Sebastián Edwards:
''Lo interesante de esta crisis es que nos llama a la realidad''
El profesor Edwards nació en Santiago de Chile, estudió en la Universidad Católica de Chile y luego obtuvo su Master y Ph.D en economía en la Universidad de Chicago. Hoy es profesor de Economía Internacional en la Anderson Graduate School of Management en la Universidad de California de Los Angeles (UCLA).
Sebastian Edwards es profesor de Economía Internacional en la Anderson Graduate School of Management en la Universidad de California de Los Angeles (UCLA). Entre 1993 y hasta abril de 1996 fue Economista Jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial. Es autor de numerosos artículos académicos sobre economía internacional, macroeconomía y desarrollo económico. Sus últimos libros son "Preventing Currency Crises" (co-edited with Jeffrey Frankel, U. of Chicago Press, 2002), "The Economics and Political Transition to an Open Market Economy: Colombia," (OECD, 2001), "Capital Flows and the Emerging Economies," (U. of Chicago Press, 2000), "Anatomy of an Emerging-Market Crash: Mexico 1994" (Carnegie Endowment for International Peace, 1997) and "Labor Markets in Latin America: Combining Social Protection with Market Flexibility, (Brookings, 1997). Anteriormente publicó "Crisis and Reform in Latin America: From Despair to Hope" (Oxford University Press, 1995) y "Macroeconomics of Populism in Latin America" (coeditor con Rudi Dornbusch). El profesor Edwards nació en Santiago de Chile, estudió en la Universidad Católica de Chile y luego obtuvo su Master y Ph.D en economía en la Universidad de Chicago.
GABRIEL SALVIA: ¿Por qué considera en América Latina que al país que más va a afectar esta crisis internacional es a la Argentina y, contrariamente, al país que menos lo va a afectar es a Chile?
SEBASTIÁN EDWARDS: Hay varias razones para eso. Una de ellas es naturalmente que Argentina tiene necesidades fiscales muy importantes y lo que significa es que tiene que emitir deuda que alguien, ya sean los argentinos, o los extranjeros, o instituciones, o privados, tendría que comprar y en este momento lo que hemos visto como consecuencia de la crisis es una caída muy importante en la demanda por títulos, especialmente títulos de países o de instituciones riesgosas, o que son percibidas como riesgosas y eso naturalmente va a poner una presión muy fuerte sobre la Argentina. En segundo término, en contraposición con el caso de Chile, Argentina en los últimos años ha dependido muy fuertemente de las exportaciones, fundamentalmente de commodities, y como sabemos los precios se han desplomado. Esto es una constante a lo largo de América Latina y también afecta a Chile, pero en menor medida. Y en tercer término, mientras que Chile ahorró en forma muy sustancial durante los años del boom, la Argentina lo hizo solo en forma parcial, solo a través del Banco Central y las reservas y no a través del sistema fiscal y eso naturalmente agrega a todo este problema. Si uno suma todo esto y le agrega adicionalmente que las reformas modernizadoras en la Argentina se han quedado atrás, tenemos un cuadro que no es demasiado halagador.
GABRIEL SALVIA: En el caso de Brasil, que muchos lo veían con gran optimismo, ¿usted considera que se encuentra a mitad de camino?
