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15.04.19

La oposición Macri versus Cristina no es pura negatividad

(Clarín) Cuando las fuerzas políticas se organizan en función de su rol opositor y no lo hacen con una agenda positiva, dejan de ser orientaciones alternativas de política pública y se convierten en portadores de la denuncia y el enojo. Ni Macri ni Cristina Kirchner; ni, ni ... Votar con enojo y en contra de, es una tendencia que hoy se impone en las democracias occidentales.
Por Liliana De Riz

(Clarin) Los argentinos vivimos la angustia de un tiempo de incertidumbre económica y política. La fuerza que llegue al poder en estas elecciones presidenciales tendrá que enfrentar una agenda en la que las reformas estructurales serán ineludibles si se quiere avanzar en un rumbo de progreso.

Los años de bonanza del kirchnerismo hicieron posible una política de reparación social para atender a los que quedaron a la intemperie tras la debacle del 2001. Hubo asistencialismo social, pero no hubo reformas que pudieran poner fin a los recurrentes ciclos del stop an go en la economía y de la ilusión al desencanto, en la política.

Cuando la bonanza llegó a su fin, muchos hogares volvieron a la pobreza. Hoy, luego de cumplidos tres años del mandato de Cambiemos, es imperioso imaginar cómo poner en marcha las reformas que forjen una economía competitiva y una sociedad de movilidad social. ¿Qué otro camino podríamos emprender para la eliminar la pobreza que no sea el de la creación de empleos, la inversión y el consiguiente aumento de los salarios reales? Las políticas asistencialistas son necesarias, pero no resuelven el problema de la pobreza, sólo pueden paliar sus efectos. Este gobierno llegó porque una mayoría pidió cambios en 2015 y convalidó su demanda en 2017.

Las reformas tienen alto costo político. Los muchos beneficiarios no alcanzan a comprender las consecuencias que éstas tendrán sobre la calidad de sus vidas y los pocos afectados, tienen recursos para resistirlas. Sin amplios consensos, no pasarán por el Congreso.

El Gobierno está intentando un rumbo diferente del pasado y pierde apoyos en la sociedad-- sometido como lo está, a la camisa de fuerza de una política de estabilización- y blanco de una crítica que le cobra el haber sido demasiado optimista, subestimado la abrumadora complejidad del mundo y sobre todo, las consecuencias no deseadas de sus políticas sobre la mayoría de los ciudadanos. La crítica es justa. “Ahora qué”, nos preguntamos los argentinos frente a inflación rampante, el crecimiento de la pobreza y el desempleo; escépticos como muchos lo están ante la convocatoria a atravesar este valle de lágrimas. ¿ Cómo tener certeza de que las dificultades de hoy serán sorteadas? ¿Por qué confiar en la capacidad del gobierno para llegar a buen puerto?

Para no pocos, aterrados con la perspectiva del retorno de la utopía regresiva de Cristina Kirchner, Macri sigue siendo una apuesta al futuro pese al desencanto que cunde en una sociedad, agobiada por la licuación de sus ingresos.

Ese miedo combina el temor al autoritarismo y a una política económica que los devuelva al teatro de la ilusión en el supimos vivir demasiado tiempo. Otros, despavoridos con lo que viven como un gobierno de ricos que los ignora, apoyarían a la ex presidenta si es que se presenta. El fin de la bonanza de la que se benefició la administración anterior, con la caída del ingreso del país y del empleo, y la aceleración de la inflación, hizo estragos en los sectores vulnerables, colgados de un hilito demasiado frágil al bienestar transitorio.

En 2015, el PRO supo ganarse el apoyo de sectores de clase media baja y de los sumergidos en la pobreza. Logró ensancharlos en 2017, porque renovó sus aspiraciones de movilidad. Sin embargo, el gobierno de Cambiemos no pudo cumplir con las expectativas que despertó.

Los desencantados con Macri pueden ser movilizados por un pasado idealizado, o por fuerzas alternativas que hoy pugnan en el heterogéneo arco del peronismo por superar la polarización entre la ex presidente y Macri. Ni Macri ni Cristina Kirchner es la consigna que mejor encarna el virtual candidato, Roberto Lavagna.

Candidato presidencial de la UCR en 2007, Lavagna impulsa un frente con el radicalismo, el peronismo alternativo( las fracciones heterogéneas que lo conforman) el socialismo y el Gen, por encima del “partidismo” como gusta decir y sostenido por un acuerdo social en el que el sindicalismo y la Iglesia sean los otros pilares.

Una versión renovada del “verdadero” peronismo que quiere remedar el diálogo social del 2001, un diálogo que no fue: el presidente de entonces no terminó su mandato; una sucesión atropellada de presidencias breves y una política brutal de redistribución de la riqueza, precedieron el nuevo comienzo, aupado por el viento de cola del mundo.

Ese fue el corolario de un intento de unidad nacional fallido, de una prolongada yuxtaposición cacofónica de reivindicaciones que no pudieron encontrar sus condiciones de compatibilidad. No hay unidad nacional cuando la vocación es sostener las ambiciones de quienes quieren mantener o asaltar el poder.

Acaso el diálogo que propone hoy un frente alternativo puede arrojar un amplio consenso , armado como lo está con los actores clave del siglo XX. Acaso en 2021 podremos replicar la política del siglo XX con una sociedad y un mundo que nada se parecen a los de entonces. ¿Podría una coalición así imaginada vencer los desafíos que el siglo XXI presenta para no mencionar sino la cuarta revolución industrial?

Quien dice sindicalismo e Iglesia, dice statu quo. Los argentinos votamos un cambo en 2015 y renovamos la esperanza en 2017. Habrá quienes decidan sostener su apuesta pese a los riesgos y quienes opten por refugiarse en la continuidad en cualquiera de las formas en que se presente. Cuando las fuerzas políticas se organizan en función de su rol opositor y no lo hacen con una agenda positiva, dejan de ser orientaciones alternativas de política pública y se convierten en portadores de la denuncia y el enojo.

Ni Macri ni Cristina Kirchner; ni, ni ... Votar con enojo y en contra de, es una tendencia que hoy se impone en las democracias occidentales. Sin embargo, la oposición Macri versus Cristina Kirchner no es pura negatividad. Macri no es sólo la negación del kirchnerismo. Con errores, marchas y contramarchas, es una alternativa de cambio en curso ¿ por qué abortarla para reponer a los protagonistas que siempre nos llevaron al fracaso?

Fuente: Clarín (Buenos Aires, Argentina)