El auténtico Pepe Mujica
El disparatario de Mujica se enriqueció en los últimos días con una descalificación del feminismo que, en boca de cualquier otro dirigente partidario uruguayo, hubiera significado un estruendo en redes sociales y, quizás, hasta un escrache de los que se nutre el fanatismo. Las tres últimas movilizaciones por el Día internacional de la Mujer del 8 de marzo, han sido de las mayores manifestaciones de la historia uruguaya.Por Hugo Machín Fajardo
Pepe Mujica (84) en su etapa legal ha hablado mucho de política. Hacer, lo que se dice hacer obra política, ha sido muy poquita. Pero cuando se está en el poder -y él todavía lo está- las palabras quedan inscritas con letras de molde en la historia del país.
El disparatario de Mujica se enriqueció en los últimos días con una descalificación del feminismo que, en boca de cualquier otro dirigente partidario uruguayo, hubiera significado un estruendo en redes sociales y, quizás, hasta un escrache de los que se nutre el fanatismo.
Las tres últimas movilizaciones por el Día internacional de la Mujer del 8 de marzo, han sido de las mayores manifestaciones de la historia uruguaya.
En declaraciones a un semanario de izquierda uruguayo el ex presidente Mujica sostuvo que “es bastante inútil el feminismo, porque el machismo es un hecho” (que) “la agenda de derechos es una expresión de la estupidez humana” (que) “ahora quieren demostrarle a todo el mundo que somos gay”. Y agregó en referencia a la ex senadora Constanza Moreira, del Frente Amplio (FA), en su momento impulsada por el propio Mujica para enfrentar a Tabaré Vázquez en la interna del FA, que “es una burra que nunca entendió nada (que) más burra que eso para hacer política, difícil de encontrar (…) no sé qué mierda aprendió” en la licenciatura de Ciencia Política, donde Moreira ejerciera como docente universitaria.
Almagro y Judas. Otra insensatez de Mujica en esa entrevista, fue comparar al secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, otrora impulsado a ese cargo por el mismo Mujica, con Judas Iscariote. Son dos niveles del absurdo: uno, retroalimentar una ignominia milenaria repetida hasta el cansancio por la iglesia católica que estigmatizó a los judíos como los traidores universales, además, obvio, de ser los homicidas del Jesús creado por los cristianos. El odio antijudío se fortaleció y expresó en múltiples formas gracias a esa prédica irracional.
El otro nivel del absurdo de Mujica es seguir apoyando a dictadores latinoamericanos o ex mandatarios corruptos al defenestrar la figura de quien, más allá de sus contradicciones, ha realizado una digna y contundente denuncia de las violaciones a los derechos humanos que tiene lugar en Cuba, Nicaragua y Venezuela- también en Bolivia, Chile, Colombia y otros países-, así como apoyar decididamente las iniciativas anticorrupción que tienen lugar en países de la region (v.gr. Guatemala)
Reacciones. Las reacciones dentro de la izquierda uruguaya no se hicieron esperar, aunque casi todas dentro de la estrategia de cuidar la unidad de la coalición que acaba de perder en un balotaje por mínima diferencia las elecciones nacionales y tiene por delante el objetivo de mantener el gobierno de Montevideo para un séptimo periodo consecutivo.
Salvo en el sector Casa Grande, de la propia Moreira, que perdió sus bancas en octubre. Desde allí se le disparó fuerte al Pepe: se le atribuye tener una actitud odiosa y perversa, fruto de la “violencia política”, la “soberbia y la impunidad”.
Desde el Partido Comunista, su principal figura, el senador Óscar Andrade (45) optó por defender “desde izquierda” a Moreira y cuestionarle a Mujica precisamente dos actitudes de las pocas rescatables en quien jamás hizo autocrítica del daño que le hizo y hace al Uruguay: como Presidente, visitar en la prisión a un general procesado en 2011- primer militar en actividad encarcelado en Uruguay- por un crimen cometido en 1974; y haber recibido en 2010, durante una visita a La Habana, a algunas de las Damas de Blanco, mujeres defensoras de los derechos humanos cubanos, sistemáticamente reprimidas por la dictadura castrista. La visita al general Miguel Dalmao -fallecido en prisión en 2014- Mujica la realizó -según dijo- para constatar que recibiera un trato correcto. Que en una delegación de opositores cubanos hubiera alguna Dama de Blanco, no significó tampoco que Mujica cuestionara en serio al régimen de los Castro.
