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16.01.12

La “morenización” del gobierno argentino

Ante la escasez de divisas, que este año podría complicarse por los menores precios internacionales de las materias primas que la Argentina vende al exterior y porque probablemente se perderá por la sequía un cuarto de la cosecha total estimada, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner optó por darle el cuidado de los dólares a un ortodoxo de esa economía cerrada, intervencionista y corporativa que tanto añora la sociedad: el secretario de Comercio Exterior, Guillermo Moreno.
Por Hugo E. Grimaldi

Una de las pasiones argentinas, la de aspirar a que el Estado le arregle la vida a todos, siempre y cuando lo haga con los recursos de los demás, ha exacerbado la fuga de capitales (U$S 72 mil millones en cuatro años y medio), proceso que en 2011 se comió parte de las Reservas y terminó con las llamadas de “libre disponibilidad”, junto con el uso de dólares para honrar la deuda y los pagos por la creciente importación de recursos energéticos.

Ante la escasez de divisas, que este año podría complicarse por los menores precios internacionales de las materias primas que la Argentina vende al exterior y porque probablemente se perderá por la sequía un cuarto de la cosecha total estimada, la Presidenta optó por darle el cuidado de los dólares a un ortodoxo de esa economía cerrada, intervencionista y corporativa que tanto añora la sociedad: el secretario de Comercio Exterior, Guillermo Moreno.

El nuevo organigrama puso a Moreno al menos por encima de cuatro ministros de áreas que tienen que ver con la producción: saltó a su jefe directo, Hernán Lorenzino en Economía; ha comenzado a operar en las áreas energéticas de Planificación, nada menos que con Julio De Vido como contendor; borró de un plumazo la tarea de Norberto Yahuar en Agricultura y sobre todo vació de contenido a Débora Giorgi, en Industria. Ni que hablar sobre el zarpazo que le dio a la Cancillería. Ante tamaña ofensiva, no iba a ser el Banco Central el que se le resistiera.

Con toda la manija presidencial en el puño, lo primero que hizo Moreno en noviembre fue poner en marcha el control de cambios, primero en cabeza de los particulares y ahora, en materia de controles a la importación, aunque al hacerlo esté corriendo dos riesgos: el de trabar las exportaciones que se alimentan de insumos importados y el de sumar desconfianza y que se camine al borde de la cornisa en el plano de las inversiones, actividad económica y empleo. Si las cosas no salen bien, a la sequía climática le podría seguir una mayor sequía de dólares y correlativamente la de impuestos, por lo cual las dos balanzas están hoy más en capilla que en 2011.

Si bien debido a la crisis internacional el mundo emergente tiende al proteccionismo, lo que está ocurriendo en la Argentina es un nítido cambio en materia de libertad de comercio para los nacionales, pero además un ruido extremo para el mundo, comenzando por los vecinos y socios del Mercosur. Para Brasil, Moreno se ha convertido hoy en su enemigo público número uno: dicen que se trata de un “funcionario truculento” y no omiten agregar que acostumbra a amenazar a sus adversarios políticos.

Ni en este país ni en Uruguay pueden creer lo que está ocurriendo en materia de controles en la Argentina, sobre todo porque el Tratado de Asunción dispone en su Artículo 1 “la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países”. Precísamente, porque su economía no participa de este criterio, ya que tiene institucionalizada la regulación estatal del comercio, con cupos y cuotas, el Congreso paraguayo no le otorgó aún la venia y Venezuela sigue afuera del Mercosur.

Los expertos estiman que si bien la balanza comercial de la industria en la Argentina es deficitaria en U$S 25 mil millones, el control de importaciones de Moreno apuntará más a los bienes de consumo que a los de producción, ya que hay sectores que tienen necesidad de adquirir en el exterior componentes importados muy altos, como el automotor. En este aspecto, también en Brasil especulan que la estrategia del súpersecretario tendría por objeto dificultar las compras para canjear liberación de cupos por nuevas inversiones en el país, proyecto que el diario O Globo calificó de “tosco”.

“Es parte de la misma visión que en Brasilia inspiró el aumento abrupto de impuestos sobre los vehículos importados, con el motivo explícito de apresurar la instalación de las fábricas en Brasil. Un engaño, porque este tipo de ruptura de la estabilidad de las normas ahuyenta el capital, en vez de atraerlo”, señaló el matutino, en tiempos en que la Argentina, tras el default, “pasó a ser un paria del mercado financiero internacional”.