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04.03.13

Dilma y la batalla de las expectativas

(Infolatam) La evaluación dominante es que las modificaciones introducidas por el gobierno Dilma van más allá de lo justificado por los tiempos, todavía extraordinarios, vividos en la economía internacional y que estas medidas amenazan con deshacer poco a poco lo que fue duramente construido. Nada que se asemeje a la situación en Argentina. Ni de lejos. Pero hay un claro cambio, para peor, en relación al pasado reciente de Brasil.
Por Sergio Fausto

(Infolatam)  Dilma Rousseff llega a la mitad de su mandato con una alta popularidad, pero ante una difícil travesía. Su política económica, área en la cual invirtió mucha energía y capital político, en especial en la acentuada bajada de las tasas de interés, está en jaque. El clima con el “mercado” y los principales economistas y columnistas económicos del país, francamente, se agrió. No sólo por los resultados obtenidos hasta ahora (un crecimiento minúsculo y una inflación en alza), sino también por una secuencia de iniciativas percibidas como contradictorias y nocivas para el régimen de política económica implantado en el gobierno de Fernando Henrique y preservado en el gobierno de Lula (metas de inflación, meta de superávit primario sin contabilidades creativas, tipo de cambio fluctuante).

La evaluación dominante es que las modificaciones introducidas por el gobierno Dilma van más allá de lo justificado por los tiempos, todavía extraordinarios, vividos en la economía internacional y que estas medidas amenazan con deshacer poco a poco lo que fue duramente construido.

Nada que se asemeje a la situación en Argentina. Ni de lejos. Pero hay un claro cambio, para peor, en relación al pasado reciente de Brasil. Se exacerbaron, en especial, las dudas en relación al compromiso del gobierno con el mantenimiento del régimen de metas de inflación ya que ésta viene moviéndose desde hace dos años lejos del objetivo (4,5%) a pesar de la flaca actividad de la economía. En los últimos meses, los índices de precios al consumidor subieron por encima de las expectativas. El gobierno afirma que se trata de un fenómeno transitorio y concentrado en algunos ítems. La mayoría de los analistas es más pesimista y se pregunta sobre si, y cuándo, el Banco Central actuará para evitar la pérdida de control de las expectativas sobre la futura inflación. ¿Quién está en lo cierto?

En el mundo de la economía real los instintos básicos del empresariado continúan dormidos a pesar de los estímulos fiscales (desgravaciones) y monetarios (bajada de intereses e inyección de crédito por los bancos públicos) recibidos del gobierno. El empresariado reconoce el esfuerzo de la presidente Dilma para promover la inversión en infraestructura, uno de los principales obstáculos para un mayor crecimiento de la economía. De hecho, la presidente, contrariando a su propio partido, finalmente retomó el programa de concesiones en aeropuertos, puertos, vías de tren y autopistas, después de muchos dimes y diretes en relación a las reglas del juego en cada caso, sobre si eran más favorables a la rentabilidad de las inversiones o a la economía en las tarifas.

El tiempo consumido en discusiones internas, que vienen de la administración anterior, retardó las iniciativas del gobierno. Surge así la cuestión de si habrá tiempo suficiente para preparar las licitaciones para las concesiones ferroviarias y de autopistas fijadas para los próximos meses. La misma pregunta surge sobre las licitaciones previstas para nuevas áreas de exploración de petróleo y gas en la plataforma marítima. Y es que el cambio en el régimen regulatorio del sector, aprobado para la capa de la pre-sal al final de 2010, proporcionó un embrollo político jurídico, todavía no resuelto, sobre el reparto de los royalties del petróleo entre los Estados.

Para rematar, Petrobras, bajo el mando firme de su nueva presidenta, mujer de confianza de la presidente Dilma, reconoció al poco de asumir, hace un año, la irrealidad del cronograma de inversiones fijado para la compañía en el gobierno de Lula. En la última semana, al anunciar los resultados de 2012, con una reducción del 36% en los beneficios de la empresa, afirmó públicamente que éste será nuevamente un año difícil para Petrobras (entre otras razones porque el gobierno continua regulando el precio de los combustibles para aliviar la presión sobre la inflación).

LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA

Por ahora el mundo de los partidos políticos parece ajeno a lo que acontece en la economía. Sin embargo, también en este frente los desafíos no serán menores para la presidenta Dilma. El PMDB, que tiene la vicepresidencia y es el segundo mayor partido en el Congreso, acaba de elegir los presidentes del Senado y de la Cámara. Esto significa que el partido adquirió un verdadero poder de veto sobre las inciativas del gobierno en el Legislativo. El nuevo liderazgo de la bancada peemedebista en la Cámara ya mostró que no le va a facilitar la vida al Ejecutivo.

Anunció que pretende presentar proyectos volviendo obligatoria la ejecución financiera de las enmiendas parlamentarias previstas en el presupuesto (bajo la regla actual, el gobierno libera esos gastos a medida de sus conveniencias políticas y fiscales) e impidiendo al Ejecutivo conceder nuevas desgravaciones fiscales que tengan reflejo en la recaudación de Estados y municipios. El objetivo del PMDB es doble: ampliar su espacio de poder en este gobierno y asegurar su posición privilegiada en la composición de un eventual futuro gobierno del PT, garantizando la vicepresidencia en la probable relección de Dilma.

Que el mundo de la economía y el mundo de la política no se encuentren se explica por el hecho de que, a pesar de la preocupación por la inflación y por el bajo crecimiento, la renta y el empleo continúan expandiéndose, aunque más despacio. Es decir, el grueso de la población y del electorado, ajeno a la irritación del mercado y a las incertidumbres del empresariado, incluso porque la oposición no consigue hacer su papel, continua experimentando una situación económica comparativamente mejor.

La cuestión es hasta cuándo la renta y el empleo continuarán teniendo un “comportamiento positivo” si las inversiones no despegan y/o la inflación continua con una tendencia de alza. La verdad, a pesar de las “certezas” de la “ciencia económica”, es que nadie lo sabe. Realmente apenas se sabe que es por la vía de la renta y del empleo que los mundos hasta aquí paralelos de la política y la economía pueden entrar en contacto. Sería entonces cuando la señal amarilla podría encenderse para el gobierno.

Uno de los más destacados nombres de la nueva generación de políticos, el gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, al salir de su reciente encuentro con Dilma Rousseff en el Palacio de Planalto, dijo a la prensa que su papel es ayudar a la presidenta a atravesar 2013. Campos omitió, como siempre lo ha hecho, cualquier comentario sobre su eventual candidatura presidencial en el 2014.

En la entrevista, el gobernador dejó sobreentendido que la travesía no será fácil y que el panorama económico del país pesará en su decisión. Por ahora, él concentra sus movimientos dentro de la coalición oficialista, con vistas a conquistar una posición destacada en el eventual futuro gobierno del PT en 2014. Apuesta a una posición que le proyecte como candidato a la presidencia en el 2018.

Si la travesía de 2013 abre brechas en el barco del gobierno, es decir, si el malestar del mercado se traduce en irritación popular, Eduardo Campos podría anticipar sus planes y lanzar una candidatura disidente, ampliando el abanico de candidatos contrarios al gobierno y aumentando la incertidumbre en relación al resultado electoral. Hoy ese escenario parece improbable. Sin embargo, sagaz como pocos, Lula ya trabaja a toda máquina para evitarlo.

El autor es politólogo y se desempeña como director ejecutivo del Instituto Fernando Henrique Cardoso. Es codirector del proyecto Plataforma Democrática y consejero académico de CADAL.

Fuente: Infolatam