Iván Kirichenko:
“Desandar ese camino es algo muy doloroso, de ahí la grandeza de los Rovira Grieco”
En su libro “La última fuga”, el periodista Iván Kirichenko presenta una fascinante historia novelada del matrimonio Rovira Grieco, padres de un joven militante tupamaro asesinado por la dictadura militar uruguaya, quienes terminan desencantados –al punto de suicidarse- con el espejismo de la izquierda revolucionaria. Su novela podría ser llevada al cine.
Iván Kirichenko nació en Montevideo en noviembre de 1975. Comenzó a trabajar como periodista cuando tenía 15 años. Fue durante seis años cronista del diario "El País", y desde el 2004 escribe en el semanario "Búsqueda", donde es editor de la sección Política. Es profesor de Periodismo Escrito en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica del Uruguay. En su libro "La última fuga", Kirichenko presenta una fascinante historia novelada del matrimonio Rovira Grieco, padres de un joven militante tupamaro asesinado por la dictadura militar uruguaya, quienes terminan desencantados -al punto de suicidarse- con el espejismo de la izquierda revolucionaria. Su novela podría ser llevada al cine.
Gabriel Salvia: ¿Podría introducirnos en la historia de su libro "La última fuga" brindando una síntesis sobre el matrimonio Rovira Grieco?
Iván Kirichenko: Los Rovira Grieco eran un matrimonio bastante típico de esa época del Uruguay y sobretodo de Montevideo. Aunque su historia fue bastante novelesca y no fue tan típica. En realidad, se conocieron de una manera inusual, como que ella era maestra de él. Uno a priori podría pensar que diferencia de edad tenían entre ellos y que situación un poco complicada, pero no era así. Tenían muy poca diferencia de edad porque sencillamente era una escuela nocturna, donde los alumnos eran personas adultas que todavía eran analfabetas. Ella era maestra de él. Él era un obrero que trabajaba sobretodo en el sector lanero. Ahí se conocieron y se enamoraron. Era una pareja además muy peculiar. Él era grandote, alto; ella era muy chica. Ella tenía una vida cultural muy fuerte, muy apasionada, era una persona que todo el tiempo estaba pensando, leyendo, interesada por muchas cosas. Él era más como que seguía al ritmo de ella. Pero luego con el tiempo también se sumó a esa vida cultural, a esa cabeza tan conflictiva, que todo lo pensaba en función de lo político, como gran parte de los montevideanos que vivían en esa época tan fermental y también el resto del mundo. Era un mundo muy convulsionado, en Guerra Fría, con muchas cosas que estaban pasando. En ese momento ellos eran hijos de esa época.
Gabriel Salvia: ¿Cómo fue el episodio en el que la dictadura uruguaya asesinó a su hijo y cuál era la participación política de todos ellos?
Iván Kirichenko: Ellos tuvieron a su único hijo, Horacio. Lo sintieron realmente como la prolongación de sus vidas, de ambos, porque habían resuelto no tener otro hijo. Se enamoraron, lógicamente, de su hijo, y tenían una relación particularmente buena. El hijo además se sintió muy responsable de su tiempo, no sólo de Uruguay sino del mundo. Jugaba el partido, como muchos. Estaba muy politizado. Ya desde chiquito leía mucho, estaba muy interiorizado, tenía una vida gremial estudiantil muy intensa. Y con el tiempo esa vida y esa integración a los sindicatos y a un grupo particularmente activo, e incluso bastante violento. A partir de ahí llegó a integrarse al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, un movimiento guerrillero en el cual el actual presidente de la República del Uruguay, José Mujica, llegó a ser uno de sus líderes en aquel momento, y al día de hoy es, por supuesto, uno de los referentes históricos. El movimiento guerrillero se levantó con ciertos argumentos, pero lo cierto es que en el momento en que se crea y que se desarrolla la guerrilla en Uruguay los gobiernos eran democráticamente electos; no estaba la dictadura todavía. Si bien, por supuesto, eran situaciones bastante complicadas, eran gobiernos que tenían visos autoritarios fuertes, pero eran democráticamente electos; tenían su legitimidad. A comienzos del 72 la cosa se empieza a poner cada vez más complicada. Los tupamaros empiezan a hacer cada vez más actividades militares, operaciones no tanto políticas o propagandísticas digamos. Hasta que el 14 de abril de 1972 se produce uno de los días más duros de la historia reciente de este país. Los tupamaros llevaron a la práctica lo que habían denominado "Plan Hipólito", que era un plan de ejecución casi simultánea de una serie de personas que ellos consideraban eran integrantes del Escuadrón de la muerte. Lo hicieron y lo ejecutaron en términos militares con bastante eficiencia, pero lo que no contaban era que desde hacía ya un tiempo varios de ellos, de sus principales cuadros y líderes, estaban siendo vigilados. Y por lo tanto, a las pocas horas del plan Hipólito, de la mañana del 14 de abril, comenzó el contragolpe. Para ese día la casa de los Rovira Grieco, dado que ellos tenían una cobertura legal digamos, porque no tenían una actividad sabida como militantes tupamaros, estaba funcionando como un centro de reunión del comando de una de las columnas militares del movimiento de liberación nacional tupamaro. Ahí estaba Horacio, ahí estaba Filomena y ahí estaba Carlos. En el momento del contragolpe sólo estaba Horacio, Filomena se había ido a dar clases a la escuela y Carlos se había ido a trabajar. La cuestión es que ellos eran conscientes de lo que estaba pasando ahí, de que esa casa estaba funcionando como centro de reunión de la columna, que seguía desde allí el operativo de ejecución de supuestos integrantes del escuadrón de la muerte. Cuando llega la hora de la venganza, el contragolpe, entran a sangre y fuego a la casa de ellos y Horacio cae en la redada; muere acribillado. Cuando los padres se enteran caen en la casa, vuelven y los detienen. Estuvieron unos cuantos meses detenidos sin saber qué pasaba, ni siquiera sabiendo que su hijo había muerto. Así es más o menos el resumen del papel de Horacio y de cómo se llegan a los acontecimientos del 14 de abril tan trágicos.
