Entrevistas

28.01.08

Gonzalo Bustamante Kuschel:

«Nos ha faltado esa sabiduría de quienes dirigen»

«No tenemos posibilidad de prosperar si no vamos construyendo una mayor cohesión social. Es por eso que el discurso que uno ve hoy en día, en casos como Bolivia, van en el sentido contrario al ejemplo que dio Mandela y la gente que luchó contra el Apartheid en Sudáfrica, que fue justamente un discurso de inclusión y de lograr sustentabilidad política y económica en el país».

Gonzalo Bustamante Kuschel es Profesor en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez en Chile y relator permanente de seminarios de Ética del Centro de Formación de Ejecutivos de la mencionada universidad. Es Licenciado en Filosofía de la Universidad Católica de Santiago, Chile; realizó cursos de especialización en ética de los Negocios en la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica; y es candidato a Ph.D. en Culture of Economics por la Erasmus University of Rótterdam.

¿Qué es el estado originario proclamado por Evo Morales y hasta qué punto puede llegar a ser como el nacionalsocialismo en Alemania?

Creo que efectivamente hay un riesgo en Bolivia de exacerbar una suerte de nacionalismo indígena, que además tiene fuertes orígenes entre las décadas del 40-60 en distintos autores de corte marxista en Bolivia. Y uno puede hacer una comparación con lo que fue el fenómeno del fascismo- nazismo en Europa, manteniendo siempre las diferencias, existe un riesgo cuando uno empieza a polarizar la población entre quienes son los originarios -que son quienes realmente tendrían derechos a habitar un estado y nación- versus aquellos que aparecen como usurpadores o ciertos elementos alienígenas en la población -que serían los bolivianos de origen europeo. Yo diría que ahí se está incubando una suerte de explosión social y si uno analiza históricamente lo que han sido los procesos revolucionarios, todo revolucionario en algún momento para lograr sus ideales termina dando un fuerte corte a la democracia y a la libertad individual. Creo que en Bolivia estamos ante un proceso de descomposición permanente que puede terminar en un fenómeno de tipo totalitario o de muy grave confrontación social.

¿Hasta cuándo se puede remontar el concepto de pueblos originarios y hasta qué punto pueden ser idealizados?

Lo de pueblos originarios es una falacia, porque si uno analiza todo el globo, todas las naciones, son composiciones de infinidad de migraciones a lo largo del tiempo. Entonces, cuando se habla de los pueblos originarios en la misma terminología hay una falacia. Simplemente a lo que se refiere es a aquellos que llegaron al continente americano antes que los europeos. Hoy en día no es discutible el origen asiático de los que se llaman los pueblos originarios. Frente a esto, primero que todo se está frente a una falacia que se ocupa políticamente para señalar que aquello que sería originario tendría más derechos que los que no lo son. Por otro lado, hay una constante idealización de los pueblos americanos y esto también es básicamente de origen europeo. Hay una serie de antropólogos europeos, en distintas épocas, que los fueron idealizando con esta idea del buen salvaje, de que habían vivido alguna vez en un estado de paz y armonía. Pero basta con dar un estudio somero, por ejemplo a la historia inca o azteca, para darse cuenta de la falsedad. Porque tanto un imperio como el otro tenían una estructura, por un lado con una idea de la libertad totalmente contraria a como nosotros la conocemos -eran estados fuertemente centralizados en los cuales existió un uso de la religión como un elemento político unificador- por lo tanto malamente se podría hablar de un estado comunitario-ideal como uno ha escuchado a veces en los discursos de García Linera en Bolivia.

¿Por qué cree que se está dando una crítica en América Latina a la democracia representativa?

Es multidimensional el motivo. Yo destacaría dos aspectos. Por un lado, uno histórico- cultural, si uno piensa en los pilares de la democracia y del desarrollo económico en una economía de mercado, ambos tiene dos sustentos básicos: la propiedad privada y  el valor del individuo, su capacidad de emprendimiento y ambas (propiedad privada, valor del individuo) se institucionalizan. Históricamente, en el continente americano no pasó ese proceso de institucionalización y de valorización de la individualidad y muchas veces de la propiedad privada. Esto debido a que existía una herencia cultural de las sociedades indígenas, las cuales eran sociedades fuertemente estratificadas, también el mismo Imperio Español en su época era fuertemente estratificado, por lo que se creó una cultura con una fuerte jerarquía, inamovilidad social y asistencialismo. Con todo esto se va a producir un déficit en la valoración de la propiedad privada y de iniciativa individual, posteriormente, con el cambio y la inmigración de la población a las ciudades y la crisis de la vida agraria en Sudamérica, se va a generar un déficit institucional que va a permitir que surja una suerte de populismo que va a prometer siempre regalos y asistencia social, no el desarrollo de sistemas políticos democráticos ni una economía de mercado. 

