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27.04.18

PDC, ¿Q.E.P.D.?

Si el liderazgo democratacristiano renuncia a definirse de izquierda y opta por ser un partido moderado, pragmático, razonable y ambidiestro, podrá aprovechar la gran opción de ser un partido bisagra que use su reducido número de legisladores para decidir cuándo la derecha será mayoría y cuándo lo será la izquierda. Es demasiado temprano para escribir el obituario del PDC, pero en la medida que su liderazgo se obstine en pelear infructuosamente un lugar como partido de izquierda, el partido seguirá cavando su propia tumba.
Por Patricio Navia

(El Líbero) tentador declarar la muerte de un partido político, pero el PDC chileno no está a punto de morir. Más bien está consolidándose en un estado vegetativo que le permitirá seguir sobreviviendo —igual que el Partido Radical—a la espera de algún golpe de suerte que haga caer del cielo un candidato presidencial atractivo. En lo que respecta a ideas y principios, el PDC ya hizo la transición hacia un partido más preocupado de los cargos para sus militantes que de ideas que puedan capturar el interés del electorado. Y eso aplica tanto para los militantes que se fueron como para los que se quedaron.

No es difícil identificar el momento en que el PDC comenzó a caer. El fin de la Guerra Fría hizo que el capitalismo democrático se convirtiera en la única opción de desarrollo viable en el mundo. Luego, la propuesta que diferenció al PDC de una derecha que quería capitalismo, pero dudaba de la democracia, y de una izquierda que rechazaba el capitalismo con o sin democracia, dejó de existir. El PDC fue víctima del éxito de su ideología. Pero al no tener nada con qué diferenciarse, su propuesta perdió atractivo en el mundo entero.

En los lugares donde siguió siendo relevante, el partido se convirtió en el defensor de un capitalismo con acento de derecha. Pero en Chile, por la forma en que evolucionó la política en dictadura, terminó aliado con los partidos de izquierda democráticos. Con la transición, la crisis ideológica que vivía la democracia cristiana mundial no se hizo evidente en Chile porque el PDC lideraba las fuerzas democráticas. Patricio Aylwin y Eduardo Frei retrasaron la crisis ideológica porque eran candidatos presidenciales populares. Y no hay mejor forma de sacarle el cuerpo a una crisis que ganando elecciones presidenciales.

Pero con la victoria de Ricardo Lagos en 2000, el PDC se vio enfrentando a la crisis de no tener ya un producto diferenciador atractivo. Como Polaroid, el PDC se quedó sin producto que vender. Pero como igual tenía tecnócratas capaces y caciques legisladores y alcaldes, el partido sobrevivió como parte central de la coalición de gobierno hasta 2010. Ya en la oposición, el delicado balance de poder entre tecnócratas y políticos terminó por favorecer a estos últimos. Después de todo, los tecnócratas estaban fuera del gobierno y los políticos mantenían cuotas de poder en el Congreso y las alcaldías.

En 2013, la popularidad de Michelle Bachelet como candidata presidencial embriagó a todo el partido: tecnócratas que aspiraban a ejercer un rol moderador en el gobierno y políticos que aspiraban a aprovechar la popularidad de Bachelet para ganar escaños. La Democracia Cristiana aceptó una alianza con el Partido Comunista por el beneficio de corto plazo, sin considerar los costos a mediano plazo. Corriéndose a la izquierda y siendo parte de una coalición que también estaba más cargada a la izquierda, el PDC entró al gobierno de la Nueva Mayoría. Pero en vez de convertirse en un partido moderador, torpemente se sumó al coro izquierdizado. Esa fue una decisión torpe, porque no había forma de ganar participación electoral compitiendo con el PS, PC y PPD por el flanco izquierdo.

El contraataque de los tecnócratas —y el canibalismo del PS— llevaron al desastre electoral de 2017. Enfrentados nuevamente a ser oposición y sin poder apostar a una candidata de izquierda atractiva en 2021, el PDC se quedó sin estrategia de largo plazo ni táctica de corto plazo.

Pero no tener opciones de crecimiento no es lo mismo que estar condenado a desaparecer. Por el momento, el PDC tiene suficientes legisladores como para seguir siendo relevante. Si sus diputados se ponen las pilas, pueden convertirse en el partido palanca que permita a Chile Vamos alcanzar mayoría en la Cámara. En el Senado, el PDC escogió tres senadores que tendrán sus cupos hasta marzo de 2026. EN las elecciones de 2020, el partido logrará mantener buena cantidad de sus alcaldes, aun si se presenta de forma independiente. Es más, el PDC puede incluso resultar ganador en algunas de las contiendas a gobernador regional que se realicen ese año.

Pero seguir existiendo no es sinónimo de ser relevante. A menos que encuentre un candidato presidencial atractivo, el PDC deberá seguir el largo camino de buscar un nicho ideológico que sea atractivo para el electorado. Como el espectro en la izquierda ya está sobrepoblado de oferta y los partidos de Chile Vamos se han apresurado en correrse hacia el centro, buscando posiciones moderadas, el espacio ideológico que puede ocupar el PDC es cada vez más reducido. Aun así, si el liderazgo del partido renuncia a definirse de izquierda y opta por ser un partido moderado, pragmático, razonable y ambidiestro, podrá aprovechar la gran opción de ser un partido bisagra que use su reducido número de legisladores para decidir cuándo la derecha será mayoría y cuándo lo será la izquierda. Es demasiado temprano para escribir el obituario del PDC, pero en la medida que su liderazgo se obstine en pelear infructuosamente un lugar como partido de izquierda, el PDC seguirá cavando su propia tumba.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)