Gabriel Salvia: Usted cuenta en el libro las etapas que empieza a tener el matrimonio, con sus viajes que hacen a Cuba, hasta que ellos llegan a la conclusión de que su hijo murió por un espejismo. ¿Podría contar cuáles fueron esas etapas que va teniendo el matrimonio hasta llegar a esa conclusión, muy vinculado con los viajes que hacen a Cuba?
Iván Kirichenko: Ellos en realidad estaban en una lucha. Se sentían parte de una lucha mundial, cuyo principal referente, cuya luz al final del túnel, era Cuba. Ellos luchaban por el hombre nuevo y por el mundo nuevo y se sentían, sin haberla conocido, que Cuba, que el proceso revolucionario cubano, que en aquel momento ya llevaba unos cuantos años, era la imagen de eso: era la prueba de que eso existía, de que era posible el hombre nuevo; era como el paraíso en el planeta. Repito, ellos no lo conocían, no habían viajado, pero sí, obviamente, ellos como tantos miles de uruguayos que en aquel momento luchaban por eso, por ese ideal. En medio de esa lucha es que se dan estos acontecimientos que relaté hace unos minutos y que muere Horacio; muere su hijo, su esperanza, su alegría, uno de los ejes más fuertes que podían tener en sus vidas. Pero les quedaban las utopías, les quedaba la lucha por ese mundo mejor, por ese mundo nuevo, ese hombre nuevo que era lo que sostenía y lo que iba a sostener el resto de sus vidas, hasta el punto tal que ellos asumieron, o al menos intentaron asumir los primeros tiempos la muerte de Horacio, como una muerte que no era en vano. Horacio no había sido simplemente asesinado, sino que era un héroe de esa lucha mundial, por la revolución en Uruguay y en el mundo. Por lo tanto, él dejaba un puesto de combate, pero iba a aparecer otro Horacio que iba a tomar ese puesto por ese bien superior que era el hombre nuevo y el mundo nuevo para toda la humanidad. Pues bien, al tiempo de que ellos son liberados, en la cárcel durante su reclusión se enteran de una forma muy dolorosa y espantosa de que Horacio estaba muerto. Intentan rehacer su vida en Uruguay, pero al poco tiempo se dan cuenta de que eso no les resulta posible. Escriben un libro en el cual de alguna manera traducen estas ideas que yo estoy comentando, que estoy intentando resumir, en que la muerte de Horacio no es en vano; él es un héroe, es un mártir. Y con ese libro se van de Uruguay y empieza un proceso, que terminó atando el nombre del libro, que es La fuga, porque es una vida como en constante fuga, y a partir de entonces pasan más de 30 años de sus vidas cambiando permanentemente de lugar; y hasta dentro de una misma ciudad también cambian de casa, se mudan de casa. Ellos primero van a Chile, donde también estaba surgiendo otra de las imágenes de que ese hombre nuevo era posible. Y en Chile tienen un primer golpe con una realidad: ven que no es tan fácil, que está muy complicada, que las cosas les están yendo mal en Chile ya en aquel momento; donde todavía no se había dado el golpe de estado tan terrible que se dio, ni la muerte de Allende, pero sí ya vieron que ese gobierno de Allende no era ese socialismo que ellos soñaban ni que las cosas iban tan bien. Ahí estuvieron un tiempo, hasta que luego junto con otros uruguayos viajaron a Cuba y tomaron un avión hacia ese mundo nuevo, ese paraíso con el que soñaban, porque iban a llegar a una colonia de uruguayos, muchos de ellos, tupamaros, o por lo menos afines, que se iban a entrenar militarmente para organizarse y volver a Uruguay a dar la revolución, a concretar finalmente esa revolución. Estando ya en Cuba se enteran de una noticia muy lamentable, como lo fue sin duda el golpe de estado y la instalación de una dictadura en Uruguay. Ellos estaban muy fanatizados en ese entonces y muy convencidos de que debían prepararse y volver a Uruguay para vengar la muerte de Horacio. Pero ahí comienza un período de cierto quiebre con las expectativas. Ellos empiezan a analizar con una visión un poco más crítica del entorno, lo que les estaba rodeando; Cuba en aquel entonces. Y comienzan a ver que algunas cosas que tenían como expectativa, esto era lo que ellos sentían, se comenzaban a frustrar, porque empezaban a ver que aquella revolución tan utópica tan hermosa, aquella eterna primavera, esa sensación de eterna solidaridad y de lucha por un mundo mejor, se estaba basando demasiado en un control absoluto de los actos y de los pensamientos de las personas. Era toda una vida en clave policíaca, con un control absoluto a partir de los comités de defensa de la revolución, con una politización absoluta de las cosas y una ideologización. Filomena era maestra, a ella le rechinaba mucho cómo aquella laicidad de la que ella era defensora en Uruguay, en Cuba no existía, era todo ideologizado, todo con símbolos, todo con Camilo Cienfuegos, todo con el Che Guevara y Fidel, todo el día en clave de buenos y malos, de blanco y de negro. Y las cosas se les empezaron a complicar en la cabeza. Se empezó a generar un desorden muy fuerte y un conflicto muy fuerte entre aquello que le había dado sentido a la muerte de su bien más preciado que era su hijo, y la realidad. Con el paso del tiempo ellos empezaron a sentirse muy quebrados en esas expectativas, muy complicados y empezaron a sentir que aquello tan feo que estaba pasando en Uruguay, que ellos se enteraron cómo era una dictadura y un golpe de estado, no era probablemente tan distinto como lo que estaba pasando en aquel mundo nuevo o el que suponían era el mundo nuevo que era Cuba. Ellos sintieron que había una dictadura en Uruguay, pero también sintieron que había una dictadura en Cuba. ¿Cuál es la diferencia entre dos regímenes que no viven la libertad de pensamiento, la libertad de acción, las libertades individuales? Pues, obviamente, ambos regímenes lo hacían, se supone, convencidos de que era lo mejor, de que ellos sabían era lo mejor para su pueblo. Bueno, eso los empezó a llevar a una situación de conflicto muy fuerte que terminó derivando muchos años después de digerirlo. Estos procesos no son de un día para el otro, porque además hay cosas que uno no quiere ver. Terminan desembocando en un proceso bastante complicado donde a la muerte del hijo también la sucede la pérdida de las utopías y sienten lentamente que se van quedando sin nada.
