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21.05.15

Balance de género

(El Observador) Durante los últimos años el poder político de las mujeres uruguayas ha aumentado sensiblemente. El año pasado, por primera vez en la historia, una mujer (Constanza Moreira) compitió por la candidatura presidencial de un partido político (el Frente Amplio). Mónica Xavier fue electa presidenta del FA y Martha Montaner fue designada secretaria general del Partido Colorado para el año 2012.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Ayer tuve la oportunidad de participar en la presentación de un nuevo libro editado por mi colega Niki Johnson del Instituto de Ciencia Política. La obra, muy generosa en información y análisis, realiza un balance minucioso en clave feminista del ciclo electoral que acaba de terminar.1 Además, propone nuevos horizontes para seguir acortando la brecha de género de la democracia uruguaya. En lo que sigue, me propongo diseminar algunos de los datos y argumentos propuestos en esta obra.

El libro comienza con una constatación llamativa. Durante los últimos años el poder político de las mujeres uruguayas ha aumentado sensiblemente. El año pasado, por primera vez en la historia, una mujer (Constanza Moreira) compitió por la candidatura presidencial de un partido político (el Frente Amplio). Mónica Xavier fue electa presidenta del FA y Martha Montaner fue designada secretaria general del Partido Colorado para el año 2012. El gabinete designado por Tabaré Vázquez al inicio de su segunda presidencia es el más feminizado de la historia: cinco ministras en un total de 13 (38,5%). El incremento de la presencia femenina en cargos políticos de primer orden ha tenido como corolario la inclusión en la agenda política de temas considerados de primera importancia por las organizaciones feministas, como el aborto (aprobado durante la pasada legislatura) o el Sistema Nacional de Cuidados (considerado prioritario por el gobierno actual).

Es en ese contexto que hay que interpretar otra novedad muy significativa. Como es sabido, cumpliendo con lo establecido por la ley aprobada en 2009, en la elección de 2014 se aplicó una cuota orientada a promover una mayor presencia femenina en el Parlamento. La “ortopedia” institucional funcionó, aunque peor que lo que esperaba la amplia coalición política y social (liderada por las organizaciones sociales feministas y la Bancada Bicameral Femenina) que en su momento la impulsó: el porcentaje de mujeres parlamentarias pasó de 15% a 20%. De esta manera, Uruguay logró trepar en la Clasificación Mundial de Mujeres en el Parlamento de la Unión Interparlamentaria. En un ranking de 190 países, nuestro parlamento pasó del puesto 109 al 75. Es tan evidente que avanzamos mucho como que falta demasiado. El rezago de la democracia uruguaya salta a la vista también cuando se la compara con sus vecinos. El porcentaje de mujeres en el parlamento uruguayo, pese a la aplicación de la cuota de género, es seis puntos inferior al promedio de América Latina.

Un punto clave de la obra es la discusión de las razones por las cuales la cuota de género no obtuvo mejores resultados. Aunque se señala que algunas características institucionales conspiraron contra la efectividad de la cuota (la fraccionalización de los partidos en Montevideo y Canelones, el tamaño de las circunscripciones en el interior), el principal acento de la explicación, acorde con la perspectiva teórica explícitamente asumida desde el comienzo, es la “resistencia” de los políticos varones. En términos de Niki Johnson: “Y sin duda el limitante más relevante a la efectividad de la cuota es la continuada resistencia masculina a ceder lugares a las mujeres. Esto se tradujo en una aplicación mayoritariamente minimalista de la ley, y en trampas legales que aprovecharon algunas lagunas en la legislación electoral (en particular la posibilidad de repetir candidaturas y el sistema de suplencias) para cumplir con la letra de la ley, y así lograr la habilitación de la lista por parte de las autoridades electorales, pero a su vez manejar el armado de la lista de manera de asegurar la deliberada exclusión de candidatas mujeres –o el ingreso garantizado de determinados candidatos hombres–, y así burlarse de la intención de la ley y reducir el número de mujeres electas.” (p. 101).

Además de analizar el trámite político de la cuota y de denunciar la persistencia de fuertes resistencias dentro de los partidos al avance de la participación política de las mujeres, el libro cuenta con otros aportes muy valiosos. Gabriel Delacoste vuelve a preguntarse cuánto de nuevo tiene la mentada “renovación”: según él, Luis Lacalle Pou y Raúl Sendic, los líderes señalados como “renovadores”, en materia de género, lejos de innovar, contribuyen a reforzar la hegemonía masculina. Marcela Schenck, por su parte, reconstruye paso a paso la trayectoria política de Constanza Moreira, la figura política más notoriamente vinculada al movimiento feminista, poniendo de manifiesto el lugar especial que la temática de género ocupó en su campaña electoral. Cecilia Rocha, finalmente, examina los contenidos en términos de género y el proceso de elaboración de los programas partidarios. Niki Johnson, en las conclusiones, nos invita a profundizar en el examen de la cuota de género, incitando al parlamento a volver a insistir con este tipo de mecanismos, y proponiendo la paridad como nueva meta.

No hace falta, por cierto, ni compartir todos los argumentos presentados ni participar del enfoque feminista para celebrar la publicación de este trabajo. La investigación rigurosa siempre será bienvenida, y más todavía, cuando –como en este caso– se ocupa con tanta pasión de temas cruciales de la “polis”.

1 Johnson, Niki (ed.), Gabriel Delacoste, Cecilia Rocha y Marcela Schenck. Renovación, paridad: horizontes aún lejanos para la representación política de las mujeres en las elecciones uruguayas 2014, Cotidiano Mujer, Montevideo, 2015

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)