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04.03.13

América latina y las relaciones transatlánticas

(Infolatam) La mención a las relaciones transatlánticas viene a cuenta de las iniciadas negociaciones entre EEUU y la UE en torno al Área Transatlántica de Libre Comercio o TAFTA. Se trata de una iniciativa de gran potencial, ya que en caso de prosperar habría que replantear todos los escenarios relativos al crecimiento económico internacional de los próximos años. También Bruselas está negociando la firma de un tratado de libre comercio con Canadá, a lo que hay que sumar el ya existente Tratado de Asociación entre la UE y México.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) La idea de las relaciones transatlánticas se asocia directamente con los nexos entre Europa y América del Norte, especialmente con Estados Unidos y Canadá. México, pese a su pertenencia al TLCAN o NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte o North American Free Trade Agreement) está demasiado vinculado a América Latina como para considerar a las relaciones transatlánticas como algo propio.

En una parte muy extendida de las opiniones públicas latinoamericanas está muy asentada la creencia de que estas relaciones son una herramienta más del imperialismo yanqui, que tenía en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) una de sus armas más desarrolladas. También hay que agregar otras iniciativas más recientes pero de resultados menos exitosos, como la Nueva Agenda Transatlántica (New Transatlantic Agenda, NTA) de 1995 o la Asociación Económica Transatlántica (Transatlantic Economic Partnership, TEP) de 1998.

Los países del ALBA (Alianza bolivariana de los pueblos de nuestra América) junto con Argentina mantienen un duro discurso anti OTAN, muy visible en Siria y Libia. Irán es otro caso de controversia, en relación con lo que algunos mandatarios latinoamericanos estiman una imposición imperialista contra la libertad iraní de impulsar energías alternativas. Se trataría de un escenario muy alejado del objetivo de desarrollar el arma atómica, algo que ninguno de ellos contempla siquiera como una opción remota.

La mención a las relaciones transatlánticas viene a cuenta de las iniciadas negociaciones entre EEUU y la UE (Unión Europea) en torno al Área Transatlántica de Libre Comercio o TAFTA (Transatlantic Free Trade Area). Se trata de una iniciativa de gran potencial, ya que en caso de prosperar habría que replantear todos los escenarios relativos al crecimiento económico internacional de los próximos años. También Bruselas está negociando la firma de un tratado de libre comercio con Canadá, a lo que hay que sumar el ya existente Tratado de Asociación entre la UE y México.

Federico Steinberg  ha recordado recientemente que tal área de libre comercio e inversiones sería la mayor del mundo al implicar a dos regiones que generan el 47% del PIB mundial y un tercio de los flujos comerciales globales, cercano al billón de dólares anual. Dicho acuerdo podría suponer incrementos anuales del PIB del 0,5% para la UE y del 0,4% para EEUU ya en 2027, lo que supone €86.000 millones para Europa y €65.000 millones para su contraparte norteamericana.

La posibilidad de que las negociaciones transatlánticas avancen y lleguen a buen término han comenzado a poner nerviosos a algunos ministerios latinoamericanos de Asuntos Exteriores. Antonio Patriota, el ministro brasileño del ramo, se expresó sobre el tema con cierta cautela y una buena dosis de escepticismo. Desde su punto de vista es posible que EEUU y la UE no sean complementarios en algunas áreas como la agricultura: “Existen grandes dudas sobre si los subsidios a la agricultura podrán ser desmantelados o no…, es prematuro decir cuál puede ser el impacto, cuando no se sabe cómo será la génesis de ese acuerdo”.

Sin embargo, en el caso de concluirse exitosamente la negociación, es obvio que tendría importantes repercusiones sobre las economías latinoamericanas. Pese a su enorme potencial de producción de alimentos, minerales y combustibles, América Latina no puede permanecer al margen de la que sería la mayor y más dinámica área comercial y económica mundial. Ni siquiera el mantenimiento de los mercados asiáticos, especialmente China, garantizaría a la región conservar sus actuales tasas de crecimiento.

La mayor parte de los países latinoamericanos ha apostado de un modo muy fuerte por la carta china. La consolidación del gigante asiático como gran potencia internacional no oculta la emergencia de algunas señales que podrían matizar el futuro fulgurante del Pacífico en las próximas décadas. El potencial energético de la cuenca atlántica (que incluye a todo el continente americano y la costa occidental de África) y la posibilidad de que en poco tiempo EEUU sea autosuficiente en gas y comience a exportar cantidades crecientes de hidrocarburos es otro argumento que tiende a reforzar el papel del TAFTA.

No es necesario que América Latina dé un giro de 180º y abandone sus proyectos asiáticos. Pero sí que contemple de un modo más realista y menos ideologizado su relación con el resto del mundo, comenzando por occidente. Ante la nueva coyuntura serán mucho más útiles las políticas de apertura comercial que las proteccionistas, como demuestran los países de la Alianza del Pacífico. Esto ha colocado a Brasil en un gran dilema, ya que algunos de sus principales socios comerciales suramericanos, comenzando por Argentina y Venezuela, ambos miembros del Mercosur, están a la cabeza del proteccionismo y del estatismo en la región.

Brasil no puede, tanto por su potencial económico como por sus aspiraciones globales y regionales, situarse al margen de cambios mundiales tan significativos. Tampoco le sirve recluirse en el potencial de su mercado interior o en las posibilidades del mercado chino (exportaciones de materias primas sin procesar). Si las autoridades brasileñas quieren consolidar su papel internacional, les ha llegado el momento de actuar, y de hacerlo dejando de lado algunas coartadas retóricas que hasta ahora le habían sido de cierta utilidad.

Fuente: (Infolatam)