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24.02.14

Enamorados de ideas muertas

Soplan vientos de cambio: luego de ver a los lamentables mandatarios latinoamericanos que posaron en la cumbre de la Celac junto al dictador Raúl Castro, emergió la gesta de la juventud venezolana para anunciarnos que ha llegado la hora de refrescar los cerebros y actualizar el lenguaje; aunque los enamorados de las ideas muertas nunca lograrán entenderlo.
Por Daniel Perez

Eternos rehenes del sueño romántico de la revolución divulgado por el locuaz vendedor de humo que se llamó Hugo Chávez, los mandatarios y políticos latinoamericanos autotitulados progresistas e izquierdistas, le colocan el rótulo de fascistas a las marchas de los estudiantes y el pueblo venezolano, que salen a las calles para expresar su hartazgo ante la colosal inflación, la economía arrasada, la formidable renta petrolera misteriosamente desaparecida, las farmacias sin medicinas, los hospitales desmantelados, los cortes de energía, los mercados sin alimentos, los medios audiovisuales clausurados o incautados por el gobierno y el periodismo amordazado y sin bobinas de papel.

Frente al clamor desesperado de los jóvenes sin trabajo y sin futuro, lo único que tienen para decir nuestros buenos izquierdistas es que las protestas contra los gobiernos elegidos por el voto popular son acciones fascistas; incapaces de entender la realidad que asoma por debajo de  la falacia ideológica marxista, imaginan al mundo dividido en izquierdas y derechas, donde ellos ocupan el rol de una izquierda que engloba todas las buenas causas pasadas, presentes y futuras, frente a una derecha que resume cuantas cosas malas suceden en el mundo.

Víctimas de esa tara ideológica tan común entre nosotros, creen ver un modelo de igualdad y libertad en el añejo Estado totalitario cubano, encumbrado en nombre de la izquierda y controlado por una oligarquía militar de partido único que hambrea y esclaviza a su pueblo desde hace más de medio siglo, y creen que la Venezuela arrasada por el chavismo y parasitada por los cubanos es un mar de felicidad, porque sus obtusos cerebros no alcanzan a vislumbrar el contenido de la palabra progresismo: el progreso verdadero se materializa en cloacas, agua corriente, electricidad, rutas y ferrocarriles de última generación, salud y educación de calidad para toda la población, abundancia de bienes de consumo, pleno empleo y libertad de comerciar, de pensar, de elegir, de expresarse y de ir y venir por donde a uno se le ocurre; en pocas palabras, todo lo que el comunismo y el socialismo del siglo XXI consiguen destruir minuciosamente al poco tiempo de llegar al poder por la vía que sea.

Pero las ideas momificadas de nuestros supuestos progresistas son totalmente refractarias a las lecciones de la realidad: por eso están siempre dispuestos a aplaudir al primer energúmeno o energúmena que nos habla de progreso y libertad mientras siembra la miseria y recorta todas las libertades.

Sin embargo, soplan vientos de cambio: luego de ver a los lamentables mandatarios latinoamericanos que posaron en la cumbre de la Celac junto al dictador Raúl Castro, emergió la gesta de la juventud venezolana para anunciarnos que ha llegado la hora de refrescar los cerebros y actualizar el lenguaje: aunque los enamorados de las ideas muertas nunca lograrán entenderlo, si la palabra izquierda significa progreso material y libertad, es un grosero error aplicarla al gobierno cubano o a la Venezuela bolivariana, porque lo que anida en el rancio totalitarismo cubano y en la inepcia corrupta y represiva del chavismo no es el espíritu de la izquierda, entendido como expresión de la bondad humana, sino el humor torvo y autoritario del fascismo.

Lamentablemente, los enamorados de ideas muertas siguen aplaudiendo a Castro y a Maduro porque todavía no les avisaron que están defendiendo al fascismo de izquierda, esa peste del siglo XX que inventaron Lenin y Stalin.  

Daniel Pérez es co-autor del libro “Furia ideológica y violencia en la Argentina de los 70” (Ed. Ariel, Buenos Aires, 2013).