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12.06.19

El quiebre entre la juventud latinoamericana y los partidos políticos

Pese a todas las fallas posibles, no hay otro instrumento mejor que los partidos políticos para que se configuren grupos que comparten las mismas ideas para luego negociar con otros grupos que tienen ideas distintas formando así el dialogo democrático. Si le decimos adiós a los partidos, les damos la bienvenida a los demagogos. Lo que deben hacer los partidos es adaptarse a los nuevos tiempos.
Por CADAL

Hay que empezar por aclarar que los jóvenes no son “Mitad adultos”, sino que son personas completas que en América Latina constituyen casi el tercio de la población. También se debe corregir la concepción de que “los jóvenes son el futuro”. Basta con apreciar los esfuerzos que hacen los políticos profesionales para ganar el “Voto Joven”, o los movimientos juveniles que se dan a lo largo de la región para percatarse que los jóvenes mucho más que ser el futuro, son el presente.

Averiguar cuál es su posición sobre distintos aspectos de la vida fue la tarea que se emprendió en la Encuesta Intergeneracional sobre Actualidad Latinoamericana elaborada por Tendencias Digitales para el Grupo de Diarios América (GDA). El estudio se centra en la generación de los Millennials (entre 24 y 36 años) y los Centennials (menores de 23 años).

En términos políticos, lo primero que salta a la luz es la inutilidad con que los jóvenes ven a los partidos políticos para el funcionamiento de un país. La imagen que se les presenta, mucho más que a sus padres, es de una política plagada de partidos que no logran representarlos. Como resultado, se da una menor participación política con respecto a otras generaciones y que más de la mitad de los Centennials crea que los ciudadanos poco o nada pueden influir en los gobiernos.

Esta grieta entre juventud y partidos políticos coincide con otro dato que hizo sonar alarmas a fin del año pasado. Según el Latinobarómetro del 2018, a medida que disminuye la edad hay más indiferencia hacia la democracia y más apoyo al autoritarismo. Las dos señales se relacionan, no hay democracia sin partidos políticos. Pese a todas las fallas posibles, no hay otro instrumento mejor para que se configuren grupos que comparten las mismas ideas para luego negociar con otros grupos que tienen ideas distintas formando así el dialogo democrático. Si le decimos adiós a los partidos, les damos la bienvenida a los demagogos.

Lo que deben hacer los partidos es adaptarse a los nuevos tiempos. Estamos hablando de dos generaciones, sobre todo los Centennials, que tienen como hábito natural las redes sociales. Es allí donde realizan gran parte de su vida, desde las transacciones comerciales hasta informarse de lo que ocurre en cualquier lugar del mundo. Las manos abiertas de los jóvenes sostienen los smartphones que fundan una fuente de poder como pocas veces pasó en la historia.

Es en este contexto que hay que pensar la solución. Difícilmente se pueda hallar con las mismas ideas y caras de siempre. Los jóvenes latinoamericanos tienen ideas claras, se evidencia en las numerosas ocasiones que colman las calles para defenderlas, pero lo que pasa es que muchas veces no son canalizadas por los partidos políticos. En lugar de quemar tantas neuronas pensando en “como llegar a los jóvenes”, los partidos políticos tendrían que deconstruirse en un “como nosotros nos dejamos llegar por los jóvenes”. De otra forma, la juventud termina siendo excluida de los partidos y con ello del juego democrático. El problema es que si bien los jóvenes son el presente, en los partidos políticos no lo son lo suficiente.