Artículos

06.05.15

Legislando sin apuro

(El Observador) La celeridad del trámite legislativo puede conspirar contra la profundidad de las deliberaciones y negociaciones en el Parlamento. Dicho de otro modo: cuando el descenso de la productividad no es indicador de ingobernabilidad sino de un trámite parlamentario más cuidadoso merece ser celebrado. ¿Mejorará durante esta legislatura la calidad del proceso legislativo?
Por Adolfo Garcé

(El Observador) El Frente Amplio gobierna tranquilo, seguro de sí mismo, sin la angustia de tener que demostrar que puede hacerlo bien y sin el frenesí reformista de la década anterior.

Datos elaborados, una vez más, por el colega Daniel Chasquetti en el Instituto de Ciencia Política (Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de la República), divulgados por el semanario Búsqueda el jueves pasado,* confirman una sospecha e invitan a la reflexión. El gobierno que acaba de empezar, pese al énfasis puesto por el presidente Tabaré Vázquez desde antes de asumir en la “ejecutividad”, se está moviendo en cámara lenta. La serie histórica (ver cuadro) muestra que la legislatura actual es la que menos leyes aprobó durante los dos primeros meses de cada mandato presidencial desde 1985 en adelante. Esta baja productividad contrasta con la del mandato de Mujica, que aprobó ocho leyes en igual período, y con la de la primera presidencia de Vázquez (seis leyes entre marzo y abril de 2005).

Mi primera reacción, a la hora de reflexionar sobre esta información, es muy subjetiva y perfectamente discutible. Tengo la impresión de que el FA gobierna tranquilo, seguro de sí mismo, sin la angustia de tener que demostrar que puede hacerlo bien y sin el frenesí reformista de la década anterior. Gobierna relajado, además, porque contra todo pronóstico logró conservar la mayoría parlamentaria e imponerse cómodamente en la elección presidencial. Sabe que la oposición, en cambio, está malherida, dividida, sin reacción. Vázquez, como es notorio, quiere un gobierno que concrete, pero luce más sereno todavía que durante su primer mandato. Es evidente que tanto como la ejecutividad le preocupa que se mantenga la paz al interior de la “fuerza política”. No tuvo ningún problema en abrir la negociación en torno al Fondes (para no agraviar a Mujica y evitar un choque con el PIT-CNT) y en bajar rápidamente los decibeles de la discusión, que prometía ser durísima, en torno al TISA (decidió que sea examinado por una “comisión interministerial”: ¿entierro de lujo?).

Un segundo elemento a tomar en cuenta para analizar la comparativamente baja productividad de esta legislatura es que una parte muy importante de las energías del partido de gobierno están puestas en las elecciones del próximo domingo. Todo indica que el FA, a medida que consolida su predominio en los cargos nacionales, les va dando cada vez más importancia a los del segundo y tercer nivel de gobierno. No solo se propone conservar las cinco intendencias que ya tiene (Montevideo, Canelones, Maldonado, Rocha y Artigas). Además, pretende recuperar al menos las de Salto y Paysandú (perdidas en 2010) y obtener algunas nuevas, como Cerro Largo y Río Negro. La creciente atención que el FA le pone a estas elecciones no solo es reflejo de su “nacionalización” como partido. Además, es consecuencia del aumento de la competitividad de los procesos electorales en muchos departamentos que, a su vez, tiene mucho que ver con la decisión de separar en el tiempo las elecciones nacionales de las departamentales (regla incorporada en la reforma constitucional de 1997).

En tercer lugar, habría que preguntarse hasta qué punto la comparativamente baja productividad parlamentaria registrada hasta la fecha puede estar vinculada a la desconexión entre el gabinete del presidente y la bancada frenteamplista que señalé en otras oportunidades. Durante su primera presidencia, Vázquez conectó estrechamente gabinete y bancada mediante el expediente de designar a los líderes de las principales fracciones en cargos ministeriales. En esta segunda presidencia tomó por otro camino. Como si hubiera dado por perdida de antemano la batalla por el control del trámite parlamentario, nombró en el gabinete a personas de su confianza. Los ministros de su segunda presidencia tienen buenas credenciales como gestores pero menos capacidad para disciplinar la bancada que sus predecesores. No puede llamar la atención, por tanto, que los legisladores del FA se tomen más tiempo que antes para examinar los proyectos provenientes del Ejecutivo. En el mismo sentido, pero en un nivel superior en la escala de abstracción, la información analizada vuelve a poner de manifiesto los límites del poder presidencial en Uruguay. Aunque su partido tenga mayoría, el presidente está condenado a pactar. Puede darse el lujo de no tomar en cuenta a la oposición. Pero no puede ignorar el mapa de la distribución del poder en la interna de su propio partido.

Dejo para el final la discusión normativa (es decir, el debate sobre el “deber ser”). Las mediciones sobre productividad parlamentaria aportan datos fundamentales para describir y explicar el funcionamiento del Parlamento. Pero, como es obvio, no es lo mismo cantidad que calidad. La celeridad del trámite legislativo puede, incluso, conspirar contra la profundidad de las deliberaciones y negociaciones en el Parlamento. Dicho de otro modo: cuando el descenso de la productividad no es indicador de ingobernabilidad sino de un trámite parlamentario más cuidadoso merece ser celebrado. ¿Mejorará durante esta legislatura la calidad del proceso legislativo? Es muy temprano para saberlo.

*Ver: Búsqueda, nº 1813, Montevideo, 30 de abril al 6 de mayo de 2015, contratapa.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)