SEBASTIÁN EDWARDS: Lo de Brasil es muy interesante y muy paradojal. Lo que pasó en los últimos cinco años aproximadamente, es que se produjo una especie de brasilitis o euforia por Brasil basado fundamentalmente en la de idea de que finalmente el gigante latinoamericano se iba a transformar en una potencia económica mundial y que iba a dar los resultados que siempre había prometido pero que nunca había logrado. Brasil siempre ha sido considerado el país del futuro, el país del mañana, un mañana que nunca llega y ahora se creó esta sensación, entre analistas, inversionistas, políticos, funcionarios internacionales y otros, que finalmente había llegado la hora de Brasil. Desafortunadamente esta percepción era más voluntarista que basada en la realidad. Si uno analiza en detalle las características de la economía brasilera llega a tres conclusiones: la primera es que el Presidente Lula decidió terminar con la inflación, lo cual es muy positivo, y también decidió mantenerse alejado del populismo que representa en América Latina esencialmente el Presidente Hugo Chávez. Eso es muy positivo para Brasil, sin inflación y alejarse del populismo. Las otras dos características es que es un país muy grande, 180 millones de habitantes y consumidores potenciales aproximadamente; y que es un país que tiene un equipo de fútbol bastante bueno. Estas dos últimas cosas las sabíamos de antes y no transforman a Brasil en una potencia económica. Ahora, si uno mira todo el resto de los indicadores de Brasil: productividad, calidad del sistema educativo, los indicadores de eficiencia, de innovación, de facilidad para hacer emprendimientos o inversiones, todos ellos se han mantenido no solo constantes en los últimos cinco o diez años, sino que, en los rankings internacionales, Brasil no solo está de la mitad para abajo, sino en el último diez o veinte por ciento dependiendo de qué indicador estemos hablando. Por lo tanto, es una euforia que se produjo respecto a Brasil basada en la simple noción que era un país grande y que no había seguido la senda del populismo. Esto no es suficiente para transformar a ningún país y ciertamente no es suficiente para transformar a Brasil en una gran potencia mundial y eso es, creo yo, desafortunadamente, la realidad de las cosas que estamos empezando a ver ahora. No significa que Brasil vaya a tener un colapso espantoso ni una crisis como la que vimos en años anteriores, pero sí creo que vamos a ver la realidad con un Brasil mediocre; va a continuar siendo un país relativamente bueno para el fútbol y un país muy grande, pero no es una potencia mundial. En ese sentido creo yo que lo interesante de esta crisis es que nos llama a la realidad y nos obliga a revaluar este supuesto milagro brasilero y una vez que uno hace eso tiene que llegar necesariamente a la conclusión de que no es tal.
GABRIEL SALVIA: ¿Por qué en el caso de Brasil, y anteriormente en el caso de Argentina con Menem, varios países sucumben a la reforma luego de que los presidentes son reelectos y no logran las reformas institucionales que usted marcaba en "Crisis y Reforma en América Latina"?
SEBASTIÁN EDWARDS: Esa es precisamente la gran paradoja: lo que los países requieren para efectivamente despegar desde un punto de vista económico es pasar por distintas etapas o distintas fases. En general, la primera fase es una fase de normalización de una situación extrema, ya sea esta una guerra civil, un conflicto político importante, una hiperinflación, una crisis. Esta normalización produce, con unas reformas económicas más bien básicas, en general un crecimiento económico importante durante algunos años. Eso lo vimos durante el período de Menem en la Argentina, lo vimos durante Fernando Enrique Cardoso en Brasil, lo hemos visto en Colombia durante la presidencia de Gaviria, y si uno va a través por América Latina lo va encontrando en un país tras otro. Sin embargo, este primer impulso en cierto momento empieza a perder vuelo, a perder energía y es necesario que llegue un segundo aire al proceso económico y este segundo aire requiere de un aumento muy importante de la inversión, tanto nacional como extranjera, y para que en este momento la inversión se produzca es necesario que las reformas pasen del estadio puramente económico al estadio institucional donde se produzcan cambios legales. Son cambios muy de fondo, de cultura, de instituciones, que permitan aumentar la confianza, protejan los derechos de propiedad, impongan el imperio de la ley, reduzcan la corrupción, hagan que el sistema judicial sea eficiente y resuelva los conflictos entre distintas partes en forma justa, eficiente y rápida. Esta etapa de reformas institucionales la hemos visto en América Latina solamente en Chile, no la hemos visto en Brasil, ni en Argentina, ni prácticamente en ningún otro país. Las razones son diversas, incluyendo un rechazo a estas reformas de quienes se ven afectados negativamente, pero también, y muy importantemente, las crisis financieras y de moneda y las grandes devaluaciones que crean un sentimiento entre la población que el sistema o la senda de la modernidad no es la senda adecuada y por tanto se produce un rechazo a las reformas y no se llega a esta segunda etapa o fase de las reformas institucionales.
GABRIEL SALVIA: Por haber sido un importante funcionario del Banco Mundial, ¿cómo ve las críticas que se hacen a los organismos multilaterales, como por ejemplo recientemente, en la Cumbre de Río? ¿Son acertadas estas críticas?
