José María Ibarbia:
«Fue una dictadura la que creó un mix de un tipo de cambio diferencial y retenciones»
Los impuestos deben ser iguales para todos, tanto para las personas físicas y como las jurídicas, y no haber en ello ninguna discriminación. Henry George concebía la idea de que el campo podía tener una tributación diferencial, que era un impuesto a la renta que no se daba en otros sectores de la economía porque no tenían renta.
José María Ibarbia fue Diputado Nacional de la Argentina, a los 32 años, desde 1987 a 1995. Desde su banca impulsó desde los primeros años de su gestión proyectos de ley que promovían la apertura económica y las privatizaciones. Entre sus iniciativas estuvieron también la propuesta de disolución de las Juntas Nacionales de Granos y de Carnes. En los noventa propuso la desregulación de varios mercados, entre ellos, del automotriz, y se opuso tajantemente a la reforma de la Constitución Nacional para permitir la reelección presidencial de Carlos Menem. Abogado recibido a los veintiún años con título de honor, con estudios de economía en los Estados Unidos, también se desempeñó en la actividad privada en el área agropecuaria. Desde el retorno a la democracia, Ibarbia fue el referente más destacado en la defensa de los principios liberales de la Constitución de 1853 que tuvo el Congreso.
Gabriel Salvia: ¿Por qué cree que existe una opinión mayoritaria en la Argentina que acepta la existencia de las retenciones a las exportaciones?
José María Ibarbia: Cuando la gente habla de retenciones inmediatamente piensa en qué se puede hacer con esa plata. Y ahí sí están de acuerdo en sacar plata para usarla con otro destino, o sea sacársela a Pedro para dársela a Diego. Lo importante es que la gente entienda cuál es el fundamento de la noción de que puede existir un impuesto, como las retenciones, y que tal impuesto no producirá eventualmente ninguna alteración en la cantidad producida, ofrecida, o demandada de un bien. Este concepto de la renta es bastante viejo, es del siglo XIX, y deriva de una concepción ricardiana, la cual establece que la renta es la remuneración al factor tierra o al recurso natural. Según David Ricardo, la renta aparece cuando por algún motivo se incorporan tierras a la producción, dado un aumento de precios, que justifica incorporar tierras con un mayor costo de producción por unidad de producto obtenido. Es decir, tierras marginales. A las submarginales, es decir a las primeras que estaban en producción, les aparece una renta porque no aumenta el costo de producción de las primeras que estaban en producción. De aquí surge el concepto de renta. Un economista norteamericano del siglo XIX, Henry George, profundizando sobre este error de David Ricardo, escribió una tesis que decía que se podía gravar con un impuesto esa renta, que aparecía en la primer tierra (submarginal) cuando las marginales se ponían en producción, sin que eso alterase la cantidad producida porque era algo que se sacaba por encima del costo de producción de esa tierra submarginal. O sea, la renta era algo que aparecía por encima del costo en la tierra submarginal, mientras que el precio estaba determinado por el costo de producción de las tierras marginales, por lo que, cuando esas tierras se incorporaban con un costo de producción mas alto para el producto -acuérdense de la concepción ricardiana de que el costo de producción determina el precio del producto- entonces aparecía en las primeras tierras la renta que según este economista se podían tomar sin que eso alterase la cantidad ofrecida. De allí a nuestros días la noción se repite reiteradas veces. Hay una noción que establece que una renta se obtiene de acuerdo a un determinado nivel de precio cuando, el costo de producción es inferior a ese nivel de precio del producto que se obtenga de esa tierra, y esta idea es bastante equivocada. Hoy mismo, la idea bastante difundida es que si subió la soja de 250 a 500 dólares uno puede capturar parte de ese excedente porque está capturando esta renta diferencial que se obtuvo porque el costo de producción es el mismo; pero se dio un cambio de parámetros de precios en el mundo por escasez, por oferta y demanda, etc. Lo cierto es que en el precio que paga el comprador de un bien éste está atribuyéndole valor a más de un factor en la producción. En el negocio de la soja no solo se remunera a la tierra, sino también por ejemplo a la ingeniería genética que está en la semilla. Es decir, al comprar un grano de soja se está pagando un valor al que tuvo “la cabeza” para crear una soja resistente al glifosato, se le paga al que aporta la maquinaria para hacer la siembra directa, se le da un valor a la capacidad del empresario agropecuario que organiza los factores de producción; o sea, se le transmite una señal a través del mejor precio: “muchachos, asignen los recursos que ustedes saben administrar inteligentemente para que haya más producción de soja y que esa señal actual de que existe cierta escasez, se convierta por una mayor oferta en una señal de que el mercado está satisfecho”.