¿Por qué los que están en América Latina combaten lo que representan los países desarrollados a los cuales otros latinoamericanos deciden emigrar?

Es una paradoja. Es muy sensato lo que hace el que se va hacia países desarrollados, porque no hay fórmulas mágicas para el desarrollo. A inicios de los 60, Corea aproximadamente doblaba en pobreza al Perú. Han pasado más de 40 años y basta con ver dónde está Corea y dónde está Perú, lo que te demuestra que para el desarrollo económico existe una sola fórmula con los matices culturales que adquiere en su aplicación de un país a otro, por lo que es sensato lo que hacen los que emigran. El problema es, ¿qué ocurre dentro de nuestros países? Y para mí lo que ha ocurrido fue que nosotros vivimos una modernidad distinta. Nosotros no vivimos una modernidad que implicó el desarrollo de sociedades industriales con una cultura en torno a lo que es la manufactura, que implica que se desarrolle una disciplina del trabajo. Por el contrario, nuestra modernidad implicó desarrollar sistemas económicos de exportación de materias primas, por lo que tenemos un déficit institucional tanto político como económico. Porque básicamente en países como los nuestros, con grandes recursos naturales, se creó una clase política que tendió simplemente a apoderarse de esa riqueza y utilizarla en su propio beneficio y no se generó tampoco un sistema económico apropiado para alcanzar el desarrollo. Eso ha llevado a caer en un círculo vicioso en el surgimiento de caudillos populistas que prometen a través de regalos y la distribución de nuestra riqueza natural un porvenir para los habitantes, pero cuando se acaba la capacidad de regalar se acaba la promesa y se entra en una crisis política, institucional, etc. 

¿Hay una falta de comprensión en Latinoamérica de lo que en realidad significa la cultura capitalista?

No hay mejor ejemplo que si uno se remonta a los orígenes del capitalismo moderno, que sería en los Países Bajos. Y es muy interesante, porque cuando ellos se independizan de España eran lo más parecido a una “sociedad sin Estado” en la cual eran los mismos ciudadanos organizados en asambleas -que van a dirigir los mercaderes- quienes generaban la estructura social y política del país. Y va a ser en ese ambiente que surge la primera economía moderna, lo que nos da ciertas luces de lo que son las características del capitalismo moderno: Uno es la libertad, que permite que las personas puedan crear tanto artística como socialmente, expresarse, tolerancia religiosa y la capacidad de emprender económicamente. En ese tipo de sociedades es que surge el capitalismo como uno lo conoce. La otra característica es una fuerte movilidad social. Si uno observa por ejemplo autores como Tocqueville -cuando compara Francia con Estados Unidos a inicios del siglo XIX- lo primero que observa es cómo va girando el capital en la nueva nación americana, que permite que vaya circulando por distintas manos que hacen que las personas vayan moviéndose socialmente. En cambio, nosotros hemos tenido en nuestro continente todo lo contrario. Hemos tenido una fuerte jerarquía social, ni siquiera podría hablarse de una elite sino más bien de un grupo que vive de la prebenda, tanto política como económica, y de los beneficios que le puede dar esta falta de institucionalidad y de desarrollo económico. Y esto ha hecho que no podamos desarrollar una cultura y un espíritu propio de los países capitalistas avanzados. No hay ejemplos de países capitalistas avanzados que a la vez no tengan un alto grado de desarrollo en lo artístico, cultural, etc. Si uno se fija que el mismo fenómeno que de a poco y de manera muy incipiente se da en China -que no puede decirse todavía que sea un país capitalista avanzado- pero que en las islas capitalistas que uno encuentra en China uno puede observar que junto con el crecimiento económico surgen los principales artistas a nivel mundial.

¿Cómo puede ser que Sudáfrica sale del apartheid y empieza a construir una sociedad democrática con desarrollo económico, mientras que en América Latina seguimos con grandes antagonismos?

