Fue «a las malas» nomás
En enero lo había pronosticado Maduro: «ganaremos por las buenas o por las malas». Lo reiteró siete días antes de ir a las urnas. Y cumplió.Por Hugo Machín Fajardo
Cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) de bolsillo había escrutado el 40% de las actas constató que la victoria de Edmundo González Urrutia era irreversible y por una diferencia de 70 a 30, suspendió la transmisión de las actas electorales.
De ahí que en la noche del domingo 28 de julio el comando electoral opositor no contó con más actas electorales que los datos de ese 40%, pero ya sabía que en todos los estados venezolanos había derrotado al chavismo que lleva 25 años en el poder.
En enero lo había pronosticado Maduro: «ganaremos por las buenas o por las malas». Lo reiteró siete días antes de ir a las urnas. Y cumplió.
El fraude ya fue sugerido en la primera hora de la jornada electoral: Maduro —quien lleva 11 años en el poder y aspira a permanecer allí hasta 2031—en un tono inusualmente apacible declaró que respetaría el resultado electoral. Ya había dispuesto la prohibición del ingreso a la sede del CNE de los tres veedores de la oposición, Delsa Solórzano, Perkins Rocha y Juan Carlos Caldera, autorizados por ley a presenciar el desarrollo de la llegada y procesamiento en el CNE de los datos de las 30.000 mesas de votación. El CNE despojándose de su empaque de organismo electoral imparcial, se convirtió en el centro de operaciones del chavismo donde comenzaba a fraguarse la estafa que debería ajustarse, desde que al final del día votaría casi el 60% de los habilitados, cifra alta si se tiene en cuenta los más de 7 millones de venezolanos emigrados.
Parte de la trama fue la creación de una supuesta firma encuestadora (Lewis and Thompson) con una página web creada ad hoc, así como una cuenta X, que ofrecía una supuesta encuesta a boca de urna donde Maduro obtenía una ventaja de 21 puntos.
Cuatro horas después de cerrarse los centros de votación, el ministro del Interior Padrino López, comandante del ejército, en uniforme de combate, adelantó el triunfo chavista al decir que la ciudadanía «había votado contra las sanciones», y destacó que la jornada había transcurrido «en paz y sin problemas». Hay quienes entendieron este mensaje como un golpe de Estado militar imponiendo el fraude burdo.
Luego fue el presidente de la Asamblea Legislativa, Jorge Rodríguez, quien reiteró «la normalidad» de la jornada electoral y declaró que su cara sonriente expresaba el resultado, que no daba a conocer hasta que el CNE emitiera el primer boletín oficial. Después fue el dirigente socialista Diosdado Cabello —otro agente de la provocación y el odio, reconvertido milagrosamente en dulce pacifista— quien tras destacar la «normalidad» de los comicios, adelantó que «el futuro está en nuestras manos (que) el adversario no va a poder revertir el resultado». Ellos siempre supieron que había fraude.
Entonces, pasada la medianoche, el presidente del CNE Elvis Amoroso apareció con la versión de que el sistema informático del CNE había sido hackeado, lo que causó la suspensión «de la transmisión de las actas», como justificación de la tardanza en ofrecer el primer — y único boletín oficial—algo que iba en contravía de las anteriores afirmaciones de triunfo en paz de los dirigentes chavistas.
Amoroso adjudicó el carácter de «ganador» a Maduro (51,20%) y a Edmundo González Urrutia con un 44,2%; y agregó que los otros candidatos habían obtenido un 4,6% de los votos, luego de escrutados el 80% de las actas, pese al supuesto «ataque terrorista» como después lo calificaría Maduro en su discurso «de la victoria». Nunca se mostró cómo fue la progresión de las votaciones ni cómo el CNE llegó a los números difundidos. Impresentable.
Siguiendo un libreto previsible, el fiscal de bolsillo, Tarek William Saab, acusó a los dirigentes opositores Leopoldo López, en el exilio, y a María Corina Machado del supuesto ataque al sistema informático electoral.