SEBASTIÁN EDWARDS: Hay cierta razón. Los organismos internacionales han actuando a veces en forma un poco sesgada. Tienen restricciones importantes estructurales en sus propios fundamentos que justifican, o mejor dicho, que explican que eso haya sucedido y tienen cierta responsabilidad en las crisis de los países emergentes, incluyendo las crisis latinoamericanas. Ahora, si bien hay que darles cierta responsabilidad, creo yo que se exagera y son un buen chivo expiatorio para los políticos no solo de América Latina sino también de otras partes del mundo. Yo no diría que están exentos de culpa, pero tampoco son los grandes villanos. Diría yo, son villanos menores en esta tragicomedia.
GABRIEL SALVIA: Cuando Ud. escribió la "Macroeconomía del Populismo", y ahora vemos el caso de Venezuela y otros países que por el precio de los commodities no pueden seguir sosteniendo sus políticas asistencialistas, ¿es realmente tan obvio que se van a desplomar con el cambio de las situaciones internacionales?
SEBASTIÁN EDWARDS: Creo que vamos a volver a ver ese ciclo populista del cual yo escribí con mí querido y tempranamente fallecido amigo Rudiger hace casi veinte años. Vamos a ver esa situación que es muy costosa para América Latina, una situación donde se desconoce los fundamentos de la economía, la necesidad de crear un sector productivo eficiente, innovativo, con un alto nivel de crecimiento de la productividad y al contrario se toman atajos, basados inicialmente o en cierto momento, en el hecho de que temporalmente hay buenos precios para las exportaciones. Pero cuando estos colapsan, como está pasando en este momento, vamos a ver un regreso a los controles, un regreso a las medidas arbitrarias de parte de la autoridad económica, muy posiblemente un regreso a la inflación y todo esto naturalmente para el detrimento y para el sufrimiento de, esencialmente, las capas más pobres y más necesitadas de la población. Yo le puedo asegurar que la gente pudiente y de recursos en Venezuela no van a sufrir como van a sufrir las capas más pobres por lo que vaya a suceder hacia adelante, y lo mismo en Ecuador. La gente rica tiene capacidad para protegerse, para sacar sus dineros y depositarlos en lugares seguros -aunque esta crisis nos demuestra que los lugares que pensábamos que eran seguros a veces no lo son tanto- y tienen capacidad para defenderse de la inflación. Mientras que son las capas pobres, son aquellos que no tienen esta sofisticación o estos recursos, los que no pueden escapar de estos efectos que vamos a estar viendo y que estamos ya empezando a ver en este ciclo populista que como digo es muy costoso para la región.
GABRIEL SALVIA: ¿Por qué considera que cuesta tanto que los partidos políticos de América Latina impulsen estos procesos de reforma?
SEBASTIÁN EDWARDS: Hay una cultura desde hace mucho tiempo en América Latina del atajo, lo que yo llamo esa sensación entre nuestros políticos de que es posible saltarse etapas y reconocer que el motor de una economía sana, pujante y que crece es el esfuerzo, la innovación y la productividad. Y en este interés por saltarse etapas naturalmente se van descuidando cuestiones fundamentales y al final se llega a una situación donde es más costosa que otra. Un ejemplo muy claro es el tema de la educación. Acaban de ser entregados los resultados de la última versión del año 2007 de la prueba internacional de calidad de la educación en cerca de cuarenta y pico países, la prueba TIMSS, y hay dos países latinoamericanos que participaron de la prueba en esta versión, El Salvador y Colombia, y ambos aparecen con una calidad deplorable de la educación. Esto no es nuevo, Colombia había participado hace más de diez años en la misma prueba y los resultados habían sido tan malos que Colombia había decidido retirarse de la misma para no volver a sufrir las vergüenzas que se sufrieron y el papelón que se sufrió en ese momento. Otras pruebas internacionales como la prueba PISA de la OEI demuestra lo mismo. Le está siendo tremendamente costosa a nuestra juventud que no está teniendo las habilidades para poder competir en el mundo globalizado y simplemente no se ha hecho nada al respecto esperando que de alguna manera a través de otro tipo de situaciones fortuitas como el precio de los commodities más elevados o cosas similares vamos a poder avanzar saltándonos la etapa esencial de reformar, modernizar y hacer más eficiente la educación.
