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14.06.18

¿Tocó fondo la política económica de Cambiemos?

(Clarín) En un país con casi un tercio de la población bajo la línea de pobreza, el ajuste para ordenar las cuentas públicas deberá ponderar los efectos socialmente críticos que pueden desatar la recesión y la inflación.
Por Liliana De Riz

(Clarín) El gobierno de Cambiemos supo despertar buenas expectativas en una sociedad fatigada de promesas incumplidas y ganarse la simpatía de casi todo el resto del mundo. A pesar de que losbrotes verdes de la economía no llegaron a ser percibidos por muchos de sus votantes, en las elecciones legislativas de octubre de 2017 Macri consolidó y acrecentó el apoyo logrado en 2015.

¿ Hasta cuándo esta sociedad le renovaría la confianza a un gobierno con tan magros resultados? Para muchos no fue la aprobación de lo hecho sino la apuesta a que el Gobierno finalmente lograría sentar las bases de un país de progreso; para otros, el voto lo definió la desconfianza en quienes se proponían como alternativas. Hoy esa victoria que conquistó votos entre los de abajo, el territorio de caza que se creyó exclusivo del peronismo, parece lejana.

El primer round entre el oficialismo y la oposición se libró en diciembre pasado, en el Congreso y en la calle. Un indicio claro de la confrontación fue la resistencia a las iniciativas de reforma por parte de legisladores del peronismo con los que Cambiemos había establecido puentes exitosos.

La heterogénea y violenta protesta en la calle acompañó la cacofonía en el ámbito legislativo. Enfrentar los problemas estructurales causantes de nuestro frustrado crecimiento económico despierta las resistencias de quienes están organizados para defenderse y ven afectados sus intereses, y de los muchos beneficiaros de esas reformas que no alcanzan a percibir cómo mejoraría su situación en un futuro incierto.

Los políticos de la variada oposición peronista, por su parte, tienden a capitalizar el descontento con miras a asegurarse un futuro en medio de la incertidumbre y el desconcierto que crea la fragmentación, la pérdida de bases de apoyo y la ausencia de un liderazgo unificador en su seno.

La reciente crisis cambiaria y la decisión del gobierno de acudir al Fondo Monetario, terminaron de abroquelar a una oposición fragmentada en contra de un presidente que, ellos entienden, condensa los males que despejarán el camino hacia laalternancia en 2019. Un presidente de derecha, dicen, que gobierna para los ricos.

Macri, ¿es de derecha por su origen o por el contenido de sus políticas? Al Presidente parece inquietarlo más la falta de resultados que las críticas de viejo cuño.

El Gobierno eligió no explicitar sus estrategias, y ha venido avanzando caso por caso, por ensayo y error. Cuando un enfoque no funcionó, probó con otro. “Día a día vamos calibrando logros y las metas”, afirmó el ministro Dujovne en 2017.

Macri ha sorprendido a la mayor parte de la dirigencia política, sindical y empresarial con su estilo novedoso e inaprensible. También a la sociedad, pero la persistencia de los problemas -alta inflación, tasas de interés siderales, endeudamiento creciente, déficit comercial y muy baja inversión- fue minando la confianza. Cuando la conjunción de factores externos y domésticos desató la tormenta perfecta, llegó la estampida bancaria y el recurso al Fondo Monetario.

¿Cómo explicar este viraje a una ciudadanía que asocia al Fondo con las debacles pasadas? La economía argentina estará, una vez más, bajo el paraguas de los acuerdos con el FMI para asegurarse un horizonte financiero y enfrentar decisiones que multiplicarán las resistencias.

Acaso el “populismo de largo plazo”, un oxímoron con el que Pablo Gerchunoff definió el gobierno económico de Macri, tocó fondo. El necesario ajuste para ordenar las cuentas públicas deberá ponderar las consecuencias socialmente críticas que puede desatar la recesión económica combinada con la inflación en un país con casi un tercio de su población por debajo de la línea de pobreza.

No se trata de volver a tomar un atajo, pero tampoco de repetir experiencias políticamente traumáticas para superar nuestras históricas dificultades para gobernarnos.

Esta es ocasión para que este presidente amigable muestre su estatura de estadista. Ante la realidad de un país que gasta más de lo que produce y quiere vivir más allá de sus posibilidades sin preocuparse por cómo crear las condiciones que generen riqueza y trabajo genuino, se impone la firmeza de decisiones que definan un rumbo de desarrollo. Eso es mucho más que ordenar cuentas públicas, condición necesaria, pero no suficiente.

Para lograrlo, el gobierno deberá diseñar una estrategia de desarrollo cuyos ejes sean la productividad, la competitividad y la distribución del ingreso; deberá desplegar una capacidad operativa excepcional y enhebrar los acuerdos básicos sobre el desarrollo del tejido industrial, la mejora de la educación, la justicia y el federalismo.

El Presidente tendrá que explicar los costos y los beneficios del nuevo camino para recuperar la confianza de la sociedad. Macri sabe que será juzgado por el crecimiento de la economía. El desafío que enfrenta despierta obvias dudas. Confiemos en que una oposición constructiva sepa alcanzar los acuerdos básicos sobre los grandes temas. Confiemos en que esta sea una oportunidad para lograrlo.

* Liliana De Riz es politóloga. Profesora Titular de laUBA. Investigadora principal del CONICET.

 

Fuente: Clarín (Buenos Aires, Argentina)