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20.12.13

La ilusión malherida

(El Observador) Mujica, Astori y Vázquez, los tres líderes más importantes de la izquierda uruguaya siguen siendo figuras fundamentales en el tablero político nacional y en su propio partido. Pero, cada uno a su tiempo, cada cual a su manera, han ido perdiendo el brillo de otrora. El principal desafío político del FA para el año próximo es revivir el sueño.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) El Frente Amplio llega a fin de año exhalando un suspiro de alivio. Tabaré Vázquez aceptó ser candidato a la Presidencia. El congreso, pese a algunos momentos de tensión, terminó en paz. La economía se enfrió pero sigue creciendo. La inflación está bajo control. Algunas leyes muy importantes para el gobierno, como la de interrupción voluntaria del embarazo, quedaron firmes. Otras, que despiertan fuertes recelos en la opinión pública, como la nueva regulación del cannabis, o franca resistencia en actores sociales, como la de minería de gran porte, lograron ser aprobadas. No fue un mal año para el FA. Pero se le empieza a notar el desgaste.

No fue un año tan malo para el presidente. De hecho, sigue siendo frecuentemente mencionado, por diversos medios de comunicación, como el “mejor presidente del mundo”. Pero sufrió un duro tropiezo en una de las políticas que sostuvo con más insistencia a lo largo de toda su gestión. La relación con Argentina, en vez de mejorar, empeoró. “La vieja es peor que el tuerto”, que podría ser la frase del año, expresa muy bien su frustración.

Además, los datos de opinión pública muestran claramente que aunque, como siempre, sigue despertando simpatía, no ha logrado mejorar en el indicador, mucho más importante, de “aprobación de gestión”. De acuerdo al análisis realizado por Lucía Selios, Nicolás Pose y Jimena Torres en el último Informe de Coyuntura del Instituto de Ciencia Política, “el actual saldo de aprobación presenta una sostenida caída y es el más bajo registrado en los últimos nueve años”. El fracaso del gobierno en atender las demandas ciudadanas en educación y seguridad explica, según este mismo estudio, el bajo nivel de aprobación de la gestión presidencial.

No fue un año tan malo para el astorismo. Según los datos de Factum (correspondientes al lapso abril-junio de 2013), el ministro Fernando Lorenzo es el mejor evaluado por la ciudadanía. Sin embargo, la herida del cierre de Pluna sigue sangrando. Dos de los ministros del Frente Líber Seregni, Lorenzo y Pintado, acaban de padecer una nueva interpelación por este tema, esta vez motivada por la declaración de inconstitucionalidad de la ley de liquidación de Pluna votada a las corridas por la bancada del FA. Todo este asunto, como analicé hace un año, fue, y sigue siendo, un golpe muy duro en el principal cimiento sobre el cual el equipo astorista ha construido su notable influencia política: la imagen de solvencia técnica e infalibilidad.

Vázquez termina el 2013 proclamado, una vez más, precandidato del FA y como favorito para ganar las elecciones presidenciales del 2014. Pero tampoco fue un año fácil para él. Es cierto: peregrinaron hasta el Prado y le pidieron que asumiera nuevamente el desafío. Todos los frenteamplistas sabían que sin Vázquez les iba a resultar mucho más difícil conseguir el tercer mandato consecutivo. Lo fueron a buscar, es cierto, pero también le pusieron condiciones. En el plano programático fueron menos gravosas de lo que muchos temían (y yo mismo suponía). Pero todo indica que no podrá designar el candidato a la vicepresidencia sin atender los reclamos de quienes, como comunistas y emepepistas, sostienen que la fórmula debe expresar la diversidad ideológica y política del FA.

Mujica, Astori y Vázquez, los tres líderes más importantes de la izquierda uruguaya siguen siendo figuras fundamentales en el tablero político nacional y en su propio partido. Pero, cada uno a su tiempo, cada cual a su manera, han ido perdiendo el brillo de otrora. La irrupción de nuevos liderazgos, como el de Constanza Moreira o el de Raúl Sendic, tiene mucho que ver, para mi gusto, con el malestar que van acumulando muchos frenteamplistas.

Lo que le pasa al FA no es muy original. Le sucede a todos los partidos que ejercen el poder. El ejercicio del gobierno desgasta. Se malhumoran los gobernantes, que se sienten incomprendidos por la ciudadanía, injustamente criticados y, poco a poco, se van alejando de la gente. Se malhumoran los votantes, que se frustran con muchas decisiones adoptadas por sus representantes y terminan sintiéndose engañados.

Me parece evidente que, durante estos años, muchos votantes frenteamplistas han ido perdiendo la ilusión. Si este razonamiento es correcto, por eso mismo, el principal desafío político del FA para el año próximo es revivir el sueño. No será fácil. Muchas promesas sonarán bastante menos creíbles después de 10 años de gobierno que antes. Pero tampoco es imposible. El FA es mucho más que un partido político. Dicho en términos gramscianos, es una impresionante maquinaria de construcción de “sentido común” y de fabricación de hegemonía.

La militancia organizada en los comités de base y las redes sociales frenteamplistas. Los líderes sindicales y los empresarios amigos. Los líderes en suave declive y los que vienen en pleno ascenso. Los periodistas e intelectuales que comparten el proyecto. Los “compañeros” duchos en marketing y en comunicación política, y los expertos en campañas electorales especialmente contratados a esos efectos. Todos juntos, apoyándose en muchos logros efectivamente alcanzados durante estos 10 años de gobierno, podrían darle un nuevo impulso al sueño y vender que todavía es posible “seguir cambiando”.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)