Gabriel Salvia: ¿De eso se trata el espejismo? ¿Hay que tener mucha grandeza para admitir que un ser querido, como un hijo, murió por algo que no valía la pena?
Iván Kirichenko: Sí, absolutamente, ese es el gran quiebre al cual se enfrentan. Ellos sienten efectivamente, y se lo dicen a Horacio, que él murió por un espejismo. Yo en realidad no tengo experiencia ni siquiera cercana, pero no quiero tenerla de vivir algo tan trágico, tan duro, tan difícil, como tener que contarle a un hijo muerto -porque así es que ellos hablan ya en sus libros siguientes- que donde se la escriben a él, son libros dedicados a él y están escritos de esa manera, son diálogos que ellos mantienen con el hijo muerto, con Horacio. Y ahí le cuentan: sí, moriste por un espejismo. Repito, no quiero vivir nada parecido a eso, como tener que admitir que ellos entregaron todo, dejaron sus vidas y en eso murió su hijo, como podrían haber muerto ellos, en una lucha que empezó con un enorme grado de convencimiento pero terminó convirtiéndose en la convicción de que era por un espejismo, de que los habían engañado y de que los habían utilizado como soldaditos, prácticamente como títeres, quienes realmente manejaban los hilos, según a las conclusiones que habían llegado ellos. Y habían llegado a esas conclusiones, justamente, pasando por los distintos países, pasando primero por Chile, pasando después por Cuba; de Cuba se fueron, llegaron a Argentina que también estaba viviendo otra tragedia, con otra dictadura violentísima, sangrienta. Y bueno, lentamente ellos fueron viviendo ese proceso. Ellos empezaron a escribir libros como una forma de gritarle a la gente que los escuchara, que tenían su historia para contar. Y realmente ellos se sintieron ninguneados, o sea, dejados de lado, ignorados. Porque ellos empezaban a contar cosas, que aún a partir de una tragedia tan fuerte como la muerte de ese hijo -que ellos habían de alguna manera prestado al proceso de revolución, o intento de revolución en Uruguay- estaban diciendo cosas que no se podían decir, como por ejemplo criticar precisamente a Cuba. La revolución cubana era muy bien vista por un grupo muy grande de uruguayos; pero claro, ellos habían estado en el propio terreno, ellos lo habían vivido directamente, y a partir de ahí tomaron sus propias conclusiones. Toda esa argumentación, todo ese reconocimiento de cosas, los habían convertido en personas no demasiado gratas, e incómodas para muchos de sus ex compañeros. Por lo tanto, no sólo se quedaron sin el hijo, no sólo se quedaron sin sus utopías, sino que además sintieron una profunda soledad porque eran muy pocas las personas que les mostraron comprensión y que, de hecho, sus libros fueron muy poco vendidos y tuvieron una escasa o nula difusión en su momento.
Gabriel Salvia: A la luz de lo que viene pasando en las últimas semanas en Cuba, con la muerte por la huelga de hambre del prisionero de conciencia Orlando Zapata, hubo como un giro en ciertos sectores de la izquierda más radical de Uruguay. ¿Los Rovira Grieco fueron unos pioneros, con toda la autoridad moral que tenían para serlo?
