Derechos homosexuales: «el amor vence»
Los curas alemanes han denominado «el amor vence» su exigencia de apertura a la jerarquía romana, con la cual también proporcionan una herramienta eficaz a los católicos latinoamericanos en el ofrecimiento de una opción a homosexuales cristianos que son estigmatizados por las confesiones evangélicas.Por Hugo Machín Fajardo
La mayor contribución al Día Internacional [1] de la sexualidad diferente a la heterosexualidad — una reivindicación de derechos humanos como otras concernientes a minorías excluidas— que se conmemora los 17 de mayo, este año provino de una secular perseguidora del homosexualismo, pese a que muchos de sus príncipes lo sean más o menos encubiertamente: la Iglesia católica.
Aproximadamente en 120 parroquias alemanas los curas párrocos bendijeron a cientos de parejas formadas por homosexuales creyentes, deseosos de tener a la iglesia católica como testigo de su unión matrimonial. Las ceremonias tuvieron lugar el 10 de mayo, fecha que el calendario religioso vincula con el patriarca bíblico Noé, identificado con el arcoíris posterior al diluvio bíblico, cuyos colores también son los de la bandera del movimiento LGTBIQ.
El desafío germano al Vaticano es mucho más contundente que cualquier manifestación en la vía pública como las que anualmente ganan las principales avenidas de las capitales del mundo occidental.
La actitud de los párrocos alemanes vale mucho más que cualquier declaración o gesto de solidaridad con aquellos seres humanos a quienes «durante años, si no décadas, la iglesia ha tratado como ciudadanos de segunda», explica Bernd Mönkebüscher, sacerdote de la iglesia de Santa Inés en Hamm, que se identifica como homosexual y es uno de los promotores de esta iniciativa. En especial el ejemplo alemán podría tener importantes repercusiones en América Latina donde más influencia tiene el Vaticano; y opera como una carambola a varias bandas.
Por un lado, y si se le da crédito a la recta intención de los curas alemanes, apunta a terminar— no sin dificultades y hasta con riesgo de eventuales cismas, según algunos críticos— una aberrante discriminación sin sustento siquiera en la propia Biblia y, postura hipócrita: «cardenales romanos que predican la castidad de día y catequizan prostitutos de noche», según el escritor francés Fréderic Martel, autor de un documentado trabajo acerca de la homosexualidad vaticana.
Contrariamente a lo que se desprende del título amarillo [2] del libro de Martel — Sodoma. Poder y escándalo en el Vaticano— no tiene como objeto denigrar porque sí a los muchos cardenales y obispos gay, sino que el también homosexual Martel sostiene que al contener prelados gay explícitos o encubiertos, en el Vaticano de hecho se está formateando una nueva concepción de la sexualidad, diferente a la que secularmente ha querido imponer a sus fieles la Iglesia católica.
La astucia de Jorge Bergoglio (Francisco) en 2013 para referirse al tema «Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla», así como su apoyo a la legalización de la unión civil entre personas del mismo sexo: «La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello», dice en el documental «Francesco», difundido en octubre 2020 — concepto que luego el ambiguo lenguaje vaticano quiso diluir— empujarían en ese sentido, en opinión de Martel.
Postura la de Bergoglio diferente a la impotencia de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) ante la cultura del secreto impuesta por los príncipes de la Iglesia respecto a la homosexualidad, que, a su vez, encubrió el abuso sexual contra miles de menores. El alemán, luego de asumir el estropicio —«cuanta suciedad en la Iglesia»— se retiró a cuarteles de invierno.
Ocho años atrás, al referirse al presunto lobby gay vaticano, Bergoglio dijo que «aún no me he encontrado con ninguno que me dé el carnet de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que lo hay. [se] debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby porque ningún lobby es bueno».
Por su parte, el renombrado teólogo jesuita estadounidense, James Martin, dijo a BBC News Mundo que «Martel ha realizado una impresionante investigación para su nuevo libro», y si bien destacó la envergadura del estudio, publicado en ocho idiomas en febrero de 2019, cuestionó los mecanismos que empleó el periodista y sociólogo francés para la verificación de los datos o los testimonios.
Recientemente, en marzo, Martin fue menos categórico que el Vaticano al comentar la negativa de Roma a la unión matrimonial de homosexuales: «la Iglesia está llamada a continuar acercándose a las personas LGBTQ, con ‘respeto, compasión y sensibilidad’ como se detalla en el Catecismo», dijo el experto en pastoral LGTBQ.