Aclara el panorama del FA de Uruguay saber que Andrade y su partido viven en una lógica sesentista, por lo que no se han desmarcado de los harto constatados crímenes del comunismo soviético; defiende actualmente a dictadores como Nicolás Maduro y Daniel Ortega y sigue considerando a Cuba como “el faro de América Latina”.
Es un personaje Andrade que, al igual que trotskistas y maoístas, se ha vuelto absoluta e irresponsablemente inmune a la realidad.
Por su lado, dirigentes del Partido Socialista, fundado en 1910, marcaron “importantes diferencias en materia de derecho humanos” con la “estupidez” que Mujica le atribuyó a la agenda de derechos. Pero, no obstante, le hicieron la venia: “solo nos merece respeto su aporte a la izquierda y su historia de luchador”.
También en la reunión plenaria de dirigentes y cuadros intermedios del FA, realizada el 22 de diciembre, hubo cuestionamientos a las expresiones de Mujica, aunque todos en el contexto de defender “la unidad” y de no discutir “a través de los medios de comunicación”, muletilla que los políticos en general aplican para no hacer declaraciones sobre temas para los que no tienen respuesta apropiada.
El más votado. Prudencia la del FA muy entendible para su estrategia, si se tiene en cuenta que Mujica cosechó la mayor votación en octubre y sigue siendo el político “más popular” del Uruguay.
Pero más allá de cómo la izquierda uruguaya digiere los exabruptos que un día sí y otro también expide Mujica, y que irán en aumento, lo importante es cómo y hasta dónde esta visión de la vida afectó y afecta el convivir uruguayos.
La supuesta honestidad de Mujica, está cuestionada por su falta de veracidad. Sus permanentes contradicciones hacen pensar que las utiliza para engañar. En octubre de 2018, Mujica en un intento de apoyar al primer vicepresidente uruguayo renunciante por corrupto, comparó el desfalco multimillonario en dólares del matrimonio Kirchner con una “mísera propina”. O sea, las fabulosas coimas recibidas por aquellos gobernantes favorecedores de empresarios mafiosos, las asimila a una compensación que se le entrega a quien ha desarrollado una buena labor.
Efectividad. En lo que Mujica tuvo efectividad fue en destruir las instituciones democráticas uruguayas. Durante nueve años lo intentó hasta que aportó el argumento central para que los militares actuaran como un ejército de ocupación en su propio país. Porque la dictadura uruguaya (1973 - 1985) durante la cual Mujica y los tupamaros nada hicieron para combatirla, -por el contrario, algunos de sus jefes colaboraron con los militares- fue un ejército de ocupación en su propio país, que violó, en mayor o menor medida, los derechos humanos de toda la ciudadanía.
La ironía como táctica. Recuperada la democracia uruguaya, Mujica introdujo en el debate político la cultura de la vulgaridad, del insulto gratuito. No el que surge en un mal momento de cualquier persona que pierde los estribos, sino el premeditado, el que apunta a destruir y humillar al otro. El que hace escuela en las mentes violentas. Hizo de la ironía su arma dialéctica. En ocasiones, transformada en sarcasmo: “No hay que ponerse delante de la tanqueta”, se burló cuando le preguntaron sobre un ciudadano venezolano arrollado por un vehículo militar de la represión sangrienta del chavismo.