Iván Kirichenko: Yo creo que sí, que lo fueron, de alguna manera; y que lo serán cada vez más con el paso del tiempo. Porque de alguna manera, esto es un proceso que lleva mucho tiempo para quien dedicó su vida, o parte enorme de su vida, a fundamentar y defender cierto régimen, cierta utopía, cierta posición ideológica, tan identificada, tan simbolizada, con un país -en este caso con una persona con nombre y apellido. Desandar ese camino es algo muy doloroso, muy complicado y difícil de asumir; de ahí la grandeza de los Rovira Grieco. Al resto de los humanos les lleva y nos lleva tiempo hacerlo. Respecto a la pregunta puntual, sí, efectivamente, hay una serie de comportamientos, de pronunciamientos, que evidencian este lento pero proceso al fin, de cambio desde la postura tradicional de la izquierda uruguaya hacia posturas un poco más críticas. La vida, como todo, generalmente tiene grises y tiene muchos matices, no es en blanco y negro. Tampoco es pasar de defenderla por completo a Cuba a atacarla por completo, sino que es sencillamente empezar a abrir un poco los ojos. Me da la impresión, y repito, hay sí pronunciamientos que evidencian un cambio, una visión más crítica de varios sectores y de dirigentes de peso de la izquierda uruguaya, que comienzan a ver que hay cosas que no deberían estar pasando. También hay algunos pronunciamientos y cartas de intelectuales de izquierda uruguaya, o por lo menos así identificados como intelectuales de izquierda uruguayos, que han escrito cartas en las cuales marcan la raya y señalan que dictaduras buenas no hay, que las dictaduras por definición son todas malas y que no hay nada que pueda justificar la muerte de una persona ni la pérdida de la libertad de un pueblo. Están habiendo algunos pronunciamientos y si bien el Frente Amplio de manera orgánica todavía no ha emitido pronunciamientos que cuestionen de manera frontal sobre lo que está pasando -sobre todo a partir de este hecho tan lamentable como la muerte de Zapata Tamayo. Sí, hay discusiones internas acaloradas con distintos matices y ya hay visiones más críticas de lo que está pasando en Cuba, lo cual marca un cierto cambio de tendencia. Igual repito: esto es un proceso o parece serlo, pero respecto de una historia, un pasado, donde las posturas eran básicamente de respaldo sin objeciones a lo que estaba pasando en Cuba.
Gabriel Salvia: ¿Los Rovira Grieco terminan convirtiéndose en bastante críticos de los Tupamaros que promovieron la vía armada y que luego se integran a la participación democrática?
Iván Kirichenko: El problema es que creo que eso fue un proceso más interno. Creo que se puede entender lo que ellos vivieron. ¿Cuál es el problema? Ellos en esa lucha de aquellos años perdieron a su hijo y su hijo murió luchando por un movimiento cuya mayoría de los principales líderes sobrevivieron -después de haber pasado por épocas muy duras, muy complicadas- pero sobrevivieron al fin. Luego de que haya terminado la dictadura y de que ellos se reintegraron a la vida en libertad, se incorporaron a la democracia, a la política, a las reglas del juego democrático. Obviamente, para Filomena como madre, para Carlos como padre, fue muy difícil asumir y entender y tolerar que luego de la guerrilla, luego de los años de cárcel, luego de la dictadura, ellos dijeran: "bueno, ahora el camino es la democracia, abandonamos la lucha armada". Pero claro había una diferencia, que para ellos no era nada menor: Horacio ya no estaba. Esa situación se convirtió en un proceso interno muy complicado de rechazo, de no admitir, de no aceptar esa situación; que es por otro lado sin emitir opinión. Por mi parte digo, sí, es muy humano y muy comprensible que les haya pasado. Ellos sentían todo ese proceso como una hipocresía, como algo muy duro, muy difícil de aceptar y realmente eran muy críticos del crecimiento de apariciones públicas en posiciones políticas que iban teniendo los tupamaros -antes guerrilleros- hoy como movimiento político que compite, nada más ni nada menos, que teniendo en la actualidad al Presidente de la República como uno de sus líderes.
Gabriel Salvia: ¿Por qué deciden suicidarse?
Iván Kirichenko: Ellos con el paso de los años y su enorme decepción y frustración, la convicción de que no les quedaba nada, ni su hijo ni sus utopías, ni el sentido de la muerte de su hijo, ni el sentido de parte enorme de sus vidas; comenzaron un proceso muy gradual de muchos años que los llevó al convencimiento de que tenían que terminar su historia suicidándose juntos. Eso tiene otro aspecto muy fuerte, pero creo que es parte del mismo tronco que es que, ellos, sobretodo Filomena, empieza a leer mucho, a prepararse, a formarse sobre una fundamentación que es bueno el derecho que todos los seres humanos tienen a elegir la forma y el momento de nuestra muerte. Es así que a fines de 1997 ella publica un libro que se llama "El libro de la buena muerte", donde hace una fuerte argumentación desde distintas disciplinas, desde la sociología, la psicología, el derecho, sobre esa capacidad y esa libertad de los seres humanos. Con los años ellos comienzan a informarle a sus familiares y a sus amistades sobre su decisión. Básicamente el momento en que ellos iban a concretar su decisión iba a ser el momento en que ellos percibieran que faltaba poco para que se convirtieran en una carga para otros. Ellos realmente estaban muy bien de salud, no tenían ningún problema. A mediados del año pasado cuando ella tenía 81 años y el 78, llegaron al convencimiento de que era el momento y que faltaba muy poco para convertirse en una carga, cosa que ellos no querían ser para otros, por enfermedades, por Alzheimer, etc. Luego también de varios intentos, forma parte de la condición humana, ellos estuvieron varias veces a punto de concretar su decisión. Dejaron varias cartas, cartas que escribieron en sus momentos y luego no pudieron realizar. Hasta que al final a principios de julio del año pasado, ingresaron a la habitación de un hotel en el centro de Montevideo y lograron concretar su decisión, luego de dejar algunas cartas y con los libros que habían dejado ya publicados se suicidaron juntos. Y así fue el final de la historia. Un final muy anunciado para quienes los conocían.