En la tarde del lunes 29 de julio, Machado aseguró que la coalición antichavista ya conoce el resultado del 73,33% de las actas correspondientes a la elección que aseguran el triunfo de González. «Con las actas que nos faltan, no alcanzan a Edmundo. La diferencia fue apabullante”. Según lo que surge del 73,20% de las actas, afirmó Machado, González Urrutia obtuvo 6.275.182 contra 2.759.256 votos de Maduro. La dirigente adelantó que las actas ya verificadas y digitalizadas serán publicadas en un sitio web a ser público en las próximas horas. Como «prueba de la victoria».
Machado ha convocado a «movilizaciones familiares» como manera de blindar la protesta contra la represión, combinada con llamados «a la calma».
Miles de venezolanos se manifestaron el lunes 29 en diferentes ciudades, incluyendo caceroleos, y en varias de esas concentraciones intervinieron para disolverlas cuerpos de seguridad y colectivos chavistas — grupos paramilitares— enmascarados.
La comunidad internacional reclamó que se conozcan los datos que justifiquen el resultado electoral anunciado por el CNE. Brasil pide publicar las actas de la elección, y Colombia, Argentina, Chile, solicitan verificar los resultados.
Al cierre de esta columna, el escenario venezolano es incierto. Jorge Rodríguez y Cabello han convocado a enfrentar en las calles a la movilización opositora.
En la región, Brasil, Colombia y México, cuyos presidentes son empáticos con el chavismo, guardan silencio sin que se hayan expresado a favor de reconocer el triunfo de Maduro. El también presidente izquierdista Gabriel Boric sí se pronunció: «Maduro debe entender que los resultados que publica son difíciles de creer».
El apoyo a Maduro provino hasta el momento de China, Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Honduras. Otros presidentes y expresidentes de la región han rechazado la falta de transparencia electoral y en el caso de Costa Rica lo calificó de fraude. Varios países solicitaron reunión urgente en la OEA. Ecuador, Republica Dominicana, Guatemala, Panamá, Paraguay Perú y Uruguay,— «es una dictadura, rompe los ojos”, ha dicho Luis Lacalle Pou— han rechazado la autoproclamación de Maduro. La respuesta del dictador fue exigir el retiro de embajadores de estos países.
También Italia, mediante cancillería reclamó «conocer los resultados electorales» y España, por misma vía, pidió que «los resultados sean verificables». La Unión Europea se ha expresado en términos similares.
Vale recordar que tras las elecciones a la Asamblea Constituyente de Venezuela de 2017, la empresa encargada de procesar los votos informó que «hubo manipulación del dato de participación» de al menos un millón de electores y propuso la solución de «una auditoría [que] permitiría conocer la cantidad exacta de participación». En las elecciones de 2015, el candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, derrotado por Maduro por un mínimo porcentaje, también denunció fraude electoral, pero no pudo presentar actas de votación como pruebas.
Aún no se conocen los informes técnicos sobre las elecciones que preparan el Centro Carter —que el lunes 29 solicitó al CNE que «publique inmediatamente todas las actas»— y la ONU, cuyo informe será privado, así como la opinión de la Unión Africana y la Comunidad del Caribe (CARICOM).
La oposición venezolana hizo lo que debía hacer para derrotar al llamado «Socialismo del Siglo XXI». Se unió en serio. Evidenció durante la campaña electoral el fracaso económico, social y en derechos humanos sufrido durante 25 años. Organizó la presencia de 80.000 testigos en las 30.000 mesas de votación. ¿Qué faltó? La razón del artillero: el ministro del Interior de Uruguay, general Manuel J. Núñez, en la noche del plebiscito del 30 de noviembre de 1980 cuando terminó el conteo del resultado de las urnas anunciando a las 22 horas la derrota de la reforma constitucional (57,2% a 42,8%), entonces impulsada por la dictadura. Faltó Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta Militar chilena, admitiendo al ingresar a La Moneda la noche del 5 de octubre de 1988: «Parece que realmente ganó el No, al menos para mí, lo tengo bastante claro ya».
Cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) de bolsillo había escrutado el 40% de las actas constató que la victoria de Edmundo González Urrutia era irreversible y por una diferencia de 70 a 30, suspendió la transmisión de las actas electorales.
De ahí que en la noche del domingo 28 de julio el comando electoral opositor no contó con más actas electorales que los datos de ese 40%, pero ya sabía que en todos los estados venezolanos había derrotado al chavismo que lleva 25 años en el poder.
En enero lo había pronosticado Maduro: «ganaremos por las buenas o por las malas». Lo reiteró siete días antes de ir a las urnas. Y cumplió.
El fraude ya fue sugerido en la primera hora de la jornada electoral: Maduro —quien lleva 11 años en el poder y aspira a permanecer allí hasta 2031—en un tono inusualmente apacible declaró que respetaría el resultado electoral. Ya había dispuesto la prohibición del ingreso a la sede del CNE de los tres veedores de la oposición, Delsa Solórzano, Perkins Rocha y Juan Carlos Caldera, autorizados por ley a presenciar el desarrollo de la llegada y procesamiento en el CNE de los datos de las 30.000 mesas de votación. El CNE despojándose de su empaque de organismo electoral imparcial, se convirtió en el centro de operaciones del chavismo donde comenzaba a fraguarse la estafa que debería ajustarse, desde que al final del día votaría casi el 60% de los habilitados, cifra alta si se tiene en cuenta los más de 7 millones de venezolanos emigrados.
Parte de la trama fue la creación de una supuesta firma encuestadora (Lewis and Thompson) con una página web creada ad hoc, así como una cuenta X, que ofrecía una supuesta encuesta a boca de urna donde Maduro obtenía una ventaja de 21 puntos.
Cuatro horas después de cerrarse los centros de votación, el ministro del Interior Padrino López, comandante del ejército, en uniforme de combate, adelantó el triunfo chavista al decir que la ciudadanía «había votado contra las sanciones», y destacó que la jornada había transcurrido «en paz y sin problemas». Hay quienes entendieron este mensaje como un golpe de Estado militar imponiendo el fraude burdo.
Luego fue el presidente de la Asamblea Legislativa, Jorge Rodríguez, quien reiteró «la normalidad» de la jornada electoral y declaró que su cara sonriente expresaba el resultado, que no daba a conocer hasta que el CNE emitiera el primer boletín oficial. Después fue el dirigente socialista Diosdado Cabello —otro agente de la provocación y el odio, reconvertido milagrosamente en dulce pacifista— quien tras destacar la «normalidad» de los comicios, adelantó que «el futuro está en nuestras manos (que) el adversario no va a poder revertir el resultado». Ellos siempre supieron que había fraude.
Entonces, pasada la medianoche, el presidente del CNE Elvis Amoroso apareció con la versión de que el sistema informático del CNE había sido hackeado, lo que causó la suspensión «de la transmisión de las actas», como justificación de la tardanza en ofrecer el primer — y único boletín oficial—algo que iba en contravía de las anteriores afirmaciones de triunfo en paz de los dirigentes chavistas.
Amoroso adjudicó el carácter de «ganador» a Maduro (51,20%) y a Edmundo González Urrutia con un 44,2%; y agregó que los otros candidatos habían obtenido un 4,6% de los votos, luego de escrutados el 80% de las actas, pese al supuesto «ataque terrorista» como después lo calificaría Maduro en su discurso «de la victoria». Nunca se mostró cómo fue la progresión de las votaciones ni cómo el CNE llegó a los números difundidos. Impresentable.
Siguiendo un libreto previsible, el fiscal de bolsillo, Tarek William Saab, acusó a los dirigentes opositores Leopoldo López, en el exilio, y a María Corina Machado del supuesto ataque al sistema informático electoral.