Gabriel Salvia: Hay un argumento que el campo gana mucho y que por eso hay que sacarle más para redistribuirlo. Ahora, según este argumento, y por las vicisitudes de la actividad agropecuaria, si le va mal, ¿habría que subsidiarlo?
José María Ibarbia: El precio de un determinado producto remunera el riesgo involucrado dado este riesgo, por el tiempo que va desde que pongo la semilla hasta que lo cosecho y que tiene componentes climáticos, volatilidad de los mercados. En el precio se está remunerando estos riesgos. No es lo mismo la soja ya disponible que la soja que se va cosechar, esperar que llueva o no, que no haya piquetes que impidan la cosecha y el traslado de lo cosechado; por lo que el riesgo está remunerado. Por lo tanto no hay tal cuestión de la renta; el precio del grano de soja remunera un montón de componentes y en una agricultura como la Argentina -en la que la fortuna está a la intemperie- el riesgo es enorme y cuanto mayor es el riesgo la remuneración de ese componente tiene que ser lo suficientemente alta que permita hacer un colchón al chacarero para los años malos. Hay años de vacas gordas y años de vacas flacas; que los años de vacas buenas permitan hacer un colchón para poder compensar los años de vacas flacas. Esta es una actividad cíclica y lo que se pierde en un año se tarda un año entero para recuperarlo y más aun en la ganadería, porque el ciclo es más largo. Es importante poder tener ese riesgo remunerado lo suficiente para tener espaldas grandes para seguir en el negocio, porque sino en una cosecha mala desaparecería la actividad.
Gabriel Salvia: ¿Los impuestos nacionales que debería pagar el sector tendrían que limitarse a las Ganancias?
Los impuestos deben ser iguales para todos, tanto para las personas físicas y como las jurídicas, y no haber en ello ninguna discriminación. Henry George concebía la idea de que el campo podía tener una tributación diferencial, que era un impuesto a la renta que no se daba en otros sectores de la economía porque no tenían renta. Ahí volvemos al concepto de la renta, que es resultante de un precio mayor que cubre los costos de producción de las tierras marginales y les deja renta en la tierra no marginal. Esto es un error conceptual y no puede dar lugar a una política tributaria. De hecho, este mecanismo de impuesto único es irreal porque el productor debe poder cubrir costos de producción y remunerar todos los factores que intervienen en el proceso productivo y cuando estos costos están pagos donde apareció una ganancia debe pagar una tasa de ganancia que no debe ser excesiva porque desalienta la actividad productiva.
Gabriel Salvia: ¿No le parece que también persiste la idea de que la gente del campo gana plata y la acumula –como el Tío Rico- y no se comprende que la ganancia obtenida se invierte o se utiliza para el consumo?
José María Ibarbia: Uno tiene dos cosas para hacer con el dinero: ahorrarlo o gastarlo, ya sea invirtiéndolo o consumiéndolo. Cuando uno lo gasta consumiéndolo está transmitiendo riqueza a los proveedores de todos los bienes que consume y cuando se invierte transmite riqueza a aquellos proveedores que permiten encarar un proceso de producción más largo. Y cuando uno lo ahorra, no lo pone debajo de la cama, sino que lo pone en el circuito para financiar procesos de producción más largos y cuando más capital se acumula la tasa de interés tenderá a bajar y cuando más baja sea más largos serán los procesos de producción que se podrán encarar y mayor será el capital que podrá invertir per capita y los salarios tenderán a subir. Hay muy poca gente que atesora, y esto no cambia el ciclo económico porque el grueso de las personas consume, invierte o ahorra. Esto es lo que hace el productor agropecuario: cuando recibe su remuneración por el grano de soja remunera al productor de maquinarias, al propietario de la tierra, etc. y estos a su vez vuelven a asignar los recursos. O sea, hay una serie de actividades que giran en torno de ese granito de soja que el productor logró vender y como tenemos la suerte de que estos productos se venden en el exterior es plata, que viene de afuera, para gastarla, invertirla y desarrollar en la Argentina. Por eso, en estos piquetes había una sinergia entre albañiles, gente del pueblo, profesionales, etc. que estaba unida a los chacareros, porque si este no recibe bien su remuneración la vida en nuestros pueblos se va a volver muy difícil.
Gabriel Salvia: ¿Hasta qué punto un país como la Argentina, con baja calidad institucional, está en condiciones de redistribuir ingresos?
