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21.01.14

Juan Manuel Santos, el proceso de paz y las elecciones en Colombia

(Infolatam) Santos sabe, como la mayor parte de los colombianos, que las FARC se han sentado a negociar porque ya no confían en ganar una guerra que han perdido hace tiempo, aunque su derrota definitiva pueda prolongarse muchos años más. Pese a ello, la opinión pública no es tan optimista como su presidente, especialmente en lo que atañe al compromiso de los líderes guerrilleros con la paz y el cumplimiento de la palabra empeñada.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) El director del diario El País, Javier Moreno, le realizó una extensa entrevista al presidente colombiano Juan Manuel Santos que permite profundizar en las principales notas distintivas de su carácter, así como en algunas cuestiones clave de la coyuntura política colombiana. Básicamente el relato de Santos gira en torno al proceso de paz con las FARC, a las próximas elecciones (en marzo parlamentarias y en mayo la primera vuelta de las presidenciales) y a su gestión de gobierno.

La reanudación de las negociaciones de paz tras el paréntesis navideño se ha solapado con la precampaña electoral, comenzando por las parlamentarias de marzo. Y si bien marchan por carriles separados, algunos destacados actores políticos utilizan las primeras para incidir en los comicios y viceversa. Las presidenciales siguen siendo el premio mayor, pero de momento, aunque todavía es pronto para asegurarlo, no hay ningún candidato capaz de amenazar la reelección de Santos.

Para el presidente no hay ninguna contradicción entre mantener abierta la negociación en La Habana y convocar elecciones: “Si estamos negociando en medio del conflicto… por qué no vamos a poder negociar en medio de las elecciones”. Desde su punto de vista, aunque no lo reconoce, la buena marcha de la negociación, pese a que está durando más de lo inicialmente previsto, mejora sus perspectivas electorales. Al mismo tiempo, una victoria abultada en las presidenciales, especialmente si ocurre en la primera vuelta, dotaría de mayor legitimidad al cierre del diálogo de paz, que debería concluir en el segundo semestre de este año o, a más tardar, a comienzos de 2015.

Santos sabe, como la mayor parte de los colombianos, que las FARC se han sentado a negociar porque ya no confían en ganar una guerra que han perdido hace tiempo, aunque su derrota definitiva pueda prolongarse muchos años más. Pese a ello, la opinión pública no es tan optimista como su presidente, especialmente en lo que atañe al compromiso de los líderes guerrilleros con la paz y el cumplimiento de la palabra empeñada.

El pueblo colombiano ha debido soportar durante largas décadas continuas vejaciones y atentados de las FARC con consecuencias sangrantes y dolorosas, el último de ellos el reciente golpe terrorista en el Valle de Cauca que dejó un muerto y 56 heridos. De ahí los recelos de los colombianos y también sus deseos de que los responsables paguen por sus culpas. El cataclismo que provocó la reciente liberación en Venezuela de Guillermo Enrique Torres Cueter, alias ‘Julián Conrado’ o ‘El cantante de las FARC’, y su incorporación al equipo negociador de la guerrilla es buena prueba de ello. Por eso resulta bastante difícil que las FARC consigan la libertad de su dirigente Simón Trinidad, preso desde hace 10 años en Estados Unidos por narcotráfico.

El tiento con que el presidente lleva la negociación evidencia los múltiples y difíciles equilibrios que debe realizar. Si por su extrema izquierda tiene que bregar con una organización como las FARC nada amiga de la democracia, la legalidad y las instituciones, por su extrema derecha enfrenta al ex presidente Álvaro Uribe, empeñado en una brutal campaña contra su gestión del proceso de paz, acusándolo incluso de traición a la patria. Uribe no desaprovecha ninguna oportunidad para dañar a Santos, como ha hecho con sus polémicas declaraciones en la mencionada entrevista donde se imagina “a representantes de las FARC sentados en el Congreso”.

Sin embargo, más allá de las posibilidades de Uribe de realizar una buena elección parlamentaria (se presenta como candidato a senador), las opciones de su candidato presidencial, Óscar Iván Zuluaga, hasta ahora son mínimas. Entre las varias razones por las cuales su candidatura no despega, y hay muchas dudas de que en el futuro pueda hacerlo, está el hecho de que su figura ha sido totalmente eclipsada por la omnipresencia mediática de su jefe de filas y gran caudillo partidario, Álvaro Uribe.

Santos sabe que una de las claves en la resolución definitiva del conflicto es la actitud de las víctimas y su capacidad de asumir los resultados alcanzados. Esto explica toda la atención que ha puesto en ellas y en los programas de reparación. Como dice el propio Santos: “las víctimas son conscientes de que también hay que hacer sacrificios en materia de sus derechos para que podamos lograr la paz”. Eso sí, sin aclarar de qué sacrificios está hablando.

Sin embargo, el proceso de paz todavía no ha llegado a un punto de no retorno y en cualquier momento puede descarrilar. Entre otras cosas porque como permanentemente recuerdan los delegados gubernamentales “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Más allá de las características de la negociación es evidente que de momento tanto a las FARC como al gobierno les interesa seguir adelante.

Unos y otros han invertido abundante capital político y ambos esperan cosechar buenos resultados. Pero al margen de esta cuestión, lo cierto es que de lograrse la paz, pagando por ella un costo razonable, Colombia y los colombianos podrían afrontar su futuro inmediato en mejores condiciones. Es precisamente el monto del precio a pagar uno de los temas más polémicos. Si finalmente se llega a una solución justa y razonable, los ingentes recursos materiales y humanos invertidos hasta ahora en la sobrehumana empresa de ganar la guerra podrían canalizarse a otros fines, mucho más nobles y productivos.

Fuente: Infolatam (Madrid, España)