Gabriel Salvia: Es una historia para filmar una película. ¿Hubo alguna propuesta al respecto?
Iván Kirichenko: No he recibido ninguna oferta concreta pero estoy en alguna conversación sobre ese punto.
Iván Kirichenko nació en Montevideo en noviembre de 1975. Comenzó a trabajar como periodista cuando tenía 15 años. Fue durante seis años cronista del diario "El País", y desde el 2004 escribe en el semanario "Búsqueda", donde es editor de la sección Política. Es profesor de Periodismo Escrito en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica del Uruguay. En su libro "La última fuga", Kirichenko presenta una fascinante historia novelada del matrimonio Rovira Grieco, padres de un joven militante tupamaro asesinado por la dictadura militar uruguaya, quienes terminan desencantados -al punto de suicidarse- con el espejismo de la izquierda revolucionaria. Su novela podría ser llevada al cine.
Gabriel Salvia: ¿Podría introducirnos en la historia de su libro "La última fuga" brindando una síntesis sobre el matrimonio Rovira Grieco?
Iván Kirichenko: Los Rovira Grieco eran un matrimonio bastante típico de esa época del Uruguay y sobretodo de Montevideo. Aunque su historia fue bastante novelesca y no fue tan típica. En realidad, se conocieron de una manera inusual, como que ella era maestra de él. Uno a priori podría pensar que diferencia de edad tenían entre ellos y que situación un poco complicada, pero no era así. Tenían muy poca diferencia de edad porque sencillamente era una escuela nocturna, donde los alumnos eran personas adultas que todavía eran analfabetas. Ella era maestra de él. Él era un obrero que trabajaba sobretodo en el sector lanero. Ahí se conocieron y se enamoraron. Era una pareja además muy peculiar. Él era grandote, alto; ella era muy chica. Ella tenía una vida cultural muy fuerte, muy apasionada, era una persona que todo el tiempo estaba pensando, leyendo, interesada por muchas cosas. Él era más como que seguía al ritmo de ella. Pero luego con el tiempo también se sumó a esa vida cultural, a esa cabeza tan conflictiva, que todo lo pensaba en función de lo político, como gran parte de los montevideanos que vivían en esa época tan fermental y también el resto del mundo. Era un mundo muy convulsionado, en Guerra Fría, con muchas cosas que estaban pasando. En ese momento ellos eran hijos de esa época.
Gabriel Salvia: ¿Cómo fue el episodio en el que la dictadura uruguaya asesinó a su hijo y cuál era la participación política de todos ellos?
Iván Kirichenko: Ellos tuvieron a su único hijo, Horacio. Lo sintieron realmente como la prolongación de sus vidas, de ambos, porque habían resuelto no tener otro hijo. Se enamoraron, lógicamente, de su hijo, y tenían una relación particularmente buena. El hijo además se sintió muy responsable de su tiempo, no sólo de Uruguay sino del mundo. Jugaba el partido, como muchos. Estaba muy politizado. Ya desde chiquito leía mucho, estaba muy interiorizado, tenía una vida gremial estudiantil muy intensa. Y con el tiempo esa vida y esa integración a los sindicatos y a un grupo particularmente activo, e incluso bastante violento. A partir de ahí llegó a integrarse al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, un movimiento guerrillero en el cual el actual presidente de la República del Uruguay, José Mujica, llegó a ser uno de sus líderes en aquel momento, y al día de hoy es, por supuesto, uno de los referentes históricos. El movimiento guerrillero se levantó con ciertos argumentos, pero lo cierto es que en el momento en que se crea y que se desarrolla la guerrilla en Uruguay los gobiernos eran democráticamente electos; no estaba la dictadura todavía. Si bien, por supuesto, eran situaciones bastante complicadas, eran gobiernos que tenían visos autoritarios fuertes, pero eran democráticamente electos; tenían su legitimidad. A comienzos del 72 la cosa se empieza a poner cada vez más complicada. Los tupamaros empiezan a hacer cada vez más actividades militares, operaciones no tanto políticas o propagandísticas digamos. Hasta que el 14 de abril de 1972 se produce uno de los días más duros de la historia reciente de este país. Los tupamaros llevaron a la práctica lo que habían denominado "Plan Hipólito", que era un plan de ejecución casi simultánea de una serie de personas que ellos consideraban eran integrantes del Escuadrón de la muerte. Lo hicieron y lo ejecutaron en términos militares con bastante eficiencia, pero lo que no contaban era que desde hacía ya un tiempo varios de ellos, de sus principales cuadros y líderes, estaban siendo vigilados. Y por lo tanto, a las pocas horas del plan Hipólito, de la mañana del 14 de abril, comenzó el contragolpe. Para ese día la casa de los Rovira Grieco, dado que ellos tenían una cobertura legal digamos, porque no tenían una actividad sabida como militantes tupamaros, estaba funcionando como un centro de reunión del comando de una de las columnas militares del movimiento de liberación nacional tupamaro. Ahí estaba Horacio, ahí estaba Filomena y ahí estaba Carlos. En el momento del contragolpe sólo estaba Horacio, Filomena se había ido a dar clases a la escuela y Carlos se había ido a trabajar. La cuestión es que ellos eran conscientes de lo que estaba pasando ahí, de que esa casa estaba funcionando como centro de reunión de la columna, que seguía desde allí el operativo de ejecución de supuestos integrantes del escuadrón de la muerte. Cuando llega la hora de la venganza, el contragolpe, entran a sangre y fuego a la casa de ellos y Horacio cae en la redada; muere acribillado. Cuando los padres se enteran caen en la casa, vuelven y los detienen. Estuvieron unos cuantos meses detenidos sin saber qué pasaba, ni siquiera sabiendo que su hijo había muerto. Así es más o menos el resumen del papel de Horacio y de cómo se llegan a los acontecimientos del 14 de abril tan trágicos.