José María Ibarbia: Redistribuir es una alternativa a distribuir. El ingreso se distribuye a una serie de factores a través del mecanismo de los precios. Cuando hablo de redistribuir es porque estoy en desacuerdo en la forma en que este ingreso se ha distribuido, por lo que no le saco solo al productor agropecuario sino a todos los que hayan recibido un ingreso por el gasto, ahorro o inversión que hizo ese productor. De ahí vendría la pregunta de si es mejor asignando el recurso vía la redistribución que vía la distribución que se hace en el mercado a través de la remuneración que le corresponde a cada uno de los factores. Lo más probable es que la redistribución no sea mejor que la distribución que hace el mercado. Cuando la persona que está redistribuyendo tiene en sus prioridades el tren bala de Buenos Aires a Córdoba es claro que ese concepto redistributivo está en contra de lo que piensa la sociedad y por eso se leían esos carteles en los piquetes. Evidentemente, esa gente necesita pavimentos, libros, hospitales con los elementos necesarios y no un tren bala que no sabe quién lo va a usar ni cuánto costará mantenerlo. Por eso esa reacción a la redistribución.
Gabriel Salvia: ¿Cuál sería la mejor política agropecuaria que se debería implementar?
José María Ibarbia: La actividad rural es importante por su componente de estabilidad económico y social; cuando la actividad rural funciona bien los pueblos del interior tienen estabilidad y progreso y la riqueza queda distribuida a lo largo y ancho del país. De manera que no hay que mirarla con una sola óptica que fuera la de ser el productor más eficiente del mundo, sino también con una óptica social-económica de fijarse cómo uno quiere tener al país desarrollado y a su población con buenos niveles de vida, y en esto el campo tiene una capacidad enorme. Uno de los fenómenos que se vio en los últimos 50 años es una división excesiva en la propiedad rural hasta el punto de llegar a unidades no económicas. Así aparecen alternativas como el contratista rural que trabaja tierras a partir de contratos de arrendamiento, mucho más reciente son los acuerdos que incorporan el capital que el contratista rural no puede conseguir o incorporan capacidad gerencial para administrar recursos que son hoy más complejos que los que manejaba un contratista rural con poco nivel de ilustración. O sea, hay figuras que son necesarias y permitieron que el campo siguiera con un alto nivel de productividad y es necesario seguir alentándola. Pero cuando hablemos de regular los arrendamientos, hablemos de darle la mayor libertad y transparencia posible a este régimen contractual y no creemos dificultades que tiendan a hacer disminuir este fenómeno. Hay muchas cosas para hablar en materia de política agropecuaria, por ejemplo, la tasa de interés que es muy alta en Argentina y se deben establecer procedimientos para que lleguen al productor más indefenso el capital de largo plazo y esto se hace no solo vía Banco Nación o por decreto, sino alentando el ahorro y evitando que haya una redistribución compulsiva que consuma el ahorro y tenga como una de sus prioridades el tren bala.
Gabriel Salvia: Ante iniciativas de volver a crear una Junta Nacional de Granos, ¿podría recordarnos cuáles fueron sus orígenes y los efectos que tuvo?
José María Ibarbia: Cuando se produce la crisis de 1930 y Argentina se desengancha del modelo globalizado que había hasta ese momento, deja de ser una economía abierta, revalúa las reservas de oro y devalúa la moneda corriente. Entonces se fijaron tipos de cambio diferenciales para las letras de exportación de trigo, lino y maíz. De esta manera, el productor agropecuario que exportase uno de estos productos recibía un menor valor por estas letras que el valor de mercado de las divisas que estaban subyacentes en esa letra de cambio y dado esto los precios internos quedaban por debajo de los que hubieren estado si hubiere habido condiciones normales de mercado; por lo que los productores sufrían una retención. Entonces a los dirigentes políticos se les ocurrió inventar un mecanismo que le devolviera a los productores este precio diferencial, entre el que obtenían por el tipo de cambio mas bajo que recibían por sus exportaciones y el tipo de cambio de mercado y es así que el Poder Ejecutivo manda al Congreso el proyecto de creación de la Junta Nacional de Granos y en toda su historia jamás el productor recibió el precio lleno que hubiese obtenido por el funcionamiento del mercado -o sea, de no existir ese tipo de cambio diferencial o retenciones- . Durante mucho tiempo lo que había en Argentina era tipo de cambios diferenciales, las exportaciones de productos primarios llevaban un tipo de cambio, había un tipo de cambio financiero y otro para los productos industriales. En algún momento de la historia apareció este concepto de la retención, que es el derecho de exportación. No se le saca el ingreso vía el tipo de cambio, sino que dado el mismo tipo de cambio para toda esa gente que exporte, al producto se le saco el tanto por ciento de su valor. Hubo en el 57-58 el establecimiento de un derecho de exportación que se abandona a mediados del 58 