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18.12.12

América latina: educación superior, investigación y crecimiento sustentable

(Infolatam) El “relato” de muchos gobernantes, que insisten en sus grandes logros en el combate contra la pobreza y la desigualdad, no puede hacer ocultar una realidad tan preocupante. La dinámica tradicional de avances y retrocesos en la región sólo puede romperse apostando por una mejora radical en enseñanza e investigación. Pero ello requiere una aproximación libre de los grandes prejuicios ideológicos existentes en América Latina.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) Debido al más que notable crecimiento económico de la última década, América Latina ha conocido importantes transformaciones políticas y sociales. Pero, tan buen desempeño no oculta ciertos temores ante la sostenibilidad del proceso. ¿Podrán los países de la región escapar a la aplastante lógica del ciclo económico? ¿Qué ocurrirá cuando los precios al alza de las commodities inicien una etapa declinante?

Una de las principales preocupaciones de los actuales gobernantes latinoamericanos debería ser la de transformar una oportunidad en una realidad. Es decir, como aprovechar la actual etapa, caracterizada por el crecimiento exportador, en un proceso de crecimiento de larga data. Para ello, como dijo Domingo Sarmiento, “hay que educar al soberano”. En el actual mundo globalizado e híper competitivo, educar no es sólo enseñar a leer y a escribir, sino también formar a las jóvenes generaciones para que el día de mañana aumenten su productividad económica.

En este punto, el exitismo desbordado, el mismo que pretende dar lecciones a diestra y siniestra de cómo hacer las cosas, no es suficiente. Si se comparan los logros y avances de la educación universitaria latinoamericana con los obtenidos en otras regiones, competidoras directas de América Latina, el panorama comienza a ser más preocupante. Pero ese mismo panorama se transforma en desolador cuando nos centramos en cuestiones de inversión y desarrollo (I + D) o en los avances científicos y tecnológicos. En este apartado buena parte de la realidad latinoamericana podría describirse con la lapidaria frase unamuniana del “que inventen ellos”.

A fines de 2011 Jorge Grunberg, rector de la Universidad ORT Uruguay, dictó la conferencia “El fatalismo es fatal. Algunas reflexiones sobre la decepción latinoamericana”, donde llamaba la atención sobre el problema que debería afrontar América Latina en el futuro mediato si sus países y gobiernos eran incapaces de solucionar ciertos problemas capaces de hipotecar el crecimiento económico. Entre ellos, los más importantes se concentraban en la educación universitaria y la generación de ciencia y tecnología.

Una pocas cifras presentes en su conferencia nos introducen bruscamente en el problema. Comencemos por la presencia de universidades en los rankings internacionales. Según diversas mediciones de 2011, entre las 500 mejores universidades del mundo sólo había un 3% de latinoamericanas (9 universidades), frente a un 1% de África y un 26% de Asia, un 29% de América del Norte y un 41% de Europa. Si bien podemos olvidarnos del 70% que acaparan Europa, Estados Unidos y Canadá, no podemos hacerlo con el 26% de los países asiáticos, rivales directos de América Latina en lo relativo a la conquista de mercados internacionales.

Con todo, la baja presencia entre las universidades de élite no es lo peor. Lo peor es que sólo investiga el 7% de las casi 4.000 universidades latinoamericanas. Esto implica que su personal docente e investigador publica al menos 50 artículos científicos por año. Las cifras completas, con datos de 2007 a 2011, nos dicen lo siguiente: el 66% de las universidades latinoamericanas son universidades de enseñanza, ya que no publican artículos científicos; el 28% son universidades “artesanales”, publican menos de 50 artículos anuales; el 5% son universidades con investigación, publican entre 50 y 600 artículos; y sólo el 2% (62 centros de estudios) son universidades “de” investigación, con más de 600 artículos al año.

Ahora bien, el panorama todavía se complica más si vemos que la mayor parte de los graduados universitarios se concentran en las ciencias sociales y las humanidades, lo que lleva a constatar una importante escasez de técnicos e ingenieros. Así, por ejemplo, la proporción de graduados en ingeniería en Finlandia o Corea es de tres a cinco veces mayor que en Uruguay o Brasil. Entre 1996 y 2010 las publicaciones latinoamericanas en ingeniería fueron menos del 5% que las asiáticas. O, peor aún, en el mismo período, las publicaciones de Brasil, un país de 190 millones de habitantes, fueron casi iguales a las de Singapur, con tan sólo 5 millones. Y si ésta es la realidad de Brasil, un país puntero en la región en materia educativa, pensemos lo que puede ser la realidad de la gran mayoría de los países restantes.

El “relato” de muchos gobernantes, que insisten en sus grandes logros en el combate contra la pobreza y la desigualdad, no puede hacer ocultar una realidad tan preocupante. La dinámica tradicional de avances y retrocesos en la región sólo puede romperse apostando por una mejora radical en enseñanza e investigación. Pero ello requiere una aproximación libre de los grandes prejuicios ideológicos existentes en América Latina, generalmente coincidentes con aquellas explicaciones centradas en cargar las culpas y las responsabilidades en los extranjeros.

Fuente: Infolatam