Artículos

27.08.14

Números que encandilan en Colombia

El gran crecimiento de la economía colombiana en los últimos años comienza a llamar la atención en la academia. Antes que nos invadan los artículos sobre lo bien que está haciendo las cosas Colombia, vale destacar algunos puntos de esta transformación de un país que no solo es la hermosa Bogotá ni la ordenada Medellín, también es la abrumadora pobreza de la región costera.
Por Diego Telias

Colombia es hoy una especie de combo perfecto para los neoliberales. En primer lugar porque tuvo un crecimiento de 6.4% en el primer trimestre de 2014, que lo posiciona al tope en el mundo. Luego porque tiene un desempleo de 9.2%, lo que refiere un gran avance con respecto al 15% de los últimos años pero que aún es alto con respecto a la región. Por último, porque posee una inflación controlada por debajo del 3% anual. Estos números, sumado a la tasa de inversión que se sitúa en niveles récord, merecen un destaque en una región que crecerá menos del 2%, su peor cifra desde 2009.

En este contexto la revista The Economist, muy seguida en tiendas conservadoras para explicar lo que se debe hacer, dedicó un capítulo a Colombia, país que estaría superando a Perú como nueva estrella de la región. El presidente Juan Manuel Santos, beneficiado en su momento por el incremento de los precios del carbón y petróleo, aseguró que Colombia está pasando por el mejor momento económico de su historia. Esto posibilitó la negociación para formar parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), conocido como “club de los países ricos”.  

Pero la pregunta que se genera es si estos números llegan al conjunto de la sociedad y si la ciudadanía puede sacar provecho de este crecimiento económico. Para ello se debe observar los indicadores sociales de Colombia, país de 47 millones de habitantes. Actualmente se estima que un 30% de los colombianos viven bajo la línea de pobreza, número que ha venido decayendo con los años. Sin embargo cabe destacar las diferencias entre las regiones, por ejemplo entre Bogotá (13%) y el Departamento de Chocó (64%), ubicado al noroeste de Colombia.

Además, a ese 30% se le suma un gran porcentaje de personas en vulnerabilidad, fruto de los bajos ingresos y la elevada informalidad. En lo que refiere al Índice de Desarrollo Humano, Colombia tiene un puntaje de 0.710, número por debajo del promedio de Latinoamérica. Incluso es uno de los países más desiguales de la región, aunque mejoró en el Índice Gini. Esto quiere decir que si bien los avances han sido importantes, el camino por recorrer es bastante más largo de lo que aparenta.

La exclusión y los acuerdos de paz son los dos grandes desafíos de este nuevo mandato de Santos, que comenzó hace pocas semanas. Tal como el propio presidente lo expresó, “la paz total no es posible si no hay equidad”. Según el informe de la OCDE, un mejor desempeño en el mercado laboral ayudaría a reducir la desigualdad en un país con un sistema fiscal que recauda poco, que permite una redistribución muy reducida y que no es suficiente para financiar los programas sociales.

En la elección presidencial de este año, el ex presidente Álvaro Uribe terminó empujando a Santos hacia el centro. Su confrontación por las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) determinó un clivaje claro entre Uribe-Santos, lo cual marcó un apoyo de fuerzas de izquierda al actual presidente, a pesar de que existen amplias diferencias en materia económica. En este contexto y luego de ser reelecto, Santos volvió a posicionar su gobierno en el marco de la “Tercera Vía”. Esta corriente, apoyada por Tony Blair y Bill Clinton, busca un camino del medio entre la socialdemocracia y el neoliberalismo, tal como lo definía Anthony Giddens.  

Sin embargo es interesante remarcar la opinión del académico norteamericano, James Robinson (autor del libro ¿Por qué fracasan los países?), quien destaca que la Tercera Vía es una serie de opciones para Estados modernos que controlen el monopolio de la violencia y con una democracia participativa, entre otras exigencias. No sería el caso de Colombia, que lejos está de ser un Estado que provea a todos los ciudadanos de servicios básicos y derechos. Incluso uno de los puntos clave del libro de Giddens es la lucha contra la exclusión, aspecto que la élite política colombiana, desligada de la sociedad, nunca llevó a cabo.

Con la asunción de Santos se reiniciaron las negociaciones en La Habana. En las próximas semanas, tal vez meses, discutirán sobre cómo resarcir a las más de seis millones de víctimas que lleva este conflicto. Es el cuarto punto de una agenda que ya logró ciertos acuerdos en el tema agrario, la participación política y el narcotráfico. La paz, en esta sociedad partida en dos mitades, significará el fin de los desplazamientos, una mejora del desarrollo rural y un crecimiento en infraestructura, clave para este país agroindustrial.

Pero también las negociaciones de paz podrían posibilitar un crecimiento de las fuerzas de izquierda en un país históricamente de derecha. La legitimización de la izquierda, hasta hace poco asociada con la FARC, permitiría incluir en la agenda temas importantes para que Colombia continúe superando los problemas de una nación subdesarrollada. Una fuerza política que presione hacia cambios profundos que permitan incorporar a este hermoso país en la lista de naciones con un desarrollo humano alto. Quizás una convivencia y alternancia de partidos de centro derecha y centro izquierda.


Por eso es que antes que las luces nos encandilen por el gran crecimiento económico colombiano, sería bueno entender que si es considerado por Santos como un comienzo, es algo valorable. Pero si el crecimiento sin inclusión es un fin en sí mismo, deberíamos recordar que en el Departamento de Chocó los números de pobreza son de nivel africano.