y en la dictadura de Onganía el ministro Krieger Vasena devalúa el peso de 270 a 350 pesos moneda nacional, que después lo pasa a pesos ley y llega a ser 3.50, y establece los derechos de exportación tal como los conocemos y hoy se discuten en el Congreso. Fue una dictadura la que creó esos derechos tal como lo conocemos y después fue esa misma dictadura que cambió de gobernante la que creó un mix de un tipo de cambio diferencial y retenciones. Esto funcionó hasta que vino Perón y en septiembre de 1973 estatizó el comercio exterior de grano y todo el comercio lo hacia la Junta, por lo que no había precio diferencial ni nada sino que había un precio fijado por la Junta que era arbitrario y alejado del precio internacional. El gobierno al comienzo de la campaña le decía a los productores el trigo vale X para el año que viene y ese era el precio que se pagaba 90% al venderse la cosecha y el 10% nueve meses después de varios papeleos y trámites burocráticos. En el golpe del 76 este mecanismo de monopolio de comercio de granos se elimina, se mantiene la Junta y el mecanismo de regulación de precio por el gobierno y se eliminan las retenciones por un periodo muy corto, ya que inmediatamente vuelve el mecanismo de la tablita y se produce la devaluación de 1982 y vuelven las retenciones que las conocemos así hasta 1990 cuando Menem las elimina. En este ciclo del 90 se produce una caída en los precios de los commodities que exportamos por un fortalecimiento del dólar. Acordémonos cuando Cavallo propone la convergencia entre el Euro y el dólar para valorizar la moneda local en el 2001, el Euro valía 0.80 de dólar y hoy vale 1.50 de dólar, con lo cual el dólar se devaluó el 100%. En ese escenario la gente confundió la estabilidad de tipo de cambio que era el 1 a 1 como causante de sus problemas, pero el causante de los problemas en el sector agropecuario era que la soja valía 130 a 150 dólares la tonelada y si hubiera valido 500 dólares, como ahora, estoy seguro que todos estarían amando la convertibilidad o por lo menos la paridad del 1 a 1. Ahora hay un tipo de cambio que es 3.05 para todas las exportaciones y para la soja es de 1.60. Fíjese que hubo una devaluación feroz y un aumento de costos enorme. Esto es peor que en el 1 a 1, pues solo puedo mantener la actividad funcionando porque la soja, en el mercado mundial, pasó de 150 -160 dólares hace 5 años a 500 dólares en este momento
Gabriel Salvia: ¿Cómo ve el papel del poder legislativo, especialmente en la gestión de Néstor Kirchner y ahora con su esposa?
José María Ibarbia: El poder legislativo perdió peso relativo a partir de la Reforma Constitucional del 94. Ya lo venía perdiendo antes por abandono de sus derechos. Cuando yo era Diputado el grueso de las iniciativas que se aprobaban eran originadas en el Ejecutivo, pero por lo menos había un cierto freno de éste a adentrarse en competencias que eran claramente del legislativo. Con la reforma el 94 –en que al Poder Ejecutivo se le dio la facultad de dictar decretos de necesidad urgencia- el Poder Ejecutivo esté o no el Congreso en sesiones, considera que tiene las condiciones dadas para disponer estos decretos y avanza con esto sin ningún tipo de limitación, incluso en materias como estas de los derechos de exportación. En este momento el Poder Ejecutivo se fundamenta en una delegación hecha en el Código Aduanero que le permite al gobierno subir o bajar los derechos de exportación. Qué curioso que este gobierno se agarre de este Código Aduanero, que jamás recibió sanción legislativa, porque fue establecido durante la dictadura. Por eso el punto segundo del proyecto que hoy consideran los diputados viene a decir que esta norma del Código Aduanero de facto, se debe convertir en ley. Yo creo que los diputados serían muy necios si aprobasen este artículo segundo, porque en el artículo primero están ratificando todas las resoluciones de retenciones móviles y demás y lo hacen porque tienen derecho a hacerlo, y en el segundo dicen que renuncian en el futuro porque se lo delegan al Poder Ejecutivo. De ninguna manera el Congreso debiera hacer esta delegación ya que corresponde a éste sancionar estas materias de derechos de importación y de exportación tal como lo dice el artículo cuatro y otros artículos más de la Constitución. Como último comentario quisiera decir algo sobre la multiplicación de los fideicomisos que se formarán con estos excedentes de los derechos de exportación, cuando pasan del 35% para arriba. En su libro Notes and Recollections , Mises cuenta la existencia de estos fideicomisos en la Alemania de Bismarck, quien los usó para hacer obras públicas, que a su vez le generaban la adhesión de los señores feudales de cada región para la unión de Alemania y la segunda para coimear periodistas, tanto que los autores de la época los llamaban “fondos reptiles” que se usaban para destinos no santos. Así es como se llega a la unificación alemana, un unitarismo, que era el proyecto de Bismarck y como se compró la voluntad de los periodistas para que elogien semejante proceso. Si hay alguna coincidencia o no con la realidad actual de la Argentina lo dejo al lector para que la saque.