También la emprendió contra los hábitos laborales. Su supuesto ideal de vida son los Kun Sang, tribu africana cuyos miembros trabajan dos horas diarias. Y unos años después, dice a los empresarios españoles que deben invertir en el país austral porque los uruguayos son unos “atorrantes” (holgazanes o sinvergüenzas en el habla uruguaya). Pero a renglón seguido, repite como la única fórmula para el cambio ciudadano la consigna de “educar, educar, educar”. Y un tiempo después, se jacta de que es mejor un Parlamento donde no haya tantos “universitarios”. Es tal cual el propio Mujica lo declara, “como te digo una cosa, te digo la otra”: vertiendo ácido nítrico sobre la confianza que la ciudadanía aspira a tener en sus gobernantes.
Tampoco le sirve a Mujica la justicia que, a su juicio, debe estar por debajo de la política, porque para él, la justicia es un “carajo”.
En junio de 2017, cuando la oposición pidió una comisión investigadora sobre las “tupabandas”, que actuaron luego de la recuperación democrática hasta 1998, y el FA lo impidió, Mujica reconoció en el Senado que hubo tupamaros que robaron en democracia, pero los desvinculó de su sector político.
En marzo de 2019, El País de Montevideo, citando una investigación legislativa de Argentina (*) informó “que los matrimonios de José Mujica y Lucía Topolansky, y [el hoy ex diputado mujiquista] Daniel Placeres y Estela Pereyra, adquirieron en junio de 2011 dos padrones rurales linderos a la chacra donde viven, que pertenecían a Gafelur SA, una sociedad propiedad del Movimiento de Liberación Nacional (MLN -Tupamaros) desde 2003. El mismo día que Mujica compró esos terrenos, Gafelur SA intentó traspasarlos al Fondos Raúl Sendic, creado por el MPP, pero no pudo hacerlo”.
“Es sabido que desde antes de la dictadura el MLN usó sus recursos -en parte obtenidos de robos y secuestros- para adquirir chacras en la zona suburbana de Montevideo. Esas chacras, según recogen algunos de los libros que abordaron la historia tupamara, se pusieron a nombre de militantes que no estaban en la clandestinidad o testaferros. Ya en democracia, los bienes habrían pasado a estar a nombre de sociedades anónimas”.
Mujica llenó su periodo de gobierno (2010-105) con promesas vanas, como dice el tango: el tren de los pueblos libres, el puerto de aguas profundas y la reforma agraria que haría el Instituto Nacional de Colonización. El hecho es que “el 64% de las tierras vendidas en los últimos 19 años era de uruguayos y casi la mitad pasó a manos de sociedades anónimas”, según detalló el semanario montevideano Búsqueda en octubre de 2019. Esto último es un fenómeno que, nobleza obliga, no es exclusivo del Uruguay en la región. También es cierto que, según estudio de Cardeillac, J. y Piñeiro, D., de 2016, que Mújica lidera “una de las tres corrientes de pensamiento agrario que coexisten dentro del Frente Amplio, y la única que “intentó frenar el proceso de concentración y extranjerización de la tierra, mediante la promulgación de una ley que aumentó los impuestos sobre las grandes propiedades rurales de más de 2.000 hectáreas”.
Uruguay no es eso. Léanse los conceptos que cada tanto, justo es decirlo pues Uruguay no ocupa el centro de la agenda mediática latinoamericana, se prodigan acerca del modo de ser uruguayos, de su tradición democrática, de su convivencia civilizada, y se podrá constatar que ese estilo de convivencia nada tiene que ver con la tenacidad de Mujica en destruirlo.
Hasta ayer en la historia de la humanidad los seres humanos tendían a reaccionar ante la injusticia o el dolor en modo resignación, fatalidad o con la expectativa del más allá. En el presente, las ciudadanías cada vez más incorporan el sentido de equidad y de justicia reparatoria, de que los males deben ser acotados cuando no superados. Las últimas declaraciones de Mujica, además de ser incomprensibles, van en contravía de la historia. Claro que para quienes prefieren mistificar en lugar de pensar, pueden ensoñarse con “El Pepe, una vida suprema”, película hagiográfica de Kusturica sobre este ex presidente uruguayo, que la plataforma Netflix estrena el viernes 27 de diciembre.