GABRIEL SALVIA: En el libro "Crisis y Reforma", en 1994, planteaba que le podrían servir las reformas que se estaban implementando en ese momento en América Latina a los países de Europa del Este que salían recientemente del comunismo. ¿Cómo nos encontramos ahora los países de América Latina frente a los de Europa del Este?
SEBASTIÁN EDWARDS: Europa del Este ha avanzado enormemente, tienen muchas ventajas con respecto a América Latina, entre ellas su ubicación geográfica. Es mucho más fácil exportar productos de alto valor agregado desde la República Checa a Alemania que hacerlo desde la Argentina o desde Chile, por un problema simplemente de distancia y de geografía. En segundo lugar, uno de los legados del sistema comunista es un sistema educativo relativamente bueno especialmente en lo que se refiere a ciencia y matemática y esto se demuestra y se recoge muy claramente en las pruebas internacionales de performance que mencionaba yo hace un minuto, donde los países de Europa del Este están muy bien parados. Y en tercer lugar, muchos de ellos están entrando o han entrado a la Unión Europea con todo lo positivo que ello significa. Todas estas son ventajas y por lo tanto estamos viendo que estos países están moviéndose a una velocidad mucho más rápida que los países de América Latina. Ahora, habiendo dicho eso, en la crisis actual, la crisis financiera mundial, muchos de estos países están muy fuertemente golpeados justamente porque habían recibido créditos muy sustanciales de parte de la banca europea. Pero yo estoy convencido de que van a recuperarse y van a seguir por la senda de la prosperidad a la cual estaban avocados.
GABRIEL SALVIA: ¿Hay posibilidades cercanas para volver a tener una esperanza de un proceso de reforma que consolide a una América Latina más cercana al desarrollo en la línea de lo que ha hecho ejemplarmente Chile?
SEBASTIÁN EDWARDS: Yo no soy muy optimista. Creo que vamos a tener una América Latina de varias velocidades y que por lo demás es lo que hemos visto desde hace más de un siglo: una América Latina más moderna, más cercana a la frontera de la eficiencia y de la innovación; una que se va a debatir entre el ser no ser, un poco como el príncipe de Dinamarca; y finalmente una América Latina que va a sufrir mucho, que a va a tener muchas decepciones, que es la América Latina que hoy día se ha jugado por la opción populista. Entre los países que creo les va a ir bien, los que tienen más promesas son naturalmente Chile, Colombia, Perú, posiblemente Costa Rica, y un signo de interrogación muy importante es México. Países intermedios, Brasil probablemente que no va a dar mucho que hablar pero tampoco será un gran desastre, Uruguay en este grupo junto con Brasil y otros países pequeños también y el resto con problemas serios.
GABRIEL SALVIA: ¿Le sorprendió la estatización de los fondos de administradoras de jubilaciones y pensiones en la Argentina? ¿Cree que puede haber algún zarpazo más del gobierno a algún otro sector?
SEBASTIÁN EDWARDS: Me sorprendió en un primer momento, por el lapso de treinta segundos. No creía que lo fueran a hacer tan pronto. Pero la verdad es que después de las distintas medidas que se han tomado de retórica claramente populista y anti sector privado que han tenido las últimas dos administraciones de la Argentina, tan sorprendente no es. Puede haber nuevos intentos en el futuro, creo yo que no podemos descartar nada. El caso de la Argentina es uno de esos donde la realidad supera la ficción y no me sorprendería. Ahora, naturalmente es un caso sobre el cual uno tiene que sentirse muy decepcionado. Es un país de tanta riqueza, de gente tan capaz, de un capital humano tan extraordinario, creatividad de parte de sus trabajadores, de sus artistas, sus intelectuales, sus profesionales, y sin embargo de un modo u otro sus políticos se encargan para arruinar esta situación. Yo hace un tiempo plantee, un poco en broma pero un poco en serio, que si los futbolistas argentinos que son tan eficientes y en mi opinión los mejores del mundo, estuvieran a cargo del gobierno, quizás andaríamos mucho mejor que con lo que sucede ahora que están a cargo los políticos.