José María Ibarbia fue Diputado Nacional de la Argentina, a los 32 años, desde 1987 a 1995. Desde su banca impulsó desde los primeros años de su gestión proyectos de ley que promovían la apertura económica y las privatizaciones. Entre sus iniciativas estuvieron también la propuesta de disolución de las Juntas Nacionales de Granos y de Carnes. En los noventa propuso la desregulación de varios mercados, entre ellos, del automotriz, y se opuso tajantemente a la reforma de la Constitución Nacional para permitir la reelección presidencial de Carlos Menem. Abogado recibido a los veintiún años con título de honor, con estudios de economía en los Estados Unidos, también se desempeñó en la actividad privada en el área agropecuaria. Desde el retorno a la democracia, Ibarbia fue el referente más destacado en la defensa de los principios liberales de la Constitución de 1853 que tuvo el Congreso.
Gabriel Salvia: ¿Por qué cree que existe una opinión mayoritaria en la Argentina que acepta la existencia de las retenciones a las exportaciones?
José María Ibarbia: Cuando la gente habla de retenciones inmediatamente piensa en qué se puede hacer con esa plata. Y ahí sí están de acuerdo en sacar plata para usarla con otro destino, o sea sacársela a Pedro para dársela a Diego. Lo importante es que la gente entienda cuál es el fundamento de la noción de que puede existir un impuesto, como las retenciones, y que tal impuesto no producirá eventualmente ninguna alteración en la cantidad producida, ofrecida, o demandada de un bien. Este concepto de la renta es bastante viejo, es del siglo XIX, y deriva de una concepción ricardiana, la cual establece que la renta es la remuneración al factor tierra o al recurso natural. Según David Ricardo, la renta aparece cuando por algún motivo se incorporan tierras a la producción, dado un aumento de precios, que justifica incorporar tierras con un mayor costo de producción por unidad de producto obtenido. Es decir, tierras marginales. A las submarginales, es decir a las primeras que estaban en producción, les aparece una renta porque no aumenta el costo de producción de las primeras que estaban en producción. De aquí surge el concepto de renta. Un economista norteamericano del siglo XIX, Henry George, profundizando sobre este error de David Ricardo, escribió una tesis que decía que se podía gravar con un impuesto esa renta, que aparecía en la primer tierra (submarginal) cuando las marginales se ponían en producción, sin que eso alterase la cantidad producida porque era algo que se sacaba por encima del costo de producción de esa tierra submarginal. O sea, la renta era algo que aparecía por encima del costo en la tierra submarginal, mientras que el precio estaba determinado por el costo de producción de las tierras marginales, por lo que, cuando esas tierras se incorporaban con un costo de producción mas alto para el producto -acuérdense de la concepción ricardiana de que el costo de producción determina el precio del producto- entonces aparecía en las primeras tierras la renta que según este economista se podían tomar sin que eso alterase la cantidad ofrecida. De allí a nuestros días la noción se repite reiteradas veces. Hay una noción que establece que una renta se obtiene de acuerdo a un determinado nivel de precio cuando, el costo de producción es inferior a ese nivel de precio del producto que se obtenga de esa tierra, y esta idea es bastante equivocada. Hoy mismo, la idea bastante difundida es que si subió la soja de 250 a 500 dólares uno puede capturar parte de ese excedente porque está capturando esta renta diferencial que se obtuvo porque el costo de producción es el mismo; pero se dio un cambio de parámetros de precios en el mundo por escasez, por oferta y demanda, etc. Lo cierto es que en el precio que paga el comprador de un bien éste está atribuyéndole valor a más de un factor en la producción. En el negocio de la soja no solo se remunera a la tierra, sino también por ejemplo a la ingeniería genética que está en la semilla. Es decir, al comprar un grano de soja se está pagando un valor al que tuvo “la cabeza” para crear una soja resistente al glifosato, se le paga al que aporta la maquinaria para hacer la siembra directa, se le da un valor a la capacidad del empresario agropecuario que organiza los factores de producción; o sea, se le transmite una señal a través del mejor precio: “muchachos, asignen los recursos que ustedes saben administrar inteligentemente para que haya más producción de soja y que esa señal actual de que existe cierta escasez, se convierta por una mayor oferta en una señal de que el mercado está satisfecho”.
Gabriel Salvia: Hay un argumento que el campo gana mucho y que por eso hay que sacarle más para redistribuirlo. Ahora, según este argumento, y por las vicisitudes de la actividad agropecuaria, si le va mal, ¿habría que subsidiarlo?