Gabriel Salvia: Usted cuenta en el libro las etapas que empieza a tener el matrimonio, con sus viajes que hacen a Cuba, hasta que ellos llegan a la conclusión de que su hijo murió por un espejismo. ¿Podría contar cuáles fueron esas etapas que va teniendo el matrimonio hasta llegar a esa conclusión, muy vinculado con los viajes que hacen a Cuba?
Iván Kirichenko: Ellos en realidad estaban en una lucha. Se sentían parte de una lucha mundial, cuyo principal referente, cuya luz al final del túnel, era Cuba. Ellos luchaban por el hombre nuevo y por el mundo nuevo y se sentían, sin haberla conocido, que Cuba, que el proceso revolucionario cubano, que en aquel momento ya llevaba unos cuantos años, era la imagen de eso: era la prueba de que eso existía, de que era posible el hombre nuevo; era como el paraíso en el planeta. Repito, ellos no lo conocían, no habían viajado, pero sí, obviamente, ellos como tantos miles de uruguayos que en aquel momento luchaban por eso, por ese ideal. En medio de esa lucha es que se dan estos acontecimientos que relaté hace unos minutos y que muere Horacio; muere su hijo, su esperanza, su alegría, uno de los ejes más fuertes que podían tener en sus vidas. Pero les quedaban las utopías, les quedaba la lucha por ese mundo mejor, por ese mundo nuevo, ese hombre nuevo que era lo que sostenía y lo que iba a sostener el resto de sus vidas, hasta el punto tal que ellos asumieron, o al menos intentaron asumir los primeros tiempos la muerte de Horacio, como una muerte que no era en vano. Horacio no había sido simplemente asesinado, sino que era un héroe de esa lucha mundial, por la revolución en Uruguay y en el mundo. Por lo tanto, él dejaba un puesto de combate, pero iba a aparecer otro Horacio que iba a tomar ese puesto por ese bien superior que era el hombre nuevo y el mundo nuevo para toda la humanidad. Pues bien, al tiempo de que ellos son liberados, en la cárcel durante su reclusión se enteran de una forma muy dolorosa y espantosa de que Horacio estaba muerto. Intentan rehacer su vida en Uruguay, pero al poco tiempo se dan cuenta de que eso no les resulta posible. Escriben un libro en el cual de alguna manera traducen estas ideas que yo estoy comentando, que estoy intentando resumir, en que la muerte de Horacio no es en vano; él es un héroe, es un mártir. Y con ese libro se van de Uruguay y empieza un proceso, que terminó atando el nombre del libro, que es La fuga, porque es una vida como en constante fuga, y a partir de entonces pasan más de 30 años de sus vidas cambiando permanentemente de lugar; y hasta dentro de una misma ciudad también cambian de casa, se mudan de casa. Ellos primero van a Chile, donde también estaba surgiendo otra de las imágenes de que ese hombre nuevo era posible. Y en Chile tienen un primer golpe con una realidad: ven que no es tan fácil, que está muy complicada, que las cosas les están yendo mal en Chile ya en aquel momento; donde todavía no se había dado el golpe de estado tan terrible que se dio, ni la muerte de Allende, pero sí ya vieron que ese gobierno de Allende no era ese socialismo que ellos soñaban ni que las cosas iban tan bien. Ahí estuvieron un tiempo, hasta que luego junto con otros uruguayos viajaron a Cuba y tomaron un avión hacia ese mundo nuevo, ese paraíso con el que soñaban, porque iban a llegar a una colonia de uruguayos, muchos de ellos, tupamaros, o por lo menos afines, que se iban a entrenar militarmente para organizarse y volver a Uruguay a dar la revolución, a concretar finalmente esa revolución. Estando ya en Cuba se enteran de una noticia muy lamentable, como lo fue sin duda el golpe de estado y la instalación de una dictadura en Uruguay. Ellos estaban muy fanatizados en ese entonces y muy convencidos de que debían prepararse y volver a Uruguay para vengar la muerte de Horacio. Pero ahí comienza un período de cierto quiebre con las expectativas. Ellos empiezan a analizar con una visión un poco más crítica del entorno, lo que les estaba rodeando; Cuba en aquel entonces. Y comienzan a ver que algunas cosas que tenían como expectativa, esto era lo que ellos sentían, se comenzaban a frustrar, porque empezaban a ver que aquella revolución tan utópica tan hermosa, aquella eterna primavera, esa sensación de eterna solidaridad y de lucha por un mundo mejor, se estaba basando demasiado en un control absoluto de los actos y de los pensamientos de las personas. Era toda una vida en clave policíaca, con un control absoluto a partir de los comités de defensa de la revolución, con una politización absoluta de las cosas y una ideologización. Filomena era maestra, a ella le rechinaba mucho cómo aquella laicidad de la que ella era defensora en Uruguay, en Cuba no existía, era todo ideologizado, todo con símbolos, todo con Camilo Cienfuegos, todo con el Che Guevara y Fidel, todo el día en clave de buenos y malos, de blanco y de negro. Y las cosas se les empezaron a complicar en la cabeza. Se empezó a generar un desorden muy fuerte y un conflicto muy fuerte entre aquello que le había dado sentido a la muerte de su bien más preciado que era su hijo, y la realidad. Con el paso del tiempo ellos empezaron a sentirse muy quebrados en esas expectativas, muy complicados y empezaron a sentir que aquello tan feo que estaba pasando en Uruguay, que ellos se enteraron cómo era una dictadura y un golpe de estado, no era probablemente tan distinto como lo que estaba pasando en aquel mundo nuevo o el que suponían era el mundo nuevo que era Cuba. Ellos sintieron que había una dictadura en Uruguay, pero también sintieron que había una dictadura en Cuba. ¿Cuál es la diferencia entre dos regímenes que no viven la libertad de pensamiento, la libertad de acción, las libertades individuales? Pues, obviamente, ambos regímenes lo hacían, se supone, convencidos de que era lo mejor, de que ellos sabían era lo mejor para su pueblo. Bueno, eso los empezó a llevar a una situación de conflicto muy fuerte que terminó derivando muchos años después de digerirlo. Estos procesos no son de un día para el otro, porque además hay cosas que uno no quiere ver. Terminan desembocando en un proceso bastante complicado donde a la muerte del hijo también la sucede la pérdida de las utopías y sienten lentamente que se van quedando sin nada.