En la época del Apartheid la minoría de la población europea controlaba toda la vida política, económica, social y cultural, desde colegios y zonas de esparcimiento privilegiados para ellos hasta detalles como que los primeros panes del día podían solo ser comparados por gente de raza blanca mientras que el último pan del día solo podía ser  comprado por las personas de raza negra. Este sistema político que duró desde el año 45 hasta comienzos de los 90 generó un gran resentimiento en la población negra, pero la gracia de Sudáfrica está en la sabiduría de la gente que la ha gobernado después del Apartheid y además por la sabiduría que ha tenido la elite sudafricana en general. Nelson Mandela, que va a estar preso por más de 20 años por su lucha contra  el Apartheid, va a tener claro, desde el momento que lo liberan, que lo que justificaba su lucha no era una revancha, sino poder construir un país prospero. Y es por eso que va a tomar la iniciativa de tratar de calmar a la población blanca -que en un primer momento quería emigrar de Sudáfrica cuando se produjo el cambio de sistema- para hacerles notar que no era posible construir una Sudáfrica sin un trabajo conjunto de negros, blancos y de los otros grupos raciales que existen. Para mí, lo que nos ha faltado a nosotros es esa sabiduría de quienes dirigen, nos han faltado más Mandela, más gente como el presidente actual, Mbeki, que  perdió una parte importante de su familia en el Apartheid y no lo animan ni el odio ni la revancha. Y lo que hemos tenido en cambio, en nuestro continente, es muchas veces gente que hace un discurso revanchista hacia ciertos grupos de la sociedad sudamericana sin entender que  no tenemos posibilidad de prosperar si no vamos construyendo una mayor cohesión social. Es por eso que el discurso que uno ve hoy en día, en casos como Bolivia, van en el sentido contrario al ejemplo que dio Mandela y la gente que luchó contra el Apartheid en Sudáfrica, que fue justamente un discurso de inclusión y de lograr sustentabilidad política y económica en el país. 

¿Puede ser que Chile haga la diferencia en América Latina porque es el único país donde hubo una evolución importante en su dirigencia?  

Yo creo que hay dos fenómenos. Uno es que tradicionalmente dentro del contexto de Sudamérica, Chile ha sido uno de los países de mayor vocación republicana y esa ha sido una tradición que ha tendido a respetar la dirigencia chilena. Además que Chile siempre ha sido un país legalista -inclusive la dictadura chilena se preocupa por crear un constitución- ha existido un espíritu legalista que ha ayudado a la estabilidad posterior del país. Por otro lado, está la reforma económica. Sin lugar a dudas el éxito económico de Chile en relación al resto del continente ha sido tan abrumador, que si bien se han querido hacer ciertas rectificaciones, a nadie se le ocurriría en su sano juicio tratar de cambiarlo totalmente, en una suerte de regresión hacia atrás. Y en esto ha jugado un papel fundamental la clase empresarial chilena porque se ha sabido amoldar, como parte de esta cultura legalista, a los cambios de un régimen dictatorial a uno democrático. Y la clase empresarial chilena ha tratado de sumar a lo que es el proceso democrático y no a restar, en una suerte de vuelta hacia atrás. 

¿Qué características tiene lo que les enseña a los líderes empresariales chilenos teniendo en cuenta la importancia que está teniendo el liderazgo empresarial de ese país en la región?  

Yo diría algo muy obvio, que muchas veces se tiende a olvidar, que es que la clave de la riqueza de las naciones pasa por el talento de las personas y para ese talento hay que fomentar en la sociedad ciertas virtudes: el sentido del esfuerzo, del trabajo, de la honestidad, tener sentido de la solidaridad. En una economía de mercado se requiere de cohesión social, para lo cual es fundamental la solidaridad en el empresariado, lealtad y respeto a los contratos, etc. Básicamente se basa en análisis de casos donde se vea la relevancia de estos temas. La riqueza de los países no pasa por sus recursos naturales sino por el talento y la calidad de las personas. 

¿Qué opina cuando Fidel Castro, según publicó el diario Granma, dice que extraña la Unión Soviética?  

Lo único que te podría decir es que lo que demuestra es la enorme diferencia con quienes tuvieron que sufrir el régimen soviético en carne propia. Tengo amigos polacos que tuvieron que dejar parte de su familia en Polonia y partir a Alemania. Un imperio como ese le permitió a él mantenerse en el poder y oprimir al pueblo cubano durante tanto tiempo. Una cosa es lo que opinan quienes se beneficiaron del totalitarismo soviético y otra quienes lo padecieron. 

¿Por qué en muchos casos no hay un equilibrio democratizador amplio que permita criticar simultáneamente a las dictaduras de Pinochet y Fidel Castro?

En general, hay un déficit democrático en Sudamérica. Hay gente de derecha a la que le gusta la economía de mercado, pero la democracia ya le molesta un poco. En la izquierda tenemos una fuerte tradición antinorteamericana que hace a Fidel un personaje grato. Y en esto de hacerlo grato, la intelectualidad sudamericana ha jugado un papel muy importante. Durante los 60, 70 y hasta parte de los 80, vestía bien para ellos ir a La Habana, era casi una peregrinación, casi como ir a La Meca. Entonces creo que tanto el rol de los intelectuales como la sensación antinorteamericana hacen que se lo juzgue de manera distinta a Fidel Castro y no como exactamente lo que es: un dictador como Pinochet o Stroessner.