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12.03.14

Pedro Bordaberry: El pleito del candidato y el partido

(El Observador) El “techo” de Pedro del que tanto se habla no es su apellido, ni ser hijo del presidente que disolvió las cámaras en junio de 1973. Su principal restricción, hoy por hoy, deriva de la anemia de su propio partido. Alejados, desde 2005, de los principales cargos de gobierno, la lógica tradicional ya no provee militancia ni permite construir nuevos apoyos sociales.
Por Adolfo Garcé

(Luis Eduardo González suele decir, cuando se refiere al magro desempeño que sigue mostrando el Partido Colorado en las encuestas (siempre rondando, apenas, el 15%, y muy lejos todavía del Partido Nacional) que existe una suerte de pleito (lo digo a mi manera) entre el candidato y el partido: el candidato empuja, el partido frena. Recordé esta interpretación leyendo el relato que el propio Pedro Bordaberry ofrece del viaje que acaba de terminar (1). Para mi gusto (y a riesgo de “sobreinterpretar”, propensión y defecto habitual en quien escribe estas notas), es una nueva demostración del profesionalismo con el que se maneja en las campañas electorales. El candidato (debería decir: el principal precandidato colorado) “anda volando”. Pero el partido no despega.

En apenas nueve días, viajando por el mundo, envió señales relevantes. En EEUU se ocupó preferentemente de temas económicos y comerciales. En Washington DC se reunió con dos senadores (uno demócrata, otro republicano) y con la central sindical AFL CIO. El principal tema de la agenda fue la mutua conveniencia de concretar el TLC que se frustrara en 2006. En la Universidad de Columbia dictó una conferencia en la universidad y se reunió con Edmund Phelphs, premio nobel en Economía. Paso en limpio. Poner el acento en temas económicos es de la mayor importancia para completar su perfil político (por algo, el año pasado, ya había tomado el riesgo de interpelar al entonces Ministro de Economía Fernando Lorenzo). Un presidenciable tiene que mostrar solvencia en temas como seguridad y educación. Pero también debería moverse con comodidad en las discusiones sobre desarrollo económico.

En España se reunió con dos expresidentes, José María Aznar (del Partido Popular) y José Luis Rodríguez Zapatero (del PSOE), para hablar de comercio (otra vez) y de las políticas ensayadas por los españoles para la reeducación de quienes delinquen (esto es más novedoso). Con Ana Botella, alcaldesa de Madrid, además, dialogó sobre los desafíos del sistema previsional. Empiezo a “traducir”. Logró ser recibido por dos expresidentes de partidos distintos. Ambas partes de la oración anterior son importantes: en primer lugar, logró trepar la escalera de la jerarquía y ponerse en el mismo nivel de dos jefes de gobierno; en segundo lugar, al reunirse con presidentes de partidos distintos, siguió golpeando en un clavo sobre el que viene machacando desde hace mucho tiempo: demostrar que tiene capacidad de diálogo (más allá de ideologías). Al interiorizarse sobre las políticas de reeducación y no en la cuestión del delito en sí, estaría buscando (si mi interpretación es correcta) “suavizar” su alto perfil en el tema seguridad (corolario de ser el principal líder de la campaña por la baja de la edad de imputabilidad).

En el Vaticano se entrevistó, nada menos, con el papa Francisco, el más popular y cercano a la gente humilde que se recuerda en mucho tiempo, y con Gonzalo Aemilius, todo un símbolo de lo que puede hacerse por la educación en Uruguay en los contextos sociales más desfavorables. Acá no se hace falta –creo– explicar nada. Me limito a decir que es una jugada política especialmente ingeniosa. Para un político como Bordaberry, que carga con el estigma del “hijo del dictador”, la foto con el papa Francisco, “el Pepe Mujica del Vaticano” según la BBC de Londres, vale oro.

La última parada del viaje fue en Paraguay. Allí se entrevistó con el presidente Horacio Cartes (electo, dicho sea de paso, por el Partido Colorado). Arriesgo otra interpretación. Supongo que trata de decirle al electorado uruguayo que la región también le importa. Dicho de otro modo: si no hubiera visitado algún país latinoamericano hubiera ofrecido un flanco muy sencillo para cuestionamientos por parte de sus adversarios. No visitó ningún otro país de la región. Me pregunto si formará parte de su agenda para más adelante.

El viaje fue pródigo en símbolos y señales bien pensadas. Bordaberry ya empezó a mostrar que sabe bien cómo brillar en las campañas electorales. Pero con esto no alcanza. Tener un buen candidato, desde luego, es importante. Pero sin una oferta al Senado que permita alojar visible y confortablemente diferencias ideológicas significativas, sin una red de militantes organizada en todo el país, sin un “rastrillo” electoral capaz de captar apoyos en todos los rincones, en suma, sin un partido poderoso, es muy difícil que un candidato, en Uruguay, a puro ingenio y talento para la comunicación, logre prosperar.

El “techo” de Pedro del que tanto se habla no es su apellido, ni ser hijo del presidente que disolvió las cámaras en junio de 1973. Su principal restricción, hoy por hoy, deriva de la anemia de su propio partido. Los colorados supieron tener, en otros tiempos”, una formidable estructura de militantes que se apoyaba, en buena medida, en el intercambio clientelar. Alejados, desde 2005, de los principales cargos de gobierno, la lógica tradicional ya no provee militancia ni permite construir nuevos apoyos sociales. Los colorados enfrentan un desafío inmenso: están obligados a reconstruir su militancia sobre bases diferentes a las del viejo y rendidor “club político”. ¿Será por eso que el propio Bordaberry está insistiendo tanto en reclutar voluntarios? l

(1) Más importante todavía que lo que hace un político es cómo lo narra. La crónica del viaje de Bordaberry puede leerse en: http://vamosuruguay.com/mirando-mas-alla/

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)