En la tarde del lunes 29 de julio, Machado aseguró que la coalición antichavista ya conoce el resultado del 73,33% de las actas correspondientes a la elección que aseguran el triunfo de González. «Con las actas que nos faltan, no alcanzan a Edmundo. La diferencia fue apabullante”. Según lo que surge del 73,20% de las actas, afirmó Machado, González Urrutia obtuvo 6.275.182 contra 2.759.256 votos de Maduro. La dirigente adelantó que las actas ya verificadas y digitalizadas serán publicadas en un sitio web a ser público en las próximas horas. Como «prueba de la victoria».
Machado ha convocado a «movilizaciones familiares» como manera de blindar la protesta contra la represión, combinada con llamados «a la calma».
Miles de venezolanos se manifestaron el lunes 29 en diferentes ciudades, incluyendo caceroleos, y en varias de esas concentraciones intervinieron para disolverlas cuerpos de seguridad y colectivos chavistas — grupos paramilitares— enmascarados.
La comunidad internacional reclamó que se conozcan los datos que justifiquen el resultado electoral anunciado por el CNE. Brasil pide publicar las actas de la elección, y Colombia, Argentina, Chile, solicitan verificar los resultados.
Al cierre de esta columna, el escenario venezolano es incierto. Jorge Rodríguez y Cabello han convocado a enfrentar en las calles a la movilización opositora.
En la región, Brasil, Colombia y México, cuyos presidentes son empáticos con el chavismo, guardan silencio sin que se hayan expresado a favor de reconocer el triunfo de Maduro. El también presidente izquierdista Gabriel Boric sí se pronunció: «Maduro debe entender que los resultados que publica son difíciles de creer».
El apoyo a Maduro provino hasta el momento de China, Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Honduras. Otros presidentes y expresidentes de la región han rechazado la falta de transparencia electoral y en el caso de Costa Rica lo calificó de fraude. Varios países solicitaron reunión urgente en la OEA. Ecuador, Republica Dominicana, Guatemala, Panamá, Paraguay Perú y Uruguay,— «es una dictadura, rompe los ojos”, ha dicho Luis Lacalle Pou— han rechazado la autoproclamación de Maduro. La respuesta del dictador fue exigir el retiro de embajadores de estos países.
También Italia, mediante cancillería reclamó «conocer los resultados electorales» y España, por misma vía, pidió que «los resultados sean verificables». La Unión Europea se ha expresado en términos similares.
Vale recordar que tras las elecciones a la Asamblea Constituyente de Venezuela de 2017, la empresa encargada de procesar los votos informó que «hubo manipulación del dato de participación» de al menos un millón de electores y propuso la solución de «una auditoría [que] permitiría conocer la cantidad exacta de participación». En las elecciones de 2015, el candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, derrotado por Maduro por un mínimo porcentaje, también denunció fraude electoral, pero no pudo presentar actas de votación como pruebas.
Aún no se conocen los informes técnicos sobre las elecciones que preparan el Centro Carter —que el lunes 29 solicitó al CNE que «publique inmediatamente todas las actas»— y la ONU, cuyo informe será privado, así como la opinión de la Unión Africana y la Comunidad del Caribe (CARICOM).
La oposición venezolana hizo lo que debía hacer para derrotar al llamado «Socialismo del Siglo XXI». Se unió en serio. Evidenció durante la campaña electoral el fracaso económico, social y en derechos humanos sufrido durante 25 años. Organizó la presencia de 80.000 testigos en las 30.000 mesas de votación. ¿Qué faltó? La razón del artillero: el ministro del Interior de Uruguay, general Manuel J. Núñez, en la noche del plebiscito del 30 de noviembre de 1980 cuando terminó el conteo del resultado de las urnas anunciando a las 22 horas la derrota de la reforma constitucional (57,2% a 42,8%), entonces impulsada por la dictadura. Faltó Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta Militar chilena, admitiendo al ingresar a La Moneda la noche del 5 de octubre de 1988: «Parece que realmente ganó el No, al menos para mí, lo tengo bastante claro ya».