Sebastian Edwards es profesor de Economía Internacional en la Anderson Graduate School of Management en la Universidad de California de Los Angeles (UCLA). Entre 1993 y hasta abril de 1996 fue Economista Jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial. Es autor de numerosos artículos académicos sobre economía internacional, macroeconomía y desarrollo económico. Sus últimos libros son "Preventing Currency Crises" (co-edited with Jeffrey Frankel, U. of Chicago Press, 2002), "The Economics and Political Transition to an Open Market Economy: Colombia," (OECD, 2001), "Capital Flows and the Emerging Economies," (U. of Chicago Press, 2000), "Anatomy of an Emerging-Market Crash: Mexico 1994" (Carnegie Endowment for International Peace, 1997) and "Labor Markets in Latin America: Combining Social Protection with Market Flexibility, (Brookings, 1997). Anteriormente publicó "Crisis and Reform in Latin America: From Despair to Hope" (Oxford University Press, 1995) y "Macroeconomics of Populism in Latin America" (coeditor con Rudi Dornbusch). El profesor Edwards nació en Santiago de Chile, estudió en la Universidad Católica de Chile y luego obtuvo su Master y Ph.D en economía en la Universidad de Chicago.
GABRIEL SALVIA: ¿Por qué considera en América Latina que al país que más va a afectar esta crisis internacional es a la Argentina y, contrariamente, al país que menos lo va a afectar es a Chile?
SEBASTIÁN EDWARDS: Hay varias razones para eso. Una de ellas es naturalmente que Argentina tiene necesidades fiscales muy importantes y lo que significa es que tiene que emitir deuda que alguien, ya sean los argentinos, o los extranjeros, o instituciones, o privados, tendría que comprar y en este momento lo que hemos visto como consecuencia de la crisis es una caída muy importante en la demanda por títulos, especialmente títulos de países o de instituciones riesgosas, o que son percibidas como riesgosas y eso naturalmente va a poner una presión muy fuerte sobre la Argentina. En segundo término, en contraposición con el caso de Chile, Argentina en los últimos años ha dependido muy fuertemente de las exportaciones, fundamentalmente de commodities, y como sabemos los precios se han desplomado. Esto es una constante a lo largo de América Latina y también afecta a Chile, pero en menor medida. Y en tercer término, mientras que Chile ahorró en forma muy sustancial durante los años del boom, la Argentina lo hizo solo en forma parcial, solo a través del Banco Central y las reservas y no a través del sistema fiscal y eso naturalmente agrega a todo este problema. Si uno suma todo esto y le agrega adicionalmente que las reformas modernizadoras en la Argentina se han quedado atrás, tenemos un cuadro que no es demasiado halagador.
GABRIEL SALVIA: En el caso de Brasil, que muchos lo veían con gran optimismo, ¿usted considera que se encuentra a mitad de camino?
