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23.08.17

El Frente Amplio y el hombre de la calle

(El Observador) El FA sigue llevando adelante una enorme agenda social. Si perdemos de vista esta otra cara, menos visible pero decisiva, corremos el riesgo de pensar que el partido de gobierno está condenado a perder la próxima elección. Varias encuestas muestran que el Partido Nacional supera en intención de voto al partido de gobierno. No me asombra. Pero, cuando llegue el momento, a pesar de papelones y escándalos, el FA volverá a votar muy bien.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Hace más de dos años que el partido de gobierno se las viene ingeniando para fastidiar a la opinión pública informada. Durante el 2015, por su renuncia a reformar la educación (simbolizada en el alejamiento de Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir del Ministerio de Educación y Cultura) y por la difusión de datos crecientemente alarmantes sobre la gestión de ANCAP (en el marco de la Comisión Investigadora instalada en el Senado). Durante el 2016 y el 2017 siguió alimentando el malhumor ciudadano. Por ejemplo, el año pasado el Plenario del FA respaldó al vicepresidente Raúl Sendic en el insólito episodio del título universitario que terminó brillando por su ausencia. Y durante el primer semestre del año en curso, por no asumir posiciones claras ni sobre el golpe de Estado consumado en la Venezuela chavista ni sobre el uso indebido de tarjetas corporativas en ANCAP. La vuelta de tuerca poco creíble que acaba de experimentar la nueva y mundialmente publicitada política de producción y comercialización del cannabis no hace más que agregar frustración y un nuevo signo de interrogación respecto a la idoneidad del partido de gobierno.

El FA, de un tiempo a esta parte, tiende a tropezarse y a caer. Los bajos niveles de aprobación de la gestión presidencial y la disminución en su intención de voto comparada con cinco años atrás confirman sus problemas. Pero el FA es más (y también mejor) como elenco gobernante que todo esto de lo que tanto se ha hablado y comentado, con toda justicia, a lo largo de estos años. El FA, para empezar, logró durante este tercer mandato consecutivo superar la prueba de gobernar la economía con viento en contra. Dije, y reitero ahora, que, aunque a nadie le gusta pagar más impuestos, habla bien del sentido de responsabilidad del gobierno y de la competencia técnica del MEF que se haya atrevido a realizar durante el año pasado un ajuste fiscal. También es saludable que, ahora, haya elaborado y aprobado una Rendición de Cuentas cautelosa. Asimismo ha logrado manejar con solvencia, en un entorno difícil, otras variables macroeconómicas muy importantes, como el tipo de cambio y la inflación. En definitiva, liderado por el equipo económico, el gobierno y su partido lograron evitar la recesión. La economía ha vuelto a crecer. Es evidente que ya no se vive la euforia de hace 10 años, pero tampoco se respira el clima de incertidumbre de comienzos de 2016.

Pero el gobierno frenteamplista hace algo todavía más importante en términos políticos que cuidar la macroeconomía: sigue pensando, como cada día desde que asumió por primera vez al frente del Poder Ejecutivo, en combatir la pobreza y en mejorar la distribución del ingreso. No hay forma de explicar el éxito electoral que ha tenido la izquierda uruguaya en estos años sin tomar en cuenta su enorme esfuerzo por reformar y potenciar el viejo Estado de bienestar uruguayo. El FA sigue llevando adelante una extensa batería de políticas sociales en todo el país. El Mides es la cara más visible de esta vocación. Pero la obsesión por la justicia social recorre y vertebra todas las políticas públicas del gobierno, desde la política laboral a la política de vivienda, pasando por el Plan Ibirapitá (que promueve la inclusión digital para jubilados). De esto se habla menos. No es una conspiración de los medios. Simplemente, es menos visible. Pero sus consecuencias político-electorales son tan o más intensas que los efectos de los escándalos en torno a Venezuela o ANCAP. Los más pobres son los más beneficiados por las políticas públicas que sistemáticamente impulsa el FA hace más de una década. Son, también, los menos interesados en política, los más desinformados.

Ningún análisis de la coyuntura y de las perspectivas políticas de mediano plazo en Uruguay debería omitir los tropezones políticos y las renuncias del FA en el plano moral. Pero tampoco se debería pasar por alto la otra dimensión del gobierno frenteamplista. El FA sigue llevando adelante una enorme agenda social. Si perdemos de vista esta otra cara, menos visible pero decisiva, corremos el riesgo de pensar que el partido de gobierno está condenado a perder la próxima elección. Varias encuestas muestran que el Partido Nacional supera en intención de voto al partido de gobierno. No me asombra. Pero, cuando llegue el momento, a pesar de papelones y escándalos, el FA volverá a votar muy bien. Es probable que pierda algunos miles de votos, especialmente en el área metropolitana y en los sectores más informados. Pero que nadie confunda, por ejemplo, al lector de estas columnas con el “hombre de la calle” de la canción de Jaime Roos. “El hombre de la calle dice ‘no te aguanto más’” y “en medio del discurso corre bruscamente el dial”. Pero, cuando llega el momento de votar, no olvida a los que pensaron en él y le tendieron una mano.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)