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30.05.14

¿Irán a votar los frenteamplistas?

(El Observador) En esta elección, la de 2014, no están presentes, o al menos no lo están con la misma intensidad, los dos grandes incentivos que impulsaron la participación de los frenteamplistas en instancias anteriores.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Se termina el primer tramo del ciclo electoral 2014-2015. El domingo se despejarán algunas incógnitas importantes, en particular, quién ganará la primaria en el Partido Nacional. Pero otro de los enigmas del 1º de junio es qué porcentaje de los que concurran a las urnas votarán listas del Frente Amplio. Quiero detenerme en este punto.

El pico de participación electoral de los frenteamplistas en las elecciones primarias se registró en junio de 2004. En ese momento, votó por el FA el 43% de quienes concurrieron a las urnas siendo este partido el más votado durante esa jornada. Antes, en 1999, y después, en 2009, aunque hubo competencia electoral (entre Astori y Vázquez, primero, y entre Astori y Mujica, después), el número de electores fue menor. Ese pico de participación, por ende, no está asociado a la competencia interna sino a otros factores, en especial, a cierta urgencia por poner fin al gobierno de Jorge Batlle y dar vuelta la página (muchos no quisieron esperar a octubre para manifestar su intenso anhelo de cambio).

En junio de 2009 la motivación de los frenteamplistas para concurrir a las urnas fue esencialmente distinta. Esta vez sí hubo competencia entre dos candidatos de perfiles personales diferentes (de un lado el “doctor”, del otro el “caudillo”), que expresaban, además, visiones diferentes respecto a cómo plasmar, durante un segundo mandato, el proyecto de la izquierda uruguaya. Astori expresaba la continuidad de un gobierno exitoso. Mujica el anhelo de ir más lejos en los cambios (el famoso “giro a la izquierda”). No era poco, por ende, lo que se jugaban los frenteamplistas en ese momento. La competencia fue durísima. Sin embargo, la participación electoral disminuyó respecto a la elección primaria anterior (casi 50 mil votantes menos).

En esta elección, la de 2014, no están presentes, o al menos no lo están con la misma intensidad, los dos grandes incentivos que impulsaron la participación de los frenteamplistas en instancias anteriores. Empiezo por el segundo. Es cierto que la senadora Constanza Moreira, en términos formales, pugna por la candidatura presidencial del FA. Sin embargo, dadas las diferencias en términos de trayectorias y apoyos, no es razonable esperar que logre vencer a Vázquez. Desde luego, su candidatura está lejos de ser trivial o meramente anecdótica. En primer lugar, porque expresa un viejo malestar con el estilo de liderazgo del expresidente y con muchas de las políticas que impulsó durante su mandato (desde el TLC con EEUU al veto al aborto). En segundo lugar, porque representa una forma especialmente valerosa de intentar sobrevivir en la política. Desde que fue electa senadora, Moreira eligió defender sus convicciones a cuidar su lugar en la lista al senado del Espacio 609.

El gesto de Moreira, por lo valiente, dicho sea de paso, me recuerda a cuando un muy joven Rafael Michelini se negó a acompañar la alianza con el Partido Colorado impulsada por Hugo Batalla, o a cuando Pablo Mieres, a su turno, no quiso acompañar la candidatura presidencial de Tabaré Vázquez en el proyecto Nueva Mayoría-Encuentro Progresista-FA. De todos modos, es evidente que no puede compararse, en trascendencia ni en atractivo ni en grado de incertidumbre, la competencia entre Astori y Mujica hace cinco años con la que hoy se verifica entre Moreira y Vázquez.

Tampoco existe, hoy por hoy, esa fuerza poderosa que hizo posible que centenares de miles de frenteamplistas, sin el aliciente de la pugna por la candidatura presidencial, concurrieran a votar en la primaria de 2004. Se extinguió el anhelo de cambio y la urgencia de manifestarlo. Diría más: tengo la impresión de que entre los frenteamplistas se está apagando la llama de la ilusión. Y Vázquez, desde que volvió al ruedo, ha hecho muy poco por reavivarla. Es difícil encontrar en su discurso razones para el entusiasmo. Es cierto, viene asumiendo públicamente que aunque, por cierto, no “hay que exagerar”, habría que hacer algunos cambios en la educación. También es cierto que viene poniendo un énfasis creciente en la propuesta de construir el Sistema Nacional de Cuidados. Pero, si mi lectura es correcta, Vázquez transmite mucho mejor la idea de restauración que la promesa de innovación. Tan es así, que su gesto político más importante durante lo que va de la campaña, esto eso, señalar a Danilo Astori como su ministro de Economía, es exactamente el mismo que hizo una década atrás.

Esto me llama profundamente la atención. El secreto de la longevidad de los partidos tradicionales y de su impresionante capacidad para mantenerse en el poder fue que, gracias a la existencia de una fuerte competencia interna entre sus fracciones, lograron combinar todo el tiempo continuidad y cambio. Dicho de otra forma: elección tras elección fueron cambiando, ofreciendo énfasis novedosos, renovando la ilusión. Esto fue exactamente lo que hizo el FA en 2009. Con la candidatura de Mujica renovó la oferta y el libreto, y volvió a ganar. Por ahora, en el discurso de su líder, cuesta demasiado encontrar las novedades. En suma, con la competencia interna disminuida a la insurgencia de Moreira y con un Vázquez apostando más a la restauración que a revivir la ilusión no veo de dónde sacarán los frenteamplistas suficiente entusiasmo como para ir a votar.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)