SEBASTIÁN EDWARDS: Lo de Brasil es muy interesante y muy paradojal. Lo que pasó en los últimos cinco años aproximadamente, es que se produjo una especie de brasilitis o euforia por Brasil basado fundamentalmente en la de idea de que finalmente el gigante latinoamericano se iba a transformar en una potencia económica mundial y que iba a dar los resultados que siempre había prometido pero que nunca había logrado. Brasil siempre ha sido considerado el país del futuro, el país del mañana, un mañana que nunca llega y ahora se creó esta sensación, entre analistas, inversionistas, políticos, funcionarios internacionales y otros, que finalmente había llegado la hora de Brasil. Desafortunadamente esta percepción era más voluntarista que basada en la realidad. Si uno analiza en detalle las características de la economía brasilera llega a tres conclusiones: la primera es que el Presidente Lula decidió terminar con la inflación, lo cual es muy positivo, y también decidió mantenerse alejado del populismo que representa en América Latina esencialmente el Presidente Hugo Chávez. Eso es muy positivo para Brasil, sin inflación y alejarse del populismo. Las otras dos características es que es un país muy grande, 180 millones de habitantes y consumidores potenciales aproximadamente; y que es un país que tiene un equipo de fútbol bastante bueno. Estas dos últimas cosas las sabíamos de antes y no transforman a Brasil en una potencia económica. Ahora, si uno mira todo el resto de los indicadores de Brasil: productividad, calidad del sistema educativo, los indicadores de eficiencia, de innovación, de facilidad para hacer emprendimientos o inversiones, todos ellos se han mantenido no solo constantes en los últimos cinco o diez años, sino que, en los rankings internacionales, Brasil no solo está de la mitad para abajo, sino en el último diez o veinte por ciento dependiendo de qué indicador estemos hablando. Por lo tanto, es una euforia que se produjo respecto a Brasil basada en la simple noción que era un país grande y que no había seguido la senda del populismo. Esto no es suficiente para transformar a ningún país y ciertamente no es suficiente para transformar a Brasil en una gran potencia mundial y eso es, creo yo, desafortunadamente, la realidad de las cosas que estamos empezando a ver ahora. No significa que Brasil vaya a tener un colapso espantoso ni una crisis como la que vimos en años anteriores, pero sí creo que vamos a ver la realidad con un Brasil mediocre; va a continuar siendo un país relativamente bueno para el fútbol y un país muy grande, pero no es una potencia mundial. En ese sentido creo yo que lo interesante de esta crisis es que nos llama a la realidad y nos obliga a revaluar este supuesto milagro brasilero y una vez que uno hace eso tiene que llegar necesariamente a la conclusión de que no es tal.
GABRIEL SALVIA: ¿Por qué en el caso de Brasil, y anteriormente en el caso de Argentina con Menem, varios países sucumben a la reforma luego de que los presidentes son reelectos y no logran las reformas institucionales que usted marcaba en "Crisis y Reforma en América Latina"?
SEBASTIÁN EDWARDS: Esa es precisamente la gran paradoja: lo que los países requieren para efectivamente despegar desde un punto de vista económico es pasar por distintas etapas o distintas fases. En general, la primera fase es una fase de normalización de una situación extrema, ya sea esta una guerra civil, un conflicto político importante, una hiperinflación, una crisis. Esta normalización produce, con unas reformas económicas más bien básicas, en general un crecimiento económico importante durante algunos años. Eso lo vimos durante el período de Menem en la Argentina, lo vimos durante Fernando Enrique Cardoso en Brasil, lo hemos visto en Colombia durante la presidencia de Gaviria, y si uno va a través por América Latina lo va encontrando en un país tras otro. Sin embargo, este primer impulso en cierto momento empieza a perder vuelo, a perder energía y es necesario que llegue un segundo aire al proceso económico y este segundo aire requiere de un aumento muy importante de la inversión, tanto nacional como extranjera, y para que en este momento la inversión se produzca es necesario que las reformas pasen del estadio puramente económico al estadio institucional donde se produzcan cambios legales. Son cambios muy de fondo, de cultura, de instituciones, que permitan aumentar la confianza, protejan los derechos de propiedad, impongan el imperio de la ley, reduzcan la corrupción, hagan que el sistema judicial sea eficiente y resuelva los conflictos entre distintas partes en forma justa, eficiente y rápida. Esta etapa de reformas institucionales la hemos visto en América Latina solamente en Chile, no la hemos visto en Brasil, ni en Argentina, ni prácticamente en ningún otro país. Las razones son diversas, incluyendo un rechazo a estas reformas de quienes se ven afectados negativamente, pero también, y muy importantemente, las crisis financieras y de moneda y las grandes devaluaciones que crean un sentimiento entre la población que el sistema o la senda de la modernidad no es la senda adecuada y por tanto se produce un rechazo a las reformas y no se llega a esta segunda etapa o fase de las reformas institucionales.
GABRIEL SALVIA: Por haber sido un importante funcionario del Banco Mundial, ¿cómo ve las críticas que se hacen a los organismos multilaterales, como por ejemplo recientemente, en la Cumbre de Río? ¿Son acertadas estas críticas?