(*) Comisión Especial Investigadora sobre Hechos Ilícitos Vinculados con el Lavado de Dinero, formada en la Cámara de Diputados argentina en 2001. Figuran en un capítulo del informe llamado “La utilización de las Sociedades Comerciales uruguayas para el lavado de activos”.
Pepe Mujica (84) en su etapa legal ha hablado mucho de política. Hacer, lo que se dice hacer obra política, ha sido muy poquita. Pero cuando se está en el poder -y él todavía lo está- las palabras quedan inscritas con letras de molde en la historia del país.
El disparatario de Mujica se enriqueció en los últimos días con una descalificación del feminismo que, en boca de cualquier otro dirigente partidario uruguayo, hubiera significado un estruendo en redes sociales y, quizás, hasta un escrache de los que se nutre el fanatismo.
Las tres últimas movilizaciones por el Día internacional de la Mujer del 8 de marzo, han sido de las mayores manifestaciones de la historia uruguaya.
En declaraciones a un semanario de izquierda uruguayo el ex presidente Mujica sostuvo que “es bastante inútil el feminismo, porque el machismo es un hecho” (que) “la agenda de derechos es una expresión de la estupidez humana” (que) “ahora quieren demostrarle a todo el mundo que somos gay”. Y agregó en referencia a la ex senadora Constanza Moreira, del Frente Amplio (FA), en su momento impulsada por el propio Mujica para enfrentar a Tabaré Vázquez en la interna del FA, que “es una burra que nunca entendió nada (que) más burra que eso para hacer política, difícil de encontrar (…) no sé qué mierda aprendió” en la licenciatura de Ciencia Política, donde Moreira ejerciera como docente universitaria.
Almagro y Judas. Otra insensatez de Mujica en esa entrevista, fue comparar al secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, otrora impulsado a ese cargo por el mismo Mujica, con Judas Iscariote. Son dos niveles del absurdo: uno, retroalimentar una ignominia milenaria repetida hasta el cansancio por la iglesia católica que estigmatizó a los judíos como los traidores universales, además, obvio, de ser los homicidas del Jesús creado por los cristianos. El odio antijudío se fortaleció y expresó en múltiples formas gracias a esa prédica irracional.
El otro nivel del absurdo de Mujica es seguir apoyando a dictadores latinoamericanos o ex mandatarios corruptos al defenestrar la figura de quien, más allá de sus contradicciones, ha realizado una digna y contundente denuncia de las violaciones a los derechos humanos que tiene lugar en Cuba, Nicaragua y Venezuela- también en Bolivia, Chile, Colombia y otros países-, así como apoyar decididamente las iniciativas anticorrupción que tienen lugar en países de la region (v.gr. Guatemala)
Reacciones. Las reacciones dentro de la izquierda uruguaya no se hicieron esperar, aunque casi todas dentro de la estrategia de cuidar la unidad de la coalición que acaba de perder en un balotaje por mínima diferencia las elecciones nacionales y tiene por delante el objetivo de mantener el gobierno de Montevideo para un séptimo periodo consecutivo.
Salvo en el sector Casa Grande, de la propia Moreira, que perdió sus bancas en octubre. Desde allí se le disparó fuerte al Pepe: se le atribuye tener una actitud odiosa y perversa, fruto de la “violencia política”, la “soberbia y la impunidad”.
Desde el Partido Comunista, su principal figura, el senador Óscar Andrade (45) optó por defender “desde izquierda” a Moreira y cuestionarle a Mujica precisamente dos actitudes de las pocas rescatables en quien jamás hizo autocrítica del daño que le hizo y hace al Uruguay: como Presidente, visitar en la prisión a un general procesado en 2011- primer militar en actividad encarcelado en Uruguay- por un crimen cometido en 1974; y haber recibido en 2010, durante una visita a La Habana, a algunas de las Damas de Blanco, mujeres defensoras de los derechos humanos cubanos, sistemáticamente reprimidas por la dictadura castrista. La visita al general Miguel Dalmao -fallecido en prisión en 2014- Mujica la realizó -según dijo- para constatar que recibiera un trato correcto. Que en una delegación de opositores cubanos hubiera alguna Dama de Blanco, no significó tampoco que Mujica cuestionara en serio al régimen de los Castro.
