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14.07.15

A sólo cuatro semanas de una votación decisiva

(TN) Tanto Daniel Scioli como Mauricio Macri comparten la idea de que las PASO como las generales de octubre son apenas eslabones de una transición que va a ser larga y compleja. Que probablemente recién concluya dentro de unos años, cuando se pueda decir que el kirchnerismo, con sus bombas de tiempo económicas y sus santuarios de poder institucional, ha quedado atrás.
Por Marcos Novaro

(TN) Pareciera que falta mucho, pero falta menos de un mes. Con las vacaciones de invierno en el medio, así que de campaña electoral plena y atención pública masiva y efectiva, vamos a tener incluso menos tiempo.

Como sea, en sólo cuatro semanas se votará en las PASO nacionales. Y aunque ese día no se decidirá casi nada, porque ya podemos anticipar quiénes resultarán los candidatos victoriosos en sus respectivos espacios, como no se cansan de repetir los analistas, es muy probable que las internas abiertas funcionen igual que en 2011 como una primera vuelta presidencial: se confirmará quiénes tienen chances y quiénes no de cara a octubre, cuánta ventaja le lleva efectivamente el oficialismo a la principal oposición, y cuán amplia o restringida es la distribución en el territorio y en la estructura social de los apoyos de los distintos candidatos.

Además, aunque no hay mucho que decidir en cuanto a las candidaturas presidenciales, sí puede haber sorpresas y votaciones peleadas por algunas candidaturas distritales importantes, como las de la gobernación bonaerense.

Así las cosas, lo que es seguro es que las campañas, aunque cortas, serán determinantes: el juego está abierto no sólo para la elección de presidente, sino también para la distribución de cargos legislativos y en varios de los distritos que todavía tienen que elegir sus propias autoridades, como la mencionada provincia de Buenos Aires. 

Aunque tendrán poco tiempo para desarrollar sus ideas y estrategias, los candidatos saben que depende en gran medida de ellos y sus equipos que puedan o no aprovechar las oportunidades que tienen delante. Quienes acierten o al menos no se equivoquen fiero saldrán airosos. Y los demás no podrán echarle la culpa al destino ni a la fuerza de las cosas. 

Es oportuno trazar, entonces, el estado de situación con que los distintos actores están por lanzarse a la batalla electoral. Y de los puntos fuertes y débiles de sus postulaciones y estrategias. Como para poder clarificar las opciones de cada uno y anticipar la evaluación que se pueda hacer de sus desempeños. Empecemos por el oficialismo.

CONTENER LA CRISIS

El gobierno logró contener medianamente la crisis inflacionaria y recesiva que lo afectó a lo largo de 2014. Lo hizo profundizando el retraso cambiario, tomando deuda a altas tasas y plazos cortos y agravando el déficit fiscal. Algunos economistas dicen que el consumo dejó de caer en estos meses y ya se estaría recuperando levemente.

Así que el clima de “conservemos lo que tenemos” y apostemos a la continuidad se mantendría o incluso fortalecería en las próximas semanas. Otros no son tan generosos y advierten que la situación es precaria y bastante incierta porque el dinero extra que se inyecta se va a precios, o al dólar. Y la bicicleta financiera creada con plazos fijos y bonos no va a tardar también en dolarizarse. La pregunta es cuándo: ¿entre agosto y octubre o una vez pasadas las elecciones?

El kirchnerismo, por otro lado, procesó la frustración de no contar con un candidato propio y tener que encolumnarse detrás de Scioli. Y lo hizo en forma bastante rápida e incruenta. Salvo el desplante de Randazzo y algunas quejas rápidamente silenciadas de los militantes más fanáticos no hubo mayores tensiones que lamentar.

La unificación de las candidaturas oficialistas le permitió a Scioli pasar del segundo al primer lugar en las encuestas de cara a las PASO, y sacarle una ventaja a Mauricio Macri que algunos ubican en torno al 5%, y otros estiran hasta los 8 puntos. El motonauta logró así presentarse como encarnación de una reconciliación ya en marcha de la familia peronista, y por extensión proponerse como vehículo parala reconciliación de todos los argentinos, una suerte de versión terrenal del papa Francisco. Enfrenta sin embargo el problema de que la unificación peronista no es para nada completa: Massa y De la Sota pueden todavía disputarle una porción de los votos de ese campo y ponerle un techo a su crecimiento.

