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17.07.12

Isla pobre, Cancillería rica: Los recursos del imperio diplomático castrista

A simple vista resulta desproporcionada la cantidad de embajadas que tiene Cuba en todo el mundo, al compararlas con países latinoamericanos como Brasil, México, Argentina y Chile. Entonces surgen varias preguntas que el régimen cubano y sus aliados internacionales deberían responder. Para empezar: ¿Cuál es el presupuesto anual que destina Cuba a mantener tantas embajadas? Y seguidamente, ¿No existen otras prioridades sociales en Cuba para asignar internamente el gasto que utiliza para mantener embajadas en lugares remotos y donde no están presentes países mucho más importantes de América Latina e incluso naciones desarrolladas como Holanda y Suecia?
Por Gabriel C. Salvia

Cualquier persona que visite Cuba notará que se encuentra en un país con una infraestructura que lo caracteriza como pobre, en especial en materia de obra pública, transporte y servicios e incluso registrando los peores déficits sanitarios, como el actual brote de cólera. Al respecto, luego de más de medio siglo en el poder de la dictadura de los hermanos Castro, es poco serio atribuirle las carencias que sufre la población cubana al embargo norteamericano, en lugar de reconocer a los verdaderos responsables de la situación social y la falta de desarrollo interno en la Isla.

Hay que recordar que hasta 1992 Cuba formó parte del imperio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y ello le permitió vivir subsidiada por tres décadas. Y como puede apreciarse ingresando al Organismo Nacional de Estadísticas de Cuba, este país mantiene relaciones comerciales globales, incluso con los Estados Unidos de América. Es decir, Cuba no está aislada desde el punto de vista del comercio internacional.

Y políticamente, muchísimo menos. Una evidencia la ofrece el propio sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, informando que “tiene relaciones diplomáticas con 187 países. Dispone de 148 Representaciones en el exterior en 121 países, de ellas, 120 Embajadas, 1 Sección de Intereses, 20 Consulados, 4 Oficinas Diplomáticas y 4 Representaciones ante Organismos Internacionales”.

De esta manera, Cuba es el país de América Latina con mayor cantidad de embajadas en todo el mundo, seguida de Brasil con 119. Sin embargo, las diferencias entre Cuba y Brasil son enormes. Cuba tiene una población 11.253,665 habitantes, mientras que Brasil está por llegar a los doscientos millones con un PBI per cápita de US$ 10716 (2010), con acceso a agua potable para el 97% de la población (2008) y registrando 104,10 suscriptores de telefonía móvil por cada 100 habitantes.

Además de las mencionadas diferencias, Brasil es un actor relevante en la política internacional, lo cual no le alcanza para disponer de embajadas en países como Camboya, Corea del Norte, Djibouti, Gambia, Laos y Yemen, donde Cuba sí cuenta con embajada propia.

Por otra parte Chile, el país de la región más abierto al mundo en materia comercial y con una población mayor a la de Cuba, cuenta con 69 embajadas, y Argentina, con 44 millones de habitantes, dispone de 79 embajadas en el exterior, mientras que México –junto con Brasil, el país de mayor peso en América Latina- registra 74 embajadas en todo el mundo.

Como puede apreciarse, a simple vista resulta desproporcionada la cantidad de embajadas que tiene Cuba en todo el mundo, al compararlas con países latinoamericanos como Brasil, México, Argentina y Chile. Entonces surgen varias preguntas que el régimen cubano y sus aliados internacionales deberían responder. Para empezar: ¿Cuál es el presupuesto anual que destina Cuba a mantener tantas embajadas? Y seguidamente, ¿No existen otras prioridades sociales en Cuba para asignar internamente el gasto que utiliza para mantener embajadas en lugares remotos y donde no están presentes países mucho más importantes de América Latina e incluso naciones desarrolladas como Holanda y Suecia? 

La respuesta es muy simple. Al disponer internamente de un sistema férreamente represivo, con medios de comunicación monopólicos y propagandísticos, la población cubana vive con miedo y aislada del mundo, por lo cual la principal oposición y condena que recibe el régimen de los hermanos Castro proviene del exterior a través de organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación, intelectuales, algunos gobiernos y ocasionalmente organismos internacionales.

En consecuencia, la dictadura cubana dedica enormes recursos y actividades de “diplomacia paralela” -para nada desinteresadas- en sus relaciones internacionales, con el objetivo de obtener un apoyo que le brinde una legitimidad de la cual internamente carece desde la perspectiva del respeto a las libertades democráticas. Esta suerte de “clientelismo político internacional” Cuba lo combina con campañas “orwellianas” frente a las supuestas amenazas externas que recibe y que en la actualidad tiene como eje a los cinco espías que se encuentran encarcelados en Estados Unidos precisamente por realizar espionaje y que el régimen castrista los presenta como “héroes antiterroristas”. 

Pero los resultados más elocuentes sobre la eficacia de este costoso “imperialismo diplomático” se registran, por ejemplo, en la votación anual en la Asamblea General de la ONU, donde la dictadura cubana logra un apoyo abrumador en la resolución de condena al embargo norteamericano a la Isla; y en su incorporación como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, logrando incluso la relección gracias al respaldo de dos tercios de los países del mundo.

Con este sencillo ejemplo basado en información oficial, es decir objetiva, no quedan dudas sobre lo poco que le importa su pueblo a la nomenklatura castrista y la responsabilidad que tiene la comunidad internacional en la perpetuación de esta dictadura en el poder por más de medio siglo. De la misma manera, tampoco quedan dudas del carácter “imperial” de la revolución cubana al practicar la extensión política del dominio de Cuba sobre otros países.