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28.05.14

«No me interesa la unidad nacional», punto

(TN) La contraposición entre su amor y la unidad nacional, de un lado, y “algunos” malditos, los que hacen todo por perjudicar al gobierno y dividir al país, sin dar ya ni siquiera una mínima pista de a quiénes se está refiriendo, fue lo más novedoso y significativo de su discurso en Plaza de Mayo.
Por Marcos Novaro

(TN) Cristina Kirchner habla cada vez más del amor, pero sigue llamando a la guerra, y a una guerra cada vez más cargada de mitos, de religiosidad y más inespecífica, y, por tanto, más carente de límites.

Ambigüedad para nada accidental que quedó bien a la vista en su particular forma de plantear la cuestión de la unidad en los festejos del 25 de mayo, fiesta patria como siempre partidizada al "mango". “Convoco a la unidad nacional”, dijo, para enseguida despotricar contra “algunos” que “quieren boicotear, sembrar cizaña, dividir y enfrentar” y se la pasan “asustando a los argentinos”.

A medida que consume el tiempo que le queda, la disonancia entre lo que el Gobierno dice y lo que hace no para de crecer: habla de su preocupación por la pobreza, pero genera más y más pobres al no hacer nada serio para detener la inflación y hacer en cambio todo lo posible por privatizar el ajuste y espantar las inversiones; habla de su preocupación por la gestión pero sólo se ocupa de esconder y patear para adelante los problemas, para que le estallen a quien le suceda, mientras pasa a planta todos sus militantes y busca atornillarse al poder en el PJ, el Parlamento y en todos los intersticios del estado a su alcance.

Pero además existe una disonancia creciente entre lo que parece que dice y lo que realmente quieren transmitir sus palabras, en un doble discurso que convierte en verdadero arte al entretejer textos y subtextos constantemente.

La contraposición entre su amor y la unidad nacional, de un lado, y “algunos” malditos, los que hacen todo por perjudicar al gobierno y dividir al país, sin dar ya ni siquiera una mínima pista de a quiénes se está refiriendo, fue lo más novedoso y significativo de su discurso en Plaza de Mayo. Abunda sobre un tema ya muy trillado, igual que todo el resto de su discurso, Néstor refundando el país, el pueblo y sus líderes preclaros por fin conquistando el éxito y abriendo un futuro promisorio después de tantos tropezones y fracasos, etc. Pero dándole un giro innovador a oposiciones ya conocidas, consistente con una versión particularmente ominosa de la polarización que siempre ha sido el instrumento político privilegiado por el kirchnerismo. Giro y versión que no pueden considerarse para nada casuales.

Antes al menos Cristina en sus discursos solía referirse a “las corporaciones”, “los grandes medios” o “los poderes concentrados”, y entonces podían interpretarse sus descalificaciones y agresiones en los términos de un conflicto específico y más o menos definido entre su gobierno y Clarín, ciertas empresas o entidades empresarias, o algún otro actor por el estilo. Pero desde que todas esas batallas y las escenas de polarización con ellas asociadas se han ido desarmando, bien porque el gobierno perdió los instrumentos y recursos para sostenerlas, bien porque los conflictos se han vuelto mucho más amplios y enredados, y entonces a él le conviene cada vez menos plantearlos en público, se vio obligado a cambiar de actitud. Y lo hace sin renunciar a la polarización, todo lo contrario, pretendiendo instalarla en un nivel superior: cualquiera será señalado como enemigo de la patria si se comporta como “algunos”, así que nadie puede ahora estar tranquilo, la vigilancia y el juicio sumario que el oficialismo se reserva ejercer sobre los comportamientos de todos los demás continúa y continuará extendiéndose.

Es interesante que la Presidenta, antes de expresarse así, haya pasado por el tedeum de la Catedral, mostrándose más dispuesta que nunca a llevar a buen puerto su reconciliación con la Iglesia. De esa batalla sí su gobierno decidió retirarse en toda la línea. Y ya ni desde Carta Abierta ni desde Página 12 se le reprocha que se abrace al Papa en todas las formas y ocasiones imaginables, porque se entiende que nadie en la Casa Rosada quiere ni escuchar hablar de ese viejo asunto. Finalmente el kirchnerismo no repetirá en ningún sentido el error de Perón de disputarle a la curia la administración local de la salvación de las almas, y hace muy bien. Pero sí reincidirá en cambio en su tentación por infundir de religiosidad y de un carácter espiritual indeleble los vínculos políticos creados con sus bases de apoyo.

Las palabras de Cristina en la Plaza lo dejaron bien en claro, y la asistencia masivamente rezó los salmos correspondientes. Mezclar política y religión nunca es una buena idea. Pero para quien tiene que mantener en pie una escenografía tan cascoteada por la realidad como la kirchnerista es cierto que no hay otra solución.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)