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14.01.13

Percepciones y realidades en América Latina

(Infolatam) Muchos de quienes ven el futuro de forma positiva y se muestran más optimistas respecto a sus posibilidades venideras (tanto personales como familiares o nacionales) son aquellos que están más expuestos a los diferentes ataques criminales. Probablemente una de las respuestas a esta situación, aunque evidentemente no la única, la encontremos en la gran permisividad existente en las sociedades latinoamericanas.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) Según una encuesta de Gallup publicada en diciembre de 2012 con datos de 2011, América Latina y el Caribe es la región del mundo que vive el presente y espera el futuro más positivamente. Entre los diez primeros países de la lista encontramos ocho de la región, algo no tan sorprendente a la vista de otras mediciones similares como el Índice del Planeta Feliz (Happy Planet Index, HPI) de la New Economics Foundation (NEF), donde nueve países latinoamericanos y caribeños copan los diez primeros lugares. Estos datos son coherentes con la manera optimista de ver el mundo de los latinoamericanos y su concepción de la felicidad, y también con la idea del realismo mágico que todo lo impregna.

En tanto Paraguay y Panamá están a la cabeza de la medición y Singapur se encuentra en la última posición, es fácil concluir que ser optimista es un sentimiento poco relacionado con la riqueza personal o incluso con el PIB de los países. Singapur, con más de 50.000 dólares per capita, se encuentra en el décimo primer lugar del ranking del FMI. Como se ve más abajo, la percepción de las sociedades tampoco tiene mucho que ver con el color político de las autoridades que las gobiernan. Así, mientras Venezuela está muy arriba de la lista Bolivia está muy abajo, y lo mismo sucede con Colombia y México.

Entre los 148 países considerados por Gallup, los latinoamericanos ocupan las siguientes posiciones (con calificaciones que van de 0 a 100): Panamá y Paraguay, 85 puntos, primer lugar; El Salvador y Venezuela, 84, 3º; Trinidad y Tobago, 83, 5º; Guatemala, 82, 7º; Ecuador y Costa Rica, 81, 9º; Colombia, 80, 11º, como Canadá; Honduras, 79, 16º; Argentina, 78, 21º; República Dominicana y Nicaragua, 77, 25º; Chile, 76, 33º, como EEUU; Perú, Jamaica y Uruguay, 75, 38º (España, con 74 está 46º); México, 73, 55º; Brasil, 72, 59º, al igual que Portugal; Bolivia, 71, 65º y Haití, con 55 puntos, es el último país de la región, 135º. Cuba no está incluida, probablemente por las dificultades para realizar una medición objetiva, tal como muestra de forma reiterada su ausencia del Latinobarómetro.

Casi un mes después de conocerse el trabajo anterior, durante la II Reunión sobre Seguridad Ciudadana de América Latina celebrada en Viña del Mar (Chile) el 12 de enero pasado, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) resaltaba unos datos inquietantes sobre la criminalidad y la seguridad en la región. Según sus cifras, uno de cada cinco latinoamericanos denunció en 2012 haber sido víctima de algún tipo de delito. Con todo, lo más preocupante es que el 86 % de las víctimas son jóvenes.

Heraldo Muñoz, Director regional del PNUD, señaló que el aumento de la tasa de homicidios y de robos mantienen a América Latina, un año más, como una de las regiones más violentas del mundo. El incremento de la inseguridad ciudadana afectó tanto a los delitos contra las personas como contra las propiedades, y ningún país se libró de la plaga. Inclusive aquellos como Chile, con tasas bajas de homicidios, han conocido un preocupante incremento de los robos, triplicados en los últimos 25 años en todo el continente.

América Latina es la única región del mundo donde ha aumentado la tasa de homicidios en la década pasada (un 11%). El país con la mayor tasa es Honduras, con 82 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2012, mientras la media mundial fue sólo de 6,7. Ciudad Juárez (México) y Caracas son las ciudades más peligrosas del planeta. También preocupa la violencia de género. Diariamente se cometen 460 ataques sexuales, mayoritariamente contra las mujeres, que sufren otra forma de violencia mucho menos perceptible, la violencia intrafamiliar.

Como es habitual, los sectores más vulnerables y con menos defensas frente a la creciente inseguridad ciudadana son los estratos más pobres de la sociedad. Mujeres, niños y jóvenes también son blancos fáciles para los delincuentes en cualquiera de sus manifestaciones. Pese a ello, muchos gobiernos todavía se resisten a atajar el problema de forma frontal.

Lo paradójico del caso es que muchos de quienes ven el futuro de forma positiva y se muestran más optimistas respecto a sus posibilidades venideras (tanto personales como familiares o nacionales) son aquellos que están más expuestos a los diferentes ataques criminales. Probablemente una de las respuestas a esta situación, aunque evidentemente no la única, la encontremos en la gran permisividad existente en las sociedades latinoamericanas.

Pero el cumplimiento de la ley no se conseguirá sólo aplicando la fuerza en manos del estado. Se requieren instituciones eficientes y profesionales, libres de corrupción y de clientelismo político. Esto supone ahondar en las reformas policiales, del poder judicial y del sistema carcelario. Pero también de sistemas educativos que cumplan el objetivo de formar al ciudadano sin ser máquinas propagandistas al servicio de los gobiernos de turno. A éstos les cabe la dura tarea de reprimir el delito y castigar a los culpables, lo que exige una mayor preocupación por el arte del buen gobierno y no tanto por la retórica vacía que se ha impuesto en muchos países de la región y que tanto daño ha hecho.

Fuente: (Infolatam)