(7 Miradas) En la edición del 3 de julio –hace casi 5 meses- publicamos la nota “Mesa rajada”, donde advertíamos que…
“La mesa chica ya no es lo que era. Tarde o temprano iba a pasar si la situación se complicaba y los resultados no aparecían. El “cuarteto imperial” de Macri – Peña –Vidal – Rodríguez Larreta ya no suena tan afinado como durante los 2 primeros años.
La mesa ya no está tan compacta, y eso es porque ahora empieza a contar la suerte individual de cada uno. Y la gobernadora y el jefe de gabinete quieren preservarse de la mancha venenosa que significa hoy la gestión presidencial”.
Pues ahora la mesa terminó de romperse en dos dúos: Macri-Peña por un lado, y Mariú y Horacio por el otro. A tal punto ha llegado la ruptura, que la gobernadora se reconcilió después de 3 años con Emilio Monzó, a quien detestaba desde la campaña de 2015. Ahora es distinto: Vidal y Monzó, junto a Larreta, van por Peña en cuanto puedan.
Existen problemas de todo tipo y color, pero sobre todo 3:
Detrás de esto subyacen diferencias conceptuales estratégicas. Ella cree que se debería haber encarado de otra forma la relación con la oposición, con pactos globales e incorporando figuras peronistas, como lo hizo en su provincia.
En la misma nota también dije que…
“Esta historia recién comienza por 2 razones: 1) los próximos meses van a ser de malas noticias, por lo tanto algunas de estas disfuncionalidades se puede agudizar, y 2) a medida que pasa el tiempo empezarán a tallar las encuestas más que nunca de cara a las elecciones, y eso puede agregarle tensiones”. Pues, 5 meses después esas premisas se cumplieron.
Las tensiones se agravaron porque: 1) la gobernadora planteó la posibilidad de adelantar las elecciones en la provincia (lo cual se considera una locura por parte de asesores de Peña), y 2) su nombre sigue corriendo como candidata a presidenta alternativa al propio Macri.
Cuando existe este nivel de tensión en la cúpula, termina drenando a otros niveles dentro del PRO y a los socios políticos. Por ejemplo:
Todo esto se da en el marco de cierta estabilidad cambiaria, lo que debería calmar un poco los ánimos. Sin embargo, se nota que las grietas internas de Cambiemos están más allá de la situación económica. Tres años de gestión, y con viento en contra, empiezan a notarse.
Ser la nueva política no es tan fácil.