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30.03.12

¿Qué hacer para la Feria del Libro 2012?

No vendría mal programar a Carta Abierta para que, con el brillo intelectual que la caracteriza, encuentre el fundamento ideológico para las restricciones a la importación de libros. Si se comieron la Ley Antiterrorista, no les van a faltar argumentos para este caso, sin duda más sencillo.
Por Luis Galeno del Puerto

El año 2010 la Argentina fue invitada de honor en la Feria del Libro de Frankfurt. Como era de esperar, la presidenta de la Nación inauguró el evento con un brillante discurso. En el año 2011, el día de la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, hubo un inoportuno acto partidario. Por eso, Cristina Fernández no pudo asistir.
Pero para el mes que viene hay una inevitable inquietud: ¿qué pasa si no hay ningún acto partidario y la presidenta debe inaugurar la versión 2012 de la Feria?
El problema no es menor, porque este año, por fundadas razones económicas y ecológicas –falta de divisas y plomo en la tinta–,  hay dificultades para importar libros. Y como más de dos de cada tres libros que se venden en la Argentina son impresos en el exterior, corremos el riesgo de mostrar la imagen de nuestra presidenta con el fondo de una estantería raleada.
Imagine usted a la comitiva presidencial paseando por los stands de los países expositores: vacíos y con las promotoras aburridas. O por una sala donde un escritor invitado se dispone a dedicar ejemplares y debe garabatear su firma en las fotocopias de su propio libro, que para colmo no pagaron derechos de autor.
Para resolver el problema nos permitimos elaborar una lista de recomendaciones que – esperamos– serán de utilidad.

-Una solución fácil sería pedirle urgente a la Aduana, Secretaría de Comercio y AFIP, que dejen entrar rápido solamente los libros que irían a la Feria. Creo que para eso no dan los tiempos. Si alguien vio venir el problema, ya deben estar los libros preparados. Pero si no es el caso, habrá que buscar algo más imaginativo.

-Comprar lomos de libros, de utilería. Eso sí, de industria nacional. De esa forma se pueden llenar los estantes y meter del lado de adentro volantes del Mercado Central, con la inscripción “Clarín miente”. Pueden servir, por si a alguien se le ocurre presentar un libro sobre el INDEC.

-Llenar los espacios vacíos con “carne para todos”, u ofertas de lácteos, pan y útiles escolares a precio oficial.

-Pedir urgente a los muchachos de la Cámpora que presten libros –a devolver ni bien termine la feria.

-Y ya que estamos con la Cámpora: ratificar con valentía la medida tomada, e inventar una consigna que pegue. Yo sugiero actualizar lo de “alpargatas si, libros no”, poniendo “zapatillas Converse (o Reebok) si, libros no”.

-En esa misma línea, de valiente ratificación del “modelo”, podría ser una buena idea pasear por los stands vacíos con un empresario imprentero que no usa plomo en sus impresiones. El imprentero ideal es el vicepresidente de la república. Así matamos de un solo golpe a dos operaciones mediáticas juntas

-Aunque, probablemente, para defender el “modelo”, y tratándose de libros, nada mejor que el Director de la Biblioteca Nacional. Ya el año pasado, cuando quiso vetar a Vargas Llosa dijo (sic) “para la inauguración hay numerosos escritores argentinos que pueden representar acabadamente un horizonte común de ideas”. Ahora podría decir: “hay numerosas imprentas argentinas que pueden imprimir acabadamente un horizonte común de libros”. (Es importante repetir lo de “horizonte común”, un giro literario, muy propio de un evento como la feria).

-Y ya que estamos con el Director de la Biblioteca, no vendría mal programar a Carta Abierta para que, con el brillo intelectual que la caracteriza, encuentre el fundamento ideológico para las restricciones a la importación de libros. Si se comieron la Ley Antiterrorista, no les van a faltar argumentos para este caso, sin duda más sencillo.

Esperamos confiados, que estas ideas, ayuden a la Señora Presidenta. Aunque, posiblemente estemos a tiempo de armar un nuevo acto partidario para ese día y esa hora. Sería –aunque repetida–, la solución más apropiada.
Soldado que huye, sirve para otra guerra.