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02.11.17

Rumbo a Islandia

Después de la intensidad del debate político en los últimos 16 años (a partir de la crisis de 2001), las grietas políticas, sociales o culturales están muy asentadas. No será tarea fácil empezar a borrar lo que en una etapa sirvió como instrumento de posicionamiento de los principales actores.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Ya se notó en los discurso del domingo 22 en los festejos: tanto Macri como María Eugenia Vidal le pusieron más énfasis a la esperanza sobre el futuro que a hacer alusiones al triunfo electoral.

Cuando los militantes del PRO empezaron a corear “no vuelven más!”, la gobernadora los frenó en seco y transmitió que a partir de ahora es con todos. Quiso dar por terminado el nosotros y ellos. Lo mismo hizo el presidente: aludió a todo lo que se podía lograr juntos. La derivación natural de ese antecedente fue el llamado a los “consensos básicos” que se presentó este lunes 30 frente al “círculo rojo”.

Más allá de cierta impronta re fundacional que han intentado todos los presidentes desde el inicio de la democracia, esto también tiene un trasfondo: el gobierno quiere barajar y dar de vuelta en muchos temas, y sabe que eso no lo puede hacer solo. Las experiencias de Alfonsín y De la Rúa aparecen aún como fantasmas respecto a cómo consolidar un proceso político y no encallar el barco.

Pero si bien la elección ya se realizó, el oficialismo lógicamente comenzó a mirar hacia 2019. Para lograr 2 hechos históricos (un no peronista que termina el mandato y continúa en el poder la misma fuerza política) va a estar pensando todo el tiempo en el número mágico de 45: el porcentaje que necesita alcanzar en primera vuelta para no ir a balotaje.

Cambiemos arañó el 41 % el domingo 22 de octubre. Quedarían entre 4 y 5 puntos para dormir tranquilo dentro de 2 años. Donde los va a encontrar? En los opositores blandos, gente que no quiere que vuelva Cristina, pero tampoco le convence lo que está haciendo Macri, o directamente está sintiendo en carne propia los efectos de su modelo económico. Los indicadores muestran que tiene viento a favor para lograrlo.

Más allá de eso, hay un segundo trasfondo: los estudios de opinión cualitativos que viene realizando nuestra consultora post elección marcan que la grieta en la sociedad no solo sigue existiendo, sino que además ahora los opositores duros juzgan que opera en contra de ellos: los que se sienten víctimas de la era Macri. Este segmento sigue viendo en Cristina la única posibilidad de un límite. Y el triunfo de Cambiemos les genera un gran malestar. Esto no se verifica solo en la provincia de Buenos Aires, sino en varios lugares del país, lo cual obliga a medir cuánto representa hoy la ex presidenta a nivel nacional.

En ese marco, el presidente está poniendo énfasis en que el domingo 22 no ganó una fuerza política, sino que ganó el diálogo. En el discurso fundacional de los Consensos Básicos aludió a dar vuelta una página en la historia. Como si quisiera transmitir que el debate en la Argentina ya no será (no debe ser?) Cristina sí o Cristina no.

Después de la intensidad del debate político en los últimos 16 años (a partir de la crisis de 2001), las grietas políticas, sociales o culturales están muy asentadas. No será tarea fácil empezar a borrar lo que en una etapa sirvió como instrumento de posicionamiento de los principales actores.

Pero nada es imposible. Los islandeses dicen que en 1944, cuando se independizaron de Dinamarca, era un país muy pobre. Algo así como “África con hielo”. Y hoy están entre los 10 de mejor calidad de vida del planeta.

Desde Islandia escribiremos la próxima columna.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)