José María Ibarbia: El precio de un determinado producto remunera el riesgo involucrado dado este riesgo, por el tiempo que va desde que pongo la semilla hasta que lo cosecho y que tiene componentes climáticos, volatilidad de los mercados. En el precio se está remunerando estos riesgos. No es lo mismo la soja ya disponible que la soja que se va cosechar, esperar que llueva o no, que no haya piquetes que impidan la cosecha y el traslado de lo cosechado; por lo que el riesgo está remunerado. Por lo tanto no hay tal cuestión de la renta; el precio del grano de soja remunera un montón de componentes y en una agricultura como la Argentina -en la que la fortuna está a la intemperie- el riesgo es enorme y cuanto mayor es el riesgo la remuneración de ese componente tiene que ser lo suficientemente alta que permita hacer un colchón al chacarero para los años malos. Hay años de vacas gordas y años de vacas flacas; que los años de vacas buenas permitan hacer un colchón para poder compensar los años de vacas flacas. Esta es una actividad cíclica y lo que se pierde en un año se tarda un año entero para recuperarlo y más aun en la ganadería, porque el ciclo es más largo. Es importante poder tener ese riesgo remunerado lo suficiente para tener espaldas grandes para seguir en el negocio, porque sino en una cosecha mala desaparecería la actividad.
Gabriel Salvia: ¿Los impuestos nacionales que debería pagar el sector tendrían que limitarse a las Ganancias?
Los impuestos deben ser iguales para todos, tanto para las personas físicas y como las jurídicas, y no haber en ello ninguna discriminación. Henry George concebía la idea de que el campo podía tener una tributación diferencial, que era un impuesto a la renta que no se daba en otros sectores de la economía porque no tenían renta. Ahí volvemos al concepto de la renta, que es resultante de un precio mayor que cubre los costos de producción de las tierras marginales y les deja renta en la tierra no marginal. Esto es un error conceptual y no puede dar lugar a una política tributaria. De hecho, este mecanismo de impuesto único es irreal porque el productor debe poder cubrir costos de producción y remunerar todos los factores que intervienen en el proceso productivo y cuando estos costos están pagos donde apareció una ganancia debe pagar una tasa de ganancia que no debe ser excesiva porque desalienta la actividad productiva.
Gabriel Salvia: ¿No le parece que también persiste la idea de que la gente del campo gana plata y la acumula –como el Tío Rico- y no se comprende que la ganancia obtenida se invierte o se utiliza para el consumo?
José María Ibarbia: Uno tiene dos cosas para hacer con el dinero: ahorrarlo o gastarlo, ya sea invirtiéndolo o consumiéndolo. Cuando uno lo gasta consumiéndolo está transmitiendo riqueza a los proveedores de todos los bienes que consume y cuando se invierte transmite riqueza a aquellos proveedores que permiten encarar un proceso de producción más largo. Y cuando uno lo ahorra, no lo pone debajo de la cama, sino que lo pone en el circuito para financiar procesos de producción más largos y cuando más capital se acumula la tasa de interés tenderá a bajar y cuando más baja sea más largos serán los procesos de producción que se podrán encarar y mayor será el capital que podrá invertir per capita y los salarios tenderán a subir. Hay muy poca gente que atesora, y esto no cambia el ciclo económico porque el grueso de las personas consume, invierte o ahorra. Esto es lo que hace el productor agropecuario: cuando recibe su remuneración por el grano de soja remunera al productor de maquinarias, al propietario de la tierra, etc. y estos a su vez vuelven a asignar los recursos. O sea, hay una serie de actividades que giran en torno de ese granito de soja que el productor logró vender y como tenemos la suerte de que estos productos se venden en el exterior es plata, que viene de afuera, para gastarla, invertirla y desarrollar en la Argentina. Por eso, en estos piquetes había una sinergia entre albañiles, gente del pueblo, profesionales, etc. que estaba unida a los chacareros, porque si este no recibe bien su remuneración la vida en nuestros pueblos se va a volver muy difícil.
Gabriel Salvia: ¿Hasta qué punto un país como la Argentina, con baja calidad institucional, está en condiciones de redistribuir ingresos?
