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15.10.13

Dilemas de Cristina convaleciente

(TN) Para que la sensibilización con la enfermedad de Cristina se convirtiera en votos, la mejor opción era rodear a Scioli, autopostulado garante de la unidad peronista y la lealtad a la jefa. La consecuencia de no haber aprovechado esa oportunidad se pagará seguramente con una más fuerte imagen de precariedad y soledad de Cristina, más exposición de las tensiones internas entre figuras oficiales que no tienen la confianza de la sociedad, ni siquiera la del resto de los funcionarios, y el fortalecimiento de la sensación de que el equipo de gobierno está ganado por la desorientación y el internismo.
Por Marcos Novaro

(TN) La enfermedad y licencia de Cristina afectó fuertemente a su gobierno, disparando pujas internas que vienen de largo y nadie ha resuelto, ni ahora está en condiciones de contener. Pero aparentemente no alteró demasiado a los electores, que están más atentos al nuevo pico inflacionario y a la inseguridad que a lo que sucede en el palacio. Simplemente porque la mayoría no cree ni espera ya que de allí vayan a surgir soluciones para sus problemas.

La imagen personal de la Presidenta se recuperó marginalmente en las últimas semanas, pese a todo. Pero lo que sobre todo crece es la irrelevancia del dato para explicar comportamientos electorales. Dicho de otro modo: se está profundizando el desacople, que ya se pudo observar en las PASO, entre dos posturas antes fuertemente correlacionadas, “tengo buena opinión de Cristina” y “voto al oficialismo”. Desacople que suele darse cuando un presidente es valorado por algunos rasgos de su personalidad pero está de salida y sus políticas de gobierno no están funcionando.

Así las cosas, el Gobierno está necesitando un nuevo centro organizador, pero por su naturaleza es incapaz de proveérselo. El más a la mano, Scioli, nunca será aceptado en ese rol. Durante la enfermedad de la Presidenta se esmeró más que nunca por ofrecer gobernabilidad y futuro, y con esos argumentos podría haber cumplido, si lo dejaban, un rol positivo para convertir la ausencia de Cristina en una mejora de la suerte electoral del oficialismo. Pero la mezquindad y falta de miras del elenco gubernamental le cerró el paso y se abortó esa posibilidad.

Es curioso que haya pasado en el mejor de los casos desapercibido el hecho de que, para que la sensibilización con la enfermedad de Cristina se convirtiera en votos, la mejor opción era rodear a Scioli, desde siempre autopostulado garante de la unidad peronista y la lealtad a la jefa. La consecuencia de no haber aprovechado esa oportunidad se pagará seguramente con una más fuerte imagen de precariedad y soledad de Cristina, más exposición de las tensiones internas entre figuras oficiales que no tienen la confianza de la sociedad, ni siquiera la del resto de los funcionarios, como Boudou, Zannini y compañía, y el fortalecimiento de la sensación de que el equipo de gobierno está ganado por la desorientación y el internismo.

¿Prefigura este cuadro la situación con la que Cristina deberá lidiar cuando retome sus funciones, y tenga que acomodar el golpe de la derrota electoral, más una creciente lista de problemas a resolver?

Hay quienes dicen que el panorama que ofrece hoy su gestión, visto desde la relativa distancia y tranquilidad de la convalecencia, alentará a la Presidenta a producir cambios más o menos inmediatos y drásticos, y que esos cambios pueden volver a darle aire a la gestión económica y las alianzas políticas, fortaleciendo nuevamente su rol como vértice organizador. En esta opinión se mezcla un poco de expresión de deseo e interés, con el recuerdo de la audacia que en el pasado caracterizó las gestiones kirchneristas. Pero no habría que descartar que algo de esto suceda. Otra cuestión será en todo caso determinar si el giro puede llegar a ser lo profundo y consistente que hace falta, o será puro maquillaje, y si puede permitirle controlar en mayor o menos medida el proceso de sucesión del liderazgo del peronismo, y proveerle suficientes recursos y tolerancia externa para que Cristina llegue medianamente bien parada a 2015.

Los pesimistas en cambio sostienen que el gobierno difícilmente logre detener el acelerado deterioro que ha venido sufriendo en los últimos tiempos. Y como se negará a negociar y buscar ayuda afuera, en el peronismo, en los organismos financieros y en los grupos de interés, seguirá en su ineluctable deriva hacia una crisis política.

Según esta idea, además, el cuadro de la competencia electoral a nivel nacional tenderá a parecerse al que ahora se observa en la provincia de Buenos Aires (algo que se ve preocupa a casi todos los jefes territoriales del peronismo y explica que no se casen con nadie, ni con Cristina, ni con Scioli ni con Massa), con lo que la polarización y desorganización del peronismo serán cada vez más agudos. En tanto el cuadro económico se asemejará al que desde hace tiempo padece Venezuela, estanflación y restricción externa. Una combinación que, es obvio, no puede terminar bien.

Después del 27, o incluso ya en los próximos días, se podrá observar cómo se acomodan los tantos, y cómo la Presidenta, en su hora más difícil, se dispone a hacer efectiva una u otra hipótesis.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)