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15.08.13

El príncipe

(El Observador) Los que siguen anhelando un giro a la izquierda ya no podrán especular con un paso al costado de Tabaré Vázquez. Ahora, más que nunca, tendrán que pensar en cómo libretar su acción desde la Presidencia. En este sentido, la batalla por cada renglón del programa de gobierno del FA será más decisiva que nunca. Asimismo, tendrán que ingeniarse para hacer pesar sus preferencias en la designación del candidato o candidata a la vicepresidencia.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) “… admito que sea verdad que la fortuna rija la mitad de nuestras acciones; sin embargo nos deja gobernar la mitad restante […]. La comparo a un río funesto que cuando crece anega llanos, derriba árboles y edificios […]. Y aun así no es imposible que los hombres en tiempo quieto se prevengan con diques y reparos, de suerte que cuando crezca […] sea menos incontenible y dañino”. Nicolás Maquiavelo (El príncipe)

Hace muchos años, Tabaré Vázquez, un político ingenioso, inventó la máquina que fabrica candidatos presidenciales en el Frente Amplio (FA). La lógica de este artefacto es muy sencilla: para ser el candidato del FA, un partido catch-all pero con una clara tradición de izquierda, no se puede ser demasiado centrista. Aplicando con esmero su propia receta le ganó fácilmente la carrera por la sucesión de Líber Seregni al mismísimo favorito del general. Años más tarde, José Mujica, otro político de ingenio, utilizó el mismo artilugio para, también él, vencer a Astori convertido, esta vez, en el predilecto de Vázquez, su rival de otrora.

No perder de vista esta fábula es de la mayor importancia para entender qué está pasando en el FA y por qué, sorprendiendo a tirios y troyanos, Vázquez decidió abandonar su cómodo refugio en el Prado bastante antes de lo esperado. Como es sabido, había anunciado una y otra vez que recién confirmaría su candidatura en octubre o noviembre, en el contexto del congreso frenteamplista. Este timing, como argumenté en otras oportunidades, tenía una lógica muy sólida. En primer lugar, le permitía minimizar el desgaste inherente a toda campaña electoral. En segundo lugar, le daba la posibilidad de mantener cierto control sobre el proceso de elaboración programática del FA (el mensaje a la interna era claro: “si escriben un guión demasiado de izquierda no cuenten conmigo”). Hace una semana, sin avisar, se apartó de esa estrategia y optó por tomar ambos riesgos. ¿Por qué?

Un político como él, graduado con honores en la escuela de Maquiavelo, no abandona un plan bien pensado sin tener excelentes razones para hacerlo. Desde mi punto de vista, se vio forzado a anticipar su regreso porque advirtió que su invento más ingenioso, la máquina de fabricar candidatos en el FA, se había puesto a funcionar otra vez y que, como en el lapso 2008-2009, podía volver a darle un disgusto. Es que, como cualquiera que siga el debate en el mundo frenteamplista podía notar, la interna de la izquierda uruguaya empezaba a ser sacudida por discursos que reclamaban, con mucha elocuencia, fidelidad a los principios históricos. La irrupción de Constanza Moreira en el debate público, en este sentido, fue un elemento clave. Ella fue el emergente más visible y sofisticado del malestar que circula (casi siempre mucho más discretamente) por el sistema linfático del FA cada vez que alguien menciona algunas de las posiciones asumidas por Vázquez en temas especialmente importantes para la sensibilidad de izquierda.

Desde luego, su candidatura no estaba en riesgo. Era imposible que perdiera la elección primaria. Pero, para usar una expresión que se ha vuelto popular en estos días, parece haber aplicado una estrategia de “reducción de daños”: salir del refugio antes de tiempo tiene riesgos; pero permanecer en él hasta octubre o noviembre implicaba incertidumbres todavía mayores. La bola de nieve venía creciendo. No podía descartarse que, en cualquier momento, algunos grupos del ala izquierda del FA aprovecharan la falta de confirmación de la candidatura del expresidente para postular, por ejemplo, a Constanza Moreira. Corría el riesgo de tener que enfrentar una competencia interna exigente y de seguir oyendo críticas desagradables desde sus propias filas. Corría el riesgo, si su desafiante obtenía suficiente apoyo popular, de verse obligado a pactar con él (peor aún, con ella) después de la elección primaria, tal como Mujica debió hacer con Astori. Médico corajudo acostumbrado a decisiones difíciles, optó por curarse en salud. Príncipe comprobadamente estudioso, optó por levantar el “dique” en “tiempo quieto”, por si al río le daba por crecer.

Los que siguen anhelando un giro a la izquierda ya no podrán especular con un paso al costado de Vázquez. Ahora, más que nunca, tendrán que pensar en cómo libretar su acción desde la Presidencia. En este sentido, la batalla por cada renglón del programa de gobierno del FA será más decisiva que nunca. Asimismo, tendrán que ingeniarse para hacer pesar sus preferencias en la designación del candidato o candidata a la vicepresidencia.

Cuanto menos compatibles con la tradición frenteamplista y más centristas sean las posiciones públicas que Vázquez asuma desde ahora al congreso del FA en noviembre, más razones tendrán sus adversarios en la interna para ponerse puntillosos en los debates programáticos y rígidos en la discusión sobre posibles vicepresidenciables. Por eso, como dice claramente el manual de su autoría, la estrategia más racional para Vázquez consiste en desplazarse hacia la izquierda. Supongo que es por esto que, la semana pasada, afirmó estar de acuerdo con la iniciativa de Mujica acerca de la regulación de la marihuana.

Nada nuevo bajo el sol. Acá, claramente, las reglas electorales imponen la cadencia: recostarse a la izquierda para ser candidato, girar hacia el centro para asegurar la elección.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)