SEBASTIÁN EDWARDS: Hay cierta razón. Los organismos internacionales han actuando a veces en forma un poco sesgada. Tienen restricciones importantes estructurales en sus propios fundamentos que justifican, o mejor dicho, que explican que eso haya sucedido y tienen cierta responsabilidad en las crisis de los países emergentes, incluyendo las crisis latinoamericanas. Ahora, si bien hay que darles cierta responsabilidad, creo yo que se exagera y son un buen chivo expiatorio para los políticos no solo de América Latina sino también de otras partes del mundo. Yo no diría que están exentos de culpa, pero tampoco son los grandes villanos. Diría yo, son villanos menores en esta tragicomedia.
GABRIEL SALVIA: Cuando Ud. escribió la "Macroeconomía del Populismo", y ahora vemos el caso de Venezuela y otros países que por el precio de los commodities no pueden seguir sosteniendo sus políticas asistencialistas, ¿es realmente tan obvio que se van a desplomar con el cambio de las situaciones internacionales?
SEBASTIÁN EDWARDS: Creo que vamos a volver a ver ese ciclo populista del cual yo escribí con mí querido y tempranamente fallecido amigo Rudiger hace casi veinte años. Vamos a ver esa situación que es muy costosa para América Latina, una situación donde se desconoce los fundamentos de la economía, la necesidad de crear un sector productivo eficiente, innovativo, con un alto nivel de crecimiento de la productividad y al contrario se toman atajos, basados inicialmente o en cierto momento, en el hecho de que temporalmente hay buenos precios para las exportaciones. Pero cuando estos colapsan, como está pasando en este momento, vamos a ver un regreso a los controles, un regreso a las medidas arbitrarias de parte de la autoridad económica, muy posiblemente un regreso a la inflación y todo esto naturalmente para el detrimento y para el sufrimiento de, esencialmente, las capas más pobres y más necesitadas de la población. Yo le puedo asegurar que la gente pudiente y de recursos en Venezuela no van a sufrir como van a sufrir las capas más pobres por lo que vaya a suceder hacia adelante, y lo mismo en Ecuador. La gente rica tiene capacidad para protegerse, para sacar sus dineros y depositarlos en lugares seguros -aunque esta crisis nos demuestra que los lugares que pensábamos que eran seguros a veces no lo son tanto- y tienen capacidad para defenderse de la inflación. Mientras que son las capas pobres, son aquellos que no tienen esta sofisticación o estos recursos, los que no pueden escapar de estos efectos que vamos a estar viendo y que estamos ya empezando a ver en este ciclo populista que como digo es muy costoso para la región.
GABRIEL SALVIA: ¿Por qué considera que cuesta tanto que los partidos políticos de América Latina impulsen estos procesos de reforma?
SEBASTIÁN EDWARDS: Hay una cultura desde hace mucho tiempo en América Latina del atajo, lo que yo llamo esa sensación entre nuestros políticos de que es posible saltarse etapas y reconocer que el motor de una economía sana, pujante y que crece es el esfuerzo, la innovación y la productividad. Y en este interés por saltarse etapas naturalmente se van descuidando cuestiones fundamentales y al final se llega a una situación donde es más costosa que otra. Un ejemplo muy claro es el tema de la educación. Acaban de ser entregados los resultados de la última versión del año 2007 de la prueba internacional de calidad de la educación en cerca de cuarenta y pico países, la prueba TIMSS, y hay dos países latinoamericanos que participaron de la prueba en esta versión, El Salvador y Colombia, y ambos aparecen con una calidad deplorable de la educación. Esto no es nuevo, Colombia había participado hace más de diez años en la misma prueba y los resultados habían sido tan malos que Colombia había decidido retirarse de la misma para no volver a sufrir las vergüenzas que se sufrieron y el papelón que se sufrió en ese momento. Otras pruebas internacionales como la prueba PISA de la OEI demuestra lo mismo. Le está siendo tremendamente costosa a nuestra juventud que no está teniendo las habilidades para poder competir en el mundo globalizado y simplemente no se ha hecho nada al respecto esperando que de alguna manera a través de otro tipo de situaciones fortuitas como el precio de los commodities más elevados o cosas similares vamos a poder avanzar saltándonos la etapa esencial de reformar, modernizar y hacer más eficiente la educación.
