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12.04.12

Eurocomunismo versus Sudacacomunismo

Berlinguer en Italia hizo lo que el PC chileno, hasta hoy, no ha hecho: condenar toda forma de comunismo que implique reemplazar la democracia multipartidista por una que es una dictadura de partido único. O si se quiere, es igual, rechazar el marxismo-leninismo, en cualquiera de sus versiones, acogiendo uno de tipo crítico. Lo anterior marca una diferencia normativo-política. Para el PCI la defensa de los DD.HH. tuvo un carácter de regla para juzgar la realidad. Para el Partido Comunista de Chile (PCCH), es sólo de tipo pragmático: depende quién y para qué ejecute la acción. De lo contrario, no podría haber diferencia entre Castro y Pinochet.
Por Gonzalo Bustamante Kuschel

Seguramente ningún Partido Comunista generó un aporte cultural a su país, sin nunca haber alcanzado el poder político, como el italiano. El PCI fue mucho más que una agrupación que buscaba llegar a dirigir los destinos de su nación. Fue un movimiento cultural contra la Italia tradicional, su conservadurismo y falta de equidad.

Sin duda que la tradición de la Península de pensar el poder y su vinculación con las posibilidades de la libertad de los ciudadanos, fue un trasfondo que contribuyó a la evolución del PCI. Es posible establecer una línea de pensamiento y de aproximación a lo político (con todas sus diferencias) que se remonta a Marsilio de Padua pasa por Maquiavelo, Gramsci, y llega a autores como Chignola. Es en esa tradición crítica donde a líderes de la agudeza de un Enrico Berlinguer se les hará patente que si el marxismo buscaba liberar a la sociedad de atavismos e injusticias, la sociedad soviética, el maoísmo, no eran el camino.

Berlinguer al iniciar el strappo (desprendimiento, separación) del marxismo a la soviética, dará origen al eurocomunismo el cual se vincula con la tradición del marxismo crítico occidental. Es así, como no le faltó valor para defender el “compromiso histórico” de formar un frente con otras fuerzas tales como la DC, rescatar el aporte y la necesidad de los grandes industriales al desarrollo de Italia y aceptar la incorporación de éste país a la OTAN.

Berlinguer y el PCI constituyen un caso excepcional de reflexión seria por buscar transformar la opción comunista en una fuerza democratizadora de la institucionalidad liberal sin recurrir ni a la dictadura del proletariado ni a la revolución.

Berlinguer hizo lo que nuestro PC, hasta hoy, no ha hecho: condenar toda forma de comunismo que implique reemplazar la democracia multipartidista por una que es una dictadura de partido único. O si se quiere, es igual, rechazar el marxismo-leninismo, en cualquiera de sus versiones, acogiendo uno de tipo crítico. Lo anterior marca una diferencia normativo-política. Para el PCI la defensa de los DD.HH. tuvo un carácter de regla para juzgar la realidad. Para el Partido Comunista de Chile (PCCH), es sólo de tipo pragmático: depende quién y para qué ejecute la acción. De lo contrario, no podría haber diferencia entre Castro y Pinochet.

Son muchos los factores que explican las diferencias entre el PCI y el PCCH. Entre ellas la permanencia en buena parte de nuestra izquierda latinoamericana de un antiamericanismo, que más que explicarse por la conducta imperialista que ha tenido la nación del norte, lo es por una búsqueda de la necesidad de afirmar una identidad.

Como parte de esa búsqueda identitaria figuras como las de Castro, el Che, aparecen con un carisma que hace olvidar el carácter totalitario de sus planteamientos. Por eso se les perdona no sólo sus acciones, sino sus amistades. Basta pensar que el primero es, hasta hoy, un reconocido amigo de Mugabe. Y el segundo (el Che) fue “socio” de Kabila.

Por el contrario, al PCI le bastaba mirar hacia su propia historia político-intelectual para encontrar una tradición e identidad vinculada a los orígenes de la democracia occidental.

La permanencia del discurso antiyankee, la búsqueda de quiénes somos y la falta de fortaleza de nuestras instituciones político-culturales explican que para el PCCH la democracia a la occidental y su sistema económico, sigan siendo vistos como partes de un “imperialismo” extraterritorial. Por eso el  castrismo les parece una forma válida de representación popular. Es una mirada inseparable de un constante mirar al ombligo latinoamericano. Es sudacacomunismo.

El Eurocomunismo tendió con el tiempo ha fusionarse con las corrientes socialdemócratas. Los herederos del PCI conforman la principal fuerza de la izquierda democrática italiana. Hoy miran hacia los Obama, Lula, Lagos o Bachelet.

Berlinguer, dio el paso de separarse y criticar a la URSS cuando aún muchos intelectuales de izquierda lo consideraban un modelo de socialismo y alternativa válida a las democracias occidentales.

Habrá que ver si en algún momento las nuevas generaciones del PC tienen esa valoración de la democracia que les permita  señalar a Castro como lo que es: en el mejor de los casos un Pinochet de izquierda. Así como normativamente no es argumentable que las violaciones a los DD.HH. de éste  último son “detalles” por las transformaciones económicas que logró, tampoco lo es respecto a Castro por contar con un aceptable sistema de salud y buenos atletas.

Gonzalo Bustamante Kuschel es Profesor en la Escuela de Gobierno en la Universidad Adolfo Ibáñez e integra el Consejo Académico de CADAL.