Relatos salvajes
Los casos de Maciel y Maldonado constituyen una afrenta a la memoria de las reales víctimas del terrorismo de Estado. Ambos casos constituyen auténticos relatos salvajes sobre el pasado y el presente que subestiman la memoria y la inteligencia con miras a inventar un futuro.Por Hugo Machín Fajardo
Nelson El Chueco Maciel y Santiago Maldonado configuran dos caras de una misma práctica: la falsificación de la historia practicada de manera contumaz por cierta izquierda. Separados por casi medio siglo uno del otro, tienen similitudes.
Nelson Chueca Maciel, un " infanto juvenil", según el periódico comunista uruguayo El Popular de 1971, fue abatido en un enfrentamiento con la policía montevideana luego de haber rapiñado a un trabajador municipal al que secuestró y condujo a su hogar para, tras amenazarlo de muerte, y robarle en su propia vivienda.
A la semana siguiente de ese episodio, el semanario de izquierda Marcha publicaba dos páginas escritas por el ya desaparecido Hugo Alfaro en el que se hacía un relato tergiversado de la realidad delincuencial de Maciel. En la nota periodística era presentado como el Robin Hood sui generis de un cantegril (villa miseria) montevideano, que supuestamente lo reconocía como líder social. La realidad es que Maciel les robaba a sus propios vecinos.
En esa misma edición Marcha publicó la carta de un funcionario del Poder Judicial, Rodolfo Ponce de León, que había tenido intervención en las diferentes detenciones policiales de Maciel, al que describía como alguien con ciertas deficiencias a la hora de responder por sus actos delictivos. Ponce de León sostenía en esa carta que Maciel en absoluto se correspondía con la idea de que de otros individuos parecidos a Maciel surgiría el "hombre nuevo" que por entonces se propugnaba desde la izquierda uruguaya.
No obstante el cantautor Daniel Viglietti compuso una canción en la que Maciel es presentado con ribetes épicos que lo dibujaron como un héroe revolucionario funcional a la mística tupamara sobre el habitante de las villas miseria. Viglietti la cantó hasta poco antes de morir en octubre:
“/Asalta /el banco y comparte/con el cantegril/ como antes el hambre/ como antes el hambre/ comparte el botín/”
Días atrás el columnista Luciano Álvarez, de El País de Montevideo, informó que Maciel integraba la nómina oficial de víctimas del terrorismo de Estado, lo que motivó una investigación desarrollada por el equipo periodístico del canal uruguayo Nuevo Siglo TV. En la emisión del miércoles 16 del programa Off the record de dicho canal quedó evidente la farsa histórica. En el programa fue entrevistado Ponce de León, quien explicitó el contenido de su carta de 1971 y dijo que, con la perspectiva histórica, se reafirmaba en lo escrito entonces.
Santiago Maldonado, el artesano argentino que murió en el río Chubut el 1°de agosto, fue hallado setenta y ocho días después, el 17 de octubre, en ese río. Cincuenta y cinco peritos, entre los cuales están los representantes de la familia de Maldonado, constataron que el cuerpo del infortunado joven permaneció setenta días sumergido muy cerca de donde se lo había rastreado y que el cadáver no presentó ningún tipo de lesiones. Durante dos meses y medio y en la antesala de las elecciones legislativas argentinas, encabezados por la ex presidenta Cristina Kirchner -quien necesitaba ser electa senadora por cuestiones de inmunidad- la mayoría de las ONGs pro DDHH de ese país instalaron el relato de que Maldonado era una víctima de la “desaparición forzada”, crimen de lesa humanidad practicado por las dictaduras del Cono Sur en los setenta y ochenta. Los centenares de mujeres desaparecidas por la trata de personas en los años del kirchenerismo nunca sensibilizaron a los sectores ciudadanos que, de golpe, se volcaron a las calles y redes sociales en reclamo por Maldonado. Sensibilidad alimentada de manera artificial que, para variar, cruzó el Río de la Plata y fue tema de grafitis montevideanos que reclamaban la “aparición con vida” del artesano de cuya presunta muerte responsabilizaban al “neoliberalismo” del actual gobierno argentino. Puro relato electoralero.
Los casos de Maciel y Maldonado constituyen una afrenta a la memoria de las reales víctimas del terrorismo de Estado.
Maciel fue un delincuente común al que una historia oficial quiere asimilar a los uruguayos que perecieron en la tortura o padecieron años de cautiverio por pertenecer a sindicatos o partidos legales a hasta junio de 1973.
Maldonado quiere ser incorporado a la fuerza y mediante la mentira, pese a la evidencia de que no fue una víctima de la represión policial, en la misma categoría que las 8.961 desapariciones que registró el Informe “Nunca más” de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). Su desgraciada y prematura muerte no lo convierte en víctima del terrorismo de Estado por más manija que den los traficantes de la memoria.
