 20.07.18
20.07.18Mentalidad de contribuyente
(El Libero) Cuando la gente no sabe que ellos son, al final del día, los que pagan la cuenta de programas sociales que malgastan el dinero o de operadores políticos que se disfrazan de funcionarios públicos, hay menos interés en evitar las malas prácticas de la política.Por Patricio Navia		
		
		
(El Libero) En muchos de los debates sobre políticas públicas y prioridades de  los gobiernos se nota la ausencia de la mentalidad de contribuyente que  existe en los países más desarrollados. Porque los chilenos pagan impuestos -y los pobres muchas veces terminan entregando al Estado un porcentaje mayor de sus ingresos que los más adinerados- resultaría conveniente incorporar sus intereses y preocupaciones al momento de decidir en qué gasta sus recursos el fisco.
Muchos chilenos parecen desconocer que los gastos del Estado provienen de sus bolsillos. Existe el mito que el cobre es el sueldo de Chile y  que, presumiblemente, los recursos públicos dependen fundamentalmente  de los ingresos por este metal -ya sea Codelco o por los impuestos que  pagan las multinacionales cupríferas. Adicionalmente, porque cada vez  que se habla de reformas tributarias se subraya que las grandes  empresas y los que más ganan tendrán tasas de impuestos más altas, mucha  gente cree que el fisco se financia fundamentalmente con eso.
Pero el financiamiento público proviene principalmente de los bolsillos de todos los chilenos. Porque el IVA constituye una parte importante del presupuesto público y  porque buena parte de los impuestos que pagan las empresas terminan  siendo traspasados al costo de sus productos y servicios -y por lo tanto  también salen del bolsillo de los contribuyentes- una reforma  tributaria que aumente la carga fiscal inevitablemente significa que  todos los chilenos -la señora Juanita, como le gustaba decir a Ricardo  Lagos- termina recibiendo un poco menos de dinero, que ahora va a las  arcas del fisco.
Es sabido que el IVA es un impuesto regresivo. Es una forma  bastante eficiente de recaudar recursos y produce pocas distorsiones en  los mercados, en tanto casi todos los productos y servicios lo  pagan. Pero como las personas de ingresos bajos y medios -la gran  mayoría del país- gasta todos sus ingresos (al no tener capacidad de  ahorro), ellos terminan pagando un impuesto del 19% de todo lo que  ganan. Las personas de más ingresos, que ahorran, invierten o tienen sus  APV, terminan pagando sustancialmente menos del 19% de sus ingresos en  IVA.
Es verdad que estas últimas pagan impuestos a la renta, pero como  éste es escalonado por tramos, sólo aquellos que tienen ingresos  especialmente altos terminan pagando la tasa marginal más elevada -y  sólo lo hacen en sus ingresos que superan cierta cantidad. Luego, aunque  los que más ganan efectivamente pagan impuestos más altos -superiores  al 19% que pagan, en IVA, los de menos ingresos- una gran mayoría de los chilenos contribuye con una parte sustancial de sus ingresos al erario.
Sorpresivamente, aunque pagan impuestos, muchos chilenos no se ven a sí mismos como contribuyentes. A menudo se definen como ciudadanos, como poseedores de derechos  sociales o como consumidores. Esta falta de conciencia de que los gastos  públicos salen del bolsillo de los ciudadanos le hace daño al buen  funcionamiento de la democracia. Cuando la gente no sabe que ellos  son, al final del día, los que pagan la cuenta de programas sociales que  malgastan el dinero o de operadores políticos que se disfrazan de  funcionarios públicos, hay menos interés en evitar las malas prácticas  de la política. Cuando la gente no sabe que las obras de  infraestructura deficientes que son el hazmerreír de la ingeniería son  con costo a sus bolsillos, la gente se suma a las burlas. Uno se puede  reír cuando ve que alguien se tropieza y rompe un costoso televisor de  última generación. Pero si uno es el dueño del televisor que se acaba de  romper, el incidente parece menos chistoso.
En los últimos años, en Chile hemos hecho esfuerzos para que la  gente se entienda a sí misma como consumidores con derechos y ciudadanos  con derechos. La derecha se ha centrado en promover la mentalidad  de consumidores mientras la izquierda se ha centrado en promover la  mentalidad de ciudadanos con derechos. Es verdad que hemos hecho menos  esfuerzos en educar a la ciudadanía para que sepan que los derechos  también implican obligaciones. Pero, para que la democracia funcione,  es importante que los chilenos actúen como ciudadanos y consumidores  con derechos y obligaciones.
Ahora falta que los chilenos también comiencen a actuar como contribuyentes con derechos y obligaciones. La  gente debiera saber que paga impuestos cada vez que va a una tienda  (tal vez sería bueno que, como ocurre en otros países, las boletas  mostraran el valor real de los productos y la cantidad de dinero que va  como impuestos al fisco). Sólo cuando los chilenos asuman que son  contribuyentes comenzarán a demandar que el gobierno de turno gaste de  forma eficiente y austera los recursos que salen de los bolsillos de  todos y cada uno de los residentes del país.
