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03.10.14

Chúo Torrealba, ¡presente!

(El Nacional) Torrealba tiene tres grandes desafíos político-estratégicos: 1.- Sanar las heridas patentes entre los actores opositores y salvar la unidad como respuesta ante el poder del chavismo; 2.- Definir una hoja de ruta consensuada para lo que resta de 2014 y 2015 y 3.- Captar la adhesión del pueblo chavista, que de forma notable se deslinda de Maduro.
Por Andrés Cañizález

(El Nacional) Con la llegada de Chúo Torrealba están ocurriendo de forma simultánea varios cambios de envergadura en la Mesa de la Unidad Democrática, la cual desde su creación en 2009 paulatinamente fue conquistando terreno cada vez más amplio en el campo electoral, pero, al mismo tiempo, exhibía un cierto inmovilismo en un año como este, en el cual no se realizarán elecciones en Venezuela.

El primer gran viraje que vive hoy la MUD, y me atrevería a decir que el conjunto de fuerzas opositoras en Venezuela, es que la conducción política no la ejercerá un político profesional en el sentido estricto. Aveledo contó con su largo bagaje como diputado en las décadas de los años ochenta y noventa, formó parte del círculo del poder en el gobierno del socialcristiano Luis Herrera Campins (1979-83) y, en un sentido general, puede decirse que es una figura política tradicional. Ese bagaje fue clave para lograr sentar en una mesa a partidos políticos muy disímiles y lograr diseñar una estrategia electoral que se ha mantenido en el tiempo.

Chúo Torrealba, en tanto, si bien fue militante de la izquierda venezolana, desde hace largo tiempo no es un activista político, sino que principalmente se distingue como un luchador social. Ha usado estratégicamente los medios de comunicación (en sus diversas plataformas: prensa, radio, televisión, redes sociales) para posicionar su imagen pública junto con el nombre de su espacio mediático: El radar de los barrios. Enfatizando, no ahora, sino desde hace varios años, la idea de que la clase media venezolana debía concertar con los sectores populares para lograr el cambio político.

Una de las fortalezas que desarrolló Hugo Chávez, y que tomó su heredero en el poder, ha sido el aparato de propaganda y comunicación gubernamental, que tiene muchas vertientes (presiones sobre medios críticos, aumento del aparato mediático oficial, transmisión obligatoria de los discursos presidenciales por toda la red de radio y televisión del país, etc.). La MUD, en tanto, ha sido inconstante y en muchas ocasiones errática en su propuestas comunicacionales al país a favor del cambio. La experiencia de Torrealba en este campo debería imprimirle un sello diferente a la lucha política desde el terreno comunicacional.

El propio fenotipo de Chúo Torrealba es en sí un enorme cambio. No es que los líderes opositores de Venezuela sean oligarcas, pero en su gran mayoría (al igual que la dirigencia chavista) provienen de una clase media que ascendió socialmente gracias al maná petrolero que caracteriza a esta nación. En un sentido estricto, esa dirigencia se dirigía al pueblo, pero no era tan parecida al pueblo como lo es Torrealba. No se trata solo un cambio de rostro o del fenotipo de quien ahora ejerce la conducción de la MUD, es también un cambio en el discurso, como quedó en evidencia al asumir la secretaría ejecutiva. La palabra “pueblo” fue la que más repitió Torrealba y eso es vital, ya que el chavismo, y ahora Maduro, en el campo simbólico, parecían tener bajo su égida el uso de esta palabra, mientras que la oposición parecía cohibida o se refugiaba en los términos ciudadanía o ciudadanos.

Torrealba no solo comunicará, tiene, a mi modo de ver, tres grandes desafíos político-estratégicos: sanar las heridas patentes entre los actores opositores y salvar la unidad como respuesta ante el poder del chavismo; definir una hoja de ruta consensuada para lo que resta de 2014 y 2015, en la que claramente se establezcan prioridades dentro de una diversidad de acciones a desarrollar; finalmente, reanimar y rearticular al pueblo opositor y, en especial, captar la adhesión del pueblo chavista, que de forma notable se deslinda de Maduro pero que no termina de cruzar la línea y permanece en un estado de malestar y descontento, pero no tiene canalización política, al menos hasta ahora, por las fuerzas de oposición.

Fuente: El Nacional (Caracas, Venezuela)