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03.05.18

Entre la competitividad y la estabilidad

(7 Miradas) Hace algunos años el especialista Carlos Matus se planteaba cuántas reformas eran posibles tirando por la borda la estabilidad democrática, y cuánta estabilidad democrática era posible sin hacer reformas.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Después de una semana de turbulencias entre las tasas, el dólar, la inflación, los factores internacionales, la pregunta obligada del receso es si la tormenta seguirá o se calmará. Dice el economista Pablo Gerchunoff que el gobierno de Macri se enfrentará a un clásico de la historia económica argentina: el choque entre ganar competitividad o estabilidad. Como los lectores saben, esta no es una columna económica, por lo tanto no hará predicciones económicas. Lo que vamos a hacer es poner el foco en las cuestiones políticas de tal dilema.

Los cambios importantes, los que afectan de manera estructural, se pueden realizar en 2 condiciones: 1) cuando se tiene el suficiente poder político, 2) cuando existe una crisis terminal que no deja opciones. Alguna combinación de ambos factores experimentaron parte de los gobiernos de Menem y los K. Dicho en términos llanos: entre la espada y la pared muchas veces no queda otra que tomar decisiones poco populares. La experiencia indica que la sociedad acompaña resignada al comienzo, y más optimista luego si se sale de la crisis y la máquina se pone en marcha. Eso facilitó las primeras fases de ambos proyectos políticos, con las correspondientes consolidaciones, para luego entrar en pantanos de los que finalmente no lograron salir.

Siempre quedará para la historia el debate de si dichas transformaciones fueron bien o mal hechas, si había alternativas, si tuvieron un primer éxito pero que dejaron tendales posteriores, etc. No es ese el punto de esta nota.

La cuestión es que CFK se fue dejando problemas económicos importantes y resolubles, pero con inevitables costos sociales que pagar. Sin embargo, la sensación de la mayoría social no era que dichas dificultades eran lo suficientemente graves como aplicar “cirugía sin anestesia” como le gustaba decir a Menem. Lo que vemos es una situación inédita para –al menos- esta etapa democrática argentina. Por supuesto ya concluyó la etapa del debate sobre cuánto había que hablar de “la herencia recibida”. Gameover.

El punto es que si un gobernante apuesta a la estabilidad, calma las aguas, la gente se tranquiliza, pero siempre quedan pendientes las reformas que nos permiten mejorar cualitativamente (ser más productivos, generar procesos de incorporación de valor agregado, bajar el costo argentino sin depreciar salarios, etc.). La cuestión es cómo aprende el sistema político y todos sus actores a procesar transformaciones importantes pero graduales, sin que vuele todo por el aire, y con un moderado acompañamiento social.

Al respecto podríamos resumirlo en 3 grandes opciones:

  • Apostar a la estabilidad y dejar todo lo demás pendiente
  • Jugarse a un súper ajuste clásico, obligado o no por el mercado
  • Jugar a una gradualidad, haciendo un fino equilibrio con la balanza.

La “tercera vía” fue la apuesta de Macri hasta el momento. ¿Fue una buena idea? Supongamos que no fuera una buena idea ¿el sistema político resistía otra posibilidad?

Ya hace algunos años el especialista Carlos Matus se planteaba cuántas reformas eran posibles tirando por la borda la estabilidad democrática, y cuánta estabilidad democrática era posible sin hacer reformas.

Volvamos al principio: la tensión histórica que señala Gerchunoff solo podrá resolverse con la adecuada combinación de muñeca política y pericia técnica, lo cual implica un aprendizaje más para Macri y los 40 millones de argentinos. ¿Hasta cuánto puede bajar la popularidad del presidente sin que se enciendan alarmas institucionales? ¿La sociedad bufará, pero no tanto para que la clase política –sobre todo la oposición- no se sienta con derecho a pensar cosas raras?

En estos últimos días agitados tanto la muñeca política (foco de esta columna semana a semana) como la pericia técnica (que no es nuestro punto) fueron puestos en cuestionamiento. Parece entonces difícil encontrar la fórmula para resolver la tensión.

A modo de reflexión final diría que no parece conveniente dejarse llevar solo por los altibajos que van mostrando las encuestas. En todos los últimos grupos focales que venimos haciendo en distintas provinciales algo raro sucede: la gente despotrica, se muestra decepcionada, preocupada, algo angustiada; sin embargo, cuando al final  responde anónimamente a quién votaría hoy para presidente, se sigue imponiendo Macri. ¿Esto se debe a que nadie capitaliza la bronca creciente? Sin duda. Pero es probable que también el mensaje central de buena parte del electorado sea: “¿acaso había otro camino?”.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)