José María Ibarbia: Redistribuir es una alternativa a distribuir. El ingreso se distribuye a una serie de factores a través del mecanismo de los precios. Cuando hablo de redistribuir es porque estoy en desacuerdo en la forma en que este ingreso se ha distribuido, por lo que no le saco solo al productor agropecuario sino a todos los que hayan recibido un ingreso por el gasto, ahorro o inversión que hizo ese productor. De ahí vendría la pregunta de si es mejor asignando el recurso vía la redistribución que vía la distribución que se hace en el mercado a través de la remuneración que le corresponde a cada uno de los factores. Lo más probable es que la redistribución no sea mejor que la distribución que hace el mercado. Cuando la persona que está redistribuyendo tiene en sus prioridades el tren bala de Buenos Aires a Córdoba es claro que ese concepto redistributivo está en contra de lo que piensa la sociedad y por eso se leían esos carteles en los piquetes. Evidentemente, esa gente necesita pavimentos, libros, hospitales con los elementos necesarios y no un tren bala que no sabe quién lo va a usar ni cuánto costará mantenerlo. Por eso esa reacción a la redistribución.
Gabriel Salvia: ¿Cuál sería la mejor política agropecuaria que se debería implementar?
José María Ibarbia: La actividad rural es importante por su componente de estabilidad económico y social; cuando la actividad rural funciona bien los pueblos del interior tienen estabilidad y progreso y la riqueza queda distribuida a lo largo y ancho del país. De manera que no hay que mirarla con una sola óptica que fuera la de ser el productor más eficiente del mundo, sino también con una óptica social-económica de fijarse cómo uno quiere tener al país desarrollado y a su población con buenos niveles de vida, y en esto el campo tiene una capacidad enorme. Uno de los fenómenos que se vio en los últimos 50 años es una división excesiva en la propiedad rural hasta el punto de llegar a unidades no económicas. Así aparecen alternativas como el contratista rural que trabaja tierras a partir de contratos de arrendamiento, mucho más reciente son los acuerdos que incorporan el capital que el contratista rural no puede conseguir o incorporan capacidad gerencial para administrar recursos que son hoy más complejos que los que manejaba un contratista rural con poco nivel de ilustración. O sea, hay figuras que son necesarias y permitieron que el campo siguiera con un alto nivel de productividad y es necesario seguir alentándola. Pero cuando hablemos de regular los arrendamientos, hablemos de darle la mayor libertad y transparencia posible a este régimen contractual y no creemos dificultades que tiendan a hacer disminuir este fenómeno. Hay muchas cosas para hablar en materia de política agropecuaria, por ejemplo, la tasa de interés que es muy alta en Argentina y se deben establecer procedimientos para que lleguen al productor más indefenso el capital de largo plazo y esto se hace no solo vía Banco Nación o por decreto, sino alentando el ahorro y evitando que haya una redistribución compulsiva que consuma el ahorro y tenga como una de sus prioridades el tren bala.
Gabriel Salvia: Ante iniciativas de volver a crear una Junta Nacional de Granos, ¿podría recordarnos cuáles fueron sus orígenes y los efectos que tuvo?
José María Ibarbia: Cuando se produce la crisis de 1930 y Argentina se desengancha del modelo globalizado que había hasta ese momento, deja de ser una economía abierta, revalúa las reservas de oro y devalúa la moneda corriente. Entonces se fijaron tipos de cambio diferenciales para las letras de exportación de trigo, lino y maíz. De esta manera, el productor agropecuario que exportase uno de estos productos recibía un menor valor por estas letras que el valor de mercado de las divisas que estaban subyacentes en esa letra de cambio y dado esto los precios internos quedaban por debajo de los que hubieren estado si hubiere habido condiciones normales de mercado; por lo que los productores sufrían una retención. Entonces a los dirigentes políticos se les ocurrió inventar un mecanismo que le devolviera a los productores este precio diferencial, entre el que obtenían por el tipo de cambio mas bajo que recibían por sus exportaciones y el tipo de cambio de mercado y es así que el Poder Ejecutivo manda al Congreso el proyecto de creación de la Junta Nacional de Granos y en toda su historia jamás el productor recibió el precio lleno que hubiese obtenido por el funcionamiento del mercado -o sea, de no existir ese tipo de cambio diferencial o retenciones- . Durante mucho tiempo lo que había en Argentina era tipo de cambios diferenciales, las exportaciones de productos primarios llevaban un tipo de cambio, había un tipo de cambio financiero y otro para los productos industriales. En algún momento de la historia apareció este concepto de la retención, que es el derecho de exportación. No se le saca el ingreso vía el tipo de cambio, sino que dado el mismo tipo de cambio para toda esa gente que exporte, al producto se le saco el tanto por ciento de su valor. Hubo en el 57-58 el establecimiento de un derecho de exportación que se abandona a mediados del 