Gabriel Salvia: ¿De eso se trata el espejismo? ¿Hay que tener mucha grandeza para admitir que un ser querido, como un hijo, murió por algo que no valía la pena?
Iván Kirichenko: Sí, absolutamente, ese es el gran quiebre al cual se enfrentan. Ellos sienten efectivamente, y se lo dicen a Horacio, que él murió por un espejismo. Yo en realidad no tengo experiencia ni siquiera cercana, pero no quiero tenerla de vivir algo tan trágico, tan duro, tan difícil, como tener que contarle a un hijo muerto -porque así es que ellos hablan ya en sus libros siguientes- que donde se la escriben a él, son libros dedicados a él y están escritos de esa manera, son diálogos que ellos mantienen con el hijo muerto, con Horacio. Y ahí le cuentan: sí, moriste por un espejismo. Repito, no quiero vivir nada parecido a eso, como tener que admitir que ellos entregaron todo, dejaron sus vidas y en eso murió su hijo, como podrían haber muerto ellos, en una lucha que empezó con un enorme grado de convencimiento pero terminó convirtiéndose en la convicción de que era por un espejismo, de que los habían engañado y de que los habían utilizado como soldaditos, prácticamente como títeres, quienes realmente manejaban los hilos, según a las conclusiones que habían llegado ellos. Y habían llegado a esas conclusiones, justamente, pasando por los distintos países, pasando primero por Chile, pasando después por Cuba; de Cuba se fueron, llegaron a Argentina que también estaba viviendo otra tragedia, con otra dictadura violentísima, sangrienta. Y bueno, lentamente ellos fueron viviendo ese proceso. Ellos empezaron a escribir libros como una forma de gritarle a la gente que los escuchara, que tenían su historia para contar. Y realmente ellos se sintieron ninguneados, o sea, dejados de lado, ignorados. Porque ellos empezaban a contar cosas, que aún a partir de una tragedia tan fuerte como la muerte de ese hijo -que ellos habían de alguna manera prestado al proceso de revolución, o intento de revolución en Uruguay- estaban diciendo cosas que no se podían decir, como por ejemplo criticar precisamente a Cuba. La revolución cubana era muy bien vista por un grupo muy grande de uruguayos; pero claro, ellos habían estado en el propio terreno, ellos lo habían vivido directamente, y a partir de ahí tomaron sus propias conclusiones. Toda esa argumentación, todo ese reconocimiento de cosas, los habían convertido en personas no demasiado gratas, e incómodas para muchos de sus ex compañeros. Por lo tanto, no sólo se quedaron sin el hijo, no sólo se quedaron sin sus utopías, sino que además sintieron una profunda soledad porque eran muy pocas las personas que les mostraron comprensión y que, de hecho, sus libros fueron muy poco vendidos y tuvieron una escasa o nula difusión en su momento.
Gabriel Salvia: A la luz de lo que viene pasando en las últimas semanas en Cuba, con la muerte por la huelga de hambre del prisionero de conciencia Orlando Zapata, hubo como un giro en ciertos sectores de la izquierda más radical de Uruguay. ¿Los Rovira Grieco fueron unos pioneros, con toda la autoridad moral que tenían para serlo?
