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26.12.13

La derecha chilena en crisis

(La Tercera) La derecha ha desarrollado una cultura política carente de una tolerancia mínima hacia la crítica y la diversidad interna. En eso no existe diferencia entre conservadores, liberales, RN o UDI. Los anima internamente un desprecio por ser ellos mismos algo parecido a la monserga que promueven representar, “defensores de una sociedad libre”. ¿Acaso puede existir algo que merezca ese nombre sin reglas, institucionalización, respeto y aceptación de la diversidad?
Por Gonzalo Bustamante Kuschel

(La Tercera) En la Alianza el inicio de otro “espectáculo” no se ha hecho esperar. Es como si cultivaran los freak shows donde se mostraban todo tipo de deformidades, calamidades humanas como formas de atracción. ¿Se acuerda del caso de Joseph Merrick, el llamado  “Hombre Elefante”?

¿Cuál es la naturaleza de la crisis actual? No muy distinta a las de antaño: la manifestación de personalismos, grupos, intereses y sensibilidades que no logran articular una institucionalización básica de ellos mismos. La derecha ha desarrollado una cultura política carente de una tolerancia mínima hacia la crítica y la diversidad interna. En eso no existe diferencia entre conservadores, liberales, RN o UDI. Los anima internamente un desprecio por ser ellos mismos algo parecido a la monserga que promueven representar, “defensores de una sociedad libre”. ¿Acaso puede existir algo que merezca ese nombre sin reglas, institucionalización, respeto y aceptación de la diversidad?

Un repaso rápido de sus actores así lo muestra.

Partamos por la UDI. Han sido lo más parecido a un partido leninista. Esa disciplina se ha alimentado más que por una posesión de grandes ideas, por la defensa de intereses que han sabido revestir de la mitificación de “personas de culto”. Ayer fue Jaime Guzmán como una suerte de místico de la política, hoy es Pablo Longueira como el paradigma del gran político y hombre de estado. Que el primero fuese un flexible ideólogo de una dictadura y el segundo un opositor al Acuerdo Nacional, reformas constitucionales -.entre varios.- han sabido transformarlo en detalles para el olvido frente a la mitología del intelectual del servicio público o el abnegado  político que se postergó una y otra vez por Chile. Ese pragmatismo disfrazado por mitos disciplinadores es su gran mérito. No es poco.

Exactamente es de lo que ha carecido RN. En ellos no existe una narración que genere esa unidad. Su posibilidad más potente de contar una historia sobre sí mismo era la de una derecha distinta, democrática y donde conviviesen liberales y conservadores. Han pulverizado esa posibilidad. Los llamados “liberales” han abjurado o abiertamente desaparecido. La “democracia interna” es más bien manifestación de verdaderas bandas que pugnan por el control partidista, una suerte de señores de la guerra. En ese panorama, la única fuerza ordenadora ha sido un conservadurismo de latifundio del barrio el Golf que logra expresarse con habilidad indudable, pero que por ser casi pre-moderno es insuficiente para poder proyectar una opción en los tiempos actuales.

Piñera es un factor distinto a los anteriores. El empresario, ex- simpatizante DC, ex-RN, es un hombre de relaciones instrumentales. Es así como pasó de apoyar una pre-candidatura de Frei Ruiz-Tagle a jefe de campaña de Büchi, y luego de la mano de Allamand, a miembro destacado de RN. La llegada suya a la Moneda muestra de modo indiscutible el éxito de su estrategia. Piñera articula ciertas definiciones y características políticas: un conservador de cita bíblica reiterada, contrario a los derechos reproductivos de la mujer y opuesto al matrimonio igualitario. Lo anterior lo logra matizar con una indudable vocación democrática que lo ha llevado a ser un personaje de excepción en su sector respecto a condenar las violaciones a los derechos humanos y llamar a una dictadura por su nombre. Esa combinación de claro conservador e indudable demócrata le permitió aglutinar en torno suyo un abanico amplio de apoyo. Lo anterior  acompañado por una idea mimética de lo político

con el management. Sumado a una personalidad que recuerda al personaje de Molière, Monsieur Jourdain, más una notable incontinencia lingüística y figurativa. Todo eso marcó su administración. Explican tanto los números de ella como lo esquiva que le ha sido la popularidad, llevando a su gobierno a ser derrotado en las municipales, parlamentarias, cores y presidencial. Por cierto, en esto último influyó la desunión del sector así como la mediocridad y falta de ideas de la candidatura. En eso la responsabilidad  no le es exclusiva. Sin duda, en el post-gobierno sabrá generar o apadrinar algo “más de su propiedad” que RN.

Por último, Evópolis. Es una apuesta por generar una derecha más centrista, liberal y con un sesgo conservador más moderado. Es muy pronto para opinar sobre ellos. Aparece frente a tantos nubarrones del sector como una apuesta atractiva por un espacio entre RN, piñerismo y Fuerza Pública. Justamente, está por verse el cómo van a conseguir no ser un apéndice de Los partidos ya existentes, incluido los intentos de remozamiento de un Piñera-2017. Necesitarán un contenido y personalidad más allá del reiterativo recambio generacional, el cual por vacío no da para mucho más que una “buena onda momentánea”.

Mientras David Lynch supo transformar la tragedia del Hombre Elefante en una obra maestra del cine, la derecha chilena se asemeja a una mala comedia de vaudeville, como esas que se montaban post-depresión del 29: sin recursos, sin libretos; un pálido reflejo de un antiguo esplendor.

Fuente: La Tercera (Santiago de Chile)