Los curas alemanes han denominado «el amor vence» su exigencia de apertura a la jerarquía romana, con la cual también proporcionan una herramienta eficaz a los católicos latinoamericanos en el ofrecimiento de una opción a homosexuales cristianos que son estigmatizados por las confesiones evangélicas.
Aquí cabe una digresión histórica/literaria: sabido es que la Biblia como conjunto de textos de diferentes épocas recoge distintos momentos culturales a lo largo del tiempo en que numerosos autores fueron redactándola y adaptándola al cambio de costumbres culturales. De ahí que los cristianos homofóbicos del presente se guíen sin dudar por una sentencia: «No practiques la homosexualidad, al tener relaciones sexuales con un hombre como si fuera una mujer. Es un pecado detestable». Y recitan de memoria: Levítico 18:22. Se lapida una conducta con base a un texto escrito en el periodo persa, hace aproximadamente 2.500 años.
«No es la Biblia». Rafael S. V. Rivera, licenciado en Filología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca, sostiene que «la raíz de la homofobia no es la Biblia; hasta el siglo XII la homosexualidad fue admitida plenamente por las iglesias europeas hasta el punto de celebrar liturgias de unión entre personas del mismo sexo. Pero desde el siglo XII los detractores de los homosexuales buscaron justificación a sus ideas en todas las fuentes que tenían a su alcance, también en la Biblia y contribuyeron de este modo a generar la creencia de que la Biblia condena la homosexualidad».
La descalificación de las personas con sexualidad diferente no es la situación de la Iglesia luterana oficial de Suecia, que el miércoles 19 de mayo emitió una carta suscrita por numerosos sacerdotes, diáconos y miembros del clero admitiendo que su grey está compuesta también por personas «trans».
La deriva alemana que se sustenta teológicamente en un sínodo de dos años a culminar a fines del 2021, ofrece otras variantes tendientes a superar el espíritu de secta: varios protestantes recibieron «la sagrada comunión» el sábado 15 en Frankfurt, como parte del tercer encuentro ecuménico. Un hecho orientado al ecumenismo superador de divisiones que otrora eran motivo de guerras centenarias.
Otra apertura en materia de derechos humanos generada por los clérigos alemanes, pero en este caso favorable a la equidad de género, ocurrió el domingo 16 de mayo en que 12 mujeres realizaron la prédica de las homilías en las misas oficiadas en distintos sitos del país. El tiempo dirá si es un paso hacia la ordenación sacerdotal femenina por la que, entre otras, lucha no sin haber pagado costos personales la ex monja inglesa Lavinia Byrne (1947).
Las repercusiones que conllevan estas movidas en pro de los derechos humanos de minorías o de la mujer, parecen ser imprevisibles. El prefecto para la Doctrina de la Fe, el cardenal jesuita español, Luis Ladaria, ha enviado una carta a los obispos norteamericanos aconsejándoles que no den una respuesta contundente a los políticos católicos que admiten el aborto respecto a no poder acceder a la comunión, lo que mereció una declaración de «satisfacción» de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata y católica Nancy Pelosi.
Desprestigio o derechos. Una visión menos proclive a ver estos movimientos como apertura humanística, puede aplicar un lente diferente: se trata de limpiar la mala imagen clerical por sus continuados abusos sexuales contra menores, así como la omertá practicada por la jerarquía católica al respecto. También pensar que la deserción de miles de fieles exija estos cambios: «en 2019, el último con cifras, un total de 272.771 personas apostataron formalmente, lo que supone más de un 1% del total de creyentes. La cifra es un 26% superior a los 216.000 del año anterior, en el que a su vez se registró un 29% más de abandonos (166.000) que en 2017. En Colonia el ayuntamiento ha tenido que aumentar de 1.000 a 1.500 las citas mensuales que ofrece para apostatar después de que el sistema se cayese por exceso de demanda», informa la periodista María Molinos en www.elcorreo.com
No obstante, de proseguirse en la apertura, en definitiva, se benefician seres humanos al ser dignificados en su condición diferente. Como sostuvo Leopoldo Alas, Clarín, la defensa del derecho «trabaja en carne viva, todo derecho que se logra mata algo que debe morir pero que alguien defiende hasta el último aliento: el que vive de lo injusto».
NOTA:
[1] El Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia conmemora la eliminación el 17 de mayo de 1990 de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las tres palabras aluden a la aversión, desconfianza u odio contra las personas que viven de manera diversa su sexualidad.