Iván Kirichenko: Yo creo que sí, que lo fueron, de alguna manera; y que lo serán cada vez más con el paso del tiempo. Porque de alguna manera, esto es un proceso que lleva mucho tiempo para quien dedicó su vida, o parte enorme de su vida, a fundamentar y defender cierto régimen, cierta utopía, cierta posición ideológica, tan identificada, tan simbolizada, con un país -en este caso con una persona con nombre y apellido. Desandar ese camino es algo muy doloroso, muy complicado y difícil de asumir; de ahí la grandeza de los Rovira Grieco. Al resto de los humanos les lleva y nos lleva tiempo hacerlo. Respecto a la pregunta puntual, sí, efectivamente, hay una serie de comportamientos, de pronunciamientos, que evidencian este lento pero proceso al fin, de cambio desde la postura tradicional de la izquierda uruguaya hacia posturas un poco más críticas. La vida, como todo, generalmente tiene grises y tiene muchos matices, no es en blanco y negro. Tampoco es pasar de defenderla por completo a Cuba a atacarla por completo, sino que es sencillamente empezar a abrir un poco los ojos. Me da la impresión, y repito, hay sí pronunciamientos que evidencian un cambio, una visión más crítica de varios sectores y de dirigentes de peso de la izquierda uruguaya, que comienzan a ver que hay cosas que no deberían estar pasando. También hay algunos pronunciamientos y cartas de intelectuales de izquierda uruguaya, o por lo menos así identificados como intelectuales de izquierda uruguayos, que han escrito cartas en las cuales marcan la raya y señalan que dictaduras buenas no hay, que las dictaduras por definición son todas malas y que no hay nada que pueda justificar la muerte de una persona ni la pérdida de la libertad de un pueblo. Están habiendo algunos pronunciamientos y si bien el Frente Amplio de manera orgánica todavía no ha emitido pronunciamientos que cuestionen de manera frontal sobre lo que está pasando -sobre todo a partir de este hecho tan lamentable como la muerte de Zapata Tamayo. Sí, hay discusiones internas acaloradas con distintos matices y ya hay visiones más críticas de lo que está pasando en Cuba, lo cual marca un cierto cambio de tendencia. Igual repito: esto es un proceso o parece serlo, pero respecto de una historia, un pasado, donde las posturas eran básicamente de respaldo sin objeciones a lo que estaba pasando en Cuba.
Gabriel Salvia: ¿Los Rovira Grieco terminan convirtiéndose en bastante críticos de los Tupamaros que promovieron la vía armada y que luego se integran a la participación democrática?
Iván Kirichenko: El problema es que creo que eso fue un proceso más interno. Creo que se puede entender lo que ellos vivieron. ¿Cuál es el problema? Ellos en esa lucha de aquellos años perdieron a su hijo y su hijo murió luchando por un movimiento cuya mayoría de los principales líderes sobrevivieron -después de haber pasado por épocas muy duras, muy complicadas- pero sobrevivieron al fin. Luego de que haya terminado la dictadura y de que ellos se reintegraron a la vida en libertad, se incorporaron a la democracia, a la política, a las reglas del juego democrático. Obviamente, para Filomena como madre, para Carlos como padre, fue muy difícil asumir y entender y tolerar que luego de la guerrilla, luego de los años de cárcel, luego de la dictadura, ellos dijeran: "bueno, ahora el camino es la democracia, abandonamos la lucha armada". Pero claro había una diferencia, que para ellos no era nada menor: Horacio ya no estaba. Esa situación se convirtió en un proceso interno muy complicado de rechazo, de no admitir, de no aceptar esa situación; que es por otro lado sin emitir opinión. Por mi parte digo, sí, es muy humano y muy comprensible que les haya pasado. Ellos sentían todo ese proceso como una hipocresía, como algo muy duro, muy difícil de aceptar y realmente eran muy críticos del crecimiento de apariciones públicas en posiciones políticas que iban teniendo los tupamaros -antes guerrilleros- hoy como movimiento político que compite, nada más ni nada menos, que teniendo en la actualidad al Presidente de la República como uno de sus líderes.
Gabriel Salvia: ¿Por qué deciden suicidarse?
Iván Kirichenko: Ellos con el paso de los años y su enorme decepción y frustración, la convicción de que no les quedaba nada, ni su hijo ni sus utopías, ni el sentido de la muerte de su hijo, ni el sentido de parte enorme de sus vidas; comenzaron un proceso muy gradual de muchos años que los llevó al convencimiento de que tenían que terminar su historia suicidándose juntos. Eso tiene otro aspecto muy fuerte, pero creo que es parte del mismo tronco que es que, ellos, sobretodo Filomena, empieza a leer mucho, a prepararse, a formarse sobre una fundamentación que es bueno el derecho que todos los seres humanos tienen a elegir la forma y el momento de nuestra muerte. Es así que a fines de 1997 ella publica un libro que se llama "El libro de la buena muerte", donde hace una fuerte argumentación desde distintas disciplinas, desde la sociología, la psicología, el derecho, sobre esa capacidad y esa libertad de los seres humanos. Con los años ellos comienzan a informarle a sus familiares y a sus amistades sobre su decisión. Básicamente el momento en que ellos iban a concretar su decisión iba a ser el momento en que ellos percibieran que faltaba poco para que se convirtieran en una carga para otros. Ellos realmente estaban muy bien de salud, no tenían ningún problema. A mediados del año pasado cuando ella tenía 81 años y el 78, llegaron al convencimiento de que era el momento y que faltaba muy poco para convertirse en una carga, cosa que ellos no querían ser para otros, por enfermedades, por Alzheimer, etc. Luego también de varios intentos, forma parte de la condición humana, ellos estuvieron varias veces a punto de concretar su decisión. Dejaron varias cartas, cartas que escribieron en sus momentos y luego no pudieron realizar. Hasta que al final a principios de julio del año pasado, ingresaron a la habitación de un hotel en el centro de Montevideo y lograron concretar su decisión, luego de dejar algunas cartas y con los libros que habían dejado ya publicados se suicidaron juntos. Y así fue el final de la historia. Un final muy anunciado para quienes los conocían.
Gabriel Salvia: Es una historia para filmar una película. ¿Hubo alguna propuesta al respecto?
Iván Kirichenko: No he recibido ninguna oferta concreta pero estoy en alguna conversación sobre ese punto.