Ambos casos constituyen auténticos relatos salvajes sobre el pasado y el presente que subestiman la memoria y la inteligencia con miras a inventar un futuro.
Nelson El Chueco Maciel y Santiago Maldonado configuran dos caras de una misma práctica: la falsificación de la historia practicada de manera contumaz por cierta izquierda. Separados por casi medio siglo uno del otro, tienen similitudes.
Nelson Chueca Maciel, un " infanto juvenil", según el periódico comunista uruguayo El Popular de 1971, fue abatido en un enfrentamiento con la policía montevideana luego de haber rapiñado a un trabajador municipal al que secuestró y condujo a su hogar para, tras amenazarlo de muerte, y robarle en su propia vivienda.
A la semana siguiente de ese episodio, el semanario de izquierda Marcha publicaba dos páginas escritas por el ya desaparecido Hugo Alfaro en el que se hacía un relato tergiversado de la realidad delincuencial de Maciel. En la nota periodística era presentado como el Robin Hood sui generis de un cantegril (villa miseria) montevideano, que supuestamente lo reconocía como líder social. La realidad es que Maciel les robaba a sus propios vecinos.
En esa misma edición Marcha publicó la carta de un funcionario del Poder Judicial, Rodolfo Ponce de León, que había tenido intervención en las diferentes detenciones policiales de Maciel, al que describía como alguien con ciertas deficiencias a la hora de responder por sus actos delictivos. Ponce de León sostenía en esa carta que Maciel en absoluto se correspondía con la idea de que de otros individuos parecidos a Maciel surgiría el "hombre nuevo" que por entonces se propugnaba desde la izquierda uruguaya.
No obstante el cantautor Daniel Viglietti compuso una canción en la que Maciel es presentado con ribetes épicos que lo dibujaron como un héroe revolucionario funcional a la mística tupamara sobre el habitante de las villas miseria. Viglietti la cantó hasta poco antes de morir en octubre:
“/Asalta /el banco y comparte/con el cantegril/ como antes el hambre/ como antes el hambre/ comparte el botín/”
Días atrás el columnista Luciano Álvarez, de El País de Montevideo, informó que Maciel integraba la nómina oficial de víctimas del terrorismo de Estado, lo que motivó una investigación desarrollada por el equipo periodístico del canal uruguayo Nuevo Siglo TV. En la emisión del miércoles 16 del programa Off the record de dicho canal quedó evidente la farsa histórica. En el programa fue entrevistado Ponce de León, quien explicitó el contenido de su carta de 1971 y dijo que, con la perspectiva histórica, se reafirmaba en lo escrito entonces.
Santiago Maldonado, el artesano argentino que murió en el río Chubut el 1°de agosto, fue hallado setenta y ocho días después, el 17 de octubre, en ese río. Cincuenta y cinco peritos, entre los cuales están los representantes de la familia de Maldonado, constataron que el cuerpo del infortunado joven permaneció setenta días sumergido muy cerca de donde se lo había rastreado y que el cadáver no presentó ningún tipo de lesiones. Durante dos meses y medio y en la antesala de las elecciones legislativas argentinas, encabezados por la ex presidenta Cristina Kirchner -quien necesitaba ser electa senadora por cuestiones de inmunidad- la mayoría de las ONGs pro DDHH de ese país instalaron el relato de que Maldonado era una víctima de la “desaparición forzada”, crimen de lesa humanidad practicado por las dictaduras del Cono Sur en los setenta y ochenta. Los centenares de mujeres desaparecidas por la trata de personas en los años del kirchenerismo nunca sensibilizaron a los sectores ciudadanos que, de golpe, se volcaron a las calles y redes sociales en reclamo por Maldonado. Sensibilidad alimentada de manera artificial que, para variar, cruzó el Río de la Plata y fue tema de grafitis montevideanos que reclamaban la “aparición con vida” del artesano de cuya presunta muerte responsabilizaban al “neoliberalismo” del actual gobierno argentino. Puro relato electoralero.
Los casos de Maciel y Maldonado constituyen una afrenta a la memoria de las reales víctimas del terrorismo de Estado.
Maciel fue un delincuente común al que una historia oficial quiere asimilar a los uruguayos que perecieron en la tortura o padecieron años de cautiverio por pertenecer a sindicatos o partidos legales a hasta junio de 1973.
Maldonado quiere ser incorporado a la fuerza y mediante la mentira, pese a la evidencia de que no fue una víctima de la represión policial, en la misma categoría que las 8.961 desapariciones que registró el Informe “Nunca más” de la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). Su desgraciada y prematura muerte no lo convierte en víctima del terrorismo de Estado por más manija que den los traficantes de la memoria.
Ambos casos constituyen auténticos relatos salvajes sobre el pasado y el presente que subestiman la memoria y la inteligencia con miras a inventar un futuro.