Artículos

04.07.09

La Gripe A en la Argentina: un caso de estatismo criminal

No es casualidad si la Argentina hizo las cosas al revés que los demás países afectados. Hay una matriz ideológica bien clara, que se suma fatalmente a la ineficiencia del Estado. Además, si el sistema privado de salud es considerado apto para afrontar patologías como cáncer o infecciosas graves, ¿por qué no lo sería también en este caso?
Por Pablo Díaz de Brito

El pésimo manejo argentino de la gripe A es otro ejemplo del estatismo que se ve a sí mismo como "benefactor". No sólo se trata en este caso de un déficit general, idiosincrático, es decir, propio de toda la sociedad argentina ("los argentinos somos desordenados, ¿qué se podía esperar?"), sino de un rasgo típico del estatismo. De efectos siempre deletéreos, que en este caso resultan literalmente mortales.

Porque desde mediados de junio se hizo aquí lo contrario de lo que hacen Chile, México, Estados Unidos y Canadá. El llamado "comité de crisis" decidió por esas fechas limitar la prescripción del antiviral a los casos graves y grupos de riesgo, y siempre luego del tardío análisis del Malbrán. Esa decisión, es seguro, costó muchas vidas y multiplicó la dispersión del virus. El lunes 29 de junio, al día siguiente de la elección, el jefe de gabinete, Sergio Massa, admitió que se había cambiado drásticamente esa política y que el antiviral se daría, por fin, a todos los que presentaran sintomatología compatible, sin esperar ni el test rápido ni el análisis de cultivo. Pero ya estábamos en el horno, y además el Tamiflu siguió sin aparecer.

Por Santa Fe las cosas están igual o aún peor que en la Nación. El socialismo santafesino es un buen ejemplo de este ideologismo estatista que ahora resulta no sólo ineficiente, sino directamente criminal. El ministro de Salud santafesino, Miguel Angel Cappiello, previno ante la venta particular del antiviral Tamiflu que se comenzó a ver muy limitadamente en Rosario la última semana: "la estrategia y la epidemiología aconseja que sea el Estado nacional el que tenga toda la producción de los medicamentos, cosa que se ha hecho. De hecho la OMS al laboratorio productor de esa droga comercial le quitó la patente para poder fabricarlo en otros lugares". Y sigue la eminencia científica socialista: "Esto va a provocar un problema, porque lo van a usar para cualquier tipo de cosa y generar un tipo de resistencia que no va a servir para nada (sic)".

Como se ve, no es casualidad si la Argentina hizo las cosas al revés que los demás países afectados. Hay una matriz ideológica bien clara, que se suma fatalmente a la ineficiencia del Estado. El latiguillo de la "resistencia", tirado así a la marchanta, es un falso argumento científico. Ocurre que resistencia sólo puede desarrollar un patógeno -virus, bacteria, hongo o protozoario- si ha tenido contacto prolongado con el medicamento. Y, justamente, de lo que se trata ahora es de poner en contacto lo más ampliamente posible al virus con el antiviral. Si luego de esta operación de emergencia el virus desarrolla resistencia, se probará, el invierno próximo, con una vacuna o con un nuevo antiviral. Y hasta ahora sólo hay un caso reportado de resistencia: en Dinamarca.

Por lo demás, y a pesar del cambio de protocolo ordenado por el gobierno nacional, en Rosario este miércoles 1 de julio aún se explicaba que el antiviral iba sólo para los grupos de riesgo e infectados probados. Simplemente porque no hay existencias. Ese día la provincia y el municipio admitían que esperaban 60 mil dosis del Estado nacional. La provincia tiene unas 30 veces esa cantidad de pobladores. Por lo demás, si el sistema privado de salud (médicos, sanatorios, obras sociales) es considerado apto para afrontar patologías como cáncer o infecciosas graves, ¿por qué no lo sería también en este caso? Nadie puede explicar por qué un buen clínico que atiende en una obra social o medicina privada no es apto para recetar un antiviral contra la gripe A y sí lo es para ordenar un antibiótico contra otra infección respiratoria aguda. Ese canal normal y relativamente eficaz está ahora interceptado por el Estado, que exige al médico privado y al paciente llenar una ficha epidemiológica para comenzar el arduo trámite de la provisión del antiviral, cuando simplemente podría ir a comprarlo a la farmacia. Si se trata de que el Estado sea informado de un caso de una patología epidémica, bastaría con que el médico que receta y la farmacia que vende el medicamento notifiquen a la autoridad sanitaria. Así es en Estados Unidos, donde los CDC federales aconsejan el uso extensivo de los antivirales con criterio preventivo de manera enfática y reiterada (ver: http://www.cdc.gov/h1n1flu/antiviral.htm).

Pablo Díaz de Brito es periodista.