[2] Los sodomitas no fueron condenados por un «pecado sexual», sino por faltar al deber sagrado de la hospitalidad, que es un antecedente del derecho al asilo.
La mayor contribución al Día Internacional [1] de la sexualidad diferente a la heterosexualidad — una reivindicación de derechos humanos como otras concernientes a minorías excluidas— que se conmemora los 17 de mayo, este año provino de una secular perseguidora del homosexualismo, pese a que muchos de sus príncipes lo sean más o menos encubiertamente: la Iglesia católica.
Aproximadamente en 120 parroquias alemanas los curas párrocos bendijeron a cientos de parejas formadas por homosexuales creyentes, deseosos de tener a la iglesia católica como testigo de su unión matrimonial. Las ceremonias tuvieron lugar el 10 de mayo, fecha que el calendario religioso vincula con el patriarca bíblico Noé, identificado con el arcoíris posterior al diluvio bíblico, cuyos colores también son los de la bandera del movimiento LGTBIQ.
El desafío germano al Vaticano es mucho más contundente que cualquier manifestación en la vía pública como las que anualmente ganan las principales avenidas de las capitales del mundo occidental.
La actitud de los párrocos alemanes vale mucho más que cualquier declaración o gesto de solidaridad con aquellos seres humanos a quienes «durante años, si no décadas, la iglesia ha tratado como ciudadanos de segunda», explica Bernd Mönkebüscher, sacerdote de la iglesia de Santa Inés en Hamm, que se identifica como homosexual y es uno de los promotores de esta iniciativa. En especial el ejemplo alemán podría tener importantes repercusiones en América Latina donde más influencia tiene el Vaticano; y opera como una carambola a varias bandas.
Por un lado, y si se le da crédito a la recta intención de los curas alemanes, apunta a terminar— no sin dificultades y hasta con riesgo de eventuales cismas, según algunos críticos— una aberrante discriminación sin sustento siquiera en la propia Biblia y, postura hipócrita: «cardenales romanos que predican la castidad de día y catequizan prostitutos de noche», según el escritor francés Fréderic Martel, autor de un documentado trabajo acerca de la homosexualidad vaticana.
Contrariamente a lo que se desprende del título amarillo [2] del libro de Martel — Sodoma. Poder y escándalo en el Vaticano— no tiene como objeto denigrar porque sí a los muchos cardenales y obispos gay, sino que el también homosexual Martel sostiene que al contener prelados gay explícitos o encubiertos, en el Vaticano de hecho se está formateando una nueva concepción de la sexualidad, diferente a la que secularmente ha querido imponer a sus fieles la Iglesia católica.
La astucia de Jorge Bergoglio (Francisco) en 2013 para referirse al tema «Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla», así como su apoyo a la legalización de la unión civil entre personas del mismo sexo: «La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello», dice en el documental «Francesco», difundido en octubre 2020 — concepto que luego el ambiguo lenguaje vaticano quiso diluir— empujarían en ese sentido, en opinión de Martel.
Postura la de Bergoglio diferente a la impotencia de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) ante la cultura del secreto impuesta por los príncipes de la Iglesia respecto a la homosexualidad, que, a su vez, encubrió el abuso sexual contra miles de menores. El alemán, luego de asumir el estropicio —«cuanta suciedad en la Iglesia»— se retiró a cuarteles de invierno.
Ocho años atrás, al referirse al presunto lobby gay vaticano, Bergoglio dijo que «aún no me he encontrado con ninguno que me dé el carnet de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que lo hay. [se] debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby porque ningún lobby es bueno».
Por su parte, el renombrado teólogo jesuita estadounidense, James Martin, dijo a BBC News Mundo que «Martel ha realizado una impresionante investigación para su nuevo libro», y si bien destacó la envergadura del estudio, publicado en ocho idiomas en febrero de 2019, cuestionó los mecanismos que empleó el periodista y sociólogo francés para la verificación de los datos o los testimonios.
Recientemente, en marzo, Martin fue menos categórico que el Vaticano al comentar la negativa de Roma a la unión matrimonial de homosexuales: «la Iglesia está llamada a continuar acercándose a las personas LGBTQ, con ‘respeto, compasión y sensibilidad’ como se detalla en el Catecismo», dijo el experto en pastoral LGTBQ.
Los curas alemanes han denominado «el amor vence» su exigencia de apertura a la jerarquía romana, con la cual también proporcionan una herramienta eficaz a los católicos latinoamericanos en el ofrecimiento de una opción a homosexuales cristianos que son estigmatizados por las confesiones evangélicas.