Aclara el panorama del FA de Uruguay saber que Andrade y su partido viven en una lógica sesentista, por lo que no se han desmarcado de los harto constatados crímenes del comunismo soviético; defiende actualmente a dictadores como Nicolás Maduro y Daniel Ortega y sigue considerando a Cuba como “el faro de América Latina”.
Es un personaje Andrade que, al igual que trotskistas y maoístas, se ha vuelto absoluta e irresponsablemente inmune a la realidad.
Por su lado, dirigentes del Partido Socialista, fundado en 1910, marcaron “importantes diferencias en materia de derecho humanos” con la “estupidez” que Mujica le atribuyó a la agenda de derechos. Pero, no obstante, le hicieron la venia: “solo nos merece respeto su aporte a la izquierda y su historia de luchador”.
También en la reunión plenaria de dirigentes y cuadros intermedios del FA, realizada el 22 de diciembre, hubo cuestionamientos a las expresiones de Mujica, aunque todos en el contexto de defender “la unidad” y de no discutir “a través de los medios de comunicación”, muletilla que los políticos en general aplican para no hacer declaraciones sobre temas para los que no tienen respuesta apropiada.
El más votado. Prudencia la del FA muy entendible para su estrategia, si se tiene en cuenta que Mujica cosechó la mayor votación en octubre y sigue siendo el político “más popular” del Uruguay.
Pero más allá de cómo la izquierda uruguaya digiere los exabruptos que un día sí y otro también expide Mujica, y que irán en aumento, lo importante es cómo y hasta dónde esta visión de la vida afectó y afecta el convivir uruguayos.
La supuesta honestidad de Mujica, está cuestionada por su falta de veracidad. Sus permanentes contradicciones hacen pensar que las utiliza para engañar. En octubre de 2018, Mujica en un intento de apoyar al primer vicepresidente uruguayo renunciante por corrupto, comparó el desfalco multimillonario en dólares del matrimonio Kirchner con una “mísera propina”. O sea, las fabulosas coimas recibidas por aquellos gobernantes favorecedores de empresarios mafiosos, las asimila a una compensación que se le entrega a quien ha desarrollado una buena labor.
Efectividad. En lo que Mujica tuvo efectividad fue en destruir las instituciones democráticas uruguayas. Durante nueve años lo intentó hasta que aportó el argumento central para que los militares actuaran como un ejército de ocupación en su propio país. Porque la dictadura uruguaya (1973 - 1985) durante la cual Mujica y los tupamaros nada hicieron para combatirla, -por el contrario, algunos de sus jefes colaboraron con los militares- fue un ejército de ocupación en su propio país, que violó, en mayor o menor medida, los derechos humanos de toda la ciudadanía.
La ironía como táctica. Recuperada la democracia uruguaya, Mujica introdujo en el debate político la cultura de la vulgaridad, del insulto gratuito. No el que surge en un mal momento de cualquier persona que pierde los estribos, sino el premeditado, el que apunta a destruir y humillar al otro. El que hace escuela en las mentes violentas. Hizo de la ironía su arma dialéctica. En ocasiones, transformada en sarcasmo: “No hay que ponerse delante de la tanqueta”, se burló cuando le preguntaron sobre un ciudadano venezolano arrollado por un vehículo militar de la represión sangrienta del chavismo.
También la emprendió contra los hábitos laborales. Su supuesto ideal de vida son los Kun Sang, tribu africana cuyos miembros trabajan dos horas diarias. Y unos años después, dice a los empresarios españoles que deben invertir en el país austral porque los uruguayos son unos “atorrantes” (holgazanes o sinvergüenzas en el habla uruguaya). Pero a renglón seguido, repite como la única fórmula para el cambio ciudadano la consigna de “educar, educar, educar”. Y un tiempo después, se jacta de que es mejor un Parlamento donde no haya tantos “universitarios”. Es tal cual el propio Mujica lo declara, “como te digo una cosa, te digo la otra”: vertiendo ácido nítrico sobre la confianza que la ciudadanía aspira a tener en sus gobernantes.