GABRIEL SALVIA: En el libro "Crisis y Reforma", en 1994, planteaba que le podrían servir las reformas que se estaban implementando en ese momento en América Latina a los países de Europa del Este que salían recientemente del comunismo. ¿Cómo nos encontramos ahora los países de América Latina frente a los de Europa del Este?
SEBASTIÁN EDWARDS: Europa del Este ha avanzado enormemente, tienen muchas ventajas con respecto a América Latina, entre ellas su ubicación geográfica. Es mucho más fácil exportar productos de alto valor agregado desde la República Checa a Alemania que hacerlo desde la Argentina o desde Chile, por un problema simplemente de distancia y de geografía. En segundo lugar, uno de los legados del sistema comunista es un sistema educativo relativamente bueno especialmente en lo que se refiere a ciencia y matemática y esto se demuestra y se recoge muy claramente en las pruebas internacionales de performance que mencionaba yo hace un minuto, donde los países de Europa del Este están muy bien parados. Y en tercer lugar, muchos de ellos están entrando o han entrado a la Unión Europea con todo lo positivo que ello significa. Todas estas son ventajas y por lo tanto estamos viendo que estos países están moviéndose a una velocidad mucho más rápida que los países de América Latina. Ahora, habiendo dicho eso, en la crisis actual, la crisis financiera mundial, muchos de estos países están muy fuertemente golpeados justamente porque habían recibido créditos muy sustanciales de parte de la banca europea. Pero yo estoy convencido de que van a recuperarse y van a seguir por la senda de la prosperidad a la cual estaban avocados.
GABRIEL SALVIA: ¿Hay posibilidades cercanas para volver a tener una esperanza de un proceso de reforma que consolide a una América Latina más cercana al desarrollo en la línea de lo que ha hecho ejemplarmente Chile?
SEBASTIÁN EDWARDS: Yo no soy muy optimista. Creo que vamos a tener una América Latina de varias velocidades y que por lo demás es lo que hemos visto desde hace más de un siglo: una América Latina más moderna, más cercana a la frontera de la eficiencia y de la innovación; una que se va a debatir entre el ser no ser, un poco como el príncipe de Dinamarca; y finalmente una América Latina que va a sufrir mucho, que a va a tener muchas decepciones, que es la América Latina que hoy día se ha jugado por la opción populista. Entre los países que creo les va a ir bien, los que tienen más promesas son naturalmente Chile, Colombia, Perú, posiblemente Costa Rica, y un signo de interrogación muy importante es México. Países intermedios, Brasil probablemente que no va a dar mucho que hablar pero tampoco será un gran desastre, Uruguay en este grupo junto con Brasil y otros países pequeños también y el resto con problemas serios.
GABRIEL SALVIA: ¿Le sorprendió la estatización de los fondos de administradoras de jubilaciones y pensiones en la Argentina? ¿Cree que puede haber algún zarpazo más del gobierno a algún otro sector?
SEBASTIÁN EDWARDS: Me sorprendió en un primer momento, por el lapso de treinta segundos. No creía que lo fueran a hacer tan pronto. Pero la verdad es que después de las distintas medidas que se han tomado de retórica claramente populista y anti sector privado que han tenido las últimas dos administraciones de la Argentina, tan sorprendente no es. Puede haber nuevos intentos en el futuro, creo yo que no podemos descartar nada. El caso de la Argentina es uno de esos donde la realidad supera la ficción y no me sorprendería. Ahora, naturalmente es un caso sobre el cual uno tiene que sentirse muy decepcionado. Es un país de tanta riqueza, de gente tan capaz, de un capital humano tan extraordinario, creatividad de parte de sus trabajadores, de sus artistas, sus intelectuales, sus profesionales, y sin embargo de un modo u otro sus políticos se encargan para arruinar esta situación. Yo hace un tiempo plantee, un poco en broma pero un poco en serio, que si los futbolistas argentinos que son tan eficientes y en mi opinión los mejores del mundo, estuvieran a cargo del gobierno, quizás andaríamos mucho mejor que con lo que sucede ahora que están a cargo los políticos.