Aquí cabe una digresión histórica/literaria: sabido es que la Biblia como conjunto de textos de diferentes épocas recoge distintos momentos culturales a lo largo del tiempo en que numerosos autores fueron redactándola y adaptándola al cambio de costumbres culturales. De ahí que los cristianos homofóbicos del presente se guíen sin dudar por una sentencia: «No practiques la homosexualidad, al tener relaciones sexuales con un hombre como si fuera una mujer. Es un pecado detestable». Y recitan de memoria: Levítico 18:22. Se lapida una conducta con base a un texto escrito en el periodo persa, hace aproximadamente 2.500 años.
«No es la Biblia». Rafael S. V. Rivera, licenciado en Filología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca, sostiene que «la raíz de la homofobia no es la Biblia; hasta el siglo XII la homosexualidad fue admitida plenamente por las iglesias europeas hasta el punto de celebrar liturgias de unión entre personas del mismo sexo. Pero desde el siglo XII los detractores de los homosexuales buscaron justificación a sus ideas en todas las fuentes que tenían a su alcance, también en la Biblia y contribuyeron de este modo a generar la creencia de que la Biblia condena la homosexualidad».
La descalificación de las personas con sexualidad diferente no es la situación de la Iglesia luterana oficial de Suecia, que el miércoles 19 de mayo emitió una carta suscrita por numerosos sacerdotes, diáconos y miembros del clero admitiendo que su grey está compuesta también por personas «trans».
La deriva alemana que se sustenta teológicamente en un sínodo de dos años a culminar a fines del 2021, ofrece otras variantes tendientes a superar el espíritu de secta: varios protestantes recibieron «la sagrada comunión» el sábado 15 en Frankfurt, como parte del tercer encuentro ecuménico. Un hecho orientado al ecumenismo superador de divisiones que otrora eran motivo de guerras centenarias.
Otra apertura en materia de derechos humanos generada por los clérigos alemanes, pero en este caso favorable a la equidad de género, ocurrió el domingo 16 de mayo en que 12 mujeres realizaron la prédica de las homilías en las misas oficiadas en distintos sitos del país. El tiempo dirá si es un paso hacia la ordenación sacerdotal femenina por la que, entre otras, lucha no sin haber pagado costos personales la ex monja inglesa Lavinia Byrne (1947).
Las repercusiones que conllevan estas movidas en pro de los derechos humanos de minorías o de la mujer, parecen ser imprevisibles. El prefecto para la Doctrina de la Fe, el cardenal jesuita español, Luis Ladaria, ha enviado una carta a los obispos norteamericanos aconsejándoles que no den una respuesta contundente a los políticos católicos que admiten el aborto respecto a no poder acceder a la comunión, lo que mereció una declaración de «satisfacción» de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata y católica Nancy Pelosi.
Desprestigio o derechos. Una visión menos proclive a ver estos movimientos como apertura humanística, puede aplicar un lente diferente: se trata de limpiar la mala imagen clerical por sus continuados abusos sexuales contra menores, así como la omertá practicada por la jerarquía católica al respecto. También pensar que la deserción de miles de fieles exija estos cambios: «en 2019, el último con cifras, un total de 272.771 personas apostataron formalmente, lo que supone más de un 1% del total de creyentes. La cifra es un 26% superior a los 216.000 del año anterior, en el que a su vez se registró un 29% más de abandonos (166.000) que en 2017. En Colonia el ayuntamiento ha tenido que aumentar de 1.000 a 1.500 las citas mensuales que ofrece para apostatar después de que el sistema se cayese por exceso de demanda», informa la periodista María Molinos en www.elcorreo.com
No obstante, de proseguirse en la apertura, en definitiva, se benefician seres humanos al ser dignificados en su condición diferente. Como sostuvo Leopoldo Alas, Clarín, la defensa del derecho «trabaja en carne viva, todo derecho que se logra mata algo que debe morir pero que alguien defiende hasta el último aliento: el que vive de lo injusto».
NOTA:
[1] El Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia conmemora la eliminación el 17 de mayo de 1990 de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las tres palabras aluden a la aversión, desconfianza u odio contra las personas que viven de manera diversa su sexualidad.
[2] Los sodomitas no fueron condenados por un «pecado sexual», sino por faltar al deber sagrado de la hospitalidad, que es un antecedente del derecho al asilo.