 
(El Libero) En muchos de los debates sobre políticas públicas y prioridades de los gobiernos se nota la ausencia de la mentalidad de contribuyente que existe en los países más desarrollados. Porque los chilenos pagan impuestos -y los pobres muchas veces terminan entregando al Estado un porcentaje mayor de sus ingresos que los más adinerados- resultaría conveniente incorporar sus intereses y preocupaciones al momento de decidir en qué gasta sus recursos el fisco.
Muchos chilenos parecen desconocer que los gastos del Estado provienen de sus bolsillos. Existe el mito que el cobre es el sueldo de Chile y que, presumiblemente, los recursos públicos dependen fundamentalmente de los ingresos por este metal -ya sea Codelco o por los impuestos que pagan las multinacionales cupríferas. Adicionalmente, porque cada vez que se habla de reformas tributarias se subraya que las grandes empresas y los que más ganan tendrán tasas de impuestos más altas, mucha gente cree que el fisco se financia fundamentalmente con eso.
Pero el financiamiento público proviene principalmente de los bolsillos de todos los chilenos. Porque el IVA constituye una parte importante del presupuesto público y porque buena parte de los impuestos que pagan las empresas terminan siendo traspasados al costo de sus productos y servicios -y por lo tanto también salen del bolsillo de los contribuyentes- una reforma tributaria que aumente la carga fiscal inevitablemente significa que todos los chilenos -la señora Juanita, como le gustaba decir a Ricardo Lagos- termina recibiendo un poco menos de dinero, que ahora va a las arcas del fisco.
Es sabido que el IVA es un impuesto regresivo. Es una forma bastante eficiente de recaudar recursos y produce pocas distorsiones en los mercados, en tanto casi todos los productos y servicios lo pagan. Pero como las personas de ingresos bajos y medios -la gran mayoría del país- gasta todos sus ingresos (al no tener capacidad de ahorro), ellos terminan pagando un impuesto del 19% de todo lo que ganan. Las personas de más ingresos, que ahorran, invierten o tienen sus APV, terminan pagando sustancialmente menos del 19% de sus ingresos en IVA.
Es verdad que estas últimas pagan impuestos a la renta, pero como éste es escalonado por tramos, sólo aquellos que tienen ingresos especialmente altos terminan pagando la tasa marginal más elevada -y sólo lo hacen en sus ingresos que superan cierta cantidad. Luego, aunque los que más ganan efectivamente pagan impuestos más altos -superiores al 19% que pagan, en IVA, los de menos ingresos- una gran mayoría de los chilenos contribuye con una parte sustancial de sus ingresos al erario.
Sorpresivamente, aunque pagan impuestos, muchos chilenos no se ven a sí mismos como contribuyentes. A menudo se definen como ciudadanos, como poseedores de derechos sociales o como consumidores. Esta falta de conciencia de que los gastos públicos salen del bolsillo de los ciudadanos le hace daño al buen funcionamiento de la democracia. Cuando la gente no sabe que ellos son, al final del día, los que pagan la cuenta de programas sociales que malgastan el dinero o de operadores políticos que se disfrazan de funcionarios públicos, hay menos interés en evitar las malas prácticas de la política. Cuando la gente no sabe que las obras de infraestructura deficientes que son el hazmerreír de la ingeniería son con costo a sus bolsillos, la gente se suma a las burlas. Uno se puede reír cuando ve que alguien se tropieza y rompe un costoso televisor de última generación. Pero si uno es el dueño del televisor que se acaba de romper, el incidente parece menos chistoso.
En los últimos años, en Chile hemos hecho esfuerzos para que la gente se entienda a sí misma como consumidores con derechos y ciudadanos con derechos. La derecha se ha centrado en promover la mentalidad de consumidores mientras la izquierda se ha centrado en promover la mentalidad de ciudadanos con derechos. Es verdad que hemos hecho menos esfuerzos en educar a la ciudadanía para que sepan que los derechos también implican obligaciones. Pero, para que la democracia funcione, es importante que los chilenos actúen como ciudadanos y consumidores con derechos y obligaciones.
Ahora falta que los chilenos también comiencen a actuar como contribuyentes con derechos y obligaciones. La gente debiera saber que paga impuestos cada vez que va a una tienda (tal vez sería bueno que, como ocurre en otros países, las boletas mostraran el valor real de los productos y la cantidad de dinero que va como impuestos al fisco). Sólo cuando los chilenos asuman que son contribuyentes comenzarán a demandar que el gobierno de turno gaste de forma eficiente y austera los recursos que salen de los bolsillos de todos y cada uno de los residentes del país.