Veamos qué sucede entonces con los opositores. Y ya que estamos, consideremos primero la situación de los disidentes peronistas. Sergio Massa y José Manuel De la Sota habrían dejado de caer, encontrando un piso electoral al menos en sus dos distritos de origen, Buenos Aires y Córdoba. Si lograran consolidarse impugnando el matrimonio de conveniencia entre Daniel Scioli y Carlos Zannini podrían movilizar todavía a disidentes de otros distritos y alcanzar en conjunto alrededor de 15 puntos en las PASO, con chances de conservarlos en octubre si siguen unidos. La gran pregunta que se abriría, de darse esta situación, es qué harían con esos votos en la segunda vuelta.

En principio cabe pensar que Massa estaría más inclinado a colaborar con Macri de lo que estaría De la Sota. Pero además habría que ver en qué condiciones lo que ellos prefieran tendrá efectiva influencia en el comportamiento de sus votantes: hay quienes piensan que esos votantes igual rechazan la figura de Macri más que la de Scioli, y otros estiman que son más opositores que oficialistas. 

En cuanto a Macri, ha logrado superar el trastazo de Santa Fe, evitó uno nuevo en Córdoba y salió airoso de la disputa porteña, donde su candidato será seguramente coronado para sucederlo el próximo domingo. Pero desde hace varias semanas que no se registra mayores cambiossu carrera presidencial. No le está resultando fácil superar los techos electorales que enfrenta tanto en términos sociales como territoriales y políticos. Los votantes del segundo y tercer cordón del conurbano y los del norte del país le siguen siendo esquivos, y en algunas de esas regiones puede salir tercero en las PASO.

Su apuesta por potenciar la identidad del PRO como expresión del “tsunami del cambio” no parece ser del todo compatible con una apuesta pragmática que maximice el resultado electoral, ni con un clima social en que el deseo de cambio es bastante más acotado de lo que se creía tiempo atrás. Tampoco es del todo compatible la moderación con que busca disputar los votos dubitativos entre cambio y continuidad con la necesaria ofensiva y toma de riesgos que exige explicarle a la sociedad cuáles serían los beneficios del famoso “cambio”.

Así las cosas, es probable que Scioli sea presidente si no se equivoca en su campaña, si logra evitar que la disidencia peronista vuelva a ser una amenaza para su fórmula de reconciliación y la aleja de un eventual acuerdo con Macri, y se evita que los desmanejos de la economía disparen una dolarización anticipatoria de las correcciones cambiarias que se vienen. Lo que logrará en mayor medida, obviamente, mientras más gente esté convencida de que tiene muchas chances de ganar.

En tanto, Macri necesita no sólo que los mencionados factores jueguen en contra de su adversario, si no que su campaña además de evitar errores logre algunos aciertos, consiga movilizar expectativas y preferencias que, si bien existen, no están de por sí tan activas y disponibles como las continuistas o conservadoras.

La diferencia entre los contendientes no es sólo que uno debe evitar equivocarse y el otro tiene que tomar riesgos y acertar. Reside también en los caminos que cada uno ha adoptado para construir su eventual gobierno. Scioli, en su aproximación progresiva al poder, aceptó que ahora se opere un enroque general de cargos, que en el mejor de los casos lo convertirá enel presidente débil de una coalición muy amplia y fuerte. De la quemás adelante esperatener oportunidad de convertirse en líder. En cambio Macri pretende ser el presidente fuerte de una coalición en principio débil. Que apostará luego a ampliar y fortalecer.

Ambos, en suma, comparten la idea de que tanto las PASO como las generales de octubre son apenas eslabones de una transición que va a ser larga y compleja. Que probablemente recién concluya dentro de unos años, cuando se pueda decir que el kirchnerismo, con sus bombas de tiempo económicas y sus santuarios de poder institucional, ha quedado atrás.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)