58 y en la dictadura de Onganía el ministro Krieger Vasena devalúa el peso de 270 a 350 pesos moneda nacional, que después lo pasa a pesos ley y llega a ser 3.50, y establece los derechos de exportación tal como los conocemos y hoy se discuten en el Congreso. Fue una dictadura la que creó esos derechos tal como lo conocemos y después fue esa misma dictadura que cambió de gobernante la que creó un mix de un tipo de cambio diferencial y retenciones. Esto funcionó hasta que vino Perón y en septiembre de 1973 estatizó el comercio exterior de grano y todo el comercio lo hacia la Junta, por lo que no había precio diferencial ni nada sino que había un precio fijado por la Junta que era arbitrario y alejado del precio internacional. El gobierno al comienzo de la campaña le decía a los productores el trigo vale X para el año que viene y ese era el precio que se pagaba 90% al venderse la cosecha y el 10% nueve meses después de varios papeleos y trámites burocráticos. En el golpe del 76 este mecanismo de monopolio de comercio de granos se elimina, se mantiene la Junta y el mecanismo de regulación de precio por el gobierno y se eliminan las retenciones por un periodo muy corto, ya que inmediatamente vuelve el mecanismo de la tablita y se produce la devaluación de 1982 y vuelven las retenciones que las conocemos así hasta 1990 cuando Menem las elimina. En este ciclo del 90 se produce una caída en los precios de los commodities que exportamos por un fortalecimiento del dólar. Acordémonos cuando Cavallo propone la convergencia entre el Euro y el dólar para valorizar la moneda local en el 2001, el Euro valía 0.80 de dólar y hoy vale 1.50 de dólar, con lo cual el dólar se devaluó el 100%. En ese escenario la gente confundió la estabilidad de tipo de cambio que era el 1 a 1 como causante de sus problemas, pero el causante de los problemas en el sector agropecuario era que la soja valía 130 a 150 dólares la tonelada y si hubiera valido 500 dólares, como ahora, estoy seguro que todos estarían amando la convertibilidad o por lo menos la paridad del 1 a 1. Ahora hay un tipo de cambio que es 3.05 para todas las exportaciones y para la soja es de 1.60. Fíjese que hubo una devaluación feroz y un aumento de costos enorme. Esto es peor que en el 1 a 1, pues solo puedo mantener la actividad funcionando porque la soja, en el mercado mundial, pasó de 150 -160 dólares hace 5 años a 500 dólares en este momento
Gabriel Salvia: ¿Cómo ve el papel del poder legislativo, especialmente en la gestión de Néstor Kirchner y ahora con su esposa?
José María Ibarbia: El poder legislativo perdió peso relativo a partir de la Reforma Constitucional del 94. Ya lo venía perdiendo antes por abandono de sus derechos. Cuando yo era Diputado el grueso de las iniciativas que se aprobaban eran originadas en el Ejecutivo, pero por lo menos había un cierto freno de éste a adentrarse en competencias que eran claramente del legislativo. Con la reforma el 94 –en que al Poder Ejecutivo se le dio la facultad de dictar decretos de necesidad urgencia- el Poder Ejecutivo esté o no el Congreso en sesiones, considera que tiene las condiciones dadas para disponer estos decretos y avanza con esto sin ningún tipo de limitación, incluso en materias como estas de los derechos de exportación. En este momento el Poder Ejecutivo se fundamenta en una delegación hecha en el Código Aduanero que le permite al gobierno subir o bajar los derechos de exportación. Qué curioso que este gobierno se agarre de este Código Aduanero, que jamás recibió sanción legislativa, porque fue establecido durante la dictadura. Por eso el punto segundo del proyecto que hoy consideran los diputados viene a decir que esta norma del Código Aduanero de facto, se debe convertir en ley. Yo creo que los diputados serían muy necios si aprobasen este artículo segundo, porque en el artículo primero están ratificando todas las resoluciones de retenciones móviles y demás y lo hacen porque tienen derecho a hacerlo, y en el segundo dicen que renuncian en el futuro porque se lo delegan al Poder Ejecutivo. De ninguna manera el Congreso debiera hacer esta delegación ya que corresponde a éste sancionar estas materias de derechos de importación y de exportación tal como lo dice el artículo cuatro y otros artículos más de la Constitución. Como último comentario quisiera decir algo sobre la multiplicación de los fideicomisos que se formarán con estos excedentes de los derechos de exportación, cuando pasan del 35% para arriba. En su libro Notes and Recollections , Mises cuenta la existencia de estos fideicomisos en la Alemania de Bismarck, quien los usó para hacer obras públicas, que a su vez le generaban la adhesión de los señores feudales de cada región para la unión de Alemania y la segunda para coimear periodistas, tanto que los autores de la época los llamaban “fondos reptiles” que se usaban para destinos no santos. Así es como se llega a la unificación alemana, un unitarismo, que era el proyecto de Bismarck y como se compró la voluntad de los periodistas para que elogien semejante proceso. Si hay alguna coincidencia o no con la realidad actual de la Argentina lo dejo al lector para que la saque.