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14.01.14

Nuevos signos de autoritarismo en Venezuela

(Infolatam) Los actos y declaraciones de fines de 2013 y comienzos de 2014 son una vuelta de tuerca más de un proceso que intenta reforzar el papel de los militares y garantizar la perduración del proceso chavista, con el PSUV como gran protagonista. Sin embargo, los problemas económicos de Venezuela se están convirtiendo en el mayor obstáculo de estos objetivos.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) A menos de un año de la muerte de Hugo Chávez se abaten sobre Venezuela preocupantes señales de creciente autoritarismo. No es que antes no existiera, estaba allí, a la vista de todos, desde la misma llegada del comandante bolivariano a la presidencia, aunque muchos no quisieran admitirlo. La trayectoria de Chávez como militar golpista, su desprecio a las instituciones y a la legalidad, su acercamiento a Fidel Castro eran signos de un claro rechazo a la democracia como sistema político y al diálogo como forma de resolver los conflictos. De modo que la polarización terminó imponiéndose a la convivencia.

La llegada de Nicolás Maduro fue sólo un punto y seguido. Su gestión en el gobierno se ha caracterizado por una mayor debilidad y creciente incapacidad para forjar amplios consensos entre las fuerzas heterogéneas que conforman la coalición gobernante estructurada en torno al PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela). Esa mayor debilidad lo lleva a enfatizar el contenido “revolucionario” de su gestión y profundizar la construcción del socialismo. De ese modo se ha optado por alzar la voz, endurecer el discurso político y concentrar los mayores golpes contra la oposición. En una vuelta a la vieja antinomia peronista entre patria o antipatria, entre nosotros y ellos, donde el que no está conmigo está contra mí, la oposición es descalificada globalmente como “derecha fascista”.

Esa debilidad la puso de manifiesto Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y primer vicepresidente del PSUV, a poco de morir Chávez. Cabello, junto a Maduro, uno de los pilares del régimen, dijo en aquella ocasión que con toda seguridad la oposición debía haber rezado mucho para que Chávez siguiera vivo, ya que “Él era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se nos ocurren a nosotros. Él imponía su liderazgo, su prudencia y su conciencia y nos evitaba actuar en muchas ocasiones con estas ideas locas nuestras”.

En las últimas semanas y meses esas “ideas locas” de las que hablaba Cabello han ido ganando terreno de una forma cada vez más preocupante y recurrente. El chavismo ha convertido al país en su finca particular y está decidido a aferrarse al poder como a un clavo ardiendo, blanqueando los mecanismos que le permitan reforzarse en el gobierno y silenciar a la oposición.

Tras una nueva reelección como presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello sentenció de forma descarnada que el chavismo, o la revolución, no caería “en el cuento del chantaje del diálogo” con la oposición. Su idea del diálogo político y del valor del parlamento quedó rotundamente expresada: “¿Cuál diálogo, diálogo de cúpulas?, no lo queremos, me niego rotundamente. No me reúno con fascistas vende patrias, me reúno con el pueblo en la calle”. Da igual que estas palabras fueran dichas en el parlamento, el sitial del diálogo político por antonomasia, incluso en la Constitución bolivariana, redactada a imagen y semejanza del comandante Chávez. Tampoco importa que esas palabras fueran pronunciadas por la máxima autoridad del parlamento.

En la misma jornada, la también reelecta vicepresidente segunda de la Asamblea Nacional, Blanca Eekhout, acusó a la diputada opositora María Corina Machado de pertenecer a la “oligarquía parasitaria, ladrona”, por lo que debería estar presa, por “apátrida, sinvergüenza, asesina y criminal”. Por si esto fuera poco, en un discurso ya conocido, insistió en que la oposición busca una guerra “contra el pueblo venezolano”, aunque sin asumir las consecuencias, como tampoco lo hicieron en abril de 2002, cuando un intento de golpe de estado que buscó apartar a Chávez del poder.

Queda claro que para Cabello y los suyos el único recurso disponible es aplicar su mayoría parlamentaria de forma aplastante, incluso si no cuentan con las mayorías cualificadas que a veces requiere el reglamento. Esto ocurrió a mediados de diciembre cuando se aprobó la ley habilitante que otorga amplios poderes legislativos a Nicolás Maduro. A falta de los votos necesarios se compraron voluntades y se apartaron parlamentarios díscolos reemplazados por suplentes más fieles con el único fin de garantizarse la mítica cifra de 99 diputados.

Probablemente como retribución por ese inmenso favor, el presidente Maduro ascendió a Diosdado Cabello a capitán del Ejército. El pasado 27 de diciembre, durante un acto de salutación a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), reforzada en su papel central en el sistema político chavista, Maduro anunció el ascenso de algunos de los ex oficiales participantes en los intentos de golpe de estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992: junto a Diosdado Cabello también fueron promovidos Francisco Arias Cárdenas a coronel y Ramón Rodríguez Chacín a contralmirante. Maduro aprovechó la ocasión para resaltar “la unión cívico-militar” y “el liderazgo del siglo XXI surgido del pueblo en armas y del pueblo en la calle”.

Estos actos y declaraciones de fines de 2013 y comienzos de 2014 son una vuelta de tuerca más de un proceso que intenta reforzar el papel de los militares y garantizar la perduración del proceso chavista, con el PSUV como gran protagonista. Sin embargo, los problemas económicos de Venezuela se están convirtiendo en el mayor obstáculo de estos objetivos. Pero a medida que se insista en esta deriva las posibilidades de encontrar una salida dialogada y no traumática al conflicto son cada vez menores y el precio que durante varias generaciones deberá pagar la sociedad venezolana pare recuperar la paz social demasiado elevado.

Fuente: Infolatam (Madrid, España)