Tampoco le sirve a Mujica la justicia que, a su juicio, debe estar por debajo de la política, porque para él, la justicia es un “carajo”.
En junio de 2017, cuando la oposición pidió una comisión investigadora sobre las “tupabandas”, que actuaron luego de la recuperación democrática hasta 1998, y el FA lo impidió, Mujica reconoció en el Senado que hubo tupamaros que robaron en democracia, pero los desvinculó de su sector político.
En marzo de 2019, El País de Montevideo, citando una investigación legislativa de Argentina (*) informó “que los matrimonios de José Mujica y Lucía Topolansky, y [el hoy ex diputado mujiquista] Daniel Placeres y Estela Pereyra, adquirieron en junio de 2011 dos padrones rurales linderos a la chacra donde viven, que pertenecían a Gafelur SA, una sociedad propiedad del Movimiento de Liberación Nacional (MLN -Tupamaros) desde 2003. El mismo día que Mujica compró esos terrenos, Gafelur SA intentó traspasarlos al Fondos Raúl Sendic, creado por el MPP, pero no pudo hacerlo”.
“Es sabido que desde antes de la dictadura el MLN usó sus recursos -en parte obtenidos de robos y secuestros- para adquirir chacras en la zona suburbana de Montevideo. Esas chacras, según recogen algunos de los libros que abordaron la historia tupamara, se pusieron a nombre de militantes que no estaban en la clandestinidad o testaferros. Ya en democracia, los bienes habrían pasado a estar a nombre de sociedades anónimas”.
Mujica llenó su periodo de gobierno (2010-105) con promesas vanas, como dice el tango: el tren de los pueblos libres, el puerto de aguas profundas y la reforma agraria que haría el Instituto Nacional de Colonización. El hecho es que “el 64% de las tierras vendidas en los últimos 19 años era de uruguayos y casi la mitad pasó a manos de sociedades anónimas”, según detalló el semanario montevideano Búsqueda en octubre de 2019. Esto último es un fenómeno que, nobleza obliga, no es exclusivo del Uruguay en la región. También es cierto que, según estudio de Cardeillac, J. y Piñeiro, D., de 2016, que Mújica lidera “una de las tres corrientes de pensamiento agrario que coexisten dentro del Frente Amplio, y la única que “intentó frenar el proceso de concentración y extranjerización de la tierra, mediante la promulgación de una ley que aumentó los impuestos sobre las grandes propiedades rurales de más de 2.000 hectáreas”.
Uruguay no es eso. Léanse los conceptos que cada tanto, justo es decirlo pues Uruguay no ocupa el centro de la agenda mediática latinoamericana, se prodigan acerca del modo de ser uruguayos, de su tradición democrática, de su convivencia civilizada, y se podrá constatar que ese estilo de convivencia nada tiene que ver con la tenacidad de Mujica en destruirlo.
Hasta ayer en la historia de la humanidad los seres humanos tendían a reaccionar ante la injusticia o el dolor en modo resignación, fatalidad o con la expectativa del más allá. En el presente, las ciudadanías cada vez más incorporan el sentido de equidad y de justicia reparatoria, de que los males deben ser acotados cuando no superados. Las últimas declaraciones de Mujica, además de ser incomprensibles, van en contravía de la historia. Claro que para quienes prefieren mistificar en lugar de pensar, pueden ensoñarse con “El Pepe, una vida suprema”, película hagiográfica de Kusturica sobre este ex presidente uruguayo, que la plataforma Netflix estrena el viernes 27 de diciembre.
(*) Comisión Especial Investigadora sobre Hechos Ilícitos Vinculados con el Lavado de Dinero, formada en la Cámara de Diputados argentina en 2001. Figuran en un capítulo del informe llamado “La utilización de las Sociedades Comerciales uruguayas para el lavado de activos”.