vieja rivalidad, el ex presidente Mujica ha dejado un vacío significativo en el tablero político doméstico.
