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22.06.15

Scioli no miente cuando promete gobernar con Zannini

(TN) Perón decía, con esa brutalidad campechana que lo caracterizaba, que para hacer un rancho no viene mal mezclar con la paja y el barro un poco de mierda, y que el secreto es saber la dosis exacta, porque si se pone demasiada las paredes hieden y la casa se derrumba. Los más sabios kirchneristas saben muy bien que la polarización no es algo que convenga en cualquier circunstancia, y la próxima elección será una de esas situaciones en que lo más importante es dosificar todo con cuidado.
Por Marcos Novaro

(TN) ¿Scioli engaña a Cristina, a los moderados que todavía ven en él la última esperanza blanca, o a ambos a la vez? Y cuando se muestra increíblemente ambiguo sobre los problemas de la economía, cuando dice que Argentina necesita que el gobierno acelere el curso que lleva porque así va a volver a crecer, ¿Se engaña a sí mismo, engaña a Bein o a Kicillof?

Estas eran preguntas que hasta la designación de Zannini como su compañero de fórmula y la presentación del resto de las listas oficiales muchos se hacían. Y lo más probable es que la respuesta fuera una mezcla de las tres opciones en todos los casos: como buen peronista, Scioli iba surfeando las olas, sin una preferencia demasiado firme respecto a la playa a la que terminaría arribando.

Pero ya no tiene mayor sentido insistir: Scioli no sólo se convenció de que para las elecciones le conviene abrazarse a Cristina, también ha asumido que gobernará con ella. Y no porque crea en las supuestas bondades del “proyecto”, tampoco porque ignore la bomba de tiempo que está dejando detras suyo, sino precisamente porque sabe muy bien que aquél no tiene futuro y que el efecto de ésta puede ser devastador y desarmarla será muy complejo. Así que entiende necesitará abrazarse a CFK, a La Cámpora y a todo el que tenga algo de poder para compartir con ellos los costos.

No vaya a ser que le echen la culpa de las malas noticias que habrá que repartir a diestra y siniestra.

La ola que lo depositó en la fervorosa apuesta por la continuidad que hoy profesa está compuesta tanto de encuestas de opinión como de un estado calamitoso de las cuentas fiscales: Scioli advirtió que sin Cristina no iba a poder ganar, probablemente al mismo tiempo que concluyó que las arcas públicas van a estar tan agotadas cuando llegue a la Presidencia, si es que llega, que no tendría margen alguno para la rebelión.

Lo que supone una cierta paradoja: es porque sabe perfectamente que el modelo económico y distributivo está catatónico, que concluyó que no podrá prescindir del modelo político, que deberá acelerar para atravesar un valle de lágrimas y usar todos los medios creados en estos años para la imposición omnímoda del Ejecutivo nacional con el fin de evitar un estallido o evitar al menos que, si el estallido se produce, lo arrastre a la ruina.

Su apuesta por el camporismo por tanto tiene su lógica no sólo de acá al 10 de diciembre, sino para lo que seguiría después. En otras palabras, no sólo acepta a Zannini para engañar a Cristina, lo acepta porque piensa usar todas sus artes y recursos, así como los del resto de los ministros y legisladores cristinistas, con vistas a sobrevivir al dilema fiscal y económico que ellos mismos han gestado.

No es la primera vez que, sin plata, el peronismo gobernaría con la fusta en la diestra. Lo pretende hacer, como casi siempre hizo, con el argumento nacional y popular en la siniestra: el ajuste no será ajuste, será como ya es ahora, como fue desde 1950 o en 1973,“soberanía económica”.

Scioli se inscribe así en la larga tradición de líderes peronistas engañadores: Perón mandando cartas a Montoneros con citas a Mao y el Che, mientras preparaba su regreso al poder de la mano de López Rega; Menem anunciando el salariazo mientras tejía un plan de gobierno con Di Tella, Cavallo y los muchachos de Bunge y Born; el propio Kirchner declarando su lealtad a Duhalde y la voluntad de continuar la tarea emprendida por Lavagna al mismo tiempo que se preparaba para conducir al cadalso a ambos.

Siempre en estas historias hay un engañador, un socio y cobeneficiario, y un engañado. Es cierto que la historia no se repite mecánicamente, pero mucho menos lo es que se corrige o que se vuelve inocua, pura farsa.

Por lo que podemos estar seguros de que en caso de que Scioli llegue a la Presidencia vamos a presenciar un nuevo juego de engaño y desengaño, considerables conflictos y un desenlace de tragedia para alguna de las partes, o todas ellas. Que esperemos sea menos cruento que los que nos regaló Perón, y más parecidos a los de Menem y Kirchner.

Una primera pregunta que cabe hacerse al respecto es si Scioli ya tiene decididos los roles en la pieza teatral que planea encabezartras su llegada al poder, o si sigue escribiendo el libreto sobre la marcha, y como suele hacerse en las telenovelas de entregas semanales, acomoda los papeles según lo que manden la audiencia y los avisadores.

Todo parece indicar que su estrategia es más bien de este segundo tipo. Y en ello se parece más a Menem que a Perón o a Kirchner: su programa de acción, sus alianzas y la composición misma de su eventual gobierno los va tejiendo según las circunstancias. Lo que no es mala idea dado lo incierto del escenario que lo rodea, y la altísima probabilidad de que en que se vuelva aún peor en 2016, enfrente encuentre muchos problemas y sólo después de lidiar con ellos pueda construir un poder firme, controlar la administración y su coalición de apoyo.

Algo que a Menem recordemos le costó dos años de descalabros, conflictos y recambios de gabinete. Y en cambio Perón y Kirchner consiguieron mucho más rápido y supieron desde un principio cómo encarar.

Por ahora Scioli celebra que también Cristina se decidió a convertirlo en presidente. Que ella no se autopostulara a ningún cargo, que evitara el Máximo error y mandara a su hijo a Santa Cruz, que dispusiera una muy democrática competencia por la gobernación bonaerense son todas señales de que la señora está dispuesta a apostar racionalmente por un bien común, común a todo el elenco gobernante, y no pretende hacer locuras.

Hay que ver de todos modos si la racionalidad sigue primando cuando la campaña se empiece a agitar. ¿Aceptará esconder a Zannini como siempre ha hecho en tiempos electorales con los más impresentables de su elenco estable, los Bonafini, los D´Elía, los Báez? ¿Moderará la polarización dejando que Scioli hable un poquito aunque sea del cambio, y que Bein o algún otro por el estilo vuelva a pronunciar alguna promesa mínimamente razonable sobre economía?

Perón decía, con esa brutalidad campechana que lo caracterizaba, que para hacer un rancho no viene mal mezclar con la paja y el barro un poco de mierda, y que el secreto es saber la dosis exacta, porque si se pone demasiada las paredes hieden y la casa se derrumba. Los más sabios kirchneristas saben muy bien que la polarización no es algo que convenga en cualquier circunstancia, y la próxima elección será una de esas situaciones en que lo más importante es dosificar todo con cuidado.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)