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04.08.14

El objetivo de Hamás y el sueño de los moderados

En cuanto a la diplomacia costarricense, la Casa Amarilla no debería olvidar que somos un país con tradición de paz, sin fuerzas armadas, que se ha declarado neutral ante conflictos militares y que la Sala Constitucional nos ha recordado que debemos mantener dicha neutralidad, de modo que no es correcto tomar partido ni a favor del ejército hebreo ni a favor de la organización militar de Hamás.
Por Oscar Alvarez Araya

Hamás, traducido al árabe como fervor, es el Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina que se declara como organización islámica, sunnita, nacionalista y yihaidista, es decir promotora de la guerra santa. Su origen se remonta a 1987, durante la Intifada o levantamiento palestino contra Israel.

Hamás ha sido declarado como organización terrorista por la Unión Europea, los Estados Unidos, Israel, Japón, Canadá y Australia, mientras que para Rusia y para algunos estados árabes como Qatar se trata de un movimiento de resistencia nacional. El Consejo de Relaciones Exteriores responsabiliza a Hamás de las campañas de ataque suicidas y de haber asesinado a más de 500 personas en más de 350 operativos.

Hamás no reconoce la legitimidad del estado de Israel y no acepta la resolución de la Asamblea General de la ONU que en 1947 estableció la partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío. Tampoco acepta los Acuerdos de Oslo de 1993 que firmaron Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Y más bien acusa de traidores a cualquiera de los palestinos que negocien o promuevan acuerdos con la Estrella de David.

Desde el principio, Hamás ha tenido un ala política y civil que administra escuelas, hospitales y centros religiosos y un ala militar conocida como las Brigadas Qassam que llevan la lucha armada contra Israel.

En 2006, Hamás llegó al poder por medio de elecciones pero muy pronto el gobierno fue destituido por la Autoridad Palestina, de modo que ahora ejerce el poder de facto en Gaza. En julio de 2013 perdieron el apoyo económico del gobierno egipcio de los Hermanos Musulmanes.

El gobierno de Israel culpa a Hamás de los ataques con más de 1500 misiles que se han lanzado desde la Franja de Gaza hacia objetivos en territorio de Israel. Y ha desatado 3 campañas para destruir las máquinas lanzacohetes y los sistemas de túneles en la frontera. Campañas en las que lamentablemente en Gaza han fallecido más de 1650 personas y ha quedado una estela de más de 9,000 heridos. Los civiles están atrapados entre dos fuerzas militares en pugna.

El objetivo estratégico de Hamás es definido en su carta fundacional y consiste en destruir el estado de Israel y establecer en su territorio, en Cisjordania y en la Franja de Gaza un estado islámico fundamentalista que instaure la Ley Sharía y que tenga a Jerusalén como su capital. En resumen, sustituir al estado democrático de Israel por un estado sunnita y fundamentalista islámico.

Estamos entonces frente a un conflicto internacional altamente complicado que se presenta como una pugna entre dos religiones hijas de Abraham (y en cierto modo lo es), pero en realidad se trata de una confrontación radical por un territorio para sobrevivir y por el derecho a existir como estado nacional.

El problema es que con tal objetivo estratégico de destruir al estado de Israel y con la clarísima voluntad de los líderes de Hamás de no negociar con Jerusalén, y además el carácter conservador del actual gobierno hebreo de Benjamín Netanyahu, se hace increíblemente adverso el camino de pensar en una salida de convergencia entre Israel y Hamás.

Aquí la esperanza o salida políticamente viable sería que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), es decir los árabes moderados, recuperaran el control de Gaza y reiniciaran el proceso de negociación de Oslo con los moderados de Jerusalén.

Allí el objetivo estratégico sería la conformación de dos estados, uno árabe y otro judío conviviendo pacíficamente, que es lo que las Naciones Unidas habían acordado desde 1947 o bien acordar la creación de un solo estado binacional que permitiera en su seno la coexistencia en tolerancia y paz de árabes y judíos. Ese es por lo menos el sueño o aspiración de los moderados de ambos lados.

En cuanto a la diplomacia costarricense, la Casa Amarilla no debería olvidar que somos un país con tradición de paz, sin fuerzas armadas, que se ha declarado neutral ante conflictos militares y que la Sala Constitucional nos ha recordado que debemos mantener dicha neutralidad, de modo que no es correcto tomar partido ni a favor del ejército hebreo ni a favor de la organización militar de Hamás.

Aunque sí sería deseable y acorde con la Constitución y las leyes que la política exterior del país se pronunciara y trabajara a favor de la paz, la libertad, la democracia y los derechos humanos en el conflicto bélico.