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19.11.07

El nostálgico socialismo del siglo XXI

¿Qué ha pasado con el proyecto bolivariano que Chávez impulsa desde Caracas y que inquieta a más de un analista? Quiero centrarme en el caso boliviano, ya que el presidente Evo Morales es el único de los presidentes chavistas que lleva suficiente tiempo en el poder como para sacar algunas conclusiones respecto a la versión exportada del socialismo del siglo XXI.
Por Raúl Ferro

Finalmente Hugo Chávez se robó la fiesta de la Cumbre Iberoamericana de Santiago hace una semana. Su enfrentamiento verbal con el rey Juan Carlos y el primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero hicieron olvidar el propósito de la reunión de jefes de estado. El incidente, sin embargo, no aporta nada más allá de captar titulares de prensa. Cuando mucho, polarizó aun más los sentimientos de los latinoamericanos respecto a Chávez. Los que lo apoyan festejaron "el valor" de su caudillo. Quienes se oponen a su visión fueron alimentados con más munición para reforzar sus opiniones. Ni Chávez ganó adeptos entre sus opositores ni estos conquistaron el corazón de ningún chavista.

Pero dejemos los incidentes en el cajón de las anécdotas y veamos, en el mundo real, qué ha pasado con el proyecto bolivariano que Chávez impulsa desde Caracas y que inquieta a más de un analista. Quiero centrarme en el caso boliviano, ya que el presidente Evo Morales es el único de los presidentes chavistas que lleva suficiente tiempo en el poder como para sacar algunas conclusiones respecto a la versión exportada del socialismo del siglo XXI.

La experiencia de Morales tiene mucho de dulce y agraz. Hay que reconocer que su gobierno ha mantenido, al menos hasta ahora, una política macroeconómica bastante moderada. Con la revisión de los contratos con las petroleras y el aumento de los precios de las materias primas, el gobierno boliviano ha aumentado significativamente sus ingresos y, hasta ahora, ha resistido la tentación de aumentar el gasto público.   El resultado es que las proyecciones apuntan a un superávit fiscal del 3,2% del PIB en el 2007 y de 2,5% del PIB en el 2008. El crecimiento económico se ubica en 4% este año y se proyecta a 4,7% en el 2008. Standard & Poor's, de hecho, mejoró recientemente las perspectivas económicas de Bolivia de negativas a estables. El punto negro de las cifras macroeconómicas boliviana es la inflación, como sucede en casi todos los países que tienen una política económica intervencionista que no permite la correcta alineación de los precios relativos, como Argentina y Venezuela. La inflación boliviana ha trepado hasta alcanzar un 11% este año.

Sin embargo, lo más preocupante del modelo boliviano son sus perspectivas de largo plazo. La sombra del Socialismo del Siglo XXI se ve con más claridad en la visión que el gobierno boliviano tiene sobre la inversión privada, especialmente en los sectores en los que Bolivia tiene más ventajas, como el petrolero y el minero. En ambos casos, las líneas centrales apuntan a un papel mayoritario del Estado y a modelos que aumenten el valor de la producción.

Se trata de propuestas bienintencionadas pero poco realistas. Las autoridades bolivianas dicen que dan la bienvenida a la inversión privada en estos sectores siempre y cuando acepten al estado como socio mayoritario. El gobierno quiere resucitar viejos dinosaurios como YPFB y Comibol. Con escasa capacidad técnica y financiera y un historial corporativo poco feliz, las versiones recicladas de estas empresas no resultan precisamente atractivas para los inversionistas.

La idea de aumentar el grado de industrialización de la producción de materias primas también suena como una aspiración más que razonable. Pero, a la hora de la verdad, construir fundiciones o refinerías puede no resultar necesariamente un buen negocio. Hoy resulta más atractivo agregar valor a las materias primas a través de la especialización (como el caso de Petrobras con la explotación petrolera en aguas profundas), la generación de conocimiento (biotecnología aplicada al sector minero) o la promoción de clusters, para lo cual resulta necesario Hoy  un ambiente de negocios que incentive la innovación y el riesgo.

El otro error boliviano es reducir todos los males del país al proceso de capitalización llevado a cabo por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Sí, el proceso estuvo lleno de errores de implementación y de manifestaciones de corrupción en algunos casos, pero fue un intento serio e inteligente de modernizar una economía como la boliviana que se encontraba anquilosada por la disfuncionalidad. Los problemas de Bolivia vienen de mucho más atrás y, más bien, tienen más que ver con el dirigismo económico que envolvió al país durante la mayor parte de su vida moderna.

Si lineamientos del Socialismo del Siglo XXI se apoyan en un modelo de estado empresario y de planificación burocrática, mejor cambiarle el nombre. Esa película ya la vimos. Se parece mucho más a los experimentos nacionalistas de la dictadura del general Juan Velasco Alvarado en el Perú de principios de los 70 que a una propuesta de socialismo renovado como la que encarna el Partido Socialista Obrero Español, contra quien Chávez dirige su artillería actualmente. Las condiciones macroeconómicas actuales le ofrecen a Bolivia una oportunidad de oro para intentar armar una estrategia competitiva que le traiga crecimiento y desarrollo a largo plazo. Pero todo indica que el nostálgico Socialismo del Siglo XXI frustrará esta oportunidad para los bolivianos.

Raúl Ferro es Director de Desarrollo de Contenidos de Business News Americas y columnista de "Apertura Latinoamericana", el programa radial semanal de CADAL.