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25.03.03

Para un dictador, nada mejor que otro dictador

Fidel Castro fue un buen amigo de la dictadura militar argentina y sus gestiones fueron decisivas para impedir la condena a nuestro país en las Naciones Unidas por violación a los derechos humanos.
Por Gabriel C. Salvia

El 24 de marzo de 2003 se cumplió un nuevo aniversario del golpe militar que instauró una dictadura de siete años en la Argentina. Como es costumbre, hubo manifestaciones públicas para recordar este triste suceso, pero protagonizadas principalmente por los grupos de la izquierda radicalizada, esos mismos grupos que defienden fanáticamente a la dictadura militar cubana que ya lleva 44 años en el poder. Al respecto, resulta contradictorio que muchos de los que condenan a la dictadura militar argentina respalden a un régimen como el cubano, cuya violación a los derechos humanos está documentada por varias de las reconocidas instituciones que así también lo hacían con la Argentina entre 1976 y 1983. Pero hay algo aún más contradictorio en estos partidarios de la dictadura cubana: Fidel Castro fue un buen amigo de la dictadura militar argentina y sus gestiones fueron decisivas para impedir la condena a nuestro país en las Naciones Unidas por violación a los derechos humanos.
Por tal motivo, resulta interesante referirse al nuevo aniversario del golpe militar del ’76, refrescando la memoria sobre la relación de las dictaduras de Argentina y Cuba durante esos siete años, algo que los irrecuperables setentistas prefieren ignorar y algo que los más jóvenes desconocen. Por ejemplo, el periodista de La Nación Jorge Elías, al referirse a Fidel Castro, señalaba en un artículo del 22 de abril 2001 la amnesia de aquellos que padecieron entre 1976 y 1983 los excesos de la dictadura: “Capaces de olvidar, o de disculpar, el desliz que cometió en 1980 en Ginebra: desdibujó el drama de los desaparecidos en una resolución con letra norteamericana que pretendía ser puntual. Terminó siendo una condena lavada, y centrifugada, con música de la Unión Soviética, principal importadora de granos de la Argentina”.
Por su parte, el periodista Andrés Oppenheimer recordaba en su columna del 13 de febrero de 2001 que “Castro fue un gran aliado de la dictadura militar que gobernó en la Argentina entre 1976 y 1983...En efecto, en 1980 y 1981, cuando el gobierno de Carter trató de lograr una condena a la Argentina en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra, Cuba se opuso tenazmente y ayudó a crear un bloque de países para frenar la moción”. En este artículo Oppenheimer cita a ex funcionarias de Derechos Humanos del gobierno de Carter, quienes recordaban lo siguiente “los argentinos y los cubanos trabajaron juntos para bloquear la moción de condena durante todo el período de la junta militar”, y también que “fue una negociación difícil: los rusos y los cubanos no querían hacer nada contra la Argentina”.
También la periodista Claudia Peiró recuerda la buena relación entre ambas dictaduras, en una nota publicada el 10 de febrero de 2001 en la revista La Primera: “Quien se tome el tedioso trabajo de leer los infinitos discursos pronunciados en aquellos años por el ‘líder máximo’ de la revolución cubana tampoco encontrará jamás la palabra dictadura asociada al régimen de Jorge Rafael Videla, calificativo que Castro sí aplicaba sistemáticamente a Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia”.
Para entender esta sociedad entre dictaduras, todos estos periodistas recuerdan la fuerte relación comercial que unía a la Argentina con la Unión Soviética, la nación de la cual Cuba era virtualmente una colonia. Y también todos ellos señalan algo que los neopacifistas actuales deberían recordar: Fidel Castro brindó un apoyo total a la invasión militar argentina del 2 de abril de 1982 para recuperar las Islas Malvinas.
Este recuerdo quizás ayude a que los honestos defensores de los derechos humanos vean a todas las dictaduras de la misma manera y, que en lugar de ver con simpatía al régimen totalitario de Cuba, expresen su solidaridad con quienes vienen sufriendo en ese país la violación de sus libertades fundamentales durante mucho más tiempo del que nos tocó sufrir a los argentinos.
De todas maneras, para quienes conocen las características de las dictaduras no resulta llamativo la buena relación que hubo entre las dictaduras argentina y cubana. Para ponerlo en palabras de Andrés Oppenheimer: “...la explicación es muy simple, y ojalá los pocos admiradores que le quedan a Castro en América Latina la entendieran: Castro y los generales argentinos tenían mucho de parecido; en especial una aversión común a la democracia y los derechos humanos. Por eso no debería sorprender a nadie que se llevaran tan bien”.

Gabriel C. Salvia es Director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina